miércoles, 27 de febrero de 2008

Esa entelequia que llaman "pueblo" y el crecimiento económico

Imagen tomada del Museo del Niño
No parece bastar con que una gestión logre el bienestar y progreso para su pueblo, dejando que tal bondad transcurra calladamente, sin presumir de ello. Como ocurre con la gestión presente, donde baja el desempleo, aumenta el poder adquisitivo, crece la economía y, sin embargo, no parece existir gran cosa porque nadie lo comenta con bombos y platillos y, por el contrario, ocurren cosas que apuntan a ninguna reciprocidad de parte del pueblo, como el reciente capítulo de derrota electoral precisamente en los momentos en que se recogen las cifras económicas, a finales de año, 2D. Parece ser necesario andar recalcando los hechos, machaconamente, porque la gente como que asume que lo dado, la circunstancia de crecimiento presente, es un hecho natural en un país como Venezuela, donde el bienestar resultaba artificial para las grandes mayorías.

No se hable de los problemas, que los hay bastante, a no dudar. Hablemos de la disminución ellos y de las actitudes del humano que los experimenta, sean operadores políticos responsables (gobierno y oposición) o sea gente del pueblo cuyo efecto positivo acusa. Algo ocurre, y ese algo o se ubica en el gobierno, que no ha sabido sacarle renta a su trabajo a través de una efectiva propaganda, o en la oposición, que ha sabido malograr de palabra (y de acción) la gestión de gobierno. Habrá que dar por hecho que el factor pueblo queda descartado como responsable de nada, al ser una suerte de jurado a quien la partes políticas convencen para que se arrime, cosa que apena, porque se le relega a un papel de pasividad, de ingratitud y de acefalía política que pasman y decepcionan. Pero no es hora de llamarse a engaños: el pueblo venezolano no parece valorar en su magnitud y logro la gestión bolivariana de gobierno, pareciendo a veces tasar mejor el rumor de que no hay pan (de la prensa opositora) sobre la realidad segura de que sí lo hay, no haciéndole mella a esta afirmación metafórica la situación de escasez transitoria por la que se atraviesa.

Del pueblo habrá que sentenciar que, en términos positivos, es un ser de ideas que no sólo vive del pan, como humano al fin, siendo necesario complementar el trabajo de aplacamiento visceral con el mental, que requiere de otros alimentos, y no es este más que el raciocinio y el combate ideológico; o que, en términos negativos, dada su aparente naturaleza ingrata o ciega que no reconoce el beneficio, es una masa estúpida (como decía un estigmatizado dictador) que puede ser halada del cordel por quien mejor la engañe.

Porque es un hecho que por un lado caminan las cifras positivas sobre el crecimiento económico del país (a menos que haya un gran engaño aquí) y por el otro la actitud sin correspondencia de una población que parece negarse al reconocimiento de la mejora, más presta, por lo visto, al castigo de recriminar que no le den más. Como si asumiera que el realce económico del país fuera una situación de siempre, nada resultante de ningún esfuerzo de gestión alguna, por ellos merecidos naturalmente como seres puramente receptores, ajenos a la idea de que pueblo es todo el conglomerado político de una sociedad cuya responsabilidad es su propio crecimiento, se piense mucho o poco. De modo que parece lógico concluir respecto del pueblo venezolano que aún no ha inoculado al criterio de su ser cultural el concepto de corresponsabilidad social de una madura actitud de progreso, y valga esto como autocrítica para una gestión de gobierno que ha consagrado su política en torno al concepto de participación ciudadana, con todo lo de siembra de valores socialista haya pretendido en el acto.

Lo demuestra la frágil córnea que envuelve su percepción de que en el país se ha adelantado "algo". Basta con que vistazo a una pantalla de televisión, como Globovisión, para que caiga al suelo la idea de que en el país ha disminuido el desempleo, por ejemplo, y el mismo ha crecido en términos económicos. (A menos que haya por ahí la posibilidad técnica de que un país crezca económicamente sin que su gente acuse el progreso). Inclusive, aquellos que disfrutan de prosperidad económica, después de ver el canal desinformativo, parecen convencerse de que su vida es una farsa, de que no han comido nunca y ni casa tienen, viendo volar los precios por todas partes, no encontrándose nada en ningún lado, empezando a quejarse de hambre, aunque los 100 kilos de cuerpo desdigan de sus gemidos. Lo demuestra la flaca resistencia al breve traspié que haya podido tener el gobierno en materia de suplimiento alimentario, al sospechoso desasbatecimiento, incapaz en su raciocinio de mirar más allá de las pantallas televisoras y descubrir que en gran medida es provocado, confeccionado por los dueños de los aparatos de producción que, en su poder operativo, desvían hacia Colombia o derraman en los ríos los alimentos a efectos de conspirar contra la estabilidad del país, más cuanto de momento electoral se trata.

En fin, lo demuestra el hecho de que por ruido no haya comprendido el pueblo el juego político implicado en el mes de diciembre de 2.007 y se haya dejado llevar por la desinformación y el ataque mediático, haciendo naufragar la propuesta de Reforma Constitucional presentada por el Ejecutivo, de completa defensa a su condición.

Cabe preguntarse ¿es culpa de quien que un país no prospere? ¿Del pueblo o de sus líderes? ¿O de ambos? En cualquier caso que se responda, el pueblo es parte implicada de modo importante en la respuesta. Es parte activa y corresponsable, debiendo por lo mínimo, aun en su papel menos activo, informarse. Al tiempo presente, Era Informática, la información es componente clave de la conciencia, lejos de épocas oscuras de la historia humana, cuando el conocimiento parecía secuestrado por las élites.

..."no quedando más que inferir, monstruosamente, que es (el pueblo) una especie de objeto a la deriva aprovechable por el mejor psicólogo político"

Lógicamente, el liderazgo de un pueblo debe cumplir su parte y prestarse a conformación de conciencia. Cuando las cifras de crecimiento van por un lado, como un hecho plástico, y el hombre, en carne y hueso, por el otro, sin que uno sepa del otro, sin que medie la razón comunicadora, todo tiene pinta de ser una aberración política, a sabiendas de que la aberración mayor es la mentira, es decir, que se diga que el país crece a la vez que se fuerza a una gratitud despiadada de parte de su gente. Pero también es aberrante y sintomático de yerro político que, en general, existiendo una situación de prosperidad, se tenga o se fuerce al receptor a decir lo contrario. Parece, pues, que lo ideal es que el país político, teniendo como norte el amor nacional, acuse recibo en su conciencia de lo que rinda renta próspera y lo reconozca, sea afecto a la corriente opositora o gubernamental.

Pero, naturalmente, siendo el pueblo una figura de carne y hueso, de mente y espíritu, susceptible a la reconducción fraudulenta, puede ocurrir que no compute en su haber prosperidad alguna, habiéndola; como puede ocurrir lo contrario, no quedando más que inferir, monstruosamente, que es (el pueblo) una especie de objeto a la deriva aprovechable por el mejor psicólogo político.

Pero a todas vistas, no es el caso de Venezuela donde se reconozcan los hechos, donde opera un oposicionismo desleal que sataniza cualquier gesto proveniente de la esfera gubernamental para con el país, aunque resulte una medida de progreso. Al sol de hoy, nadie en el oposicionismo venezolano ha reconocido nada positivo de la gestión de gobierno; por el contrario, se ha dedicados a inundar la psique del venezolano con una virtualidad de "tierra arrasada", de campus de guerra, de espanto económico y, lo que es peor, de abierta disponibilidad de ánimo para deshacer cuanto se ha hecho cuando retornen al poder, desmontar aquello que científicamente ha demostrado estar positivamente encaminado, como por ejemplo, el asunto de la salud entre los venezolanos (satanizada con Barrio Adentro y los médicos cubanos), los abastos solidarios como Mercal y PDVAL (satanizada como medida populista) y la democratización de la educación (satanizada como medida de control gubernamental).

A no dudar, Venezuela tiene grandes lagunas de progreso, pero no ha de hacerse valer un defecto para negar un conjunto de marcha económicamente bien encaminado (según cifras abajo), cuando no se hace valer para tirar por los suelos la saludable autoestima que debe poseer un combatiente para abandonar el cisma del subdesarrollo. En un país, con un pueblo de carne y hueso como dijimos, de mente y espíritu, si todo el mundo se pone de acuerdo en que hay miseria aunque se avance en materia alimentaria, habrá miseria, así sea de naturaleza espiritual. Entresáquese de allí la importancia de la comunicación, como aparato político de propaganda que habrá de atender la necesidad ideológico del humano, sea en manos del Estado o de la oposición, positiva o negativa. Con decir que Mao Tse Tung, en un momento de desgracia política, tuvo que ser volcado propagandísticamente hacia su pueblo como baluarte del cambio, en su aspecto ideológico y hasta de imagen personal, con el propósito de copar vacíos del desamparo humano en las masas; cierro el punto de un escrito que , maltrechamente, pretende ser sobre psicología de las masas.

Suelto a continuación, para finalizar, a modo de reflexión, ilustración, contraposición o soporte de lo anteriormente dicho, cifras científicas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), del Instituto Nacional de Estadística (INE) y del Banco Central, que tasan a la economía venezolana como robusta y de acertado tránsito. Lógicamente, las cifras, fundamentalmente en tres rubros (empleo, crecimiento económico y poder adquisitivo), servirán para ser negadas, tergiversadas o burladas.

  • "El caso es que la Cepal ubicó a Argentina (8,6%) y Venezuela (8,5%) como los dos países de mayor crecimiento en la región (Eleazar Díaz Rangel: "La economía mejora, pero..." en Últimas Noticias. - (2.008) dic 23; p. 23)
  • "El descenso acelerado y prácticamente continuo del desempleo, según las cifras del INE, que representan la verdad oficial, se relaciona con un crecimiento económico de 9% en promedio anual los últimos tres años" (D.F. Maza Zavala: "Pulso de la Economía" en Últimas Noticias. - (2.008) feb 24; p. 60)
  • ..."en el caso de Venezuela, estima la Cepal que el crecimiento será de 6%, aunque las cifras del Banco Central lo elevan a 8%" (Díaz: "La economía [...]", p. 23)
  • ..."se conoció un informe del Banco Mundial sobre el índice PPA (Paridad del Poder Adquisitivo), que mide el poder adquisitivo de la población, según el cual Venezuela está en el cuarto lugar con 9.888 dólares. El promedio mundial es de 6.100 y en la región, de 9.064." (Loc. cit.)
  • "Según el INE, el desempleo se ha aliviado sustancialmente, desde niveles de 13 o 14% de la población económica activa [...], ha descendido a niveles de un dígito, con la probabilidad de llegar a situarse este año en 6 o 7%" (Maza: "Pulso [...]", p. 60)
  • "En Venezuela, según mi estimación, un desempleo de 4% es 'natural" (Loc. cit.)
  • "Consecomercio anunció que este año las ventas subieron 18%, y el INE, que el desempleo bajó a 6,3%." (Díaz: Op. cit.)
Si un país y su pueblo, desde el punto de vista electoral, se pierde bajo estas condiciones, ¿para qué habrá de servir la razón en un venidero futuro? Algo huele mal y no es precisamente en Dinamarca. Nada más pertinente al momento que la autocrítica y un verdadero accionar político, pero político en cuanto político, ese que da un zarpazo en la psique de la gente, en su alimento espiritual -si se me acepta el término, con todo lo figurado que parezca-, visto que los problemas concretos de supervivencia fisiológica han sido superados, no preocupándole a las masas, mirándolo más bien como un "hecho dado", de obligada función del gobierno. (El asunto del desabastecimiento es un capítulo aparte de la técnica política coyuntural y electoral)


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martes, 26 de febrero de 2008

El Estado contra Globovisión

Imagen tomada de Loquo
Cuando leemos que el artículo 29 de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión observa que será suspendido hasta por 72 horas continuas el medio de comunicación que difunda mensajes que promuevan, hagan apología o inciten a la guerra, promuevan, hagan apología o inciten al delito, sean discriminatorios o promuevan la intolerancia religiosa, sean contrarios a la seguridad de la nación, o sean anónimos; no puede uno más que mover afirmativamente la cabeza, aprobando que en el país haya una marco legal que regule y controle los excesos en que pueda incurrir una empresa de comunicación social.

Pero la cabeza empieza a moverse al rato hacia los lados, bamboleándose, cuando se piensa en el canal de noticias Globovisión, desaprobándose que la hermosa letra al servicio de la ciudadanía se halle muerta frente a las tropelías de la estación televisora de la Florida. ¡Caramba, ni siquiera por un breve plazo de 72 horas es complacido el sentido de la ética y la justicia en el país, visto el hecho que ese canal ha violado, olímpicamente, casi todo el contenido del artículo, reservándose lo que no ha violado aún como cartas guardadas -se dirá- bajo la manga! Ha incitado a la guerra, ha hecho apología del delito, ha sido discriminatorio, ha sido anónimo en algunas de sus propagandas y, finalmente, ha ido en contra de los intereses de la nación con esto último de arrullar a la Exxon Mobil y a la carga de violencia desde Colombia. Documentar lo afirmado es incurrir, a la vez, en otra suerte de delito retórico: la redundancia, lo cual apena el lector con un gesto de desagrado.

Al seguir el paso para intentar olvidar esa especie de buena impresión que pudo haber causado la contemplación de una hermosa flor en el jardín, puede ocurrir que el caminante se ponga a pensar en su país, en el país en general, ese que recortan los muchachos de los libros, en aspectos como su seguridad, soberanía, recursos naturales, seriamente amenazados en la coyuntura presente que vive el país por factores depredantes del capitalismo mundial. Léase EEUU. Irremediablemente se termina preguntando quiénes serán capaces, desde adentro, de proponerle algo así a su país. Y nuevamente, sin notarlo, se termina trayendo a colación el recuerdo de la flor amarga, pensando otra vez en Globovisión y en la gente que a través de su pantalla declara, el canal de noticias que ha hecho del lío con Colombia una propuesta de guerra e invasión, y del lío con la Exxon Mobil, más de lo mismo.

Empieza entonces a resonar en la cabeza la palabra traidor, con su respectiva adjetivación: "patria". Traidor a la patria. El que entrega a su país, el que lo vende, o facilita o promueve el hecho. Y nuevamente toma forma la esperanza de que, finalmente, ante la comisión de delitos tan terrible, sea tomada la planta de televisión con las manos en la masa, sin derecho a pataleo. "¡Ahora sí!", puede pensar el más entusiasta, imaginando que, si Globovisión no es sancionado, al menos podrá contarse con un acto de declaración de traidor a la patria, lo más oficial posible, aunque es difícil esto de que un gesto sea oficial en su reconocimiento y no se combata o anule lo reconocido como lesivo.

Pero todo queda allí, en el puro acto de justicia imaginario, porque se piensa en situaciones más expeditas que la de Globovisión, como la de Luís Giusti acusando a su país, donde no ha podido la legislación venezolana declarar acto de traición a la patria. ¡Vaina jodida! -se reflexiona-, al parecer Globovisión puede hacer lo que le dé la gana. Si Luís Giusti, en calidad de ex funcionario público, rindió expresas declaraciones juradas para producirles daños a Venezuela con medidas cautelares contrarias a sus intereses, y no fue declarado nada, ¿qué esperar se haga contra el canal de noticias mencionado, que se las arregla para interpretar, muy a su manera, la legislación venezolana y colarse a través de la posibilidad de ir, veladamente, contra ella misma? ¿Qué se puede esperar?



"Habrá que suponer que se esperará se dé una situación de agresión al país que obligue a declarar una situación de guerra para, en medio del alto accionar del gobierno con medidas de seguridad nacional, cerrarlo [a Globovisión], una vez que haya destilado toda su virulencia mediática"

Dice la ex magistrada del Tribunal Supremo de Justicia, Hildegard Rondón de Sansó, respecto del delito de traición a la patria,

"que la 'tipicidad' de nuestro Código Penal se quedó apegada a conceptos elementales según los cuales tal delito es sólo el que se refiere a los actos políticos relativos a la rebelión, a los alzamientos, a las confrontaciones armadas y no a otras formas menos violentas -pero algunas veces más perversas- como lo es la alianza con la "contraparte" en juicios en los cuales lo que se discute está vinculado con nuestra soberanía" ("Abogados de la contraparte" en Últimas Noticias. - (2.008) feb 18; p. 42).

Lapidarias palabras para unos y salvadoras para otros. El sentimiento de impotencia o de injusticia se intensifica cuando nuestro código de justicia no sirvió, cuando era sobradamente competente en la materia, ni para declarar a nadie traidor de nada cuando los hechos de abril de 2.002, cuando hubo una clara y abierta rebelión. Por el contrario, sus responsables fueron amnistiados recientemente por la comisión de actos periféricos al acto mayor, como los allanamientos de morada, detenciones de funcionarios públicos, etc.; los grandes chivos andan fuera de Venezuela, ciertamente, pero como ciudadanos del mundo y ni por un momento como traidores a su patria. ¡Así cómo carajos declarar nada contra Globovisión, mucho menos enjuiciarlo!

Aunque nuestro Código Penal, en su artículo 129, título I, capítulo I, prometa un castigo de 20 a 26 años para los que atenten contra la independencia e integridad territorial, Globovisión se dedica casi todos los día a confeccionar una programación que llama a una intervención militar contra Venezuela, del modo más astuto posible, con insinuaciones indirectas, sesudos análisis y hasta el manejo de imágenes subliminales.

Habrá que suponer que se esperará se dé una situación de agresión al país que obligue a declarar una situación de guerra para, en medio de alto accionar del gobierno con medidas de seguridad nacional, cerrarlo, una vez que haya destilado toda su virulencia mediática. Habrá que suponer, también, que al gobierno, en términos políticos, aún le pesa la reciente no renovación de la concesión a Radio Caracas Televisión (RCTV) como para andar tomando acciones que lo estigmatice aun más en los cañones del enemigo.

En teoría, en el entendido idealista de la que la ley debería ser ciega en su aplicación, la sanción contra Globovisión no tendría que pelearse contra ningún escrúpulo del Estado político, sea en su criterio estratégico o táctico.

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lunes, 25 de febrero de 2008

Los vasallos del norte

Cipayo(Imagen tomada de bilioso.blogspot.com)
La mente de un colonizado quizá funcione como la de un secuestrado, pero en ese estado psicológico que se ha dado por llamar Síndrome de Estocolmo. Después de los preliminares impactos en los que una de las partes somete a la otra por medio de una superioridad de fuerzas, desarrolla el sometido una afectiva inclinación de dependencia hacia sus captores, no extrañando, inclusive, que las demostraciones de cariño deriven hasta en besitos. Aunque en el fondo, como los animales en la naturaleza cuando, por ejemplo, el cánido se mete el rabo entre las patas ante un superior, de lo que se trata es de la expresión de un estado de temor del captado, que busca sobrevivir a través de actos sumisión y pleitesía. Sin tanta elaboración psicologista, es un simple instinto de supervivencia.

Ya sabemos de noticias de captadas que han terminado hasta casándose con sus captores, después que estos han salido de la cárcel. Una gran historia de amor.

Pero en la historia de los pueblos podría ser creíble lo dicho aplicado, quizás, a la situación inicial de una conquista o de un cruce de culturas. Un pueblo sin gran actitud defensiva no encuentras otra opción que seguir los pasos de marcha que le impone la repentina aparición de un gigante, aunque sea a regañadientes. En su mente estará siempre la idea de ganar tiempo para organizarse y después resistirse, por la vía que considere adecuada, a efectos de lograr en el otro el reconocimiento de su valía, sino una igualdad de condiciones. Tendrá el pueblo captado siempre -también siempre- el temor de perder su individualidad como nación diluida en los valores poderosos y penetrantes del pueblo conquistador. Es una llama de la sublevación que ha de permanecer encendida.

Y al cabo del tiempo podrá ocurrir que o el pueblo se diluye en verdad en el otro pueblo, perdiéndose para siempre como nación singular y sobreviviendo nomás como una influencia en la cultura del otro, o se rebela a su disolución, a pesar de comportar ya influencias del "otro" en su seno. Entonces ocurre que o la colonia deja de ser satélite cultural del otro para integrarse definitivamente en su cuerpo mayor o se separa traumáticamente, vía guerras, para hacerse pueblo independiente, singularmente delineado en sus propios matices, aunque ya con mucha influencia o dependencia extranjera. La historia está llena de ejemplos. Quizás sea Puerto Rico el único caso vivo al presente que ilustre con perfección esa lenta gradación de pérdida de valores propios para diluirse, sincréticamente, en la cultura mayor, en este caso la de los EEUU.

No sería extraordinario corroborar en un hablante puertorriqueño tal confusión de valores, lingüísticos en este caso, tanto que es posible oír que uno le diga "between" al otro para indicarle que "entre", trastocando los valores semánticos de una preposición por las de un tiempo verbal.

Respecto del pueblo que se diluye y se va, ni hablar. De él sólo queda su referencia como una especie extinta. Pero para los pueblos que deciden labrarse un destino diferente, zafándose de yugos y padrinazgos culturales, una lucha titánica siempre será un paso obligado. El pueblo mayor, como si sujetara un trofeo de guerra, no tendrá jamás disposición para soltar a su presa, así como así, sin antes oponerse mediante guerra, vindicando sus derechos sobre el colonizado, quien, en el mejor de los casos para el logro de su independencia, podrá aspirar a que no haya guerra, pero tendrá que dar algo a cambio para indemnizar el "justo" reclamo y derecho de la potencia. Porque los gobiernos de países con ínfulas de imperio, sobreseguros por su fuerza, penetran a los demás por vía del hecho y el derecho, asegurándose que cada paso dado sobre la superficie del oprimido genere obligaciones que amarren más al tonto y deje ventajas a la viveza y expolio invasoras.

El caso de los EEUU en Venezuela, a través de su empresa Exxon Mobil, es un magnífico ejemplo de ilustración. Durante el gobierno de la IV República hicieron firmar un leonino contrato que les daba una participación del 41% sobre un emporio petrolero llamado Cerro Negro. A la posibilidad de perder el contrato y su participación en el negocio, invocan la guerra; y a la posibilidad de que el asunto se resuelva sin guerra alguna, proponen una desproporcionada indemnización del país pendejo.

En la guerra o confrontación que habrá de conducir a la independencia del país sojuzgado, o al retiro patente de la presencia extranjera en su aparataje de Estado dominante, quienes la promueven generalmente tienen que enfrentar a un doble oponente, a saber, la potencia imperialista como tal y a los imperializados dentro del país en cuestión, quienes, como alumnos avezados para la futura disolución nacional, piensan y sienten más como el país captor que como el país captado, desde entonces listos para lo que ellos llaman "gran transición", esto es, la integración definitiva de su país apéndice en el cuerpo mayor. Son los que en Puerto Rico votarían en un referendo porque su país se convierta en el estado número 51 de la Unión Americana, para acabar con esa comiquita de la asociación política.

La guerra de los sublevados propondría el retiro del aparato de Estado extranjero, pero a ciencia cierta siempre sabrá que la lucha contra su influencia en el interior de su país, constituirá otro problema, o parte de la guerra misma. Ya la historia nos dice que Simón Bolívar se vio obligado a dictar el Decreto de Guerra a Muerte para combatir la posibilidad de traición patria y desunión durante las luchas de independencia del Imperio Español, no sin tristeza y desilusión en su corazón. Porque es un asunto peliagudo eso de ver a un connacional envuelto en actos a favor del extranjero allende fronteras en vez de volcarse hacia lo que por lógica parece más suyo, como es todo lo que se yace o respira en el suelo que pisa, hombres y mujeres paisanos, puestas de sol, recursos naturales, ríos, petróleo, historia común y genesíaca... Estratégicamente hablando, la influencia del otro dentro del uno que se subleva, suele reportarse como un agente de la división y descomposición de la unidad que juega a favor de un más fácil y práctico dominio, generalmente en su concreción monstruosa: la guerra civil.

Téngase presente que el país que proclama su soberanía y su independencia, suele hacerlo cuando los topes de la nacionalidad se van minando, es decir, cuando parece amenaza que desaparezcan irremediablemente los remanentes últimos que entorpecerían la total absorción de la nación depredada. Por ello, por lo tardío de su fenomenología histórica, las guerras de independencia resultan harto truculentas, porque suelen expresarse en un enfrentamiento entre nacionales ganados a la causa propia contra nacionales ganados a la causa extranjera, últimos estos que no escatiman el orgullo de ser casi ciudadanos de la gran nación colonizadora, de no ser por la pena que sienten de haber nacido en suelo patrio. Sin embargo, suelen subsanar lo que consideran un defecto de nacimiento con reiteradas evocaciones y comentarios sobre los viajes que de continuo realizan hacia la gran metrópolis imperial, como para dar aires de su superior cultura y dignidad.

"¿Por qué ofender su dignidad instruida con un Guaicaipuro en el lugar de los héroes, el Panteón Nacional?"

En Venezuela, en momentos en que todo apunta se lucha por una especie de segunda independencia político-económica, esta vez de la garra del imperio estadounidense, los que lamentan no haber nacido en un Estado de la Unión Americana, parecen ser ejército, dada su calidad organizativa opositora y su condición de beligerancia en contra del aputalamiento propio del país respecto de sus recursos naturales, riqueza cultural y soberanía. Le juegan una guerra redonda al país desde cualquier punto de la circunferencia fronteriza, sea ya desde una agresión colombiana, norteamericana, europea o desde cualquiera sea el país que conciba regañar al Venezuela por su ocurrencia de desyugarse del imperio.

Suelen ser personas ganadas por la guerra de la cultura (o guerra sin armas), agentes de sobrevalores extraculturales que con su actitud y comportamiento dicen del magnífico trabajo desplegado por la potencia tutelar al educarlos en su interés. Son los vasallos del norte, en la hora presente, tránsfugas cerebrales que suelen instruirse en la Escuela de Las Américas, por hablar de un caso emblemático de educación para la traición en un plano (el militar) de la inmensa sociedad en general donde se trabaja para subvertir los valores, hablando –claro está- de América Latina respecto de los EEUU, el gran país trasgresor. Cada área es un aspecto del trabajo de descomposición nacional y los agentes de lo foráneo bucean hasta en la sopa. Palabras como Harvard, Oxford, USA, Europa, Florida, Disney, Hollywood, bits, potencia militar, primer mundo, piel blanca, constituyen altares semánticos de su educación predilecta.

Al ser agentes de la disolución nacional, en el contexto del casi logro total de la integración extrafrontera de la llamada IV República (Luís Giusti privatizando PDVSA, Caldera a SIDOR y otros monstruos haciéndolo en otros aspectos como la educación -la UCV-), las actitudes y modales del pitiyanqui o cipayo suelen desplegarse con gran naturalidad, si se quiere hasta con inocencia, pues parecen responder a las visiones resultantes de su nueva naturaleza adquirida. Algo así como decir traidores natos, a los ojos de quienes cuestionan los patronazgos, pero "personas de educación progresista", a los ojos de sus valores extranacionalistas. Son los globalizados del mundo, en la jerga del presente: educados para abrirse al mundo y no centrarse en lo propio; víctimas, para otros, de un gran engaño y manipulación universalizante.

De modo que parecieran ejercer su condición de apoyantes de lo exterior, en oposición al reclamo de lo nacional, en medio de una suerte de ceguera robótica, donde su gran educación superpuesta subsume en un concepto de atraso y subdesarrollo amores y nociones propias del paisaje de su lugar de nacimiento, que, como dijimos, parecen despreciar cuando lo oponen en sus llanos y montañas contra las praderas y nevadas norteamericanas. Por eso no es casual su Halloween, sus renos y tarros de nieves en sus tropicales casas venezolanas donde el hielo suele derretirse por efecto de la temperatura ambiente. Una fiesta patria del país suele desfallecer en magnificencia al contrastarse con la fecha 4 de julio, Día de la Independencia estadounidense. Una marcha política por la calles de Caracas, pongamos por caso, ofrecería una oportunidad nada desaprovechable para exponer el calibre de su calidad educativa, donde tendrían la oportunidad de blandir la bandera norteamericana y hablar en el idioma inglés. Son esos que suelen apostrofar, desde su profunda cultura, que el nombre del país, Venezuela, es un diminutivo de la Venecia de los tiempos de la Conquista.

Por ello nada tendría de extrañar que todo aquello que se implemente en la América Latina completa en aras de la integración política y la cooperación económica, sea olido como amenaza que resta preponderancia a la fuerza imperial y liquida su sujeción colonialista en el área. Nada bueno para la hegemonía de su particular personalidad alienada y sus específicos valores extranacionales. Porque el asunto extraordinario es que a veces parecen ser más gringos que los mismos gringos, pero con la particularidad –lamentable- de haber nacido en la colonia. y valga este galimatías para expresar esta lamentable confusión de gentilicios.

En Venezuela son personas muy reputadas, educadas en Europa o en universidades que consideran el templo del saber del primer mundo; suelen copar los escenarios de los medios de comunicación, exponer teorías salvadoras del mundo enfiladas en el dogma del capitalismo y hablar pronunciando refinadamente las eses del idioma, si es que no hablan con aire de norteamericano confundido, verbalmente hablando, sustituyendo palabras del español por neologismos del ingles, para mayor caché de su estampa. Visceralmente se oponen a cualquier medida propuesta por el primer mandatario, Hugo Chávez, sea que rescate la historia de un indio, como Guaicaipuro, proponga una medida de unión económica para Latinoamérica, como el Banco del Sur, proponga una unión o moneda única, como la de la Unión Europea, pida defender los recursos petroleros, proponga una especie de OTAN latinoamericana, o lo que sea que no cuadre a las conclusiones de su educación selecta pro visa estadounidense. Todo habrá de parecerle, si apunta a su primigenia naturaleza venezolana, deleznable, despectivo y hasta abyecto. ¿Por qué ofender su dignidad instruida con un Guaicaipuro en el lugar de los héroes, el Panteón Nacional? ¡Póngase allí –dirán en un acceso nacionalista- a un George Washington y volemos alto!

Son periodistas, profesores universitarios, maestros, ricachones de cuna, grandes apellidos, empresarios, estudiantes de exclusivas universidades privadas, curas, filósofos, columnistas de oficio, todos doctos universitarios de una cultura que proclaman superior. Están tan educados respecto al ser exterior, a la posibilidad futura de una Venezuela diluida en el altar mayor de la cultura anglosajona norteña, que no se ven a sí mismos, ¡ni dios lo quiera al lado de un campesino nuestro, cuando pueden estar al lado de un newyorquino o parisién, para hablar de otros espacios, ya europeos!

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viernes, 22 de febrero de 2008

¡Usuarios de Globovisión!

Imagen tomada de La Corona
En los últimos días he oído expresiones que apuntan a que si nos callamos, ganamos. Para no entrar en controversia ni aporrear susceptibilidades, diré el pecado mas no el pecador. La primera declaración apuntaba a que no se profundizara el análisis revolucionario de autoexamen en vía pública, como en Aporrea.org, por ejemplo, porque el debate aportaría herramientas de ataque al enemigo. La segunda, como en el caso Tascón, que no se deben ventilar los casos de corrupción sino a través de una mecánica interna partidista, de existir realmente el hecho; y la tercera, que no se le debe dar tanta relevancia a un canal como Globovisión, con baja audiencia en realidad, declarándole todo lo que ocurra o se presuma ocurrir en la esfera política, y esto va con aquellos habitantes protagónistas de la esfera, los que tienen el dato o la sospecha, los políticos, pues.

Puestos a estar de acuerdo con algo, apoyaría la medida tercera, descartando de plano la primera propuesta y racionalizando la segunda, para la cual habría que pedir fundamentar certeramente la denuncia y proceder de acuerdo a la situación siguiente: ¿hasta dónde llega el compromiso de un político con el partido y hasta dónde con el país? Es decir, que si se llegasen a descubrir hechos de corrupción, de modo inequívoco, habría que proceder a cuestionar abiertamente al responsable ante el país para su escarnio, denunciándolo sin preliminares (¿no queremos combatir el problema, pues?); de otro modo, habría que pasar por los mecanismos del partido cuando haya una presunción de irregularidades y sea necesario denunciar, internamente, para aplicar correctivos o investigar. En la hora presente, cuando los actos de corrupción están constituidos en un azote capaz de desmontar el proceso de cambios que se implementa en Venezuela, no puede haber medias tintas en su combate. Así lo digo y lo sostengo.

Respecto de Globovisión, el canal político de Venezuela, golpista por antonomasia, cónclave y enclave del pensamiento y lenguas contraconstitucionales, es difícil evitar que se alimenten de la reflexión de quienes abonan ideas para el proceso de cambios, porque, naturalmente, tales ideas son publicadas normalmente con el propósito de generar debates y crear conciencia colectiva. Es difícil también que no participen de la presunción o comisión de un delito o acto de corrupción cuyo acaecimiento se debate a puerta cerrada en el seno de una organización partidista. Tendría consecuencias peores que, sobre la real existencia de un delito, ellos formen una alharaca nada más partiendo de su sospecha y monten luego una plataforma comunicación victoriosa sobre su posterior certificación. Porque habría que suponer que una irregularidad administrativa que se someta a juicio dentro del seno del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), pongamos por caso, tarde o temprano, en sus conclusiones, saldrá a la luz pública, entendiéndose que el proceso de observación partidista constituirá nomás que una afinación de los criterios de cómo se habrán de presentar, políticamente, los hechos al colectivo nacional.

Pero darles armas directamente a Globovisión, ese canal de noticias cuya audiencia el año pasado rondaba el 3 ó 4 por ciento y sólo ha sido en este año que ha crecido significativamente, beneficiado por el fin de la concesión de RCTV, es sencillamente un acto de brutalidad política sólo explicable por la incontinencia farandulera del político que no puede controlar su apetito de notoriedad. Sencillamente es torpe, en forma y esencia, y sólo es comparable en su estupidez al intento de reanimar a un cadáver inyectándole químicos o contándole chismes en la pata de la oreja, cual un nuevo Frankenstein en la era de la clonación científica. Globovisión no se ha acercado a la barrera del 10% ni siquiera en la mayor época de escándolo político, como fue el golpe de Estado de 2.002. Es un canal magnificado, reforzado por los incautos mismos del gobierno, que les proporcionan espejos de aumento.

En los tiempos que corren, de estadística y cifras, lo que habrá de crecer tendrá que suceder bajo el paradigma científico, lejos de las oraciones y cuchicheos de la magia; de otro modo, habría que hablar de montajes, nada sostenibles en el tiempo infinito sino en el momento espectacular de su show circunstancial. Y Globovisión, en la hora presente, con su tendencia a crecer en audiencia por la incontenida tontería de muchos, es un show mediático, un montaje en su programación provocadora que se alimenta de desesperados llamados de atención hacia funcionarios de gobierno, que van y caen en la trampa, como ratoncitos al queso. ¿Se entenderá esto algún día? ¿Se sabrá algún día que esa planta de televisión vive de la comisión, simulación e incitación del delito con el propósito existencial de mantenerse en niveles de referencia sobre y para la audiencia?

No dándoles más palos al muerto se logra que el cadáver se descomponga tranquilo. El día que por acuerdo tácito y generalizado entre los funcionarios del gobierno se despliegue el propósito de no darle mayor importancia a ese canal de poca audiencia, pero disfrazado de supervivo, ese día la planta de noticias se las verá negra, con todo y sus periodistas bocazas esparcidos por todas partes buscando el modo de mentir, con todo y los contubernios de lesa patria que hayan contraído con CNN y RCN, con todo y la prevalencia que los operadores políticos de la oposición le den día a día. Globovisión no se puede erigir en la mesa comunicación sobre cuya superficie se discuta la problemática política del país, menos las decisiones del gobierno.



"¡Es que no se han dado cuenta que si los personeros del gobierno no lo toman como sus micrófonos favoritos para dar declaraciones, Globovisión se muere de pura mengua, entrevistándose siempre a sí misma, a los mismo personajes de siempre de la cuarta república[...]! "

Entonces lo veremos en aprietos porque le baja la audiencia, formando alharacas, provocando, llamando la atención para subir de nuevo, dependiendo y viviendo del gobierno y de sus declaraciones, sobre las cuales gozan un mundo tergiversándolas y echándoles tijeras. Es su oficio y vida. Ama con odio al presidente y a su gobierno. Cada cinco minutos invocarán el derecho a la información que tienen los venezolanos, consagrado en la Constitución; llamarán la atención a los organismos internacionales, harán foros, invitarán personajes rayados y sempiternos, como los loquitos de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), gente como Aznar, EEUU, Colombia o cualquiera que se les ocurra y que monte la cabalgadura de sus preferencias políticas y económicas.

Globovisión es un canal -¿cómo hay que decirlo?- sin gran audiencia, pero que presume de gran audiencia, haciendo de esta presunción la protagonista de su programación. Quien va y le crea, cae en la trampa, figurándose haberse cubierto de gloria y publicidad hasta en los más recónditos espacios de Venezuela, lugares donde dista mucho de llegar. Quien va y lo ataca, lo victimiza, haciéndose trascender ellos mismos fuera de las fronteras su importancia de canal infinito. Las cifras de un share que tengo a la mano lo colocan como el tercer canal más visto de Venezuela, por encima de Venezolana de Televisión (VTV), aunque con una cifra aún baja, sabiendo todo mundo que ese puesto es ficticio, irreal, pasajero, halado por los pelos, espectacular, alimentado por los últimos hechos de escándalos que el mismo partido de gobierno les proveyó, refiriéndonos al asunto de la expulsión de Tascón, que implica a los Cabello y a Jorge Rodríguez. Debe tenerse presente que un share es una medición de audiencia en un momento determinado de la televisión venezolana, y el ranking del share del cual hablo se circunscribe a la televisión por cable, lo cual coloca al canal golpista por encima de VTV dado que a éste ni lo dejan ver (por los continuos sabotajes) y porque en señal abierta tiene mayor cobertura.

¡Es que no se han dado cuenta que si los personeros del gobierno no lo toman como sus micrófonos favoritos para dar declaraciones, Globovisión se muere de pura mengua, entrevistándose siempre a sí misma, a los mismo personajes de siempre de la cuarta república, como Ramos Allup, los ex pedevesos, los sesudos analistas de siempre, Ledezma, etc! Eso cansa, amigos, y conduce al abandono de la audiencia; pero no es entendido por ninguna estrategia comunicacional desde el gobierno, que lo que hace a cada rato es realzarla como planta de noticias, variopintarla, robustecerla, victimizarla, tonificarla, y muchos más "arlas". Se debe dejar la declaradera en un canal que lo que busca es colocar zancadillas de tergiversación, deformación y aformación en su propósito de rendir su final "información" a su audiencia.

¿Ah, que Globovisión luego se sentirá sola y abandonada, sin el cariño informativo del gobierno, y empieza a dedicarse a la comisión de delitos comunicacionales para llamar la atención y subir su audiencia? Bueno, aplíquese la ley, pero sin vacilaciones, porque está visto que ese pobrecito canal vive de eso, de la dubitación y falta de resolución del gobierno, que pareciera temerle a las sanciones que están bajo su propio ejercicio.

Hombre, no creía conseguir en J.K. Rowling, la autora de los libros sobre Harry Potter, una frase tan buena y tan a propósito como esta: "A veces la indiferencia y la frialdad hacen más daño que la aversión declarada", frase que sé, con certeza pero que no recuerdo, repite un viejo adagio hindú. Ahí se las dejo, dejando la aclaratoria de que no tenemos, porque haya que tener, aversión por nadie, aunque sí podemos decidir qué es lo que nos ha de importar realmente, más cuanto hay la conciencia de saber qué es lo que nos daña.

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jueves, 21 de febrero de 2008

De la clase media como olvido político


Esto de dividir a la gente en clases es un acto humano de toda la vida, siendo desde un mismo principio, antes que humano, una práctica divina. El pueblo hebreo, de acuerdo con las Escrituras, tuvo el visto bueno de Jehová, desde el principio mismo de la especie. Fue su pueblo, la clase de gente por Él amada, el pueblo de los pactos, de cuyo seno saltarían al mundo promesas de vida eterna y Mesías, para unos ya llegados y para otros todavía en espera. El pueblo predilecto que, al tener preferencia divina, tendría prerrogativas sobre los demás.

Y al paso del tiempo, los hombres parecieron aprender la lección. Le tomaron el pulsos a la enseñanza y se lanzaron a dividir a los mortales entre reyes elegidos por la providencia (costumbre que parece fenecer en la época moderna o sobreviven bajo otros formatos) y seres destinados a servir a la "voz de Dios", el rey, el papa, el caudillo o lo que fuere propicio o propio a la circunstancia política del momento. Los romanos durante su gran imperio enriquecieron la jerga con sus césares, sus patricios y plebeyos. Y así, a su modo específico, cada pueblo y cultura hizo lo suyo. Cortesanos, caballeros de corte, delfines, samurais, un poco más abajo del iluminado jefe; pueblo, esclavo, criado, elector, pata en el suelo, miserable, mucho más abajo en la escala vertical. Universalmente la escala se variopintó.

Muchísimo tiempo después, cuando los filósofos proclaman la muerte de Dios y no se ven síntomas de que el Creador siga protegiendo a sus elegidos, las clasificaciones siguen a la orden del día, lo que índica que el hábito clasificatorio de sociedades adquirido por los hombres fue más eterno que el dios mismo creador de los cielos. La gente vive, cual animales en Arca de Noe, confinada a su respectiva celda de clase y hasta de especie, si congeniamos con los EEUU cuando proponen que los presidiarios de Guantánamo no son humanos, o cuando de ellos mismos, de Bush, de varias familias Europeas y de la reina Isabel de Inglaterra, dicen que son una especie de reptiles cuyo propósito es, sin escrúpulo alguno humanitario, apoderarse del mundo.

La misma ciencia no hace más que ejercitarse en el manejo de las clases humanas en interacción, en sus cifras, en sus reacciones, en su comportamiento en general. El prurito científico de apartar, de clasificar, de medir y proyectar el hecho humano en sus respectivas divisiones en clases, es ya un un ejercicio paradigmático. Las clases humanas son, en fin, las clases sociales, desde el mismo momento en que algunos biólogos connotados han tratado de demostrar que un pobre miserable muestra desde su configuración genética una respectiva correlación entre naturaleza y condición social. Hace poco Watson, el famoso biólogo celular premio Nóbel, amplió el espectro de la discusión proclamando que los negros eran inferiores a los blancos intelectualmente, moviéndonos del tema de las clases sociales al de la raza. Muchos otros postulan que determinada raza o color tiene su correlativo tipo social o clase. Hay de todo en este abigarrado mundo.

En el ámbito político, ni hablar. En los esquemas de los informes de los diferentes organismos internacionales veedores de la naturaleza social del mundo, ni hablar: allí aparece la clase baja, la clase media, la clase alta, la clase pudiente o plutócrata. O pobres, clase media y ricos. O estrato A, B, C, D, E, F, acopiando la F de feo a la mayor cantidad de humanos miserables del mundo, a los pobres de la tierra, los sin techo, sin agua, sin alimentos, casi sin vida para soportar el cartelito de su tipo alfabético. El éxito de gestiones política, más que todo en los países subdesarrollados (lo ven: otra clase), se mide por la mayor o menor aniquilación de las categorías, refiriéndonos más que todo a las categoría bajas. Un buen gobierno eliminará de su diccionario la letra F, a los pobres o a la clase baja, y no la eliminará en su acepción física, como hacen muchos regímenes, sino en su condición social.

Algunos sistemas políticos y económicos mal entienden este asunto de los esquemas y se dedican a pervertir o a sobredimensionar las enseñanzas de la historia. Por ejemplo, si es comunista, así en términos ramplones, habría que empezar por eliminar todo aquello que huela a riqueza personal, es decir, las primeras categorías, proponiendo que los de las escalas bajas se apoderen del tesoro y si es posible impongan una dictadura de los desarrapados. Y si el sistema político económico es el capitalista, el ideal es quitarle a las clases bajas hasta lo que no tengan para engrosar la ya imposible mayor riqueza de las clases altas. Usted escoja o decida su clase, si puede hacerlo. Naturalmente, lo dicho son extremos. La mayoría de las gestiones de gobierno del mundo progresista procuran en lo posible mantener los esquemas, a sabiendas que lo de arriba existe porque hay una idea de lo de abajo: su trabajo consistirá en no volcar bruscamente los conceptos, sino en irlos trasvasando lentamente, de categoría en categoría, si es que se considera un gobierno progresista y toma como meta la mejora humana. De pobre a clase media, de clase media a rico. Y a la final, un mundo de clases ricas, globalizado, donde todos sean elegidos por la Providencia.

Pero no puede el mundo estar lleno de clases ricas. Es un imposible utópico, porque inmediatamente empezarían a existir ricos ricos, ricos, ricos pobres y pobres ricos. De hecho, bajo el modelo capitalista, esa imposibilidad es la práctica. Unos cuantos ricos poseen casi toda la riqueza del mundo. Por contrapartida, tampoco un mundo podría estar lleno de clases pobres, por las mismas razones que la de los ricos. Pobres pobres, pobres, pobres ricos y ricos pobres. Un pobre se molestaría porque otro pobre es menos pobre que él. La vida es un absurdo que, si se piensa, no soporta el examen de la razón correctora.

Cuando un gobierno (formal o informal) desde su ejercicio intentar realizar volcados de categorías de modo brusco, se dice que es una revolución. Tanto si intenta suprimir de una sociedad las clases bajas como las altas. Entiéndase comunismo, socialismo o dictadura del proletariado, para escoger unos términos de la ortodoxia y para moletar a muchos. Inmediatamente la gestión de ese gobierno será visto como enemigo de las clases humanas, para no decir género. Pero si ese mismo gobierno intenta con la misma brusquedad consolidar las categorías, especialmente los extremos (los ricos más ricos y los pobres más pobres), tal será un gobierno providencial, digno de alabanzas y hasta de elegías por el "sacrificio" de su cabecilla, como en los viejos y sagrados tiempos. Entiéndase modelo capitalista, EEUU, España, Colombia y casi todo el resto del mundo.



"Razón tuvo Fidel Castro cuando afirmó en Chile, 1972, en una concentración de masas, 'que quien conquista la clase media gana la confrontación [entre la derecha y la izquierda]"

En Venezuela la gestión de gobierno –bolivariana, para concretarnos- ha intentado solventar el problema clasista optando por una vía que le coloca coto al desmedido afán de las primeras letras, regulándolas sin impedirlas, y atendiendo a las clases últimas, dándole herramientas para un cambio de categoría. Al intentar la mudanza, se procuraría la supresión de la pobreza extrema o moderada, en la cifra que exista. Tal sistema, que consagra la participación activa del Estado en relación a los medios de producción, fiscalización y operatividad interventora en circunstancias de extremado desequilibrio, en aras de racionalizar o humanizar una ecuación político-económica cuyo resultado es una depauperación generalizada en el extremo inferior de las clases sociales, ha venido a denominarse socialismo del siglo XXI, con todo lo achachosa que pueda resultar este esbozo definitorio. Naturalmente, Socialismo del Siglo XXI en el contexto de una fuente ideológica socializante histórica que se adecua al presente y se compadece con las particulares condiciones del ambiente físico y cultural del contexto.

El gobierno de Hugo Chávez, sin suprimir la propiedad privada, promueve la propiedad colectiva y da protagonismo y participación en el aparato de producción nacional a las grandes masas secularmente apartadas. Se le enseña a la gente a organizarse, a conformarse en consejos comunales, a integrarse en cooperativas, se les imparte una educación que consagra valores nacionalistas y se les inculta valores patrios de defensa soberana. Se les enseña a fiscalizar y a controlar, inculcándosele responsabilidad por su propio destino. Por el otro extremo, para contener a los elegidos divinos, ricos dueños de las fortunas del país, el gobierno ha creado leyes que aplaquen su ferocidad mercantilista depredante, obligándolos a la moderación, al pago, a la indemnización y al respecto por las masas trabajadoras, "normalmente" ubicada en los estratos inferiores de la clasista vida humana. Sin suprimir, pues, a las clases altas y dando herramientas a las bajas para que suban en la escala digamos evolutiva, la gestión de Hugo Chávez ha venido a ser denominada revolucionaria.

Y ha venido a entrar en el aro conceptual de lo revolucionario a pesar de no accionar de modo tajante, como lo es la idea y estilo de los cambios revolucionarios que han sido en el mundo, en los que corre la sangre de clases contra clases y ocurre un vuelco violento del estatus de los afortunados del país. Es, para decirlo a como de lugar, no una revolución suave, como cabe pensar, sino una propuesta humanista de cambio de sociedad, según hasta hoy se mueve sobre un piso y acción ideológicos sui generis que procura conciliar el formato de ejercicio de la derecha política con la esencia redentora social de la izquierda.

Pero como toda propuesta, más aun cuanto más inédita o simbiótica en su naturaleza, tendrá siempre en su implementación sobre la realidad algunos defectillos de concepción, como ha sido la enseñanza histórica del originario dogma cuando ha intentado regir sociedades. Históricamente, cuando no ha pecado por autoritarismo y violencia, lo ha hecho por contraparte, por omisión y blandura, perdiéndose siempre el proyecto. Ejemplos sobran: URSS, China, Chile, etc. Ello coloca sobre el tapete que el dogma no habrá de rebasar jamás su naturaleza de lineamiento humanístico espléndido y habrá de tener siempre la disposición anímica de acomodarse al momento y circunstancia histórico para adecuarse, autoconstruirse o fortalecerse en su naturaleza iniciática, como ha sido la prédica del presidente de la república en su propuesta de Socialismo del Siglo XXI, lo cual ha puesto en práctica en temas paradigmáticos como propiedad privada, medios de producción, clases pudiente, Estado, trabajadores o proletariados, educación, etc.

Sin embargo, hay que acotar un punto obviado o no atendido por la gestión bolivariana, descuidado en el noble afán de enfrascarse con los menos afortunados, a quienes precisamente se le alimenta la idea y meta de lo obviado: la clase media, que de clases sociales hablamos como conceptos definidores de revolución. Clase media, el punto medio de la tabla vertical que esquematiza las clases sociales de la sociedad venezolana, por extensión, de las sociedades del mundo. El discurso presidencial, claramente, ha dado protagonismo a los dos extremos de la balanza, sea ya uno rebatido, como ha ocurrido con las desmedidas apetencias de la clase rica, y otro apoyado, como ha ocurrido con las clases depauperadas del país. A los unos se les ha llamada a conciencia en cuanto no mostrar desmedida voracidad y a tener conciencia respecto del capital y su beneficio para todos; a otros, se les ha proporcionados herramientas financieras y de organización para que abandonen una condición de ciudadano vergonzosa. Rebajándoles a unos y sumándoles a otros, se ha centrado el discurso bolivariano en prometerle al país una "grande y poderosa clase media", pero al mismo tiempo se ha cometido la omisión de ni hablar ni atender, significativamente, a la clase media como tal, como clase per se, como figura social existente de antemano, con miedos y necesidades, sueños o lo que sea que la hace no perder su conciencia de clase y que mira, con criterio espantado, como las otrora clases desposeídas son colmadas de atenciones, empujan en la escala hacia arriba, consiguen el pote de leche y los alimentos con más facilidad y temen por una suerte de extinción de su propia especie, respirándose en el ambiente el revanchismo clasista y la aversión política. Es una clase perdida para efectos de peso político que no sea el desaprobatorio.

Es un problema político, sin duda, que no deja buenos dividendos. La clase media, con todo y lo escasa que pueda resultar en comparación numérica con las clases bajas, es decir, desde el punto de vista del dividendo electoral, es la dueña del gran y verdadero poder de un país, el que realmente determina el enfoque de patria, la visión de mundo de una nación, las debilidades o fortalezas de las matrices de opinión mediática (provengan de donde provengan), la real posibilidad de que algo se satanice o no con facilidad en medio de un contexto político, lo que anima o no a votar, lo que sinceramente celebra o condena en el país: el conocimiento. Y el conocimiento, a la postre, es el oro del mundo.

Descuidarla no rinde frutos. Constituye el filtro de conciencia colocado exactamente en medio de las tendencias antagónicas de una sociedad que procura prosperar, o en medio de una entelequia ideológica. Como se quiera ver. Es la conciencia de país, con todo y lo alienada que pueda aparentemente lucir, pero siempre con la capacidad de reflexión librepensadora. En el colmo de su poder, cuando pulsa una tecla y compra o cuando aporta ideas al escribir o habla, pueden determinar los mercados para los unos y los consumidores para los otros. Ocupan los puestos medios de la sociedad (trabajo y vida) y en la gran generalidad, al ser el único punto de contacto de las grandes masas desposeídas, suelen de suyo ser sus modelos a emular en la escala de las aspiraciones humanas y sociales. Son jefes, caporales, maestros, profesores. Demasiado poderosos, hasta segundos padres como en el caso de los maestros. Encarnan el prestigio a la mano, el no imposible que un representante de las clases baja puede alcanzar. Su criterio, siempre, tendrá mucho peso sobre el pensamiento de cientos de patas en el suelo que puedan moverse en su entorno.

Razón tuvo Fidel Castro cuando afirmó en Chile, 1972, en una concentración de masas, "que quien conquista la clase media gana la confrontación [entre la derecha y la izquierda]"

Resta, pues, actuar y compensar, más cuando se vive un momento político de autorreflexión.

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miércoles, 20 de febrero de 2008

De tiburones y delfines bolivarianos


Probablemente Diosdado Cabello sea, realmente, entre otros como Jorge Rodríguez y una probable carta oculta por allí (no deteriorada en los medios de comunicación), el delfín de Hugo Chávez, el hombre señalado para sucederlo en el 2.013, de no modificarse la Carta Magna hasta entonces. El peso que ejerce este hombre sobre el criterio del presidente de la república es enorme, en gran alta estima desde que demostrara lealtad y desdoblez en su breve mandato como presidente encargado durante los hechos de abril de 2.002, cuando Hugo Chávez estuvo capturado por la felona oposición que nos gastamos nosotros los venezolanos.

Influjo hasta el punto que no imaginamos en pleno efectismo la frase favorita del presidente, cuando suelta que "entre mil amigos y un principio, me quedo con el principio". Simple y enormemente son dos camaradas, hay que decirlo, compañeros ya de combate, entendidos en el plano político y en la química humana de la amistad. No hay duda. Lo demuestran los hechos. El estado que gobierna Diosdado Cabello favoreció el "NO" contrarreformatorio en la última confrontación electoral y, sin embargo, el presidente no le ha clavado aún la primera crítica a su gestión, dándose por hecho, al sol de hoy, que Diosdado repetirá como candidato para el estado Miranda, sin no me equivoco. No han caído sobre su humanidad aquellas duras expresiones que el presidente en otras ocasiones ha dirigido a Freddy Bernal, Barreto, Jesse Chacón, Carreño y hasta el mismo Jorge Rodríguez, cuando se han cometido omisiones o errores de funcionamiento político-administrativo.

El siguiente video recuerda la llamada de atención presidencial hacia las personas mencionadas, en el contexto de las acciones de calle que protagonizaran los estudiantes opositores en las jornadas pre referendarias del 2D:

Es un hecho que el actual gobernador del estado Miranda salió beneficiado al retirarse del gabinete presidencial e irse a fungir como mandatario regional. Sobretodo de este último gabinete, rotado internamente entre sí mismo, mismo que le ha tocado enfrentar la embestida más fuerte opositora e imperial desde el golpe de estado. Un gabinete, en fin, que constituye una prueba de fuego para quien tenga el ánimo lento para el trabajo y manifieste socarronamente que es leal al proceso de cambios que se adelanta en el país. Da curiosidad saber si Diosdado habría superado la prueba, saliendo ileso en sus funciones de cara a la misma alta consideración que al presente goza de parte del jefe de Estado.

El ex Ministro del Poder Popular para las Relaciones Interiores y Justicia, Pedro Carreño, fue el primero en hacer aguas en actual gabinete, no sabiéndose si fue de modo justo o injusto, pues, como se ha dicho anteriormente, la cartera que presidía requería acciones de Estado en materia de seguridad para cumplir con éxito, como actualmente la lleva a cabo el ministro Rodríguez Chacín. No se trataba de cambios de ministros, sino de cambio de políticas, aunque Chacín parece contrariar la afirmación.

Sin embargo, el retiro de Diosdado Cabello a su trabajo como gobernador no ha impedido en ningún momento que mengüe su poderío y capacidad de movilización de fichas de poder tanto sobre el entorno presidencial como dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). La afecto presidencial es una suerte de aprobación tácita de sus acciones. Más allá: es, prácticamente, un consejero presidencial, con incidencia aprobatoria sobre los ascensos en las FAN, si a creer vamos a la especular política de los analistas.

Y ya sabemos que el poder se ejerce con mayor calado o en la oscuridad o en el anonimato, circunstancias que no aplican como sinónimos para el caso de Diosdado, porque el contexto "oscuridad" juega para situaciones reñidas con la moral y el crimen, y no es el caso aquí planteado. Quedaríale, pues, el contexto de anónimato, aparentemente ya imposible, dado los escándalos. El poder, para mantenerse siempre joven y en disposición de combate victorioso, requiere la no exposición directa con factores de deterioro político, mantenerse si es posible anónimo para operar con éxito. Dick Cheney, quien es que manda realmente en los EEUU en la actual gestión de Bush, y Vladimiro Montesinos en Perú, quien fue el verdadero Baluarte de Fujimori, son ilustradores ejemplos al respecto. Ambos fueron y son anónimos y oscuros.

Naturalmente, la comparación es halada por los pelos para el caso de Diosdado Cabello, que no invade países para reconstruirlos después (Cheney) ni graba la compra de voluntades para mantener a Hugo Chávez en el poder (Montesinos). Pero se ha hecho evidente desde hace un buen tiempo que el hombre de los ojos claros maneja poderosos hilos en el gobierno central desde allá, su estado Miranda, influencia ganada a sangre y fuego, primero con la toma bolivariana del poder y segundo con el papel jugado durante el golpe de Estado de 2.002. El caso presente de Tascón –“instrumento del imperio”- sucede al de Ameliach, conspirador contra el PSUV, último éste que estrenó al delfín Diosdado Cabello cuando fue nombrado presidente de la Comisión Disciplinaria del PSUV. Tanto en un caso como en el otro, dictaminó que sus denuncias daban pábulo al ataque del enemigo, pues los trapos sucios debían lavarse dentro de la casa.

Pero, una vez evidenciada en su plenitud, como ha ocurrido con el escándalo de la expulsión de Luís Tascón, incluso por encima de la venia presidencial, podría especularse que la influencia de Diosdado Cabello ha llegado a un momento de decantaciones, donde tendrá o mostrarse como abierto operador político o resguardarse en las sombras anónimas, como ha hecho en apariencia, a efectos de cultivar su opción sucesora para el años 2.013. Y tanto una cosa como la otra, como es lógico, tendría que admitir algunas concesiones, so pena de "quemarse" en el trapiche descalabrante de los medios de comunicación social. Un delfín vive mucho tiempo, pero para entrar en combate triunfador electoral debe repetir primero la historia requisitoria de todos los místicos que finalmente se han lanzado al mundo: aislarse de él, mantenerse en su burbuja de agua hasta llegado el momento del accionar político, a menos que ese momento sea este año, 2.008, año político difícil que pueda depararle un protagonismo como en el 2.002.

Expuesto Diosdado Cabello al marasmo político del momento significaría su hundimiento en una situación de quema de combustible, de imagen en este caso, como parece resultar la cosa para el gobernador. Es año electoral, su gobernación está en riesgo ante el ataque opositor, no parecen existir figuras solventes dentro de las mismas filas para sucederlo, su hermano ofrece flancos que proteger y su papel de Catón bolivariano que se expone a la rencilla abierta, no le auguran, bajo ningún contexto, supervivencia política hasta el año de las elecciones presidenciales, hecho que, por cierto, cuando llegue, en los preliminares momentos de candidaturas, constituirá una excelente prueba política para conocer de sus afectos presidenciales.

"Hay allí [caso Tascón] un entuerto que enderezar, so pena de quedar el hecho ante la opinión pública como un capítulo de un personaje que fue sacado del camino por molestar 'intereses mayores"

Es mucho lo que ocurre en un período de cinco años. Demasiado, hay que decir, incluyendo la posibilidad de que Cabello se erija como el abanderado de lo que Heinz Dieterich denomina la "nueva clase política" bolivariana, "derecha endógena" o derecha bolivariana, tan poderoso que hasta el mismo Chávez se vea obligado a negociar, a pactar su sucesión con un tiburón que hasta hoy se mueve como un amigable delfín de los afectos, y pactar so pena de perder en la inmensidad histórica los restos estructurales de una maquinaria ideológica socialista que habría sido inicio de cambios en Venezuela. Quedarían empequeñecidas las figuras de Miquelena, Arias Cárdenas y Baduel como agentes que en su tiempo intentaron, sin éxito, desbancar a Hugo Chávez del poder.

Al decir de los analistas, que no ven en esta trapacería interna más que sobrados intentos de hacerse con el manejo tras bastidores de la gran industria del país, PDVSA, la lucha del delfín hoy le ha rendido frutos, sumando este laurel petrolero a la fortaleza que mantiene también sobre el componente militar. Ameliach y Tascón fueron piedras en el camino, hasta hoy superadas. Quien manda en PDVSA, en términos de anónimo poder, manda en Venezuela; y si mandando en Venezuela se tiene la posibilidad de incidir en los ascensos militares, la vaina se extralimita. [Échele un ojo a este título para que se haga una idea de lo que se puede especular, con o sin pie en razón, desde afuera con actos propiciados en lo interno: "Ameliach se convirtió en una auténtica piedra en el zapato para las ambiciones de un grupo al que sólo le falta controlar PDVSA…" en: Guía.com.ve [en línea]. 11 sep 2.007. Pag.: 5 pantallas. - http://www.guia.com.ve/noticias/?id=12257 - (Consulta: 18 feb 2008)]

Si en algo no ha resultado acertado el presidente Hugo Chávez es la administración de sus afectos, necesariamente políticos. A la lista de Miquelena, Arias Cárdenas y Baduel, habría que sumarle también, aunque provisionalmente, el nombre del general Alberto Müller Rojas, hombre ya con sabiduría de zorro político que supo esperar el enderezamiento del entuerto presidencial, desaguisado reconocido por el mismo Hugo Chávez. Hoy rinde servicio, con gran lealtad, en altas instancias del estamento militar. De modo que el presidente Chávez, con toda y su genialidad de político latinoamericano con proyección universal, no ha resultado infalible en la escogencia de sus favoritos -necesarios- para gobernar.

En modo alguno se afirma tajantemente que Diosdado Cabello resulte una elección errada en esta ocasión, pero es mucho la piedra que suena en el río. Si Diosdado Cabello es el delfín presidencial, como tanto se propala, necesariamente en algún momento debe ocurrir el hecho histórico de la fagocitosis política, esto es, el proceso de realzamiento de la figura del que adviene a costa de la depredación de la figura del que se va. Aquí no hay pele como hecho histórico y como estrategia política que aspira al poder. Y si no vamos a la realidad, a las acciones recientes alrededor del caso Tascón, vemos cómo el efecto Diosdado ha empezado a operar (ya, prematuramente para un delfín, a menos que exista el propósito de quemarlo políticamente).

De acuerdo con lo constatado en el ánimo del colectivo, herido colectivo chavista desde los resultados del 2D, la expulsión del diputado Tascón ha tenido un efecto devastador en la moral revolucionaria que abomina del proceder autoritario y cúpular de las clases gobernantes del pasado, más cuando quienes promueven la medida no son santos libres de culpa en materia de nepotismo. La imagen presidencial no ha dejado de estremecerse desde la fecha referendaria de 2.007 por causa de la mala renta de funcionarios ineficientes y tigres políticos que se disputan tras bastidores los hilos del poder. Como sea que los medios opositores no han perdido la oportunidad para deformar y mentir al respecto, y como sea que hay que esperar el resultado de las investigaciones, el asunto con el diputado Tascón ha sido presentado al país como un hecho autoritario que premia al denunciado y castiga al denunciante, callándolo por atreverse a destapar ollas podridas políticas. Un error político que no depara precisamente apoyos populares en momentos aciagos como el presente, cuando hasta desde el exterior la oposición se apresta a repetir su experiencia petrolera al estilo de abril de 2.002. Duele oír la comparación "como adecos y copeyanos; más de lo mismo".

Mala señal, sin duda, sin ánimo de culpar a uno o defender a otro. Siempre habrá que pretender la ciencia como recurso de apoyo para la toma de decisiones políticas. La denuncia de Tascón merece investigación; y el comportamiento expresamente autoritario de autoridades administrativas del PSUV, que a las primeras expulsa, merece también la recriminación, presentándose aquí el momento de dejar claro que no se está ni a favor o en contra de Diosdado, Tascón o el mismo Chávez, sino en contra de la posibilidad de erosionar el proceso de cambios en Venezuela, mismo proceso que aspira a soportarse sobre una organización política creíble, en este caso el PSUV. Tascón, que mal incurrió en falta partidista al ventilar interioridades, merece una medida disciplinaria que amenace con expulsión, pero que no la lleve a efecto del modo más deportivo. Hay allí un entuerto que enderezar, so pena de quedar el hecho ante la opinión pública como un capítulo de un personaje que fue sacado del camino por molestar "intereses mayores".

Finalmente, hay que hablar claro. Diosdado Cabello no es precisamente el dogma de izquierda que habla, lo cual, por cierto, no es norte ideológico buscado por el denominado Socialismo del siglo XXI, adecuación de ideales humanista-filosóficos a la concreta realidad sociopolítica latinoamericana; aunque tampoco es hombre que se pasaría a la otra acera política, tan combatida en su discurso. Parece ser la hábil figura que no se va a los extremos y aprovecha políticamente el yerro ambiguo tanto de la derecha como de la izquierda. Sería, pues, especulando, la propuesta del centro político en Venezuela, como es uso en España, Francia y los mismos EEUU. Es una cuestión de tiempo presente y al mismo tiempo de futuro incierto, según mueva sus pasos hoy. De no sobrevivir al contexto presente, año 2.008, de difícil tránsito, y prevaler la tónica concretamente revolucionaria e ideológica del presidente Hugo Chávez, tendría Diosdado Cabello que aprestarse a seguir siendo delfín político del verdadero sucesor presidencial: Adán Chávez, cartita guardada en la tranquila lejanía de la lucha política.

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lunes, 18 de febrero de 2008

De anacrónicos amos y esclavos en Venezuela

Imagen tomada de Agony & Ecstasy

Recuerdo un ensayo de Séneca donde abominaba de la actitud floja y decadente de las clases dominantes, entregada de manera ridícula a los servicios y beneficios de su condición social y fortuna, hasta el grado de comportarse de modo ofensivo a la inteligencia con sus achaques de "seres puestos allí por la providencia", para que los limpien, los cepillen, los carguen, los peinen, los perfumen y les den sus criados golpecitos en las nalgas como niñitos buenos que ya están listos para caminar. "Vaya para allá, amo; respire; contenga el aire; no se toque la nariz".

Séneca, estoico él, solía pasar de la vergüenza a la risa cuando contemplaba a aquellos senadores tapiados de criados, cuya máxima pretensión -se dirá- parecía ser que excretaran y sintieran por ellos. Soltaba la risa cuando los hombretones eran sacados del baño y preguntaban si ya podían abrir los ojos, cerrados desde que le habían aplicado el jabón. Se mofaba más cuando los oía preguntarles a sus esclavos, con los ojos cerrados, si ya estaban sentados. No podía más que catalogar aquello como un gesto de la decadencia humana, de castas en este caso, donde el espíritu suavemente se iba atrofiando en sus virtudes bizarras por causa de la vida intemperante. Y aquellos eran los senadores, responsables de los destinos de la Roma Imperial, que ya sabemos cómo terminó, derrotada por el vino y el disfrute de su propia grandeza.

Mucho tiempo después, siglo XX, H.G. Wells concibe una ficción, La máquina del tiempo, donde encontramos a los antiguos ricos, dueños del mundo, siendo criados como ganados sobre la superficie de la tierra para ser comidos por sus antiguos criados, los obreros, oscuros habitantes de las profundidades de la tierra, adonde los arrojó la condición exclusiva de sus amos, quienes se quedaron con los cielos y las estrellas. Con el tiempo los amos, de tanto ser mimados, perdieron hasta la inteligencia y los obreros, dueños de la técnica de manejar la maquinaria de la vida de sus amos, mantuvieron entrenadas sus aptitudes hasta el punto que se descubrieron con el poder en la mano de dar o quitar la vida, como en efecto hicieron con sus sempiternos explotadores.

Tales ejemplos, antiguo y moderno, apuntan a lo mismo. El hombre en abundancia o en situación de esclavizar a otros, por la costumbre y el hábito de ver el mundo servido, se da a la idea de que ello es una naturaleza, bajando la guardia, perdiendo aptitudes, derivando en la final intemperancia, situación afín con los sueltos animales silvestres, que defecan por doquier o sobre puntos específicos, con el hálito primitivo de marcar sus territorios.

Tal aureola de grandeza que lleva a perder las perspectivas de lo real con su brillo, no sólo fue una de las causas de la caída del Imperio Romano en su tiempo, atacada en sus cuatro ángulos por unos bárbaros en plenitud de condiciones físicas y mentales; fue también causa de la caída del régimen cuartorrepublicano de Venezuela, donde senadores, diputados, presidentes, ministros, empresarios, dirigentes, sindicales, se acostumbraron a dar por hecho que el pueblo venezolano sería su sempiterna palangana utilizada para todo fin. Servicios, esclavos, criados, barre calles, objeto sexual, limpia pisos, elector, etc. Tanto se acostumbraron adecos y copeyanos a que los sostuvieran y suplieran los venezolanos en todo que se olvidaron que la gente come, bebe, se viste y, especialmente, piensa, más si se está en medio de la dura tarea de la supervivencia.

"Porque es bajo la división de clases donde hay felicidad, pues unos se comen a los otros, y la educación está para ese propósito, para que tanto el comensal como el alimento se sientan orgullosos y felices con sus respectivas condiciones"

Así las clases dominantes, sin darse cuenta -porque pierden las perspectivas-, repiten el natural ciclo de la vida que crece, alcanza un cenit y decae, para luego desparecer y empezar de nuevo, con renovadas ínfulas de vida nueva. Y esta "vida nueva" suele denominarse "revolución", en su causalidad y efecto; en fin, semilla que brota cuando las sociedades se dan cuenta que no pueden repetirse, sostenidamente, en sus propios esquemas.

A Venezuela llegaron los cambios. Se superó la fase de la causalidad y se vive la de los efectos todavía, donde los representantes del pasado intentan retrotraer la historia hacia su ansiada y esquemática situación de lujo y sevicia respecto de las masas. Sus representantes, aún con su sobreviviente inteligencia de considerar estúpidos y esclavos a los venezolanos, ajetrean las calles y levantan polvo para recordar que ellos son los amos todavía, amos que aman a sus esclavos, les tienen un puesto de trabajo seguro en sus mansiones, con comida y ropa incluidas, y que este "régimen" bolivariano lo que ha venido es a trastocar los hermosos valores de clase con su repugnante dictadura del proletariado. Porque es bajo la división de clases donde hay felicidad, pues unos se comen a los otros, y la educación está para ese propósito, para que tanto el comensal como el alimento se sientan orgullosos y felices con sus respectivas condiciones.

La inteligencia de tales representantes, como Antonio Ledezma, Marcel Granier, Ramos Allup, Manuel Rosales, Enrique Mendoza, Oswaldo Álvarez Paz, A.F. Ravell, Miguel Enrique Otero, Luís Ugalde, Baltasar Porras; o de grupos o corporaciones de representantes, como los Martínez en Monagas, los Celis o Salas en Carabobo, los Colmenares en Portuguesa, los Carvajal en Bolívar y los Curiel en Falcón; mantienen la añosa y anacrónica virtud de considerar al pueblo venezolano como un hecho estúpido al que se le puede engañar con cualquier cosa, con viejos discursos y técnicas de repetición cansona en los medios de comunicación. Claro, hicieron de su preponderancia clasista una naturaleza en la que creen a pie juntillas como única providencia y andan por ahí arrastrando su ridícula bandera, dando por hecho que el mundo les pertenece. Hasta la palabra "providencia" que utilizan para designar a Dios denuncia su decadente arcaísmo. Es lo que se llama el decadente camino hacia el olvido.texto ocultable

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viernes, 15 de febrero de 2008

De la palabra de Hugo Chávez al contragolpe, o de cómo sobrevivir en el intento


Sorprende cómo lo que incuestionablemente es una virtud de una nueva forma de ejercer la política, más humanista y solidaria, huelga decir mancomunadora, puede devolverse negativamente contra el virtuosos que la promueve, aunque no hay que hacer de esto un hecho lamentablemente pesaroso porque el promotor siempre tendrá a la mano recurrir a lo corriente político. Me refiero a la actitud del presidente Hugo Chávez en relación a factores opuestos que, a fin de cuentas, son seres humanos con participación política que merecen la consideración inherente. Tales son, temáticamente, la oposición política venezolana, Colombia y los EEUU, aunque este último suena ya con un aire corporativo, casi marciano. Y el talento desplegado para con ellos, sin retribución, es la confiada buena fe y la tolerancia.

Uno, con mucho de idealismo, ejerciendo la política como vida, y otros, con ideologías prestadas, criollas, viviendo de la política, como ha sido el mundo, mismo al que no parece gustarle los cambios, sumido en el sueño del hábito, y al que es preciso estremecer para enamorarlo o confrontarlo.

Con la oposición política venezolana ya la historia fue escrita y tuvo la ocasión de saber hasta dónde podía llegar la trapacería y el abuso de la magnanimidad concedida, descarada hasta niveles tan insólitos que, incluso en el trance de merecer ser recriminada por los errores cometidos, se permitía el reclamo de que podía ser regañada en exceso. Siempre había que respetar sus derechos según el debido proceso y, más allá de hacerlo de tal modo, el presidente de la república se excedió siempre en generosidad, con el corolario reciente de la amnistía concedida a todo golpista en este país. Obviamente no referimos al golpe de Estado de 2.002 y a la impudicia manifestada por sus ejecutores, tanto durante como después. Al día de hoy el capítulo de concesión no ha sido reciprocado; por el contrario, ha sido correspondido con deslealtad, incluso se ha pretendido aprovecharlo para hacer lucir a Hugo Chávez como un hombre que no está en sus cabales. Quienes fueron considerados generosamente por causa de la comisión de delitos, hoy se alían a intereses extranjeros para defenestrar a su bienhechor.

Me recuerda la fábula de Esopo del hombre que salva la vida de una serpiente y como pago obtiene después una mordida fatal, huyendo el aspid entre la hierba.

Con Colombia lo anterior alcanzó un grado cumbre. Su presidente, haciendo gala de aprovechador de la buena fe de los demás, logró en un momento persuadir al mandatario venezolano de amistad, hecho que Chávez notaba en el apoyo que a cada paso daba, como el Banco del sur, las declaraciones de apoyo y amistad, como cuando Uribe dijo defenderlo de presiones en los EEUU, o cuando simulaba secundar las propuestas bolivarianas de integración. Todo para quedar esparcido después por los suelos cuando se descubre que Uribe y sus paramilitares se habían complotado para asesinar a Chávez o para derrocarlo alistándose en el bando de los EEUU, secundados por la oposición interna venezolana, que juega a la traición patria de modo casi genético. El capítulo del canje humanitario constituyó la prueba de fuego para la descabellada afirmación uribista "el presidente Chávez es mi amigo" y más que eso incluso, porque el acto desmentidor de amistad derivó en confirmación de enemistad y doblez, lo cual necesariamente no tenía que ser del modo como lo concibe G.W. Bush, con eso de que si no se está a favor se está en contra. Podían ser presidentes en relaciones, sin amistad. En este capítulo, el humanismo de un presidente al proponer la unidad próspera de un continente, la conciliación de las partes en litigio en Colombia y al lograr la liberación de unos rehenes, fue trastocado hacia conceptos acusadores de narcotráfico, guerrilla, narcoguerrilla y terrorismo. Así sin vaselina, como si nada, del modo más desvergonzado imaginable para la razón humana.

Lo anterior, es decir, el presidente tiránico por buena gente y el presidente narcoterrorista por liberador de rehenes, de cara a los EEUU, conduce a que Hugo Chávez adquiera la diáfana delimitación del enemigo a ser vencido, como en su tiempo lo adquiriera Salvador Allende, Manuel Noriega o Saddam Husseim, todos a quienes se les ocurrió realizar un reclamo a favor de los suyos, su país. La fuerza imperial, ocupada con sus problemas de expansión en el Medio Oriente, mantenía relegado al país contestatario de América Latina, Venezuela, a quien oía continuamente promulgar su soberanía e independencia de su instancia administrativa y política sin realmente intentar cortarla, significativamente, con hechos de autonomía alimentaria, energética o tecnológica. Es decir, el presidente Hugo Chávez, en su gesto de no extremar las hostilidades quizás con la esperanza de alcanzar en algún momento una situación de diálogo (ha declarado varias veces que con "Clinton se podía hablar"), nuevamente ha sido pescado en el pecado de su buena voluntad y lo que no aprovechó en acelerar o extremar en su momento hoy le pasa factura del modo más despiadado.

En efecto, expulsado con sus pretensiones expansionistas en el Medio Oriente con el capítulo de Irán y Rusia, EEUU se consigue con las manos desocupadas para dedicarse a Venezuela y, sin pérdida de tiempo, tomándole el pulso a situaciones de la política interna nacional, deciden tomarle también la palabra a Hugo Chávez y no creer que sea capaz de romper las relaciones diplomáticas y comerciales con ellos, los EEUU, dado que en el tiempo en que pudo hacerlo con ventaja ni siquiera tomó previsiones para su posterior eventualidad, esto es, ampararse contra el desabastecimiento alimentario que ello significaría, ampararse contra la quiebra de suministros al parque automotor y contra el cerco económico y tecnológico en general. La confiada acción norteamericana, que hoy se precipita con su trasnacional Exxon Mobil y con una propuesta de declarar terrorista a Venezuela por parte de una congresista, encuentra hasta ecos de burla en su vocero presidencial cuando dice "Ya hemos oído eso antes", aludiendo a la amenaza de Hugo Chávez de cortar el suministro de petróleo. De modo que para esta ocasión el enemigo de Venezuela, el gobierno de los EEUU, aparejada al aprovechamiento de la buena voluntad presidencial, aprovechó también la falta de soporte reales de un discurso que apuntaba al prescindimiento de tradicionales dependencias.

Y se la juegan, porque arriesgan dejar de percibir 1.2 millones de barriles diarios para sus economía, lo cual representa para Venezuela un 40%, aproximadamente, de cuota de exportación, cosa que pone en evidencia que también en este punto el presidente es pescado en su confianza por mejorar las relaciones a futuro, no tomando la previsión negada del caso.

..."bajo ningún concepto o modalidad puede [la oposición] tomar nuevamente el poder, ni siquiera bajo los resultados electorales favorables, seguramente amañados por los laboratorios psicológicos de la propaganda y el chantaje vital"...

La palabra de un hombre de ideas políticas como Hugo Chávez, volcado a su país, a la solidaridad y confianza en el ser humano, es una medida de garantía humanista, pero ha sido aprovechada por sus detractores políticos, contrapesándola con el viejo modo de hacer política, de suyo inmoral, ventajista, con la facilidad para el crimen sin rendición de cuentas y el engaño, como fue la idea que concibió la creación del paramilitarismo colombiano. Ciertamente, y con visionario acierto, el presidente ha estrechado relaciones con el otro polo de poder en el mundo, Rusia y China, y con países solidarios como Bielorrusia e Irán, y ha dictado en lo interno los lineamientos fundamentales para el logro de la autonomía alimentaria y socio cultural, en asuntos como la tierra y el poder comunal; pero hay que decir también que no es menos cierto que el ataque imperial ha puesto en evidencia que hemos estado faltos de tiempo, lentos, imprevistos, incautos, aplicando medidas con cosechas de tipo agro-cultural de mediano plazo, cuando se ha debido corresponder la semántica del discurso presidencial en la realidad con un accionar más rápido y previsor: confrontar la dependencia de los EEUU con el aseguramiento y conquista de nuevos mercados que compensarían las deficiencias de una futura eventualidad interruptora diplomática y comercial.

Naturalmente que no es fácil quebrar, en cinco u ocho años, una cultura de relaciones políticas y comerciales, de dependencia mutua, que ronda ya el siglo. Sin embargo la previsión es la previsión, y no admite razonamientos confiados a riesgo de perder su propia condición definitoria. En la coyuntura presente, cuando el imperio ataca y le precipita el cáliz de la violencia a Venezuela, obligando al presidente a jugar sus cartas con Argentina, Bielorrusia (hoy de viaje por allá), entre otros, con el propósito de conjurar seguras deficiencias de suministro alimentario y tecnológico como consecuencia de una eventual afectación de relaciones, lo que se impone, sin preámbulos, es hablar alto con la otra contraparte del poder en el mundo, Rusia, única medida disuasiva para los EEUU. La jugada política del momento debe olvidar, momentáneamente, el suave paradigma del humanismo que confía en la calidad del género humano y asumir que quienes dirigen la gran política imperial mundial no pertenecen a la especie. La consumación de una alianza, como venga que consagre el término de no agresión al aliado, sea rememorando a la Cuba de la Crisis de los Misiles o la URSS de la época y así constituya una retrotracción hacia la época de la Guerra Fría (da igual, ya estamos en ella otra vez), es una ingente necesidad del tamaño de la supervivencia política de un país tiene la oportunidad histórica de su felicidad.

Los EEUU ya ha soltado sus caballos de guerra y ya realizan ante la opinión pública lo que ya resulta típico cuando se aprestan a un abuso imperial: el discurso aparentemente baladí, soso, ingenuo, hasta inexplicable, de llamar a lo blanco negro, a lo liberador terrorista o a lo defensivo agresor nuclear, para ir calando en los organismos internaciones con pedimentos de autorización a intervenciones militares, aunque ya sabemos, con el capitulo de Irak, que no lo requieren para actuar. Por lo pronto ya piden -increíblemente- que Venezuela sea declarada terrorista mientras mueven sus piezas en Colombia y rocían el dólar golpista entre los cipayos nuestros.

Y en tal contexto, mientras la oposición política venezolana aparezca identificada con el interés extranjero, de manera inconstitucional, se debe traer a colación otra inherencia humanista y nacionalista del discurso presidencial, que no se puede dejar de prever en la ocasión, como ya si hizo con el asunto de las dependencias: bajo ningún concepto o modalidad puede tomar nuevamente el poder, ni siquiera bajo los resultados electorales favorables, seguramente amañados por los laboratorios psicológicos de la propaganda y el chantaje vital. ¿Quién irá permitir regalar el país al extranjero? Y valga aquí –qué importa mi desmedro desde el punto de vista de una democracia inútil y desleal que no valora las reglas de su propio juego cuando tiene la oportunidad de real legitimidad-, y valga lo que usted lector me quiera endilgar: sea ya su crítica a la idea del gendarme necesario, sea ya su desaprobación a las medidas especiales de alarma que facultan la toma de grandes decisiones, sea su lamento de un de estado de guerra donde la oposición ha de ser neutralizada y hasta considerada del bando invasor, sea ya su conmoción ante la instauración de una suerte de dictadura de las masas que, en unión cívico militar, responda como mayoría para el preservamiento y defensa de la patria. Una guerra, pues, como en los viejos tiempos, con el objeto de preservar la conquistada Venezuela.

Tómese la previsión del caso. José Martí decía, en Nuestra América, que “Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada como los varones de Juan de Castellanos”; los tiempos no parecen haber cambiado. ¡Sabe, amigo, cuanto peso me quito de encima al poder contrapesar así a tanto opositor por allí que del modo más sencillo pide un golpe de Estado o invasion para Venezuela, dizque porque no le gusta Chávez! Yo pido mi contragolpe, así de simple, también. ¿Tú qué opinas?

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