Repetir que la Organización de los Estados Americanos (OEA) es una institución torpedeada por un pasado escandaloso, intolerablemente parcializada hacia el específico interés de uno de sus miembros, es un clisé. Al grado tal que da como pena ajena rememorar su historial, háblese de sus “logros” o “fechas importantes”, o dígase de sus omisiones funcionales; rememórelo un funcionario de la Casa Blanca, genética criatura de la derecha política, o hágalo un hombre de izquierda: en ambos casos, el cometido “fundamental” de su formación humanista se resiente.
Porque por más que a un espécimen afecto a viejas inclinaciones monárquicas (derecha política) se le inculque arteramente que la pirámide del poder se basa en el esclavismo y la explotación de muchos para que unos pocos floten en privilegios, es difícil que en su alma no hagan mella los elementos de una educación humanista idealizada, aunque la vida futura de semejante espécimen no sea más que un fraude a sus principios formativos y quede demostrado que el discurso sobre el hombre, es decir, el concepto educativo imperante, es un gran engaño. Ni qué hablar de un hombre de la izquierda política, cuya formación es fundamentalmente contrahistórica, crítica, descreída del discurso sobre los engaños del mundo, que niegan sistemáticamente valores como la igualdad social y la humana libertad.
Para uno u otro enfoque podría o no pasar por debajo de la mesa el fulgurante trayecto de viejas glorias humanas o culturas de la antigüedad que con su existencia dignificaron el hecho de “ser humano” del hombre, loable en sus virtudes y capacidades, imitable en su formidable organización política o social, encomiable en su capacidad de idealización o utopías… En fin, el hombre como modelo, digno de seguir, como reza el concepto de “humanismo”. Podría, inclusive, uno u otro enfoque, asumir o no que semejantes seres luminosos del pasado (hombre, institución o cultura) son de condición supra, más allá de los reinos de este mundo: Jesús de Nazaret el supra-amoroso, la cultura griega supraterrena, los romanos rutilantes estrellas, con todo su bagaje en tropel de nombres inusitado (Heráclito, Parménides, Sócrates, Platón, Aristóteles, Séneca, Tales de Mileto, Arquímedes o cualquier otro apunte de ingenio que pueda hacer merecer que el hombre es digno de amar e imitar, de seguir en sus construcciones física y morales, o en su capacidad idealista de imaginar repúblicas maravillosas, de soñar con mundos igualados, de hombres en justicia, de seres inherentes y coherentes con virtudes, cualesquiera sean).
Podría todo ello irse al despeñadero de la omisión o la obliteración, por debajo de mesa o de la alfombra, como dijimos; pero no podrá ser posible escapar jamás a su influjo cincelador de eso que llaman espiritualidad, espíritu de los tiempos, alma de la cultura, peso de la historia, visión de mundo o de la vida, aunque se intente también hacer del efecto lo mismo que con la causa (¿no procede el mismo diablo de los cielos?). De forma que, por fuerza, ha de ser fraudulento quien funcionario de un determinado departamento de Estado rinda un informe deslumbrante sobre una organización sumatoria de humanidades y pueblos como la OEA, recontando especies históricas como las que siguen:
- 1959: Creación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
- 1986: Creación de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD)
- 1991: Adopción de la Resolución 1080, que establece mecanismos para tomar medidas ante amenazas contra la democracia en el hemisferio
- 1997–Ratificación del Protocolo de Washington, que otorga a la OEA el derecho de suspender a un Estado miembro cuyo gobierno democráticamente elegido haya sido derrocado por la fuerza
- 2001–Tercera Cumbre de las Américas. Los líderes del hemisferio instruyeron a la Asamblea General de la OEA que preparen una Carta Democrática Interamericana. Esta fue adoptada el 11 de septiembre en Lima, Perú
- 2002- Firma de la Convención Interamericana contra el Terrorismo durante la Asamblea de la OEA, celebrada en Barbados. (Entró en vigor en el 2003)
- 2004- Cumbre Extraordinaria de las Américas sobre gobernabilidad, desarrollo social y crecimiento económico con equidad; ¹
y omitiendo situaciones de escandaloso silencio, como las que, también, siguen:
- La OEA se crea en 1948 para promover la paz, la democracia y el desarrollo social y económico de los pueblos americanos; pero tales principios de nada sirvieron para evitar la expulsión de Cuba de la organización dizque porque interrumpía la democracia, afirmación que se cae por peso propio dado que el país ya vivía en medio de la dictadura de Fulgencio Baptista (amigo de los EEUU) cuando lo que ocurrió en verdad fue un acercamiento al bloque soviético.
- La OEA ha de preservar la paz entre los pueblos, pero no condenó la invasión de Guatemala en 1954, no frenó a los mercenarios que actuaron en Nicaragua después del triunfo del sandinismo, ni la invasión de los EEUU a Santo Domingo en 1965 ni a Granada en 1983.
- Igualmente, no condenó las dictaduras suramericanas de los años 70, ni el golpe de Estado contra el gobierno popular de Hugo Chávez en el 2.002.
- Y la perla máxima: el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), subscrito por los miembros de la OEA, que reza que “un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de las Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inminente de legítima defensa individual o colectiva”, de nada sirvió para el caso concreto de la Guerra de Las Malvinas, entre Gran Bretaña y Argentina.²
Asumiendo por progreso –nos seguimos refiriendo al homúnculo funcionario que rinde el informe- la letra de un burdo control político al servicio de una parcialidad, por encima del descalabro consiguiente de su aplicación real sobre una masa de países chantajeados y obnubilados por un poderío militar.
Tiene que, por fuerza, mojar su pantalón mental el hombre (intelectual, educando, funcionario o lo que sea, de derecha o izquierda, como dijimos) que por temor o conciábulo sacrifique su humanismo para preservar un denigrante vitalismo condenado por la historia, sea el de traidor, ciego, apátrida, malinche, cipayo o pitiyanqui, para ya irnos a lo concreto de los EEUU. Más cuanto si en su argumentación pretende hacer constar que el más luminoso antecedente de la OEA fue la idea de Bolívar en 1926, con el Congreso de Panamá, de crear una asociación de Estados Americanos, siempre soterrando que los demás futuros intentos de conformación de una unidad interamericana tuvieron seno en el país que trasuntó sus decisiones hasta hoy: en 1890, con la Primera Conferencia Internacional Interamericana, en Washington; en 1910, con la Unión Panamericana; hasta que en 1948 se firma definitivamente la Carta de la OEA y se cierra el puño definitivo imperial sobre el continente suramericano, más que todo como expresión consiguiente al hecho de fuerza de haberse convertido los EEUU en la primera potencia militar mundial y erigirse en custodio de zonas de influencias, como es uso con los países colonizados.
Yendo un poco más atrás, hacia 1823, tres años antes del Congreso de Panamá, ya James Monroe desplegaba su famosa doctrina, evolucionada con el tiempo hacia el famoso concepto de “patio trasero”: EEUU no toleraría de potencias europeas intromisiones en sus zonas de influencias.
De forma que si fuese la OEA persona de carne y hueso, como institución fraudulenta y vergonzosa que es, mucho tendría que rendirle en tribulación a un alma humana estafada, pervertida en su menor sentido humanista de obviar lo propio para entregarse a lo extraño. Un hombre así, como funcionario o institución, le miente a la cultura, a la historia y, sobremanera, al valor esencial de sí mismo. No de modo natural tiende el hombre hacia la otredad, por aquello de su animalidad y la egoista preservación propia, sino en virtud de la alienación y el chantaje cultural (debe de ser un kamikaze lo contrario a un cipayo). No hubo dispositivo mejor para convertir a América Latina en el patio pisoteado de otras distancias que la fulana OEA, cuyo positivo mérito tiene que encontrarse nomás en el hecho de haber concretado el encuentro de un conjunto de países, más allá de la semántica de sus reuniones “oficiales” pinturreadas de raras decisiones.
“¡Que no tenga más un hombre de nuestras tierras que pararse en un púlpito de la Asamblea a rendir las cuentas extrañas de sus “intereses”, presionado por la fuerza o la alienación cultural, faltando al principio universal de los valores humanistas, faltándole a la historia, a la cultura y a su propia moral, de modo que tenga que encajarle la maldición aquella de que “dios y la patria se lo demande”! No cabe a la hora rectificación, sino cambio.”
Hoy que su Asamblea General da un recorrido sobre sus propios pasos y rectifica la aberración histórica de haber pisoteado sus propios estatutos en el pasado, anulando las condiciones que otrora excluyeron a una nación caribeña como Cuba, da un vuelco casi definitivo sobre su propia desaparición, dado que su naturaleza y condición es mímesis de los intereses de su miembro más conspicuo (EEUU), el mismo que la financia en un 60% de su gastos y tiene su sede administrativa capitalizada en el seno de su país. En muy pocos casos, como el presente, el rectificar no es tarea de sabios, como es costumbre ensalzar, si se ve a la sabiduría como un don que redunda en la prolongación de la vida propia y no en su extinción; pero es el caso que en la América Latina y sureña, la hija de próceres como Bolívar, San Martín, O’Higgins y Martí, se están suscitando cambios de épocas y de criterios que imponen la necesidad de otros tipos de sabiduría y sabios: también con los finales o muertes de algo se puede cobrar más vida. Nada tan aberrante como que un extraño te expatrie de tu propia casa.
La suerte de mea culpa planteado con su última resolución la aborda hacia su consumación en virtud de reconocer implícitamente que es una entidad extemporánea y extraespacial (por no decir extranjera o intergaláctica), volcada hacia la peculiaridad predilecta de uno de sus miembros. Su estructura, resoluciones, funciones, genética, perfil, sangre, administración, etc., poseen un sello desmedidamente anglófilo, de fría y extraña circulación por tan cálidas geografías de este nuestro continente de las mezclas. Atenidos nomás a considerar el único y fundamental aspecto de su naturaleza y condición, como lo es el hecho de ser herramienta de dominio imperial y perpetuación política de los EEUU, cuya argumentación ha dado para sucesivas formulaciones de sojuzgamiento histórico (Doctrina Monroe, Destino Manifiesto, “patio trasero”, Consenso o Protocolo de Washington, todos artilugios del afinamiento contralor); tiene que interpretarse que una medida como la última aprobada, contraria en su espíritu a la naturaleza misma del agente emisor, habrá de conducirla hacia una inevitable crisis de valores.
El ser extemporáneo y extracultural que es la OEA sin remedio habrá de chocar con la rectificación que implica que los países americanos están libres para entablar relaciones con otras potencias económicas y militares del mundo, como Rusia y China, y que el llamado “fantasma del comunismo”, estructuralmente combatido con aires de Guerra Fría, no es ya una maldición en la medida en que el capitalismo neoliberal no ha resultado lo contrario, una bendición. De forma que su resolución reciente reconoce un repliegue o rechazo a su actor predominante (EEUU), da un voto de confianza al cambio político en el continente, propone su propia anulación organizacional y ensaya invitaciones hacia destinos nacionalistas de mayor autenticidad.
¡Que no tenga más un hombre de nuestras tierras que pararse en un púlpito de la Asamblea a rendir las cuentas extrañas de sus “intereses”, presionado por la fuerza o la alienación cultural, faltando al principio universal de los valores humanistas, faltándole a la historia, a la cultura y a su propia moral, de modo que tenga que encajarle la maldición aquella de que “dios y la patria se lo demande”! No cabe a la hora rectificación, sino cambio.
El destino de la OEA está fuera de ella misma, de su propia condición extranjera y extranjerizante. El día que como pulpo imperial retire sus tentáculos de sí misma, deje de servir a sus propias ventosas, cambie de sede administrativa (hoy en Washington) y todos sus países miembros costeen los gastos de manutención de manera proporcional o simétrica, por supuesto, ya no se estará hablando de OEA, sino de su abolición. Es decir, no hablaríamos ya de una organización bastarda, servida a extrañas latitudes, como la de los EEUU, porque –se ha dicho desde hace mucho- la OEA es en gran medida EEUU y no ella misma, lo que proyectan sus fundacionales estatutos. Tiene dueño; si no, vea usted las reacciones de algunos parlamentarios hoy en los EEUU, que hablan de “castigar” a la organización recortándole los $47,1 millones solicitados para el 2.010, por ir en sentido contrario a sus intereses, esto es, por no comprometerse ”con la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho”.³ No más pareció faltarle siempre una cláusula sobre su destino y propiedad.
Así no es extraordinario concluir que el cambio de época, la crisis de valores políticos y económicos, apunta al repliegue del coloso imperial o al replanteo de una lucha por la independencia de los países latinsuramericanos. Puede como organización seguir existiendo, en ocaso, como lo que se va definitivamente del mundo de lo vivo, porque no es fácil desprenderse de las cadenas estructuradas de la maldición imperial; pero nadie podrá impedir el acto de soberanía patrio de conformar una nueva organización circunscritamente ceñida a sus propios intereses, sin la presencia espuria de los EEUU, en alborozado reconocimiento y encuentro con los puntos comunes idiosincrásicos de sus miembros, haciendo realmente de Latinoamérica un asunto para los latinoamericanos. La OEL (Organización de Estados Latinoamericanos) es una perentoria exigencia de los tiempos que pasan, ansiosos de marcar su evolución con señales de humanismo, donde nadie tema ofender la moral propia, el sentido de pertenencia y de la diferencia deferente, ni de traicionar los mandatos de la cultura y la historia.
Notas:
¹ “Breve historia de la OEA” [en línea]. En Organización de los Estado Americanos. - [s.d]. - [pantallas 3-4]. - http://www.oas.org/key_issues/spa/KeyIssue_Detail.asp?kis_sec=17. - [Consulta: 6 jun 2.009].
² Maximiliano Sbarbi: “¿Para qué sirve la OEA?” [en línea]. En Observador Global.com. – 3 jun 2.009. - [Pantalla 6]. - http://observadorglobal.com/para-que-sirve-la-oea--n1109.html. - [Consulta: 6 jun 2.009]
³ “Buscan castigar a la OEA por decisión sobre Cuba” [en línea]. En Nuevo Herald. – 6 jun 2.009. - [Pantalla 4]. - http://www.elnuevoherald.com/212/story/466834.html?storylink=omni_popular. - [Consulta: 6 jun 2.009].
No hay comentarios:
Publicar un comentario