jueves, 29 de septiembre de 2022

RECUPERACIÓN ECONÓMICA, NO CRECIMIENTO

No estar de acuerdo con quien, "saludablemente", es optimista, no necesariamente denota pesimismo. Hay una escala de fotografías de personalidades, la primera es que se es realista; la otra, científica, y así hay más. 

Por ejemplo, respecto de Venezuela, país que se ha visto sometido a sanciones económicas por parte de los agentes conspiradores de siempre, como los EE.UU., la UE y Colombia como animal faldero y fratricida, hay que decir que decir que su economía cayó realmente a niveles cercanos al cero. Sin petróleo teniéndolo, así como sin gasolina, además de alimentos y fármacos. No pudiendo vender casi nada en su momento más crítico debido, por un lado, a la improductividad por razones técnicas y, por el otro, a la imposibilidad de colocar en los mercados lo escasamente producido debido a las restricciones amenazantes de los complotados. 

Situación que llevó a activar medidas desde el gobierno nacional, como la atención al pueblo en tiempo de guerra con la figura de los Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP), y la petición y recepción de ayudas internaciones procedentes de países aliados, como Rusia, Irán, China y Turquía, preponderantemente, siendo los tres primeros países que, geopolíticamente, propulsan un nuevo orden mundial, lógicamente interesados en conquistar espacios frente a las propias narices de los EE.UU. 

Luego, si los niveles económicos están o estuvieron en punto rojo, lejos de la regularidad que se tenía antes de 2.016 (cuando se implementaron los CLAP), lo que se está experimentando no es precisamente un crecimiento, sino una recuperación económica, aunque, matemáticamente, crecimiento sea. Se comprende que en el liderazgo político se adopte un discurso y terminología de celebración, pero la realidad es que el país, después de resistir los embates del enemigo, está retomando sus estándares históricos, del mismo modo que un río vuelve su cauce al eliminársele los diques de contención. Por supuesto, el fenómeno no desmerece la celebración. Nadie aspira borrar sonrisas. La venezolanidad ama la patria. 

Crecimiento sería si se tuviese ahora mismo niveles por encima de la situación económica previa a la implementación de las conspirativas sanciones. Y, para ser más específicos, hay que decir que, mayormente, lo que ha habido es una reposición de roles, espacios y funcionalidades. Por ejemplo, se ha retomado el campo y la producción a expensas de un esfuerzo grande del Ejecutivo Nacional, a quien históricamente habrá que reconocérsele su esfuerzo heroico en materia alimentaria y social. Dígase con justicia, en cambio, que el aspecto técnico de la industria petrolera sí que ha experimentado un crecimiento con respecto al pasado, por pequeño que sea. El país sabe que tiene que producir su petróleo y refinarlo endógenamente, y de hecho lo hace con sus propias manos y ayuda de nuevos aliados. 

Es claro que lejos está de las cifras enormes del pasado, cuando se producía petróleo bajo el padrinaje técnico gringo (el clisé del millón de barriles diarios), padrinaje responsable y fabricante de las tuercas, tornillos, alicates y maquinarias de producción de la industria petrolera venezolana, situación que, por cierto, aprovechó el gobierno de los EE.UU. para quebrar la economía con su chantaje sancionatorio. Pero si el país produce en materia petrolera una cifra pingüe, de modo autónomo y soberano, es claro que realiza un ejercicio de libertad y autodeterminación, por pingüe que sea. 

Tal es la salvedad sincera y feliz en medio de la actitud de excesivo optimismo, esa que reza en boca de funcionarios que la economía crecerá en dos dígitos. La generalidad es que en otros aspectos se vuelve a lo que se tenía (recuperación, y no en la globalidad de los aspectos), sin certificación de novedades más allá de lo síquico nacionalista, lo cual no es deleznable, justo es decir. Lo médico, la investigación científica, lo académico, la producción alimentaria, la minería, la seguridad y la educación, entre otros planos, son retos para un plazo breve en la Venezuela puesta de cara a la autodeterminación vital. 


jueves, 22 de septiembre de 2022

EL ATAQUE QUE ACABARÍA CON LAS ÍNFULAS DE IMPERIO DE LOS EE.UU.

Los cerebros de la imperialización del mundo se han planteado el reto de tener capacidad solvente para sostener varias guerras en el planeta, simultáneamente. Lo reflexionaron cuando la época de Saddam Hussein, durante la guerra de Irak, cuando el plano bélico estaba especialmente convulsionado en el Medio Oriente. Entonces también estaba Libia y Gadafi en otros espacios, y, por supuesto, siempre ha estado Rusia y China, sin olvidar a Corea del Norte, sumando más recientemente a Irán. 

En el diseño del mundo unipolar este asunto es una piedra de tranca. Después del desmembramiento de la URSS, época de Gorbachov, los diseñadores se frotaron las manos porque, al parecer, el mundo se reducía a una serie de tentáculos conectados a una cabeza única. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sería el pulpo que atenazaría el globo terráqueo. El trato hecho con los rusos consistió en no desplazarse ni un metro hacia el este de Europa, de ninguna manera hacia las fronteras rusas. Y esta palabra dada, en el diseño, sería uno de los objetivos a incumplir de modo artero, como, en efecto, lo hicieron a lo largo de décadas en Ucrania, según se evidenció con lo descubierto con la actual guerra de este país con Rusia. 

Con satélites, misiles intercontinentales, revoluciones de colores, golpes de estados y alianzas, problemas pequeños en América Latina (Venezuela, Nicaragua, Cuba), así como pequeños espacios revoltosos en Asia (Corea del Norte, Irán), sin olvidar el señoreamiento de los colonizados estados africanos, el control del planeta no parecía plantear gran reto. En cada problema había que colocar una antena controladora: bases militares en Colombia para Venezuela y el continente suramericano; zona verde en Irak para estar cerca del vecino iraní; Corea del Sur contra la del Norte; células terroristas en Siria para desestabilizarla…  

Semejante tentaculización del mundo tendría que funcionar como tenazas para intimidar a los grandes dolores de testa: Rusia y China. A Rusia se le proyectó un rodeo silente y progresivo; y a China se le colocó su antena de control en Taiwán, recitándole la receta maquiavélica de dividir para dominar. 

Pero el despertar a la realidad y a la historia es desconsolador. Ninguna potencia imperial ha logrado, completamente, someter al mundo: Alejandro Magno (Macedonia), el imperio romano, el mongol, el español, el británico y el colonial francés –por mencionar los más conspicuos- carecieron de la capacidad administrativa y sistémica para el control: cuando no eran fallas procedentes de la misma debilidad humana (Alejandro alcoholizado, por ejemplo), eran fallas técnicas de la misma maquinaria conquistadora, incapaz para la sobredimensión. 

Hoy, siglo XXI, los estadounidenses sueñan con que, a fuerza de tecnología e invasiones, el mundo se les doblega y que son el más grande imperio de la historia. Pero no hay otra cosa tan descabellada: Rusia posee una tecnología hipersónica en misiles no superada y China es un poderío económico y tecnológico que no ha terminado de parir sus sorpresas. Atiéndase esto: un ataque simultáneo de China a Taiwán, de Rusia y Bielorrusia a Kiev, de Rusia a Finlandia y Suecia, de Corea del Norte a la del Sur, de Siria y Líbano a Israel, y de Irak, Siria e Irán a las células terroristas que pululan sobre el territorio robando trigo y petróleo, colapsaría al nunca conformado y soñado imperio estadounidense. 


EL ATAQUE QUE ACABARÍA CON LAS ÍNFULAS DE IMPERIO DE LOS EE.UU.

Los cerebros de la imperialización del mundo se han planteado el reto de tener capacidad solvente para sostener varias guerras en el planeta, simultáneamente. Lo reflexionaron cuando la época de Saddam Hussein, durante la guerra de Irak, cuando el plano bélico estaba especialmente convulsionado en el Medio Oriente. Entonces también estaba Libia y Gadafi en otros espacios, y, por supuesto, siempre ha estado Rusia y China, sin olvidar a Corea del Norte, sumando más recientemente a Irán. 

En el diseño del mundo unipolar este asunto es una piedra de tranca. Después del desmembramiento de la URSS, época de Gorbachov, los diseñadores se frotaron las manos porque, al parecer, el mundo se reducía a una serie de tentáculos conectados a una cabeza única. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sería el pulpo que atenazaría el globo terráqueo. El trato hecho con los rusos consistió en no desplazarse ni un metro hacia el este de Europa, de ninguna manera hacia las fronteras rusas. Y esta palabra dada, en el diseño, sería uno de los objetivos a incumplir de modo artero, como, en efecto, lo hicieron a lo largo de décadas en Ucrania, según se evidenció con lo descubierto con la actual guerra de este país con Rusia. 

Con satélites, misiles intercontinentales, revoluciones de colores, golpes de estados y alianzas, problemas pequeños en América Latina (Venezuela, Nicaragua, Cuba), así como pequeños espacios revoltosos en Asia (Corea del Norte, Irán), sin olvidar el señoreamiento de los colonizados estados africanos, el control del planeta no parecía plantear gran reto. En cada problema había que colocar una antena controladora: bases militares en Colombia para Venezuela y el continente suramericano; zona verde en Irak para estar cerca del vecino iraní; Corea del Sur contra la del Norte; células terroristas en Siria para desestabilizarla…  

Semejante tentaculización del mundo tendría que funcionar como tenazas para intimidar a los grandes dolores de testa: Rusia y China. A Rusia se le proyectó un rodeo silente y progresivo; y a China se le colocó su antena de control en Taiwán, recitándole la receta maquiavélica de dividir para dominar. 

Pero el despertar a la realidad y a la historia es desconsolador. Ninguna potencia imperial ha logrado, completamente, someter al mundo: Alejandro Magno (Macedonia), el imperio romano, el mongol, el español, el británico y el colonial francés –por mencionar los más conspicuos- carecieron de la capacidad administrativa y sistémica para el control: cuando no eran fallas procedentes de la misma debilidad humana (Alejandro alcoholizado, por ejemplo), eran fallas técnicas de la misma maquinaria conquistadora, incapaz para la sobredimensión. 

Hoy, siglo XXI, los estadounidenses sueñan con que, a fuerza de tecnología e invasiones, el mundo se les doblega y que son el más grande imperio de la historia. Pero no hay otra cosa tan descabellada: Rusia posee una tecnología hipersónica en misiles no superada y China es un poderío económico y tecnológico que no ha terminado de parir sus sorpresas. Atiéndase esto: un ataque simultáneo de China a Taiwán, de Rusia y Bielorrusia a Kiev, de Rusia a Finlandia y Suecia, de Corea del Norte a la del Sur, de Siria y Líbano a Israel, y de Irak, Siria e Irán a las células terroristas que pululan sobre el territorio robando trigo y petróleo, colapsaría al nunca conformado y soñado imperio estadounidense. 


martes, 20 de septiembre de 2022

La guerra que viene

La guerra que viene no es la que parece más evidente, es decir, esa que hace eventuales escaramuzas con cañones y espadas entre los contrincantes.  Se mueve por debajo como una corriente marina, de esas que forman cuadrículas en la superficie. Tan fuerte es el latido en el interior de las aguas que su efecto arruga la piel del mar. 

Rusia-Ucrania es una de esas arrugas.  Ergo por ahí se viene el reflejo del conflicto de fondo: contienda económica. Está argumentación es ya clisé epistemológico. 

Rusia aduce geopolítica militar: progresivamente está siendo rodeada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, naturalmente, activa sus defensas.  Invade y da la impresión de agresión.  Pero es claro que, aun invadiendo el suelo de la tierra originaria de los zares, se defiende y previene su extinción.  Ley natural: instinto de supervivencia. Lo que se ha encontrado en Ucrania apoyó su razón: expansión en sus fronteras de la OTAN, laboratorio de armas químicas, proyectos de desarrollo nuclear, aculturación fascista, etc. 

El argumento de fondo está en lo profundo, pues, en lo arteramente soterrado: los países atacantes parecen atacados y disimulan su telón de fondo.  Su razones: la supervivencia también. Europa es un continente quebrado y extenuado desde el punto de vista de la tenencia de riquezas minerales. El hombre aún no ha logrado la autonomía de otros materiales, aparte del suyo propio, para vivir. Requiere de otros entes o cosas para proclamar porvenir. El hombre mismo por dentro es un conglomerado de "extrañas" bacterias que le dan vida. 

Europa necesita el petróleo y el gas ruso.  La guerra que viene, en fin, podría llamarse la guerra del petróleo. La guerra del fin del mundo es por materia energética. Europa, junto a su adalid estadounidense, preparaba en lo oscuro un ataque a Rusia por asfixia.  Mientras más la rodearan a la calladita, en su momento, la asfixiarían más efectivamente. Como el plan fue abortado por los rusos con su ataque a Ucrania, entonces algo del plan original europeos y estadounidenses ejecutaron: las sanciones.  Las sanciones para asfixiar y obligar. Tirones del esquema original. 

Europa sin Rusia está quebrada, desnuda ahora en sus intenciones. Necesita la bacteria rusa para sobrevivir. Se muere sin la riqueza de las estepas. Con el plan a largo plazo ucraniano desbaratado, los rusos le cortaron el petróleo y el gas, y el continente viejo está sumido en la era preindustrial del carbón, anémica, ha poco sin luz. Alemania, ¡quién lo diría!, cocina a leña, en fogones de sus plantas carboneras. En breve, en la medida en que se intensifique la carestía, Europa emulará a los holandeses, que empezaron a beberse sus propios meados en cerveza: procesarán sus propias heces alimentarias. Durante la segunda guerra mundial se comieron el cuero de sus correas pantaloniles. 

Lo más desalentador del continente de los países del "primer mundo" es que a la degeneración biológica planteada se apareja la mental: no despiertan, no ven la garra estadounidense que la utiliza para su mercantilismo. Los gringos le generan una crisis, los llevan a una guerra y logran, de paso, venderles aquello de lo que se han privado al enemistarse con Rusia. 


jueves, 15 de septiembre de 2022

NEURONA POLÍTICA

Uno se rueda para donde quiera o pueda, pero siempre lleva su cabeza a cuesta; y llevarla, es llevar el mundo, mundo de cosas, mundo de hechos, historias… 

Me ruedo hacia el monte desde la capital en busca de un descanso, de un capítulo familiar, quizás lejos durante un rato de la política y el caminar por las áreas populares caraqueñas; pero he aquí que aterrizo, en efecto, en un área bucólica y pastoril del estado Carabobo, y en efecto abrazo el descanso buscado… 

Pero en el ámbito cerebral, mundial, sináptico, nada cambia. Persiste el mundo, los hechos, las guerras, la política, el caos, las amenazas de extinción humana. El único cambio es la actitud de querer ignorar lo caótico.  Es la vida. 

Estando en el campo es inevitable no conectarse así sea con señales de humo.  Los hechos siguen iguales de preocupantes.  Avanzan con paso de plomo bélico. Y pretendiendo estar en paz y fugado de las circunstancias mundiales, emerge la conciencia que te define como hombre: el ansia de un mundo mejor, el altruismo, el deseo de arreglar, contribuir, hablar… 

Básicamente la reflexión es por el planeta-hogar y el porvenir, y te empujan los genes, pues, que te obligar a preocuparte por los espacios vitales a futuro. Entonces escribes o haces lo que te caracteriza en el hacer. Si eres un soldado, combates; si eres un agricultor, siembras con el furor de quien penetra a la tierra y la fecunda. Exorcismos. 

La única manera de escapar a estos destinos es la decapitación: que tu cabeza-antena no continúe irradiando o recibiendo ondas mundiales. Eso aristoteliano de que el hombre es un animal político es corto ahora: la polis nueva es el mundo interconectado y los espacios siderales por conocer. 

Retumban los cañones en Ucrania-Rusia; persisten los factores imperialistas en Taiwán, azuzando una guerra contra China; Europa parece prepararse para una desaparición, sin criterios propios, inmolándose por su adalid estadounidense; América Latina puja por su independencia política y económica, y sus pueblos se sacuden fierros colonialistas; la economía renguea de manera global, los EE.UU. se aprestan para una decidida decadencia política y económica, y muchos especulan hasta con una desintegración  territorial…No hay lugar seguro, aparentemente:  en los países de llamado primer mundo la gente se suicidad huyendo de la nada, del aburrimiento.  El mundo gira, pues, dentro de tu cabeza. Respiras y eres un átomo del todo, presente, activo, sufriente y, cuando hay oportunidad, sonriente. 

Estoy, pues, presente de nuevo, con mi cabeza, mundo, campo, capital y respiraciones para ocupar los espacios olvidados durante el peregrinaje y la busca de cambios.