miércoles, 14 de agosto de 2024

VENEZUELA, PAÍS CÓSMICO

El filósofo mexicano Vasconcelos tiene una buena frase por ahí: los latinoamericanos son la "raza cósmica"; mejor, aun, se llama así el libro donde proclama que, producto de la mezcla de las cuatro razas preexistentes (india, europea, negra y asiática), los latinoamericanos serían la quinta.
Y esa raza, aunque "oprimida", de acuerdo con su teoría que celebra la diversidad y la renovación, estaría llamada a mejorar su moral cultural para constituirse en la raza cósmica y fundar la "era universal de la humanidad" en virtud de una nueva territorialidad y espiritualidad.
Una alentadora e interesante idea que se enmarca en lo utópico cuando pisa el terreno de la espiritualidad, alcanzada a través del ejercicio del amor, lo cual es constante en las historias imposibles del hombre: el amor y el idealismo, la igualdad y la armonía, al parecer son los tópicos perennes de lo inexistente. Dígase al paso, de modo curioso, que tanto "raza cósmica" como "utopía" se hermanan en su común inspiración geográfica (Latinoamérica) tomando en cuenta que Tomas Moro, cuando inventó su lavativa idealista, la encarnó en una isla del océano Atlántico, hoy parte de Brasil, a día y medio de viaje, y a unos 3 mil 500 Km de Venezuela, país éste hoy ombligo del mundo y tema de las presentes líneas.
¿Qué le parece?
En efecto, la profecía se va cumpliendo si usted así lo quiere poner. Venezuela es el eje, el ojo y el ombligo del mundo. Es política interior de casi todos países del planeta. No ocurre nada en Caracas que no sea registrado, discutido, bloqueado, rebatido o apoyado desde el exterior. Es el país cósmico, el universo, pues, según comportamiento del primate Homo sapiens. El éter abarrotador. Si falta un acta en una elección vernácula allá en Caripito, póngase por caso, o se promueve una ley en la Asamblea Nacional, un alemán de por allá, del bosque de Teutoburgo, se entera.
Por cierto, hablando de profecías, Edgar Cayce, estadounidense llamado El Profeta Durmiente, predijo el hundimiento de los EE. UU. y el posicionamiento de Latinoamérica como geopolítica de relevo en el mundo, punto que suma un grano más para esta ociosa disquisición.
Claro está: Venezuela no es Latinoamérica completa para asumir que Vasconcelos o Moros se referían a ella, pero es el país más renombrado del universo y, como se vea, es por antonomasia el ícono de Latinoamérica. Derramó la sangre de cientos de miles de sus nativos para darles la independencia republicana a un montón de países que hoy lo apedrean, aunque tal hecho no borra la historia ni opaca el sol; es, irrebatiblemente, el país más mezclado de la galaxia y su gente encarna con la mayor propiedad científica la "quinta raza" de la que habla el filósofo mexicano; producto de la misma mezcla, ya como quinta raza, sus mujeres son los seres más divinos y hermosos del espacio sideral, contrastando con los rostros repetitivos de los países más llenos de pureza  genética (Perú, Colombia, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Argentina, Chile, Panamá, etc., por ejemplificar sólo con el continente de marras); su raza, por lo mismo de la mezcolanza, biológicamente es superior tomando como base científica que lo puro decae y es pobreza (¡el pobre Hitler era un ignorante!), y lo diverso es fuerza y futuro.
En fin, como se corresponde con un país que es ombligo del cosmos, todo es más y superlativo cuando se habla de él, háblese en sentido constructivo o peyorativo: el más sancionado, el más rico, el más bello, el más divino, el más histórico, el más libertador, el más libre, el más feliz, el más traicionado, el más pobre, el más arrecho, el más militar de Latinoamérica, el más hackeado, el de más elecciones en el mundo, el más democrático, el más socialista del mundo, el más envidiado (demostrado por Perú y Colombia), el más visitado, el más heroico, el más generoso, el más paternal, el más codiciado, el más diverso, el más migratorio e inmigratorio, el más…
Teniendo, pues, la atención que tiene, como se dijo, no se pela una rodilla un opositor político, por ejemplo, sin que la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se entere, aunque eso le reste un poco de su importante atención sobre los asesinatos israelíes y gringos contra el casi extinto pueblo palestino; o no se pedorrea el presidente de la república sin que los químicos de la ciencia internacional olfateen la fragancia para determinar su salud o especular su muerte. En tal sentido es loable decir que varios presidentes latinoamericanos, encabezados por el argentino Milei, están muy pendientes de esta ciencia.
Un aspecto es central en esa lista rasante expuesta arriba: Venezuela es la mina más enorme de la creación. Usted, que lee, llénela con la imaginación mineral que se le ocurra y, si no acierta como primer lugar, lo hará como segundo o décimo, pero lo hará. Por último, coméntese un aspecto que no se incluyó en la lista: es el país más odiado y vilipendiado por sus hermanos peruanos, ecuatorianos, colombianos, chilenos, panameños, como lo demostró la última migración de venezolanos hacia esas geografías, haciendo caso omiso de que Venezuela en el pasado los acogió con amor cuando les toco a ellos abandonar sus patrias. Bueno, es que el hecho de ser la quinta raza no está eximio de bajezas como la envidia o alturas como el cariño, aunque se sea oprimido, como dice Vasconcelos, pero oprimido en tanto amenaza para relevar el mundo. ¿Perú, que culpa hay en que una venezolana sea más bella que una nativa vuestra?; ¿Colombia, que culpa tiene Bolívar de que carezcas de historia y que la que tienes sea la de Venezuela?; ¿Argentina, tiene algo de malo tu agricultura y ganadería para que envidies la mineralogía venezolana? ¿Uruguay, Paraguay, gentilicios fríos, por qué os molestáis con el humor feliz de los venezolanos?
La literatura sociopolítica y hasta ocultista podría concluir que tocar a Venezuela como vértebra del orbe podría ser fatal y generar un desplome de la delicada armonía mundial. Si tocan a Venezuela, podría caerse el cielo. El peligro es que abundan en la actualidad aventureros (como los EE. UU., Inglaterra, Brasil) que sueñan con adueñarse de las vastas riquezas de la tierra de El Dorado.

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