sábado, 26 de noviembre de 2011

¿Siria (Irán), la Polonia de la tercera guerra mundial en el Medio Oriente?

I.  ¿Verdad o mentira que Rusia apoya?

Medio Oriente - EEUU e Israel A menos de que se trate de una estratagema de las grandes potencias, que silenciosa y arteramente se estarían repartiendo el mundo en connivencia, el apoyo de Rusia a Siria luce audaz y necesario, según se han presentado los hechos.

Audaz porque detrás de los EEUU anda la mesnada europea, emblematizada en la OTAN, y necesario porque ya era hora de hacerle frente a la tan cinica impunidad de los países militaristas y explotadores de petróleo en contra de los más débiles y poseedores de riquezas naturales o geoestrategia.

Siria no figura entre los países poseedores de petróleo, pero medio mundo sabe que eso no es lo que importa.  Importa Siria en tanto es puerta de entrada a la mina de hidrocarburos que es Irán, que, sumado a Libia allá en África, constituye, una maravilla de reservorios para paliar tanta crisis; en tanto constituye un rodeo geoestratégico para debilitar y someter, finalmente, a los persas.  Se trata de una lógica simple del tipo “tengo hambre-necesito el pan”.

Por supuesto, existen otros elementos reverberando en el paisaje.  Siria e Irán son los grandes polos de oposición de Israel en la región, política e históricamente, y, dadas las hostilidades en contra de ambos países, independientemente de que se coronen las acciones con petróleo o no por parte de los aliados occidentales, este último país estaría beneficiándose con una eventual depresión militar de sus enemigos, situación que aprovecharían para establecer su davídica hegemonía en el área.

Aseverar tal cosa no cuesta siquiera una neurona.  Un poquitín de historia es palanca para proyectar algunos pasos del futuro.

II.  Fin de una fase ideológica y su consiguiente guerra

Inglaterra, Rusia, Francia y EEUU, detrás del remoquete de las siglas OTAN, son los principales camorreros internacionales que actualmente se han quitado la poca máscara que tenían para acometer saqueos.  Ideológica y pragmáticamente, de cara al control de sus poblaciones nacionales y en función de su estatus de preponderancia mundial, se hallan en problemas.  Viven la crisis y la decadencia.  Se revuelven en contra de la necesidad de cambio de los mundos.  Intentan perseverar en la perpetuación de la misma sangre asesina y colonial que los ha caracterizado.

Pero ya sabemos que el mundo es cambiante, que el río que utilicé hace una hora para bañarme ya no es el mismo que ahora intento utilizar nuevamente.  Sus aguas fluyen, como proclamaba el antiguo Heráclito, siendo la variabilidad el eje de la estabilidad que llamamos forma, mundo y civilización.

Desde Irak, pasando por la descarada guerra contra Libia ─el país más estable de África y hasta superior en proyecciones de desarrollo que muchísimos países europeos─, hasta el sueño de hoy de arrodillar a Irán, el avatar bélico de occidente tiene un sólo nombre:  pataleo y necesidad.  Son países ─los occidentales, los agresores─ encerrados en sus propias rejas nacionales, entrampados bajo el modus operandi cultural de su ideología diestra y neoliberal de explotar y exprimir a sus masas populares hasta la última gota, bajo los diversos engaños de la oferta consumista de la compra y venta, del confort y la libertad, nociones desmentidas a ciencia cierta (socialógicamente) en la actualidad.  El sueño americano, destrozado a hachazos, parece figurar como el punto de partida para el inicio de semejante resquebrajamiento basal.

El río ha fluido naturalmente y las masas bastante que se han bañando ya.  Y se han dado cuenta.  Y se indignan y piden a gritos a sus dirigencia nacionales la respectiva correspondencia con las necesidades de cambio del mundo.  No más capitalismo a ultranza, no más régimen neoliberal, donde el reinado de la oferta y la demanda suele atropellar canallescamente a esa suerte de subreino que es la humanidad.  No más al sistema del 1% sobre el 99, esquema donde el plutócrata hace de las suyas con y sobre las sudadas contribuciones de los tontos habitantes de los países.

Como si se respirara un aire apocalíptico, de descrédito respecto del sostenimiento del sistema, de fin del ilustrísimo contrato social que sólo ha servido para disfrazar la apetencia de unos pocos sobre la totalidad.  Hoy las masas hambrientas y desprovistas de seguridad social están en la calles tambaleando las bases del poder político (que no militar) de quienes les hincan los ijares.  Como si “No más engaño” fuese la consigna.

Y ya vemos las consecuencias.  Se cae el sistema y los amos del mundo (doce o trece apellidos) se apretujan por unas cuanta bolsas más de oxígeno, eufemismo de petróleo, como sabemos, para aparentar, calmar, dar empleo, mantener, engañar, prometer, en fin, para alargar un poco más su esclavismo sobre la idiotez del mundo.  La inmensa infraestructura industrial del mundo está cimentada sobre tal recurso, sobre el cálculo proyectado de cambio en sus contabilidades a cincuenta o más años, momento cuando presumen el cese de la operación comercial del planteta.  Pero, como se ve, las masas no han resistido y parecen apresurar los cálculos, pidiendo soga tanto para el modus vivendi neoliberal como para su soporte ideológico-político, a saber, la derecha política con su sui géneris modo de gobernar.  Una queja, un grito, un nomás, una revolución espantosa, como nunca vista contra las casta dominantes, de sesgo globalizante.

"O el Medio Oriente es el punto donde las civilizaciones se confrontan y el mundo acaba, por decirlo de algún modo, o es la circunstancia donde se toman las decisiones para un cambio de rumbo imperial”

La consecuencia directa:  la guerra, como es la costumbre, pues, como ha ocurrido siempre que los poderosos han sentido tambalear sus bases hegemónicas mandando al campo de combate (engañados con el cuento de la cultura y el patriotismo) a los más pendejos, a ese 99% de tontos de los que viven, según estilo de gobierno y dominio capitalista y diestro.  Poquísimas guerras de las que en el mundo han sido están exentas de semejante motivación.  Allí está la historia con sus páginas para atestiguarlo; y está Marx y su filosofía, con sus pinzas y bisturíes, para las necesarias demostraciones y comprensiones.

III.  ¿Guerra mundial, sempiterna guerra Fría, o una nueva versión tensa de la crisis de los misiles cubanos?

La paz de Siria luce de muy difícil sostenimiento.  Es un travesaño de la escalera que conduce a Irán, el coloso del petróleo necesario.  Viene Occidente con su voracidad, en pos de su bolsa oxígeno, de la necesitada prórroga que su sistema e ideología políticos le pone en los pasos.  En el menor de los impactos, viene a sembrar la desestabilización en las adyacencias persas, al modo de Colombia respecto de la América sureña toda, por ejemplo, o al modo de Corea del Sur respecto de la del Norte, o de Taiwán respecto de China, o Turquía y Polonia respecto de Rusia.  Es el cuento:  si no hay la conflagración inmediata sobre tierra siria, la hay dosificada, de invasión a cuenta gotas, de desestabilización, informática, mediática, de manejo de la opinión pública, etc.  Y es cuestión de tiempo si se considera que la necesidad ─como sea que es occidental─ tiene cara de perro.

La reacción rusa (la otra cara de la moneda en el juego de fuerzas que confluyen sobre el dominio del mundo), si no es parte de una pantomima teatral para finalmente despojar a Irán a través de Siria, en solapada connivencia (siendo en consecuencia el poder opresor del mundo uno sólo a fin de cuentas); podría concretarse en dos vertientes:  (1) terminada la pantomima rusa del disimulo, se retira del teatro de operaciones y Siria finalmente caería, pero retirándose Moscú con la dignidad fraguada de ser el equilibrio y contrapeso mundial de la camarilla occidental; (2) de ser sincera la reacción rusa, preocupada por sus intereses geoestratégicos y existencia propia ante el avance arrollador y conquistador de Occidente, estaríamos ante una situación de dura tensión entre las potencias, de tanta intensidad como la que se generó con la crisis de los misiles cubanos en el siglo pasado.

No se esconde para nadie que Rusia y China (ésta la mayor potencia económica mundial en breve) mantienen una alianza política y militar y constituyen, de hecho, el único contrapeso a los EEUU y su camarilla europea.  Después de tantos Irak, Afganistán, Libia, etc., han finalmente reaccionado, Rusia dotando a Siria de uno de los mejores sistemas de defensa aéreo (los misiles S-300) y de radares, y desplegando buques de guerras en las costas sirias a efectos de disuadir los bríos belicosos de la OTAN.  Ha declarado Rusia que ya es suficiente el papel de su perfil de brazos caídos ante el comportamiento imperial de los EEUU y Europa y considera que Siria es una “línea roja” cuyo ataque no tolerará.

Sin embargo, aparentemente, no ha habido disuasión alguna.  EEUU ha respondido que la interferencia de Moscú no alterará sus planes y accionar en defensa de sus intereses, y ha desplazado su enorme portaaviones G. H. W. Bush (moviéndolo de su papel permanente en el Estrecho de Ormuz) hasta las costas Sirias , donde también anclan los buques rusos.  Todo un desastre, entrecruce, reflejo y luminoso escándalo de la lucha de intereses de los poderosos del mundo.

IV.  ¿Siria como la Polonia del Medio Oriente, punto de honor desencadenante del combate? ¡Quién lo díría!

Para retomar el razonamiento que conduce a las potencias europeas y a los EEUU hacia la guerra, envueltos en la crisis, escúlquese el destino en frases como estas:  “la suerte está echada”, “lo que es ha de ser”, una histórica y otra, quizás, de invención propia, pero ambas relativizadas por los aires de la guerra y la predeterminación.

Si la pervivencia de todo un conglomerado ideológico y de una pila de países sostén depende de la toma de un pequeño territorio y su petróleo (primero Siria y a la final Irán), no habrá Rusia ni China que valgan hacia ese objetivo.  Independientemente de si la toma comporta una bolsa de oxígeno como prórroga existencial y no el salvamento estructural de su modo ideológico de vida, lo que importa es el tiempo que gana la plutocracia mundial para idear otros mecanismos de dominio sobre las masas.  La necesidad obliga, que es como decir, la supervivencia es ciega, instintual, no negocia y vive.   Y en medio de tal empuje, por supuesto, estará comprometida la paz del mundo, ese mismo que hoy pide cambios y al mismo tiempo anda amenazado por conflagración tan dantesca como precio.  Si no hay la guerra ni la toma energética de los recursos de otros, las potencias se deslizarían mucho más rápidamente hacia la parte crucial de sus crisis, sin mucho oxígeno confortable para sus castas dominantes; y si la hay, igual se van al diablo con sus bajas y gastos, pero dispondrán al menos de la posibilidad de reconfigurar geopolítica y energéticamente el mundo para, como se dice en Venezuela, “pescar en río revuelto”, lo que en otras palabras puede significar realizar un borrón y cuenta nueva para sus problemas.

O el Medio Oriente es el punto donde las civilizaciones se confrontan y el mundo acaba, por decirlo de algún modo, o es la circunstancia donde se toman las decisiones para un cambio de rumbo imperial, apuntándose el armamento hacia otras latitudes con riqueza, geoestrategia y petróleo, como, por ejemplo, América Latina, de más fácil acceso, desde el punto de vista militar.

No dejará de ser curioso, en el eventual marco de una guerra de grandes dimensiones, que resulte ser Siria la especie de Polonia pre-segunda guerra mundial, la misma del punto de honor que no se toca, la misma que sugiere un colmo de los colmos al ser atacada, como manifestó una voz rusa en días pasados.  En escritos anteriores sobre el tema, quien escribe había reservado ese triste destino a Venezuela, la Polonia de América; pero, mirándolo más analíticamente, hay menos inconveniente que un aliado como Rusia y China desplieguen buques defensivos en una costa del Medio Oriente que aquí en las aguas atlánticas o pacíficas de Suramérica, sobre las que pende, “providencialmente”, la égida imperial estadounidense, en el entendido de que América es para los americanos y constituye, de hecho, su zona de influencia.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Las cálculos imperiales de la OTAN por el control del mundo

I

La OTAN y sus guerras La camarilla de la OTAN anda en cálculos.  Sabe que se la juega en existencia y alma en medio de esta suerte de fin de los tiempos civilizados que la humanidad vive.  La era de la estupidez de oro de la ciudadanía del mundo, simplemente tapizada en sus paredes internas por la desinformación exterior de los medios de comunicación.

Como la ONU, que en su tiempo surgió para agremiar naciones, es un engendro institucional de la segunda guerra mundial diseñado por una de las partes triunfantes de entonces para agremiar potencias militares y conminar eventuales amenazas del enemigo soviético o comunista (Pacto de Varsovia).

Tiempos pasados, formas presentes.  Argumentaciones históricas existenciales caducas, formas organizaciones presentes enfocadas incluso contra sus propios principios fundacionales.

Porque, si a preguntar se pregunta, ¿contra qué enemigo hace su lucha la OTAN desde un tiempo para acá, a partir del momento en que se desmoronó el bloque adverso de los países comunistas?

Hemos oído por ahí dizque contra el terrorismo, aunque sepamos que Bin Laden es ya cuento bajo tierra, por mencionar a un fantasma, en su tiempo muy vitalmente explotado.

II

La OTAN sabe que juega el juego de la guerra, un evento donde las tácticas o técnicas de confusión del enemigo y de la opinión pública se desgastan inexorablemente y tiene su tiempo de efectividad.  Por ello se dice que se la juega.  A sabiendas de que nadie cree sus versiones argumentales de comisión de guerras, continúa con ella, quizá hasta que institucionalmente hablando la mentira deje de facultarla para disparar.

¿A qué me refiero?  ¿Está en peligro de desaparecer la OTAN, transida de debilidad?

Nada más lejos de lo cierto.  Está armada, hoy más que nunca.  Me refiero al momento tal de descrédito cuando lleguen y anuncien una nueva guerra y todo el mundo indignado (no incrédulo, como ahora) tome el armamento de la razón y proteste.  A eso.

Más claro:  me refiero al momento cuando en aras de inventarse otro cuento de guerra trastabille y genere una situación de encendido y respuesta de ese enemigo callado que hasta ahora ha contemplado sus travesuras:  Rusia, China o, quizás, un conglomerado de países pequeños que, en virtud de la unidad, se transforme en un coloso.

Sus guerras hasta ahora han sido experimentos controlados enfilados contra pequeños países, debidamente pensados y cubiertos en sus reacciones o variables.

Ha tenido también el talento de no faltar con tanto desparpajo al equilibrio de intereses que sus rivales por el control del mundo merecen, aunque dichos rivales ahora mismo, después de lo de Libia, donde se aseguró el petróleo, ya no estén más dispuestos a concederle territorio, según apuntan sus reacciones.  Dicen que no aceptarán otro Libia ni en Irán ni Siria.

Eso dicen, aunque, como se ve, de tanto conceder con su silencio, los rivales invisibles (China y Rusia) prácticamente se están dejando desaparecer del mundo.  Pero ahora mismo, como dice la prensa mundial (a menos que sea otro montaje noticiero), han reaccionado y no votarán en contra ni de Irán o Siria.

Tal es el cuidado de la OTAN, que juega el juego de la guerra y a seguir manteniendo algo de credibilidad para adelantar combates, un mínimo que necesita para continuar atacando y despojando a pequeños países, evitando resbalones.

Su arte hasta ahora ha sido plantear a sus rivales, en buena lid, no romper las amarras de los mandatos institucionales (resoluciones de la ONU) ni exceder avasalladoramente los niveles de crédito de la opinión pública mundial.  Como si le dijese a China, por ejemplo, a modo de reto, “Te desafío a que hagas lo mismo que nosotros:  invade a un país, roba sus recursos naturales, pero evita que la situación se desborde y que parezcas un villano en la acción”.  Tal.

“El mundo es una repartición real, casi lograda en objetivos”

Su arte hasta ahora han sido los medios de comunicación mundiales y su trabajo manipulador, acondicionador.  Y ello es lo que la OTAN hasta hoy cuida y evita trajinar en exceso, de forma que le permita realizar unas cuantas guerritas más, sin que explote el mundo, sin que proteste significativamente un enemigo invisible de esos tan muy bien cuidados en sus intereses.  Al fin y al cabo, la lucha por el mundo es un duelo entre caballeros, presea dorada para el más ducho y astuto en la contienda.

III

¿Cuántas guerras más de invasiones y destructora de países es capaz de hacer la OTAN sin llegar al colmo de hacer que proteste significativamente uno de sus rivales innombrables, la opinión pública o una sarta de países pequeños unidos?  ¿Cuánto de vitalidad y crédito les restan a sus medios de comunicación para la guerra en el mundo?

La palabra “pocas” ha de ser la respuesta.  Es una pequeñez que luce grande.  Es decir, unas dos o tres guerras antes del descrédito total, lo cual no significa que advenga final alguno para nadie, menos para ella, la OTAN.  Seguiría en pie cual un cúmulo de mentiras propio de una maquinaria de batallas en pie.  Un arma desinstitucionalizada disparando, digamos.

Hoy que coronó en Irak y Libia dos buenos vasos de petróleo, anda en una de retirar sus tropas, logrados sus objetivos.  Anda en cálculos, pues, al acecho de su nueva incursión, la que le permita su credibilidad y tacto, ese mismo que hemos mencionado, mismos que le permitirán invadir, asesinar y robar impunemente, sin que un gran rival se interponga en sus pasos, sin que en el motín se desate una ola imparable de reacciones mayores, sin que la acción suscite la unidad de pequeños países amenazados en una grande coalición de obstáculos.

Anuncia su retirada de Irak para el mes de diciembre y acantona fuerzas en algún punto del planeta.  ¿Qué significa?  ¿Paz?   ¿Descanso?  ¿Retiro real?  Tal no es la guerra, ni la paz del guerrero.

Significa que en breve se estará incoando un nuevo argumento contra Irán y estará iniciando hostilidades.  Es claro. Es su oficio bélico, y es su cometido conjurador de crisis, aunque para su logro se susciten otras.  No hay petróleo, hay que alimentar la industria y mantener a flote el dinero.  Hay la crisis.

A pesar de la aparente amenaza defensiva de su presunto armamento nuclear, Irán luce más vulnerable que Siria para ser atacado.  Y por allí se levantarán los cañones.  Hay ya el plan madurado desde Israel, que en cualquier momento pierde el control y suelta el plomo, de lo ansioso que palpita por atacar.  O, lo que es lo mismo, hay ya la orden de Israel, el país con armas atómicas bajo el Neguev.  El sionista que controla las finanzas y el congreso estadounidenses.  La guerra variopinta luce inminente a la vuelta de la esquina.

¿Resta aún credibilidad para el nuevo ataque?  ¿Están las huestes de los medios de comunicación preparadas?  ¿Hay algún peligro de desborde en cadena de la situación?  ¿Se ha logrado comprar el silencio de los invisibles rivales (con la promesa de repartición a futuro de los despojos) para iniciar el ataque?

IV

Piénsese que es ya poco lo que le resta por cubrir al fuelle de credibilidad de la ONU u OTAN:  Irán, Siria, Venezuela, tres pequeños países ricos o en petróleo o en geoestrategia.  La victoria completa de la alianza atlántica en pro de mediar sus crisis petroleras, en pro de paliar sus necesidades críticas, en pro de realimentar y redimensionar su decadencia ideológica, sí que luce inminente.

Tal es el cálculo en el que se desvela la camarilla de la OTAN.  El mundo es una repartición real, casi lograda en objetivos.

sábado, 29 de octubre de 2011

La caída de Iran y Venezuela en el contexto del barbarismo ilustrado de nuestros tiempos

Deconstrucción mundial Podría ser esta una reflexión pesimista, a oido y vista de los seres progresistas que dirigen el mundo. Podría. Pero es que la lógica y la razón no aguantan.  Se revientan las cuerdas y el cuerpo pensante cae de platanazo al suelo, encharcándose, de paso. Cae.

Estupefacto queda quien mira nomás, ello sin atreverse a aventurar una reflexión porque al final de ella podría terminar preguntándose para qué diablos sirve el mundo y su civilización, esta noción tan cincelada a largo de los tiempo y libros, tal sublimada; o esa rimbombante elaboración legal que se llama derecho, derecho internacional, respeto, sociedad, progreso, avance, humanismo o lo que sea que apunte a la convivencia del hombre y los pueblos en paz.

En el contexto político, económico y social del mundo presente, es realmente peligroso para la salud mental ponerse a valorar nada que apunte a ensalzar progreso humano alguno, porque esta historia nuestra de cada día pareciera ser, cada vez más, la relación de cómo se deconstruye la vida culta y sus logros, esto es, la historia y la reflexión, el humanismo, la acumulación mental positiva de los tiempos.  Podría resultar sin sentido alguno hablarle, por ejemplo, a un joven sobre las bellas artes, humanismo, progreso, educación, altruismo, futuro, si los líderes planetarios andan como andan y parecieran tener como objeto el exterminio del mundo y su planeta, o, por los menos, el mundo de los demás, que no el de ellos.  Es muy probable que termine carcajeándose, tildando a uno de maricón y anticuario.

Hay la conciencia de la crisis, es cierto, y también el sentir de su efecto sobre la carne viva que palpita necesidades.  Hay problemas, es verdad. Tú los ve, él los ve, cuando no los viven. En Grecia, otro ejemplo, hay la estampida, y parece ya un problema lo elemental humano animal y social, como comer, trabajar, vivir...  Y en tantos otros lugares que sobra mencionar, incluyendo hasta los mismos países donde pernotan los pocos dueños que tiene este mundo, esto es, ese acendrado 1% capitalista dueño del 99% restante del planeta.  En los mismos EEUU estallan los problemas, con manifestaciones indignadas, con luminosos brotes de conciencia, y miedos e incertidumbres respecto del futuro, dolores del alma y cuerpo respecto del presente...

Hay la crisis, sí, pero ello no obsta que se sienta coraje y desilusión, y ese gran impulso de tratar de abandonar la condición humanista y abrazar el animal que llevamos por dentro para irnos a pastar al monte, a medrar y fornicar sin reglas.  Se puede pensar que en momentos de crisis se aflojan las cuerdas, los tornillos y los goznes de las puertas, pudiéndose tolerar el ruido del descontrol; pero, como se dijo, no obsta ello para sentir indignación.  ¿Caramba, porque se hundan los EEUU en sus problemas, por ejemplo, hay que aceptar con alegría y naturalidad que los hijos de sus madres acaben con medio mundo? No, no y no.

A diario se oye la estupidez hablar, razonando... (Se ha llegado a un punto en que la estupidez también razona y va a la escuela.  No es de extrañar:  durante la Edad Media hubo una noción estrafalaria del mundo al revés y muchos vivieron de cabeza).  Dice la estupidez que se justifica, que es lógico que el todo o nada del gran país en crisis se presente como opción válida de cara a su supervivencia; que se justifica, desde el punto de vista animal, su instinto aniquilador, porque nadie quiere perecer así como así; y se justifica, también, desde el punto de vista de la razón, sus concreciones de supervivencia, como el bombardeo, el expolio, la invasión, la muerte, el genocidio, la contaminación ambiental...

He allí a lo que ser refiere este escrito.  Se pierde la capacidad de asombro, se acepta la hecatombe bélica, el egoísmo y la supervivencia como valores humanos de primer orden.  Y no está mal enfocado que sea así con respecto a la supervivencia, se da ahí la razón, pero no parece justificable cuando es posible sobrevivir sin acabar con tantas vidas y sociedades, cuando se asoman por ahí otras opciones salvadoras.

Pero, claro, se sabe.  Este mundo es el mundo.  Es un hecho tecnológico, hasta el punto que funciona como máquina, despreciando en sus propios objetivos a sus mismos operadores, los seres humanos. De película, pues, cuando metal maquinario domina las mentes. El descomunal robot de la construcción humana, el inmenso aparato de la civilización, el gran modelo de vida, capitalista si usted lo quiere ver así, que aspira a ordenar en billetes, tornillos y funciones hasta la fisiología de los humanos sentimientos.  La máquina no puede parar y menos morir, aunque su funcionamiento sea el eterno movimiento de la locura, locura que se duele y conduela de la perdida material y no moral, sino vital.

¿Habrá, pues, que aceptar el desmán y la guerra como los eternos valores?  ¿Será que al fin tuvo razón el futurista Filippo Tommaso Marinetti (1876) cuando proclamó acariciar a la guerra como el instrumento de depuración humana, de higiene del mundo?  Quizá.  Tal parece el sino de nuestra triste historia humana.  Y, sin ir muy lejos, así fue durante la primera y segunda guerras mundiales, cuando los pequeños países europeos que modernamente han asediado al mundo (Francia, Inglaterra, Alemania, España, Italia y ahora EEUU) enloquecieron por un problema de mercados entre ricachones.  Los duques, magnates, generales, comerciantes, reyes, sintieron primero el rigor de una crisis (como la del presente), luego se preocuparon por sus haberes (disfrazándolos con la palabra patria, como hoy se hace con la democracia), después calcularon que había que combatir para salvar sus tesoros (disfrazados con nacionalismo), para, finalmente, mandar a los pendejos a morir por ellos.

“Como si este siglo XXI se presentara a los ojos como la era del fraude civilizatorio, punto de inflexión de una inminente deconstrucción mundial, cambio de paradigma, momento de conversión hacia lo que desde ya podría denominarse barbarismo ilustrado”

Por esta razón y cualquier otra que se le antoje a usted, señor lector, es que parece ridículo en el presente hablarle de futuro a un joven, si el presente se corporiza como una nutrida promesa a futuro de destrucción.  Cuando el mundo está patas arriba y las hermosas palabras de la civilización humana, como democracia, contrato social, derecho internacional, progreso, se extienden sobre la mesa como involuciones contra sí mismas.

El mundo se ha hecho, en fin, una mentira.  Vive de apariencias, de palabras perdidas, de supuestos, de antes e inciertos y lamentables después, de etimologías trucadas.  Como si este siglo XXI se presentara a los ojos como la era del fraude civilizatorio, punto de inflexión de una inminente deconstrucción mundial, cambio de paradigma, momento de conversión hacia lo que desde ya podría denominarse barbarismo ilustrado.  El progreso y la civilización, la fundamental e histórica antigüedad de valores humanistas del hombre, la Edad Media y sus arcanos, el Renacimiento y sus luces, la historia en general y su conocimiento, el rampante modernismo, cualquier noción constructiva positiva habrá de ser utilizada en los sucesivo para la nueva era de la guerra y la destrucción, para acabar con más eficiencia lo que tesoneramente el hombre a construido para al fin caminar bípedamente.

Doctos generales al frente, académicos ilustrados entre bastidores, poderosísimos magnates con su entretenido juego de las riquezas, donde mueren millares... Bueno…, así ha sido siempre, pero nunca antes se tuvo poder y capacidad de la destrucción a tan galopante escala…

¿Por qué lo dicho?  ¿Por qué el pesimismo y el dejo impotencia?  Preguntas necias cuando la evidencia del mundo presente grita.  Hay una guerra mundial en curso, no tan escandalosa como las precedentes porque el hombre utiliza su cultura, civilización e ilustración para soterrarla (guerras cultas, culturosas, de culturas).  Pero la hay con claridad, y el hecho parece enseñar que tal es el sino humano:  guerrear para prevalecer.  Hoy, como antes, los países líderes mundiales presentan deficiencias, crisis, pero actúan bárbaricamente en civilización para resolver sus problemas.  Hay la repetición de la historia de la primera y segunda guerras mundiales, cuando se les movió el piso a las potencias y se fueron a la conflagración. La guerra siempre será una argumentación cívica y civilizada para ir contra la civilización humana.

Sólo que ahora, aparte lo dicho, se desarrolla como un mecanismo crudo de sujeción contra el más débil, impúdicamente.  No hay el escándalo del enfrentamiento directo entre los grandes, como lo hicieran en el pasado las potencias entre sí.  Hay el abuso, la extralimitación, el expolio del más pequeño por el más grande, cuando no hay, pero a través del campo de guerra que son los países más pendejo, un enfrentamiento entre poderosos.

La reflexión da para preguntas retrospectivas que no se deberían hacer por su crudeza y evidencia descaradas:  cae Irak por la mentira forjada de la tenencia de armas de destrucción masiva (en realidad, cae por petróleo); cae Afganistán por la mentira forjada del terrorismo (en realidad, allá hay el lucro con el tráfico de “adormideras”); cae Libia por la mentira forjada de la violación de los derechos humanos sobre la población civil (en realidad, por el petróleo y el agua subterránea de sus desiertos cae)...  Cae la razón y cualquier arresto de humanidad que se puedan concebir.  El rico y poderoso enfilándola contra el débil para salvar su mecanismo del dinero, su sistema y su ideología, con la sangre de los otros.

Y da la reflexión, además, para proyectar y seguir tumbando razones o aureolas orgullosas del animal pensante:  ¿caerá Irán con el cuento que sea que se le endilgue, pero ─sabemos─ petrolero de fondo; y Venezuela, también por lo mismo?  Y cualquier otro que posea herramientas o riquezas para reparar la máquina del progreso plutócrata mundial (recuerde la máxima de la práctica capitalista salvaje:  el 1% sujeta el 99%).  Menciónese nomás estos casos (Irán y Venezuela), puestos en la mesa del presente, para referirnos a cualquier otro país que encarne la maldición de poseer un don natural.

Finalmente, la reflexión aconseja el armamento, la defensa y la guerra, y no tolera ridiculeces humanistas en decadencia, especialmente esas que aconsejan la paz, la concordia, la democracia, el progreso y la civilización.  ¡Caramba, a callar!  Mírese no más lo ocurrido bajo tales banderas...  Vivimos la nueva era, la dicha, la del barbarismo ilustrado, y vale la vida para contarlo.  Se repite: la reflexión aconseja a Venezuela, como Irán lo está haciendo, armarse lo más siniestramente posible para defender sus riquezas naturales, de tal modo que provoque el mayor daño posible al invasor, y nada de oír las voces endulzadas y “progresistas” que emiten ciertas subespecies humanas actuales que aconsejan las buenas maneras y costumbres, el progreso y la civilización, todos flagrantes argumentos huecos, palabras trucadas de la destrucción y el engaño, tan en bogas, que en burla ejercen los poderosos contra los más pequeños para borrarlos del mapa de la vida.  ¿Cuál es el cuento de tales ilustrados?  Muamar el Gadafi, en Libia, se desarmó tontamente en nombre del humanismo y el progreso nada más para mejor ser presa de quienes lo invadieron.   Cuentos jurásicos del barbarismo ilustrado de nuestros tiempos que, por el timbre de sus palabras, se sabe de lejos a qué época pertenecen y por quién y para quién, ideológicamente, medran.

Tendremos que decir, con Marinetti, que el futuro es la guerra, en nuestro caso, venezolanos, defensa y subsistencia.

miércoles, 5 de octubre de 2011

EEUU, China y Rusia y su versión de guerra refrita

Guerra fría, versión refrita Poco a poco reaccionan China y Rusia ante el apetito planetario de EEUU y los países europeos, conformados por Alemania, Francia, Inglaterra y algunos asomados, como Portugal y España (en Suramérica Colombia), obligados a lamer escrotos por las míseras circunstancias que los amenazan.  El objetivo es claro:  la crisis acucia y liquida preponderancias o, lo que es lo mismo, no da la misma fuerza y perfil de confianza a quienes pretender convertir en una hueste al mundo y comandarlo.  O más claro aun:  es tanta la crisis de valores políticos e ideológicos, sin hablar de la financiera, que cambiar el rostro geopolítico del planeta podría ayudar un poco a paliarla, a conseguir un extra de dinero, a olvidar las deudas, a borrar países incómodos a quienes se les deba o posean reservas petroleras u otra riqueza.  Caotizar el mundo para “pescar en río revuelto", como se le dice en Venezuela, y no deberle a nadie.

Si tu le debes hasta las nalgas a China (como es el caso de los EEUU), alborotar el planeta, borrar geografías y nacionalidades, podría trocar en realidad que el país acreedor no te cobre o lo considere prioritario momentáneamente, sumido en otras preocupaciones mayores generadas por los "problemas”.  Y si el país acreedor dejase de existir, tanto mejor, barrunto que nos pone en la imaginación que los gringos deben de andar ansiosos porque a China u otros países del orbe les caiga un meteorito gigante, una bomba atómica o se los trague la Tierra. Si desaparecieran nombres y caras, nada se debería, en consecuencia, y, al contrario, deseable sería porque quedarían expuesta tantas riquezas sin dueños…   Piénsese en Libia:  ya la invadieron, le colocaron un gobierno títere, como en Irak, y le robaron sus reservas internacionales, del modo más impúdico concebible, repartiéndose la bolsa en el oscuro rincón de la delincuencia internacional.

Simple lógica.  Es el plan de los EEUU y su combo militarista europeo:  caotizar, rezar y velar por ello.  Es historia vieja, argumento generador de guerras:  la crisis financiera y de mercados de los países europeos empujó hacia las más grandes guerras de la historia de la humanidad.  Las potencias prefieren declarar guerras antes que declararse en quiebra, como si fuese tal reacción un puro instinto político de supervivencia.   La renovada actitud china y rusa ante el proyecto del combo imperial de sancionar vía ONU a Siria, después de haberse engullido a Irak y Libia, es saludable para la contención de desatados apetitos y para mantener el equilibrio, aunque tarde luzca.

Uno el observador se pregunta por qué no habrán reaccionado antes, con Irak, con Libia, como ahora con Siria.  ¡Bueno, no hay nada de particular respecto a Siria:  el asunto es que ya era el colmo y parecía necesario hacer algo, so pena de dejar que las huestes imperiales se les posaran sobre las rodillas!  Rusia, desmembrada en su otrora grandeza (URSS) por el sistema capitalista, y China, gigante creciente, aunque amarrado a una bomba de tiempo militar que los gringos le pusieran al ladito, allí en Taipei o Taiwán.

Los hechos avanzan, en un nuevo pulso de guerra refrita.  ¿Usted nota alguna novedad histórica respecto de pasadas circunstancias bélicas?

viernes, 23 de septiembre de 2011

Como bien sabemos, Cuba, Irán, Libia y Venezuela...

Todos sabemos que los rebeldes libios, ahora en el “poder” y llamados Consejo Nacional de Transición (CNT), son unos vendedores de sus patrias, eficientes instrumentos de conjuras extranjeras en contra de su propio pueblo y haberes naturales.

Como sabemos, son muchos los seres de tal suerte y definición en el planeta, de antes y de ahora.  Como lo es cierta oposición en Venezuela, Ecuador, Bolivia y tantas otras tristes realidades que pujan como para rifar y deshacerse del lugar donde viven.  Como es el poder en Colombia o en México o en Perú, semillas recrecidas de la injerencia y lo extraño, alienados seres contranacionales capaces de empaquetar a sus madres junto a las transnacionales.

Amantes del fetiche extranjero, de la sangre azul y telarañas de la era colonial, del coloniaje infinito y transcultural de la dominación.  Criollos apátridas (nacidos en otros lados, pero robando en casa), prestados apéndices de otras tierras sembrados en el suelo patrio de las tristezas.  Agentes de la explotación y el esclavismo, ramas y semillas estiradas de los poderes imperiales, desde antiguo, desde la colonia, desde épocas infernales de conquistas. Nacieron con la repartición de la traición en el mundo.

Todos sabemos que el petróleo es casi un cuento consumado en los EEUU, el monstruo come-petróleo, agónico dependiente de los hidrocarburos.  Muere el petróleo y se tambalean sus adictos.  Se desconcha la ansiedad al saberse que el “oro negro” se acaba y que, a lo más, le quedan unos 70 años de mercado estable y responsable de la demanda mundial.

Se disparan las alarmas.  Se estremece el piso industrial de las potencias mundiales, costosamente concebidas para la explotación de lo que llega a su fin, cual recurso natural no renovable que es.  Se rompen, en consecuencia, los parámetros políticos y civilizatorios para conseguirlo, procurándolo a cualquier precio.  Se hace la guerra.  Se mata, se traiciona...  No hay amigos, sino seres o países portadores de lo requerido.

Medio mundo sabe que en África existe un llamado "triángulo del petróleo”, conformado por Libia, Sudán y Nigeria, donde los europeos, estadounidenses y su imperial OTAN se esfuerzan por prevalecer, por mentir, matar, guerrear, liquidar, conquistar, robar, expoliar, explotar, birlar.  Lo sabemos.

Como sabemos que China, él desmesurado competidor industrial de los EEUU, monstruo también necesitado de petróleo, opera por esos lados, en África y en el mundo entero, explorando el hidrocarburo, negociando, quitándole mercados energéticos a los norteamericanos y europeos, pero utilizando otros métodos....  El intercambio, el comercio, las alianzas con más convincentes beneficios recíprocos. (Los estadounidenses entran a tu casa, comen de ti, esperan que le pagues por su visita y, si hay descuido, te quitan la casa con patio y recursos incluidos).

La guerra europea y yanqui en pos del petróleo es expresión de desesperanza, de impotencia, de imprevisión al no haber ido cambiando el esquema de consumo energético.  Los años pasan y el crudo se agota..., y ellos sin solución luminosa sustitutiva de la fuente energética precaria.

“Medio mundo sabe que en África existe un llamado "triángulo del petróleo”, conformado por Libia, Sudán y Nigeria, donde los europeos, estadounidenses y su imperial OTAN se esfuerzan por [...]”

Entonces, como es lógico, hay la guerra.  EEUU, Europa y la OTAN realizan la toma geoestratégica de Libia.  Libia es posición en y hacia el Mediterráneo; es una punta de la triada petrolera del África, mencionada arriba.  Es palanca de aspiración de otros sueños de conquista, de posicionamiento imperial, de geoestrategia.

Es Irán en la mira, en la punta del ojo, para realizar la jugada completa.  Para señorear el mundo.  Es un guiño anunciador en pos también de Venezuela, en tiempo posterior, cuando el plan así lo decida.  Venezuela, la mayor reserva, intocada por los momentos por la garra imperial, tanto más cuanto está asegurada en el llamado “patio trasero”, en su zona de influencia, en su mercado, granero.

A nadie se le esconde que los EEUU y su OTAN perfeccionan el método saqueador, afilan sus guerras preventivas, te inventan cualquier cuento para meterte la garra.  EEUU, la OTAN y, ¡también!, su ONU.  Tristemente.   Por ahí se ve que el mundo cambia, envejecen sus instituciones o pierde su centro, instituciones que se afinan al servicio de etnocentrista causas...

De cerca se sabe, por aquí en Venezuela, que una hora le fijan para la agresión en el calendario, ordenadamente, después de que el poder imperial cumpla sus objetivos por allá en lejanas tierras orientales, cuna civilizatoria del mundo.  Que el hecho de hacer vida en el “patio trasero” no apura los planes, como si fuera su granero seguro, disponible a conciencia y al antojo.  Eso se sabe. El Caribe va siendo tomado y la presa atenazada.  Viejos son ya los movimientos.  Objetivo: Venezuela y su Faja Petrolífera del Orinoco. El Plan Colombia por oeste, Haití con un comando estratégico en el Caribe, con sus cascos azules “protegiendo” civiles del terremoto, que ya sabemos cesó hace tiempo; Holanda y su Curazao muy cerca de la costa.  Ni que hablar de las flotillas de guerras y sus planes bélicos, sus operaciones Balboa.  Está claro. Cuba es un sabroso pastelito bélico deseado desde hace mucho tiempo, con sabor a vieja colonia, que también, como Venezuela, ha de ser controlado.

¡Ojalá que el saberlo sirva de algo!

 

Nota: 

Este artículo le hace justicia como fuente e inspiración a las declaraciones de la economista Ana Esther Ceceña, Investigadora Nacional, adscrita al Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.  Tomado de TeleSur:  http://www.youtube.com/v/agpVwMIVJvA

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Un bilateralidad de cuidado: EEUU-China, relaciones peligrosas

China - EEUU, relaciones El horizonte se arremolina.  Vientos de cambios mueven el mechón de la sociedad y vida.  Hay crisis y se barruntan transformaciones.

Los EEUU, la mayor potencia militar del mundo, presentan fisiológicos problemas.  Su interno organismo se convulsiona en silencio, bajo la puja de guardar las exteriores apariencias.  Por fuera el rostro sonríe, como le tiene que corresponder a un jefe militar que debe inspirar confianza a sus seguidores, a su sistema, a su preponderante supervivencia; pero interiormente el estómago, el corazón y la mente crujen como ante la irrupción de piedras u obstrucciones en el camino de las funciones.

Ya como que el coloso va dejando de atraer a los buscadores de oro.  Ya como que no se matan por irse a vivir en una parcela de sus tierras.  Como ocurre en Europa, donde la gente se estremece al imaginarse la probabilidad de tener que salir de sus terruños a explorar mundos, al analizar la proyección de las curvas gráficas, al sentir bajar su acostumbrado alto nivel de vida.  En España, por ejemplo, donde muchos odian tanto a los “sudacas”, como que se repite el cuento:  se presiente una nueva emigración hacia tierras suramericanas, buscando más prósperos rumbos.  Como en general ocurre en el mundo, para no dar la impresión de que sólo se joden unos pocos.

Es la crisis, pues, la crisis financiera.  El declive de un sistema.  El envejecimiento de un coloso minado por deudas, aunque sobre un pedestal de armamentos.  El cambio de época.  El cansancio y vicio de un mecanismo que en su mocedad tuvo mejor vida y que ahora es un bicho metálico que amenaza.  La hora crucial de un imperio que, al no poderse manejar, se desarticula y muestra sus primeros espasmos.  La hora común final de los sistemas e imperios que en el mundo han sido.  El quiebre escandaloso de la propuesta plutocrática de que un 1% de la población ha de ostentar el 99% de la riqueza mundial.  La evolución de la tolerancia humana.  La conciencia. La caída.  El colmo.

En EEUU no hay dinero para pagar el sistema público social.  Cunde la deuda, y el 1% mencionado se mueve arteramente para liquidar los beneficios sociales y educativos de la población con el propósito de ahorrar y recabar los montos requeridos.   Aumenta el desempleo.  Baja el nivel de vida; se vuelve trizas, en fin, el sueño americano.  Ello en lo interno, que es decir grave cosa, porque habrá de ser duro que un orgulloso estadounidense se desacostumbre de su providencial aureola de prosperidad y abra su boca con hambre, como si fuera un famélico africano de esos de las historias eternas, o como si fuera un griego, de esos del presente, sin trabajo ni casa que dar u ostentar, hueso en cueros.  En proyección, hablando de lo interno fisiológico, la amenaza del sistema imperial de los EEUU radica en su propia gente, en su propia tierra, en su decadencia y depauperación poblacional.

Crisis que amella los filos y evita que el orgulloso guerrero corte tan eficientemente la tripa en el combate como antes.  Esto es, que convenza y atraiga no más que por prestigio y estampa; que no haga pensar que será necesario utilizar la fuerza para remediar sus problemas y los de sus allegados (como ya va pareciendo una práctica sistemática), dado que en medio de estados de guerra las fidelidades y futuros se hacen inciertos.  Dado que en medio de estados de guerras las configuraciones mutan; dado que en medio de estados de guerras las poblaciones son el combustible de las armas y los alimentos poseen un origen bélico.  Dado que en medio de estados de guerra la conciencia pare y puede concebir ángeles o demonios.  Dado que en medio de estados de guerra se come más o menos, siempre con la mancha latente de la sangre ante los ojos. La guerra es un planificado accionar humano que suele preceder al caos.

En lo exterior, la cosa no es menos preocupante.  Los chinos se han erigido, a partir de una antigua sociedad campesina y feudal, luego comunista, ahora híbrida y poderosa, en la nueva potencia del futuro…, a menos que los estadounidenses recurran nuevamente a otra de sus soluciones “amarillas”, esto es, a bombas atómicas o novedosísimos armamentos, como los lanzados sobre los japoneses para reducirlos. China y no hablando a largo plazo:  es ya, en el presente, a menos de un quinquenio.  Las proyecciones colocan a China como la primera economía del mundo para el 2.015, siendo hoy la segunda, detrás de los EEUU.

El cuento doloroso para los estadounidenses es que parecen mirar desde una esquina, impotentes, el crecimiento asiático indetenible, sin fronteras.  Los chinos se las han arreglado para abaratar al mínimo lo mismo que los EEUU produce a grandes costos; han incursionado en la era de las armas cibernéticas, nucleares, espaciales; han pisado ya el espacio y dejado su huella propietaria y competitiva sobre los cielos; han concretado alianzas militares y económicas; se han extendido por el mundo como una premonición vital de los nuevos tiempos.

“No parece concebible que un debilitado invierta toda su riqueza en un poderoso y aspire luego a obligarle al pago”

De hecho, los buques del comercio bilateral, parten de China cargados y regresan vacíos, como un cascarón indicio de la nueva preeminencia económica, fortaleciendo sus yenes, acrecentando sus divisas en el extranjero, sus dólares.  De hecho, los EEUU están atascados casi hasta el alma de la riqueza china, lo que podría equivaler a decir “embargados”, “endeudados”.  El mayor acreedor del total de la deuda de los EEUU es China y tiene China invertido en los EEUU 2,14 billones de dólares, dos tercios de sus 3,2 billones de divisas internacionales, las más grandes del mundo.  Digiérase lentamente lo dicho.

¿La tragedia yanqui?  Los EEUU están prácticamente embargados.  Recientemente los chinos se les pararon con fuerza en el firmamento para pedirles reparos en cuanto al manejo de sus estructuras económicas internas, pidiéndoles protección a sus activos; y tuvo que viajar el vicepresidente estadounidense para calmar al gigante asiático en relación al pago de su deuda.  Los EEUU han pisado casi ya la humillación de la moratoria en sus pagos, sea ya porque no puedan o quieran pagar.  Tal es el hecho.

De petróleo, ni hablar.  China se ha convertido en el mayor competidor de los EEUU en materia de captación de mercados de hidrocarburos, ejerciendo una política estratégica y persistente.  Como ejemplo, se puede mencionar África y América Latina, última ésta un nuevo mercado para sus inversiones en plena frente norteamericana.  Derrotados en esta materia, los EEUU y su camarilla europea poco a poco han venido perfeccionando su modus operandi compensatorio:  la invasión y la guerra, el despojo y la violación del derecho internacional.  Irak y Libia han sido los últimos barriles de petróleo saqueados por sus huestes.

¿El meollo del problema?  Un coloso en decadencia, pero armado hasta los dientes, debe mucha plata, y es de gran expectación ver cómo paga sus deudas, si humillantemente declarándose en quiebra y cancelando de cualquier modo o si apelando a su armamento salvador para generar un caos mundial, donde las cuentas se hagan difusas, o si borrando de un bombazo a tan molesto acreedor, como ha de ser el sueño de muchos hombres de Estado en los EEUU.  Como si se pudiera soñar hoy que China puede ser el Japón del ayer, amarillos de ojos rasgados recibiendo condiciones de un preeminente, providencial y vencedor imperio de los tiempos.  Como si los sueños siempre se cumplieran y sueños no fueran…

Los EEUU se han volcado hacia el panorama internacional a cumplir algunos de sus sueños de poderío y hegemonía, violentando los derechos y normativas, burlándose de las reglas.  Invadieron Irak en contra de las resoluciones de las ONU; robaron el dinero de las reservas internaciones de la reciente Libia.  Pero con China ¿ha de ser igual?  ¿Se puede zamaquear China como a un pelele?  ¿Se le pueden birlar sus divisas así como así?  ¿Se le puede inventar un cuento para generarle una guerra (salvadora de cuentas) y bombardeársele impunemente, así como invadírsele?

He allí el detalle, como decía el viejo Cantinflas.  He allí la tragedia de la realidad gringa. He allí el vaticinio de Nostradamus sobre la “raza amarilla” y la nueva hegemonía. No parece concebible que un debilitado invierta toda su riqueza en un poderoso y aspire luego a obligarle al pago.  Ilógico y tonto, ¿no?

Los tiempos que vienen están por verse, y eso nos importa a todos, potenciales afectados.  Como un borracho que se cae y se lleva el mantel de la mesa entre sus dedos crispados, o como una piedra descomunal que se lanza a un lago y genera olas destructoras, así el declive de un coloso nos afecta en tanto somos entorno.    

miércoles, 17 de agosto de 2011

El hedonismo como decadencia imperial: Roma, Europa, EEUU

Roma

Cuando los antiguos romanos llegaron a una plenitud de conquista y las arcas imperiales rebosaron de tributos procedentes de lejanos pueblos, uno puede pensar que el romano común (¡ni hablar de los patricios y mandamases de entonces!) flotaron en una confortable comodidad que pelo a pelo los llevó a no pensar más en guerras ni conquistas.  Total, casi todo el mundo conocido se lo había zampado entre los bolsillos, primero asolándolos con la espada.  Se era rico y ello en sí se traducía en una cumbre, dizque humana o civilizatoria.

¿Por qué razón complicarse la vida con derramamientos de sangre, alaridos de combates y sudaderas estresantes?  Gozar de la vida, hedonizarse, como que fue el paso consiguiente de semejante prosperidad, relajándose el sistema de cuerdas, poleas y disciplinas militares que, más allá de continuar conquistando el mundo conocido, debía al menos mantener lo conquistado.  Así se aproximó la decadencia, la desvirtuación de una sociedad originariamente bélica.

Se dirá que el imperio se hizo tan desmesurado que manejarlo se figuró una pesada carga, con toda la recarga que también significó su burocracia.  Los romanos centrales poco a poco empezaron a delegar, a formar subimperios, consulados, apartados, para que otros hiciesen el trabajo.  Mientras tanto, el dios vino, el desborde y el semen ha de haber sido la mayor preocupación de una Roma que paulatinamente empezó a sentirse realmente alejada de lo terráqueo y sus amenazas, a pesar de la molestia permanente que significaron las hordas bárbaras.   El resultado fue la fragmentación, la desintegración, la decadencia que todos conocemos.  Por ello se dice que, por una razón u otra, no hay imperios eternos:  si no caen por el peso de otros, lo hacen por el suyo propio.  Podría no la vida cansarse de sí misma, pero no así el sistema.

Y digamos que ello, el ciclo de subidas y bajadas en que consiste la evolución o progreso humano, figura una certera ley del comportamiento.  Se es disciplinado y tenaz mientras existan propósitos que conquistar, y también mientras exista control y coordinación de las partes que conforman el cuerpo a avanzar hacia los objetivos.  El Imperio romano se hizo tan grande que dio la impresión de perder la conciencia de sus partes, hecho que bastante se correlacionó con los efectos de una sociedad implosiva, sumida en el vicio, carnal, aflojada de cualquier principio al que en un tiempo se había aferrado como doctrina imperial.

Europa

Europa es una sociedad que actualmente explota.  Se le llama el continente viejo y la configuran viejas antiguallas de la historia que al presente lucen como diluidas en su potencial.  Hablamos del cristianismo, del principio feudal o señorial, de la ínclita razón griega y, a propósito de la parte anterior, del principio imperial, legado de faraones, griegos y romanos, especialmente de los últimos.

La sociedad vieja europea se diluye en el tiempo.  Su alma como que pierde principios en medio de esta era tan diversa y cambiante, era de la política mercurial, cibernética e informática.  Con viejos recuerdos de cruzadas en el Medio Oriente, se sabe ya de religión no única; con triste gesto de señor en decadencia, se sabe ya feudal superada; con rostro y matemáticas atónitas, se sabe ya desquiciada de los mecanismos del razonar, que no han llevado más que a la guerra y a la miseria al mundo; impotente, al comprobar que el mundo no es gobernable ni aprehensible, como siempre han soñado los imperios, a pesar de la informática, del parcelamiento científico del universo, del hábito posmoderno de dominar mediante la opresión de botones.

Como el viejo Imperio romano, Europa vivió su plenitud hedonista, su confort, independientemente de que haya sido a costa del saqueo y la explotación de los otros pueblos de la Tierra.  Del engaño, de la expoliación, del tráfico en toda su variación (la sonrisa de un europeo tiene base en la encía derrocada de un pobre de la Tierra).  Aún hoy vive viejas plenitudes en algunos de sus países, aunque en su mayor parte haya empezado a permearse el agua del desconcierto y la crisis.

Se hizo señor feudal y perduró hasta el pleno del siglo XX (con actitudes y hábitos) y, como la vieja Roma decadente, aflojo el control y la disciplina, el empeño de conquista o dominio, la necesidad de mantener joviales y preponderantes sus valores culturales, y cedió el paso a la dulzura de la sombra y otros vinos.  Cedió el paso a la historia que avanza y cambia el rostro mundial.  Se cansó de las guerras y empuñaduras.  Se confió a un nuevo coloso, hijo de sus entrañas, para que velase por su estampa e intereses (EEUU), pero coloso aparentemente de vida efímera imperial y en la actualidad con problemas.  Coloso amenazado por China, la nueva madre de los colosos en un plazo de diez años.

Olvidó que las matemáticas y las economías no pueden sostenerse eternamente sobre la base de los tributos y el rasgo de señorío inmutable; que el mundo cambia, pasa y da crecimiento a otras dimensiones y culturas. A otros cálculos y raseros.

De forma que hay que presentir la inminencia de grandes y convulsos eventos para la humanidad si Europa (tabla de la convención cultural y soporte matemático de la misma convencionalidad) cae.

EEUU

Decadencia imperialLos muchachitos del ejército estadounidense han empezado a suicidarse.  Lo hacen a granel, asustados de la misión de “conquistar el mundo” que sus superiores le encomiendan.  Como Pinky, el ratón de la caricatura de Cerebro, no pueden comprender cómo es que lo sacan de sus dulces hogares, donde juegan hartamente a la guerra virtual, para ir a morir en guerras de verdad, en las que de verdad te desangras y dejas de vivir la cómoda vida al lado de tus padres.  La razón, heredada de la vieja Europa, piensa que, si se tiene todo (poder, bienestar, desarrollo), ¿por qué demonios guerrear y no dedicarse a saborear el laurel del sueño americano, ese que dicen los mass media que disfrutan? Epicuro dejó bien sentada en el viejo continente las bases de la felicidad 300 años A.C.

 

“Como la gran piedra que en el mar cae, tiene que comprenderse que el coloso al caer hundiría también su volátil entorno.”

 

Después de llegar al nuevo continente, bregar tanto para imponer las colonias inglesas, alemanas e irlandesas, matando indios en un principio, además de pasar por la tan terrible guerra civil para tener una unidad de patria (matándose entre ellos, posteriormente), sale al menos disfrutar de la paz tanto bregada.  Sale disfrutar del poderío de la tecnología por ellos inventada.  Sale el solaz.  Sale la predestinación providencial. ¿A qué andar conquistando mundos si el mundo y ombligo de él son los mismos EEUU?  ¿No es tal el cuento?  Como tal es una reflexión del soldado que hace patria muriendo en la aventura de las conquistas incompresibles.

El imperio estadounidense se extendió soñando el control mundial mediante la opresión de un botón, en virtud de su tecnología.  Se hizo grande aprovechando los abordaje que le hiciera la historia:  su entrada “heroica” en la segunda guerra mundial, cuando los rusos habían hecho ya el trabajo; su preeminencia como potencia matando cientos de miles de humanos con un artefacto de su invención (bomba atómica, de cuna alemana, en realidad) y con el derrumbe de su principal competidor de la Guerra fría (la URSS).

Hoy es grande más allá de sí mismo (aunque no de sus ambiciones) y a punto de preterizarse.  No parece poder controlar las partes de su cuerpo, mismo que se mueve en la guerra de invasiones y de control estratégico que efectúa.  Sus soldados, como demuestra la tasa de suicidios en alza, ya no quieren combatir ni inmolarse; pero sus problemas monetarios lo empujan al combate para intentar sostener el estatus de poderío que requieren ostentar ante el mundo en su propósito de domeñarlo (noblesse oblige).  Peor aún:  sus ejércitos (ahora llamados “fuerzas especiales”) amenazan con actividades autónomas en los lugares que operan, al servicio, sin duda, de fragmentadoras causas respecto de la unidad imperial. El viejo cuento de la desmembración romana a lo postmoderno. Los pequeños imperios, los imperios delegados, desprendidos, volantes propios, la vieja Constantinopla microbiana.

La sociedad norteamericana, como la europea, se hedonizó también, explayada en el confort que ablanda el músculo y genio de la guerra.  No quiere guerrear, aunque quiera jugar a la guerra, electrónicamente, en casa, y dedicarse al sacro consumismo de su cultura nacional.  Su viejo espíritu imperial parece en quiebra, en medio de tiempos tan cambiantes como los que vuelan y que inauguró ella misma hasta cierto grado, donde parece apuntarse el comunitarismo (como prefetiza el Daniel cristiano), la unión de partes, las parcialidades entendida, las partes post-crisis.  Donde es imposible controlar las emergencias amenazantes sobre preeminencias preestablecidas.  Donde ya no es posible monopolizar el conocimiento, la cibernética, el poder atómico, en saber universal, cuyo principal requisito para accesarlo es la condición humana.

Múltiples problemas acucian al coloso.  El dinero, la paz interna, el comercio y sus transnacionales, sus ricachones más poderosos que el Estado mismo, la competencia militar de emergencias potencias, su condición de economía comprada o embargada por factores exógenos, lo que equivale a decir su economía ficticia y peligrosa.  Diremos que próximos a una explosión (con efectos encadenados, lógicamente), considerando fundamentalmente tres hechos:  Europa, el viejo modelo y vieja aliada, decae; el mundo es un campo de guerra hacia donde la crisis lo empuja para paliar necesidades y defectos financieros; China, la nueva cima de la economía mundial y la nueva potencia de los tiempos, es poseedora de los dos tercios de su dinero internacional. Bomba con reloj de tiempo.

Fragmentan al coloso sus propios problemas, producto de la decadencia espiritual de la cultura occidental (visión de mundo imperial, señorial, razonable, religioso); su sociedad estupidizada y hedonista en pensar y obrar; la emergencia bárbara de nuevas potencias competidoras, como es el hecho.  En la medida en que cae el velo, por ejemplo, de para quién a fin de cuentas trabaja un soldado al rendir su vida en la guerra, la sociedad parece entonar una reflexión y parecen arreciar vientos de cambios en las conciencias nacionales, con efectos deplorables sobre el concepto “imperio”, “unidad”, con remozamientos de la noción fragmentaria. Hay la amenaza (esperanza para otros) de que el norteamericano común despierte del sueño encantado (como ocurre hoy) hacia una revolución de conciencia y se convierta, final y redentoramente, en bárbaros de su propia libertad, sobre su propio suelo.

Como la gran piedra que en el mar cae, tiene que comprenderse que el coloso al caer hundiría también su volátil entorno. Templanza, pues, en el esperar y comprensión para calmar.

domingo, 7 de agosto de 2011

Cómo ser un hijo de puta

I. Puta.

La palabra “puta” o “puto”, como el que ejerce esa semántica en vida, es de origen incierto.  Es lo primero que aclara el diccionario:  “De or. inc.”  Pero medio mundo sabe lo que significa, sin complicaciones etimológicas.  Cuando abres las páginas del diccionario ─o de la vida─, de inmediato se te clavan proyectiles semánticos: prostituta, que obra con malicia y doblez, despreciable, molesto o difícil, denigratorio.  No otra cosa puede proceder de quien ejerce un oficio de “blanco”, de objeto de tiro al blanco.

Puede una puta tener definido su origen, pero su oficio la sustrae de su raíz y la pone a volar por el mundo, con muchos significados y poca definición.  “Puta” es aire, azar, incertidumbre, la brizna de paja en el viento.  Una nada aunque nutrida de muchas significaciones.  La madre o padre de una puta no pasan de ser los padres de una prostituta, probables elegancias que se retrotraen de una vulgaridad.  Porque hasta en esto hacen su juego la forma y semántica de las palabras:  como que hay más dignidad en ser padres de una prostituta que de una puta, por aquello de que trabajar es algo digno...

Putas y prostitutas históricamente han realizado su rol.  En la Roma antigua eran una total institución de aceptación social:  su efecto era de drenaje, equilibrante de los humores, de contrapeso moral (si no había putas tampoco existía el contraste y no se podía tasar la condición de una mujer virtuosa).  Mal necesario, si moralmente hablamos.

Como no se atina a catalogar con certeza qué fue lo que hizo Eva al engañar a Adán y a dios con la serpiente (forma alusiva, por cierto), se tilda el oficio de puta como el más antiguo de la Tierra, por aquello de los antecedentes.  No se dirá que Eva fue una puta exactamente (nadie se atreverá a ello so pena de injuria propia), pero muchos espíritus machistas la acusan de sembrar esa semilla de la libertad fácil de ceder a la tentación de los sentidos.  Caso contrario, que algún estudioso establezca que la fundadora de la especie fue de semejante condición, de sobra sabríamos que el género humano es un hijo de puta redomado.

Ser puta es profesión o tara condición que en vida se escoge en la mayoría de los casos, con independencia o no de padres puteriles.  Aunque científicos hay que aseveran que los genes son los responsables, así como de la homosexualidad.  Se es puta o marica por humor genético en tal caso, y los pobres padres de una puta o una marica no pasarían de ser los inocentes portadores de un código genético.  También hay un aluvión de casos de putas obligado por las condiciones económicas y sociales, y en estos casos hablaríamos de injusticias, de lo mal que anda el mundo.  Algo así como si pudiéramos afirmar que hay putas que no lo son, que son limpias y santas por dentro.

 

2.  Hijo de puta.

Pero ser “un hijo de puta” es otra cosa, aunque sea harina del mismo costal puteril.  Es una vaina que no se escoge en la vida, caramba, recayendo la responsabilidad sobre los vándalos padres o sobre los hijos de putas de genes, que igualmente condenaron a vuestros inocentes padres.  El azar de la vida con toda seguridad hará que tú seas un hijo de puta, independientemente de que vuestros padres hayan escogido deliberadamente el oficio.  Porque no es justo para tí, amigo lector, ni para nadie en general, que la vida te monte sobre el hombro semejante madero penitenciario procedente de los bosques del semen residual.

Es seguro que dirán ─por más alto que vueles en la vida─ que eres un hijo de nadie, de paternidad desconocida.  De forma que lo único que se te podrá creer es que eres hijo de dios y de la vida, como todos.  El sentimiento de injusticia (rayante en el sufrimiento) se agrava en la medida en que tu persona sea un dechado de virtudes, en nada sospechoso de tan avergonzante origen.  De modo que podemos decir que así es la vida, redondeando con el clisé, cuando se es producto de una configuración genética y no de una voluntad.

Mas hay carajos en el mundo (carajo por lo grande, por gran hijo de puta) que no siendo hijos de ninguna puta conocida escogen serlo, con toda la fuerza de una profesión.  El mundo está lleno de ellos, no escapándose Venezuela, por supuesto; y es cosa que no se entiende en el género humano, manipulado desde las honduras por tantas fuerzas telúricas, inconcientes, simbólicas, mágicas, etc.

Para entender lo anterior, primero hay que sentar que existe un molde de hijo de puta y que, sin complicarnos mucho, se debe entender que modela a un ser “mala persona”, como define el diccionario, pero insultantemente mala persona, como define la vida.  Si bien el afectado por el remoquete de “hijo de puta” no necesariamente escoge a sus padres para ejercer su condición, como quedó dicho, es claro que sí escoge el molde existente para definirse como tal.

Así podemos entresacar que este mundo está lleno de hijos de puta sin necesariamente tener una madre o padre de tal condición. Y, si consideramos que un hijo de puta no tiene gran culpa por serlo biológicamente, hay que dejar sentado que más hijo de puta y mucho más culpable ─moralmente hablando─ es quien decide serlo sin tener la prelación materna.

Se tiene, pues, que un “hijo de puta” no necesariamente es una persona hija de una puta en concreto, sino un desgraciado envidioso de la condición natural que ostentan otros mortales; que se esfuerza en serlo y, si tiene suficiente cojones para la brutalidad, el cinismo y la maldad, invariablemente lo logra.  Se infiere, finalmente, que hay hijos de putas naturales (los de madre puta) e hijos de putas artificiales (los de madre puta ficticia, pero con comportamiento nato de un hijo de puta genuino), con la particularidad de que los segundos son más merecedores de la palma que los primeros, como quedó dicho.

 

3. Hijo de putismo en Venezuela.

El galimatías anterior, para los que no entendieron un puto ápice, viene al pelo a la discusión que actualmente se desarrolla en Venezuela sobre qué y quién es hijo de puta.  Para dar pautas a vuestra imaginación (puesto que no osaré a dar nombres), únicamente transpole los esquemas semánticos puteriles comentados y pregúntese quién desdice de la condición de su madre santa al definirse envidiosamente como un hijo de puta, comportándose como tal. 

Si usted quiere vaya más allá y ponga que la madre es el pasado histórico del sujeto (ya que la madre biológica no es puta), de donde viene como persona y al que le falta insultantemente al ejercer su nueva condición humana.  Venezuela está llena de ellos:  dueños de periódicos, de plantas de TV, periodistas, políticos, etc. 

Vaya más allá, si quiere y complicando más el tema con las transpolaciones, y diga que hijo de puta es el hijo de gato pero que no caza ratón, lo que equivale a decir, por ejemplo, que si tu eres hijo de tremendo revolucionario o en el pasado lo fuiste y ahora no eres más que una vergüenza cómodamente sentada a la derecha política venezolana, no eres más que un genuino y redomado hijo de puta de la vida, tracalero truhán de condición, deshonesto por vocación.  O si eres hijo de un trabajador comunitario y social, de cuya obra y legado te vales en el presente para desdecir de su originario espíritu, ejerciendo el egoísmo y la traición por aquí y por allá.  O si eres dueño de un periódico, cuyo padre intelectual y de ideas socialistas te lo dejó y tú lo manchas con el ejercicio vil de la derecha...

Para ser un hijo de puta no hace falta madre, sino la condición de traicionarse a sí mismo y ejercer la condición.

Usted ponga los nombres, que mucho se ha hablado ya.

viernes, 29 de julio de 2011

El tramposo de Hugo Chávez (psicología y argumento de una extrema oposición política)

Chávez enfermo El presidente de la república, Hugo Chávez, está montando un exitoso show mediático, con un también exitoso rédito político.  A fuerza de inventarse más células cancerígenas de las que una vez le detectaran (si es que ocurrió) y de soplar a los cuatro costados que pronto perderá el cabello, quedando calvo (¿un presidente calva?  ¡Ufff!), además de protagonizar espectáculos sensibleros junto a sus padres y otros familiares, se ha lanzado a recuperar en firme puntuaciones políticas que alguna vez perdiera durante su larga ya trayectoria como presidente de Venezuela.  De acuerdo con los análisis respecto de su popularidad, ha tenido dos bajones significativos:  uno cuando cerrara RCTV en 2007, 10%, aproximadamente, lo cual lo ubicó en un 69% de popularidad; y el otro a finales del mismo año, octubre-diciembre, cuando la reforma constitucional, 14%, más o menos.*

Pero ante la estrategia actual de ese tremendo embustero que ocupa Miraflores, tales cifras son ya cosas del pasado.  Sin duda un hallazgo, mérito a él mismo, con toda seguridad, y a sus asesores cubanos, bichos humanos que no tienen reparos en acudir a mañas y artes negras para trocar realidades en magias o fantasías, o viceversa.  Es un barroco de la mentira, como en literatura lo fue Alejo Carpentier, a propósito de cubanos.    De paso, dígase que el hombre estuvo ayudado por esa otra gran estafa mediática que fue la Gran Misión Vivienda que implementara durante este mismo año y que consistió en dársela de santurrón preocupado por los pobres, protagonizando espectáculos gimoteros al lado de los desdentados y junto a su pretoriana Milicia Bolivariana.  Reconózcase que tal mentira de las viviendas fue una suerte de precedente de esta situación que ahora experimenta con su subida de popularidad, por supuesto (no faltaba más para las suspicacias), en tiempo preelectoral.  El año 2.011 le ha caído al pelo (aunque pronto se diga calvo) en esto de revivir o fortalecerse políticamente.

De ponerse a hacer ranchos con fachadas de apartamentos, dizque para dignificar a los pata en el suelo, a aparecer en TV con la falacia de un cáncer mata-prócer independentista, es poco el trecho que tiene que recorrer un ilusionista político como él, digámoslo así para no ofender majestades con la tan hórrida palabra “embustero” o “tramposo” y también para evitar que sus esbirros me vengan buscar para meterme tras las rejas por expresar mis opiniones. ¡Ah, mi país!

Yo me paro ante el TV, como si lo hiciera ante el espejo, y me digo, hablándole a dios y al corazón, pensando en la familia y en los hermosos sentimiento terrenales, en la honestidad y los bellos valores morales:  “¿Oscarcito, vale, tu sería capaz de mentir así como ha hecho ese hombre, ante todo un país, sosteniendo una infamia de mentira sobre su salud, nomás que con el propósito de mercado político de remontar una lochas en las encuestas?”

¡Cojones hay que tener!  De suyo, hay que ser inmoral.  Lo anterior sin la consideración de que con su comportamiento monstruoso hace llorar a su madre delante de las cámaras de TV.  Una simple infamia, como no se ha visto desde que Bolívar libertara estas tierras.  Claro, cabe la posibilidad de que la familia Chávez toda esté implicada en la movida, en fraude, en el engaño de victimizar a un tirano para que se eternice en el poder miraflorero. En tal caso, madre, padre, hijo, nieto, hermano y todo lo que lleve el mote sanguíneo chavista, ha de ser un desfalco a la moral, con el agravante de publicar sus intimidades a través de los medios de comunicación, si es posible en cadena, sin ningún reparo ético. Desparpajo, pues.

“Como decir que “muerto el perro, se acaba la rabia”.  Y un Chávez, con su mentira, se queda con el país, como los nazis sin enemigos políticos se quedaron con Alemania.” 

Bueno, en lo concierne a alcanzar el poder o mantenerlo, la historia ha hablado y nos dice que el hombre es capaz de atrocidades, desde decir, como entre antiguos, que se es hijo de un dios, hasta lo contrario, que se es hijo del innombrable (para dominar con base en el miedo), y que por ello no se tiene la culpa al ser objeto de unas profecías o destino.  Algunos han matado o lidiado con sus padres o hijos o hermanos (en materia divina, Zeus y Cronos; en materia humana, tenemos el cuento de Rómulo y Remo, para no irnos al inicio del mundo con Caín y Abel)

Lo cierto es que el hombrecito de Miraflores apunta alto y ya asegura su triunfo para las elecciones de 2.012, sintiéndose reconfortado con el fruto de sus mentiras.  Ha subido en las encuestas, es un hecho reconocido hasta por el más recalcitrante de los nuestros.  Ayer nomás le puso fecha a su cumpleaños 67 en el dos mil y tonta, proponiéndole vida y vitalidad a todos sus seguidores.  Ha de ser este hombre, pues, una marca de la historia, sin duda, un potencial terror del género humano como lo fuera Hitler en su tiempo.  Porque, te digo, mentir así sobre uno mismo, sobre algo tan serio como la vida, inventándole nada menos que un cáncer al país y a la familia misma para perpetuarse en el poder, ha de tener algún esotérico paralelismo con aquella noche llamada de los “cuchillos largos” que ejecutaran los nazis para eliminar a sus rivales políticos.   Como decir que “muerto el perro, se acaba la rabia”.  Y un Chávez, con su mentira, se queda con el país, como los nazis sin enemigos políticos se quedaron con Alemania.  Toda una irrealidad de moral ideal revolucionaria.

Porque lo que hace el presidente es quedarse con el poder, recurriendo a sus tretas de precipitar el sentimentalismo de un país.  No tiene moral, y lo que aspira es una situación sin bases reales, cual ídolo con pies de barro.  Un nazi sin rivales políticos, con el poder en consecuencia, sin ningún tipo de cuidado ético; un político latinoamericano (afrodescendiente y futuro calvo) con el poder, por arte de la mentira, sobre la base de un sentimentalismo nacional, sin apego real a la ciencia política.  Eso es Chávez y su revolución.

Tiemblo de pavor al imaginarme en cualquier momento su aparición en público, con su cabeza pelona, victimizándose ante el país como líder abnegado que ni duerme ni come en sus funciones y que desarrolla cáncer de tanto trabajar.  ¡Una pesadilla!  Algo así como que vendría a cobrar más puntuación política para su popularidad con miras en el 2.012.  A no dudar, la estrategia de las estrategias, hasta el grado de que hasta dan ganas de enfermarse, así tan deportivamente, para captar votos.  Pero, sabemos, el país que no se deja engañar (¿la mayoría?) ya sabe que, con toda certeza, apenas gane las elecciones allá en el 2.012, el tema del cáncer en candidatos o presidentes será objeto de estudio, de marketing, de reflexiones en materia de publicidad y cálculo político.

Mucho pensaré en ello a la hora de votar, con la espantosa sensación de depositar un voto perdido.

Notas:

* Ver reportes del Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD) de junio de 2.008.

jueves, 21 de julio de 2011

El triunfo no oficial de Venezuela ante Paraguay

Tarjeta roja Francisco Chacón La Vinotinto, el equipo de fútbol venezolano, ganó el juego ante Paraguay, como también en su ocasión se lo ganó Brasil.  Pero, como sabemos, factores no puramente futbolísticos sentenciaron los resultados que hemos oído, esto es, que el equipo vinotinto perdió el juego.  Se dice que esa es la historia oficial, aunque ya sepamos en este siglo XXI de acumulada historia que transitamos que no necesariamente lo que es oficial es contentivo de la verdad.  Se dice, como corolario, que no enfrentará en la final del domingo a Uruguay y que disputará el tercer lugar ante Perú.

La Vinotinto

Pongo unos ejemplos históricos de cosas “oficiales”, carentes de verdad.  ¡Dioses, hay muchos!  Pero puedo decir, con toda la sorna y goce revanchístico del mundo, lo que le ocurrió a Galileo Galilei, aunque sea un ejemplo alejado del tema pero no de la verdad.  Para la Iglesia Católica, oficialmente era un hombre equivocado, renegado respecto a las disposiciones y verdades de dios, en su tiempo amenazado con la quema por esos atrevimientos copernicanos de corroborar al sol como el centro de nuestro sistema planetario.  Resumo:  fue declarado oficialmente mentiroso y obligado a abjurar de sus razones, aunque la verdad estuviera con él y no con dios, como es hecho conocido.  Ridículamente fue declarado “absuelto” por la Iglesia en el siglo XX.

En el ámbito deportivo habrá cantidad de situaciones similares donde las historias paralelas circulen con su verdad-verdad por encima de las fementidas historias oficiales.  Viene a mi mente, por ejemplo, el gol “sucio” de Maradona ante Inglaterra (si no me equivoco), razón por la cual fue bautizado en la ocasión como “la mano de dios”, esta vez implicando a dios con lo oficial, a la sazón, con lo falso.  Para ese entonces Argentina ganó e Inglaterra pudo haber escrito este artículo para aseverar que la historia cierta es la paralela y no la oficial, donde ella ganó realmente la confrontación.

Como un rayo, me pasa por la mente ─otra vez alejándonos del tema futbolístico, pero acercándonos en verdad─ la historia antigua que relata el enojo de Ayax Telamonio ante el favoritismo de los dioses y Agamenón por Ulises, a quien premian con la armadura de Aquiles como honra guerreril.  La historia oficial relata que Ayax se volvió loco, manchó su espada con la sangre de animales, a los que mató en medio de una crisis inducida por los dioses, razón que al final lo determinarían a suicidarse; pero la historia paralela sabe que Ayax Telamonio fue uno de los pocos guerreros que no utilizaba el favor de los dioses para vencer en sus combates, debiéndose a él y sus recursos, a su condición humana a secas, sus triunfos y aureola de mayor guerrero de la historia antigua después de Aquiles (nadie desmerece a Ulises, que era pura inteligencia y condición bélica, pero con mucho artificio y mimo desacreditadores divinos).  Jamás se encomendaba a dios para salir a combatir y ello lo hundió finalmente, como puede un árbitro hundir en el presente a un equipo de fútbol con una decisión “oficial” y carente de realidad, para no decir equivocada.  Como ocurrió con Venezuela, pues.

“La Vinotinto, nuestra selección, ganó convincentemente el juego el día de ayer, como llevamos dicho, y el día domingo próximo se enfrentará a Uruguay[...]”

El equipo venezonalo ─que se encomienda mucho a dios, por cierto─ marcó el gol de la victoria temprano, en el primer tiempo, tanto que sería suficiente para su victoria “oficial”, según vimos posteriormente que Paraguay no tenía fuelle para vencerlo; pero ya supimos cómo el arbitro Francisco Chacón, cual el antiguo Agamenón de los premios, volteó la tortilla de la historia para anular la marcación y poner a circular la versión paralela del triunfo de La Vinotinto.  Fue juez ─hay que decirlo─ que se paseó el campo de juego de arriba abajo buscando faltas en contra de nuestra selección nacional, aunque al final el tiro le saliera por la culata y los paraguayos le pagaran con la moneda de la ingratitud, insultándolo y haciéndolo quedar como uno de los mayores ridículos de la historia (oficial) del fútbol actual.

El juego se hizo polémico con las decisiones del árbitro y hasta un presidente de país ha levantado su voz para reclamar los arbitrajes ante los entes normativos del fútbol (Conmebol).  El árbitro al final, quizás movido por la conciencia, procuró equilibrar los hechos en el juego(debió dolerle un mundo), sacando a un jugador de Paraguay, expulsando tontamente al director técnico y adjunto, pero muy tardíamente entonces para los efectos reparadores de su metida de pata.  El juego pasó a penales, donde sabemos que el dios Azar hace de las suyas.

Venezuela ganó el juego con creces ante Paraguay.  Le marcó el gol necesario para su triunfo, además de demostrar pundonor y dominio a lo largo del juego.  Que Paraguay mantuviese más tiempo la pelota es un hecho que no se puede comparar con la concreción y amenaza de gol del equipo venezolano cuando estuvo en dominio del balón.  El equipo paraguayo no sólo fue un fiasco de triunfo “oficial” en el terreno, no sólo ante Venezuela, como dijimos, si no ante Brasil, cuando se la pasó cuidando el arco para que no le metiesen el gol que los eliminase, como en justicia debió ocurrir; es también uno de los mayores sofismas deportivos de nuestro tiempo.  Como recordaremos, a Brasil le ganó a fuerza de favores del dios Azar de los penales, como parece hacérsele costumbre.

El equipo paraguayo es una de esas locas situaciones de las historias oficiales fallidas que llevan a una selección a una final.  Sin ganarle a nadie, sin demostrar contundencia, con cinco empates a cuestas.  ¡Insólito!  Las reglas del fútbol debieran reformarse y evitar que un equipo avance con un racimo de empate superior a tres, obligándolo a ganar el cuarto juego.  Es de loco que el perdedor real gané los juegos, aunque lo haga oficialmente.

La Vinotinto, nuestra selección, ganó convincentemente el juego el día de ayer, como llevamos dicho, y el día domingo próximo se enfrentará a Uruguay (a quien le ha ganado en anteriores ocasiones) en la final de la Copa América 2.011, con mucha posibilidad oficial (a veces convergen oficialidad y realidad) de coronarse campeón del evento.  En ese juego paralelo de la imaginación real (y valga nuestra indignación y desencuentros semánticos) no presenciaremos pelonas brillantes de árbitros parcializados corriendo de aquí a allá en pos de personales ilusiones, pescando detalles para sus fantasías y adoleciendo de irrealidades, como dijera Borges por ahí en uno de sus cuentos.  ¡Pa’ lante, Vinotinto y mucha suerte!