martes, 29 de septiembre de 2009

Neoliberalismo y IV República en Venezuela

Las neuronas de la clase política liberal en América Latina ─devenida en neoliberal, como sabemos─ han experimentado una evolución insólita, desde el punto de vista humanista, con repercusiones en su carácter de lo que debe de ser humanitario y su visión de mundo de lo que debe de ser la vida humana.

Su dirigencia fue a la universidad, no cabe duda, dado que bajo el sistema de castas y privilegios por ella cultivada era lo mínimo que le calzaba en el zapato, inclusive a la fuerza, para ilustrar un poco la imbecilidad de muchos ricachones que se iban a las aulas de clases a hacer bohemia, vagar, consumir drogas y, finalmente, graduarse de cualquier manera, no importando que comprando el título, dinero y poder suficientes mediante. Venezuela tiene records olímpicos en la materia.  Barraganería se le dio por llamar después de mucha práctica, considerando que la palabra supone el amparo o acompañamiento de algún poder detrás.

Tal es el aprendizaje:  la vida misma desarrollada, perfectamente individualista, si se quiere en mofa frente a los poderes constituidos del Estado mismo procurado históricamente (hablo de la derecha política neoliberal, que lo pinta ajeno por definición ideológica a intervenir en los sacros asuntos civiles). Nada digamos que el neoliberalismo, como forma corolario de vida,  es la reducción al máximo de la tal figura interventora estatal.  De modo que cualquier estupidez, abulia moral, acto de corrupción, es susceptible de escudarse bajo ese gran invento burgués de la democracia moderna:  el Estado de Derecho, la ley sometiente, pero ley al fin implementada en espíritu y obra por las castas dominantes del sistema.  (Un civil poderoso te cierra ilegalmente una vialidad y no es tan delictuoso como sí lo es si lo hace un pendejo pata en el suelo, como se le dice en Venezuela a los más huevones).

Como si dijéramos, para más señas, que el sueño neoliberal es tal discernimiento:  el Estado y quienquiera que sea se quedan fuera del juego político del ejercicio de unos derechos ciudadanos “inalienables” conquistados por la especie humana durante tantas revoluciones humanistas, pero escurriendo el bulto de que “ciudadano” no es quien vive en la ciudad, sino quien manda.  Una vil cortina de humo de la explotación del hombre por el hombre y la impunidad que toda transformación socialista ha de combatir.  Como una flor, con un lado feo, el “libre albedrío” no es necesariamente todo mar de brillos; puede ser un discurso con innombrables propósitos.

Por cierto, nadie tiene nada en contra del ejercicio de la vagancia o la bohemia como derecho de escogencia de vida, para retomar el ejemplo; pero, ¡caramba!, por qué venir a joder mi inteligencia con que un rico vago no es tal, sino un bohemio, y un pobre vago es peor que aun, un delincuente.  De paso obligándome casi a sentir admiración por uno, presuntamente artista, y aversión por otro, bajo el señalamiento de antisocial.

Porque tal es el fruto del cultivo del individualismo, del mundo apartheid, de la sociedad sólo para unos, de los ciudadanos más o menos valiosos:  la diferenciación privilegiante, el clasismo, el sentido de casta… El odio, el egoísmo.  A eso se llevan las neuronas a la universidad neoliberal, allá en las bienaventuradas universidades del mundo:  a ser cinceladas en la matrícula del darvinismo social, buscándole siempre la quinta pata al gato para evitar la intromisión de cualquier tipo de conciencia en el interés individual que ejerce el poder.   Fuera el Estado interventor y cualquier arresto socialista.  Nadie podría pasar por encima del derecho conquistado de ejercer el dominio sin que alguien se meta, mucho menos se dé cuenta.  ¡Al diablo con las revoluciones sociales y los otros derechos civiles!  El derecho de los potentados es una materia prelatoria en cualquier pensum universitario mundial.

No es difícil imaginarse el sistema de valores tallado en tales mentes, la prodigalidad humanitaria y hasta el mismo humanismo como modelos visores de vida.  No va más allá la pobreza de ser una oportunidad para ejercer un acto de magnanimidad para regalarle un mendrugo de pan, comprendiendo que es necesaria para el soporte de la vida propia dispendiosa.  De cerca los he oído cuando se les sobrecoge el corazón y lamentan que ya no vaya habiendo pobres tontos y tontos pobres a quienes invitar a comer a la mesa de su casa, de tal modo que les permitan marcar en el cielo un punto positivo supraterrenal.  No es difícil ponerse a saber sobre quienes dan peces sin preocuparse por enseñar a pescar, dado que el cultivo de la ignorancia en los demás (eso también lo aprenden en la universidad, tanto así que ya se les hace instinto) desde los orígenes de los tiempos se les ha declarado como las más perfecta herramienta de la explotación humana.

Y no va más allá su conocimiento filosófico ─para hablar con simplismo─ de las máximas por ejemplo aristotelianas que sentencian que cada hombre nace con la predeterminada condición de esclavitud o amo, todo una elaboración del humano arte sofístico de convertir un razonamiento hacia un interés particular, en cualquier aspecto del pensamiento que se les toque.  Aman la idea aristocrática, por ejemplo ─y no sin presumir alta cultura─, del futurista Marinetti cuando proclama que las guerras son la “única higiene del mundo”, única vía también, en su criterio, de reducir la pobreza y sus pobres en el mundo.  Adoran sin medida el hecho espontáneo de que las ratas, cuando se sienten amenazadas por su propia superpoblación, se lancen a ahogarse en los ríos, resguardando la continuidad de la especie.  Y no dan en ocultar que ellos, los reales ciudadanos del firmamento, son la única muestra genética a preservar para la circunstancia de que se tenga que escenificar una guerra.

¡Madre trampa de la naturaleza social, y de la historia de los derechos del hombre, y del engaño humano, y del pérfido cultivo ideológico de la ignorancia y la manipulación!  El gordo plutócrata utilizando a los burgueses, a la clase media, como muro de contención y voz plañidera de las libertades individuales para obliterar al Estado y para disimular ante el resto (pobre) de la humanidad que él es realmente el Estado final, completamente personal, individual, subsumido, egoísta, esplendente…

Se erige la burguesía como clase independiente de conciencia ante el poder feudal sólo para devenir al presente en un apéndice paraideológico de las clases plutocráticas, quienes se han aprovechado del marco reclamante de sus libertades civiles para fundar su poder paraestatal, de tendencia monárquica, como es la esencia de la derecha política mundial, con tendencia hacia el imperio, hacia el poder de uno, hacia un rey, como ha sido desde los viejos tiempos hasta que, por cierto, la misma burguesía la “destrona” de las alturas del poder.

Crea la burguesía, bajo el marco de su independencia económica histórica y sobre el contexto de los derechos del hombre, el Estado de derecho y hasta separa a la Iglesia del Estado (amén de desbancar al mismo sistema monárquico), sólo para devenir en sofisma argumental del viejo poder de siempre, quien se vale de su larga lucha por la independencia y libertad, de su viejo enfrentamiento con los poderes constituidos, para contraatacar al Estado de hoy con el formato neoliberal y reducirlo hasta los límites de la impotencia, e implantar su también viejo poderío. El viejo feudad, el de reyes o monárcas, el imperial…

Tiene su sarcasmo, pues, afirmar que el buen burgués va a la universidad a aprender y a afinar sus herramientas de libertad, a veces en el mismo paquete con el ricachón, sólo para seguir siendo argumento del sistema, que no permite la luz comprensiva.  Un contrasentido, sin duda.  Pero la verdad  es que nunca ha sido libre de nada, sino juguete del poder de otros intereses, eternamente constituidos; ni siquiera cuando en la Edad Media se ufanó de libertad, libre del yugo del señor feudal.  La verdad es que siempre estuvo comiendo de la mano del poderoso, como hoy mismo, bajo el entramado ideológico de la ceguera sistematizada, con arrestos ilusorios de libre albedrío.  La verdad es que las revoluciones, fementidamente escritas sobre sus gloriosas espaldas (pero coordinadas por un plutócrata enfrentado a otro), han sido siempre una vieja lucha, impulso ya de asolados sectores humanos por saciar sus necesidades, el hambre primordialmente,  empujadas desde el estrato inmediato inferior hacia la vida o la conquista:  las clases desposeídas, el hambre de ojos brillantes, el ansía de vida, inalienable (esta sí) condición de la especie animal.

De forma que no parece audaz aseverar que la llamada clase media es un engaño histórico, boba herramienta hoy de los poderes liberales que compiten con el Estado como ente rector de una nación determinada, siempre obliterando la  emersión de la idea socialista, verdadero terror del Estado capitalista, más cerca de la libertad individual, de la real y masiva justicia en el mundo, más cerca del hombre, de la humanidad, en tanto la pobreza y la desigualdad social están animadas por la mayor cantidad de seres humanos del planeta.  No hay mala ni buena burguesía  que en el fondo no le asombre ser un millonario magnate, de esos dueños de vidas (como en el pasado), que controlan Estados, como en el presente, aunque con la realización del sueño corran el riesgo de perder el don con el que históricamente se han caracterizado como “redentora” de mundos (su intelectualidad); y no hay ni siquiera un mal plutócrata que desee ser un hombre de clase media, ni siquiera porque con ello corra el riesgo de contraer alguna materia pensante.  No tiene sentido ser un adlátere del sistema cuando se es el sistema mismo.

Así, pues, se va a la universidad del mundo neoliberal a no darse cuenta de que se es juguete de una historia convencional, incluso bajo el alerta de que toda convención comporta una regularidad de idea que puede hacerse rutina e invisible en sus paisajes.  A no darse cuenta de que no se ha coronado ninguna sincera conquista con el sistema actual político de presunto ensalzamiento de los derechos humanos y las libertades civiles, discurso con el que manejan los poderosos del sistema a sus entrenadas mesnadas de más abajo.   A no ver, por ejemplo, que no puede ser justo ni humanitario (a menos que se pertenezca a otra especie) que  el 44% de la riqueza mundial (más de un billón de dólares) se aloje en 350 personas, todas ellas habitantes del país capitalista por antonomasia del mundo (EEUU), y ello a contrapelo de la enorme miseria que cubre al planeta.

¿Es que no suena a neurona chamuscada una circunferencia mental de tal presentación?  ¿No parece andar perdiendo los papeles la derecha política en el mundo cuando, ante semejante inhumanización, se le tenga que certificar, además, niveles de estupidización se dirá ilustrada, a falta de mayor imaginación, cuando incurre en actos de percepción deliberadamente sesgado?  Y no nos apartamos del tema ni erramos el destinatario:  clases altas y medias trabadas en el mismo pivote mental, como ya hemos razonado, unos usando a los otros y los otros soñando con los unos e imaginándose libres.  Por una parte, evolucionados especimenes del dinero sueñan a diario con rebanar la pesadilla del Estado entrometido, luchando contra la concreción de las libertades en el mundo, acaparando, colonizando, aterrando, sembrando el mundo con sus tenazas; por otra, taxistas imaginándose dueños de flotas de líneas siderales; amas de casa, saturadas de novelas, soñando con el oro y el amor del mundo; pulperos y panaderos y bancarios y científicos y deportistas soñando a diario la gloria de obtener la gran mercancía, secreto o poder con qué chantajear al mundo entero, sobre el consabido dicho de que la vida es una carrera por el dominio.  De los más pobres no hablo porque de ellos se ha dicho todo ya y constituyen el causal de las luchas humanitarias en el mundo.  ¿Cómo agregarle más a quien no tiene?

En Venezuela, por ejemplo, para domiciliar esta discusión que apunta a la salud mental de la derecha política, el extremo del chamuscamiento a derivado en confundir los números con arena del mar, el color negro con el blanco, el uno con el todo y viceversa, etc.  A nadie se le esconde que en el país se desarrolla un proceso de cambios que amenaza la historia de un poder celosamente conservado y estratificado en el país; es decir, crece la semilla del socialismo, desde las capas bajas de la tierra, amenazando con un tronco desbancador de viejos árboles, otrora robles.  Y semejante corriente contrahistórica, como ya se ha visto en miles de especimenes del orden político, parece detonar en las clases acomodadas por la historia la locura, la ansiedad, el miedo, el espanto.  Es decir, la estupidización de la que hablábamos.

Y no es raro que la mente ilustrada de tanta capa social “excelente” se confunda de continuo y confunda y confunda, dando tantos ejemplos que ya parecen haber llenado mares.  Por nombrar unos ejemplillos, marchas pequeñas de la oposición (derecha política) convertidas en ríos humanos; la derecha política del país, con niveles de apoyo que oscilan de 20 a 40%, convertida en un fenómeno político vigoroso con apoyo del 95%; la derecha política eterna; la corriente socialista con un 1%, haciendo trampa al ganar decenas de elecciones; el modo de vida mejor de los EEUU, país del frío amado; la vida pasada mejor que la futura, para no hablar del presente; la historia, ¡ay la historia!, con ellos como protagonista; el color blanco mejor que el negro, y prevalente…

En días pasados me quedé lelo con una argumentación académica leída:  el socialismo en Venezuela, es decir, Hugo Chávez y su proceso, busca crear un sistema de igualdad social a costa de las instituciones y las libertades individuales; y la derecha política, es decir, el liberalismo o neoliberalismo, intenta conservar las libertades individuales (¿qué les dije?:  la propiedad privada, la libertad de expresión y el cuento)  a costa de la igualdad social.  Ambos tópicos desencontrados, pero curiosamente argumentado por una de esas personas que fueron a la universidad.  Usted juzgue la facilidad con que se argumentan graves razones y también cómo se banalizan en su importancia.

Hay que cerrar sentando que sí, que es verdad, que avanza un cambio, una corriente que brota de abajo, de la realidad de las mayorías, sembrando el miedo y la estampida en el sistema neoliberal que aqueja al mundo, descubriendo sus llagas, sus crisis, sus injusticias, su latrocinio…  Desenmascarando, quitando discursos y vigas en el ojo ajeno, dejándolo con los viejos baúles de su tan chillada propiedad privada, esperando generacionalmente que la luz de los nuevos tiempos lo olviden.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Tensión el tablero: América Latina como botín de guerra

Veamos si entendemos: EEUU suspende la construcción del escudo antimisiles que erigía en la pata misma de Rusia, por allá en los lados de Polonia y otros países aledaños. Da marcha atrás a su proyecto defensivo europeo, dizque contra los misiles de largo alcance que está construyendo un país "tenebroso" como Irán. Y aplaca la crítica bélica de Rusia, quien, nuevamente, hace desistir de sus pretensiones invasivas al país más belicista de la Tierra.

Naturalmente, EEUU le saca brillo a su frustrada acción de controlar a Rusia pintándose como un país de gran conciencia, amante de la paz y en nada interesado en la discordia.  Hoy mismo su presidente, Obama, se siente con moralidad para dar lecciones ante la Asamblea General de la ONU, soltando puros lugares comunes del discurso político por esa boca.  Siguen a la cartilla el manual ése de conservación de la autoestima, que los pone a transformar la derrota en triunfo.  (Acuérdense, por decir algo, que EEUU jamás reconoció perder la guerra en Vietnam; por el contrario, la ganaban siempre en sus películas holliwoodense filmadas sobre el tema).

Pero ya sabemos:  el presidente de los EEUU hace su papel, siguiendo el lineamiento ideológico de la real camarilla que maneja el poder hoy en el país y que lo llevó a ganar las elecciones:  la corriente llamada de los “patriotas”, de ascendente racial blanco (aunque Obama sea negro), preocupada por suavizar el formato agresivo de los EEUU en el mundo, redimensionándolo, por supuesto, sin abandonar el final propósito guerrerista y colonialista (corriente controlada por el Secretario de Defensa, Robert Gates, en palabras del profesor Igor Panarin, a quien señala, a propósito, de dar un golpe de Estado en los EEUU).¹  De manera que Obama sólo realiza su trabajo.

Y la verdad es que Rusia, como decíamos al principio, nuevamente le pone una resistencia insoportable a los EEUU en el frente de la Europa del este, como lo hiciera la antigua URSS en el pasado durante la famosa Crisis de los Misiles, cuando con la amenaza de armar nuclearmente a Cuba los obligó a desmontar sus bases militares en Turquía, muy cerca, también, de sus fronteras.  Los líderes de entonces, Kennedy y Kruschov, pactaron en retirar las bases que se habían armado en Turquía (además de no invadir nunca a Cuba), el primero, y a retornar los cargueros nucleares a su lugar de origen, el segundo.  Ambos se quitaban de sus adyacencias la posibilidad de ataques de naturaleza nuclear, para decirlo con simpleza.

De tal modo, en plena Guerra Fría, se distribuían las potencias el equilibrio del poder en el mundo, como ejes militares que eran entonces y siguen siendo hasta ahora.  Uno dando y recibiendo, como igual lo hacía su contraparte.

El asunto a dilucidar al presente, en medio de fuertes sospechas de que la dirigencia de ambos países (Obama-Medvédev) hizo un pacto secreto, es saber qué es lo que concede Rusia para compensar el desmontaje del escudo en Polonia y la República Checa por parte de los EEUU.  Su frontera libre de amenazas misilísticas, como cabe suponer, habrá necesariamente de tener un precio, más allá de las académicas argumentaciones del profesor Panarin.

Queda eso, pues, por entender, como preguntábamos antes.  EEUU retira su escudo misilístico de la frontera rusa, transforma luego su derrota en una propaganda de país pacifista y Rusia queda así como así como el ente triunfante, aparentemente sin nada cambio…  ¡Vaya! Lo menos que suena es extraño.  Ningún país se ha superpuesto a otro, en primacía, como para suponer que no seguimos viviendo una segunda o la misma guerra Guerra Fría maquillada; no hay razones para pensar que las potencias hoy día no se reparten el mundo.

La pregunta de cajón de nosotros los latinoamericanos, rezumantes de recursos naturales y energéticos, es cómo queda América Latina y Central en el ajedrez político del mundo.  ¿Qué tan botín de guerra podríamos ser o qué tan pagos o qué tan concesión?  La imaginación vuela cuando EEUU instala, del modo más lúbrico imperial concebible, bases militares en Colombia, precisamente en momentos cuando Rusia incursiona en exploraciones, inversiones y alianzas en el continente y sus mares.

En el pasado se trató de que EEUU no penetrase en zonas de influencia de los rusos y viceversa; en el presente, si las condiciones de Guerra Fría no han cambiado esencialmente, ¿por qué imaginar que ha perdido vigencia la Doctrina Monroe, que nos delinea como “patio trasero” o granero de una presunta nación predestinada?

Notas:

¹  Oscar J. Camero:  “Patriotas y globalistas, los clanes del poder en los EEUU” [en línea].  En Animal político. – 9 feb 2.009. - [Pantalla 3]. - http://zoopolitico.blogspot.com/2009/02/patriotas-y-globalistas-los-clanes-del.html. - [Consulta:  23 sep. 2.009].

martes, 22 de septiembre de 2009

Dos engaños: Obama negro y secuestrado

Son cosas en las que no nos podemos equivocar, por más que la buena fe empuje a buscar esperanzas tras los rostros, hasta escondidas entre los dientes.  Por supuesto, nada más saludable que leer entre líneas, como en labor de inteligencia, buscando la señal, el mensaje, la verdadera intencionalidad de quien en medio de la política no puede expresar más allá de las amarras de su posición y compromiso.

¿Por qué lo dicho?  ¿Es que seguimos acaso acusando al hombre de izquierda de pobre tonto soñador, padeciente de irrealidad (como decía Borges en uno de sus cuentos), fusilado por teorías voladoras, careciente de terrenalidad, que no comprende el juego político y se la pasa dejando ir la oportunidad de interpretar las señales entre bastidores de los discursos y gestos, forjando inutilidades para orientar un proyecto político?  Probablemente.

No estoy hoy hablando ni de Hugo Chávez ni de Barack Obama, el primero orientado hacia la izquierda y el segundo como la gran pantalla del ardid imperial donde han de buscarse las señales a identificar, figuras (de paso) de gran responsabilidad política respecto de las cuales es fácil inferir acusaciones.  Para el caso, el primero ha dado muestras siempre de estar bajo un estado de alerta, pendiente de la movida política y del guiño del ojo del contrario, denunciándolo cuando ha intuido el fraude, el doble discurso.  Muestra de ello fue la reciente Cumbre de Las Américas, a la que vino Obama a ensayar discursos de confraternidad para luego hacerse el loco al regresar a su casa; en la ocasión, el presidente venezolano fue de los primeros en denunciarlo, con todo y que como Jefe de Estado tiene el limitante diplomático en su contra.

El segundo parece agotado ya de tanto escurrir el bulto.  No encuentra cómo conciliar el discurso redentor que lo llevó a la presidencia de los EEUU con la actual posición práctica que lo obliga a ser una pieza más del entramado donde familias muy poderosas domeñan a la población mundial.  Se ríe Obama, con su carismática sonrisa, y ya nadie cae a pie juntillas a creerle, y esto ─¿cómo que no?─ lesiona los pronósticos de tanto escribidor u opinador de la izquierda que desde un principio se imaginó ─no sabía que utópicamente─ que Obama sería el astro mandado por el cielo para reordenar el mundo.  Quien lee de utopías, vive en ellas.

¿A quien me refiero, pues?  A nosotros mismos, a los que escriben, opinan y hasta cierto punto generan matrices de opinión, de expectativas, …de falsas percepciones.  Dejemos a los presidentes tranquilos, que bastante tienen con ejercer su rol ante la realidad que los eligió y su compromiso personal ante la Historia.  Uno con un compromiso ante un pueblo y otro ante un sistema, para no ser tan severo con tanto lector ─también─ soñador.

Me refiero a la esperanza misma de los pueblos, que a veces se emborracha de su propia ilusión y se va a caminar ese derrotero de estrellamientos; y al escribidor iluso de la izquierda ─lo somos todos en más o menos medida:  ¿acaso tiene algo de malo el sueño?─, que recoge el sentimiento pero lo embadurna luego de teorías, para pararlo después a caminar en la dirección sesgada.

No es así la historia.  No puede el parto político de la idea estar supeditado a la hormona preponderantemente; mucho es el fuelle que se requiere para el humor frío, para la toma de decisiones crudas no importando el quiebre de la dulce autoestima, tipo rigor científico, que sabe que dos más dos es cuatro sin importar que tu te arreches o tengas un orgasmo con tan cierta confirmación.

Así, pues, carajo, a la altura de los tiempos no podemos andar con la ilusión de una carta bajo la manga de la bondad del tal Obama.  Que sea negro no lo acerca a los miles de kilómetros de construcción de rieles ferrocarrileros bajo el látigo y el sol, ni lo hace más comprensible de la causa mestiza de los millones de latinoamericanos.  ¿De donde diablos sale tal percepción, por los cielos?  Obama es un ardid del sistema imperial, hoy cambiante de máscara, agotado en su propio discurso de sostenimiento, requerido del pretexto de una variación para seguir acometiendo el engaño y la explotación. (Nótese que Obama y sistema ya adolecen de lo mismo).  Una tuerca más del sistema relojesco, y una vuelta de tuerca en sí misma.  El color de su piel en nada asegura que vaya a ir en contra de su estatus, origen nacional o creencias.  ¡Vaya ridiculez!

Pero si nosotros insistimos, señores escribidores, en seguir ordeñando un intelecto complaciente, ese que se niega a ver que el negrito es un tigre blanco, ¡ahí tenemos en Colombia nuestras bases militares!  ¡Para pendejos sabios que escriben!  Aún andan algunos argumentando que el muchachón es un secuestrado del sistema político norteamericano, negados a ver la luz de otro astro rey.

De una vez por todas ha de venir la comprensión de que EEUU, más que un país con nombre y apellido, es una sistematización de fuerzas dominantes, en el que hasta el propio pueblo realiza un trabajo de zapa pero sin saber para que o quiénes.  Quien entra en el juego, es el juego mismo.  No puede entrar a sus entrañas, so pena de indigestión, quien no concilie con sus vísceras, aunque todavía tengamos amigos por ahí persuadidos de que los gatos mutan en ratones.