jueves, 30 de enero de 2025

DEEPSEEK Y LA DECADENCIA POLÍTICA Y TECNOLÓGICA DE LOS EE. UU., MÁS CLARA QUE NUNCA

Hay un aire nuevo en el ambiente. ¿No lo siente el lector, en tanto de política (y economía) se habla? Esa novedad es global, como una especie de polvo sahariano que, desde el sol africano, viaja sobre Venezuela y quién sabe sobre cuáles otras partes del planeta.
Esa novedad, pues, para complacencia de los derechistas ─que de política se habla─, coincide con el inicio del nuevo mandato de Donald Trump, allá en los EE. UU., el país más propagandístico del mundo. Como proclamaron, en fin, las mesnadas de siempre. Pero que nadie se llame a engaño: no es Trump y sus dislates.
No se trata de la flamante Guantánamo para inmigrantes propuesta por Trump, ni de la humillación de Colombia y Brasil con sus connacionales "delictivos" repatriados, ni de las redadas nazista que se acometen en los EEUU contra esa pobre gente alienada; tampoco se trata de inútiles cambios de nombres a pedazos tierra y agua, ni de robos de islas como Groenlandia o de pasos oceánicos, como el Canal de Panamá; menos de necedades virtuales como la presentada en ofensa a la inteligencia humana por la oposición venezolana con ese presunto "presidente electo" dándole vueltas al mundo en busca de apoyos para derrocar al gobierno de su país, ahora mismo proyectando un viaje a Israel; tampoco se trata de Volodímir Zelenski y su irrecuperable Ucrania, pueblo engañado con embustes de presunta victoria sobre Rusia, viviendo de virtualidades, como hace la ultraderecha de Venezuela.
No, no. Nada de eso. ¿Quién puede creer que acorralar a un montón de miserables o ejecutar otro montón de payasadas de la humana soberbia pueda estar cambiando nada, menos gestando revoluciones?
Es algo mayor, un cambió de época, así como hizo lo suyo el sonido en el cine y el invento de la televisión en los años veinte del siglo XX. Más que un aire, es eso, pues, un cambió de época. Huele a viejo que se va y a nuevo que se queda, aunque Trump haya ascendido al poder y Edmundo González se haya coronado presidente ficticio de Venezuela, ambos homúnculos con su flor marchita a cuesta.
Ese olor de la época nueva se puede percibir en medio de la visualización de algunos síntomas de la inocultable decadencia occidental: por ejemplo, los EEUU no han podido fabricar misiles hipersónicos y han sido rebasados hasta por un país modesto (comparativamente) como Irán (alumno de Rusia y China), que los hace como palillos mondadientes y hasta se los suministran a un aliado como Yemen para que se los lancen a Israel; europeos y gringos están siendo despedidos de todo rincón planetario con sus sistemas financieros de chantajes, como el SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication),  y sus inútiles sanciones económicas contra otros, que lo que han hecho es fortalecer vernáculamente a las presuntas víctimas y han dado pie al nacimiento de corporaciones monstruosas como los BRICS, competencia del cansado G7. Los síntomas, sí, hablan de un imperio que ya pierde control y deja de serlo.
Pero el quid del asunto, la llaga sobre el maloliente cuerpo de la decadencia, por encima de todo ese revoltillo y reacomodo de fuerzas políticas y económicas, proviene de lo tecnológico, como se corresponde con la era presente, pues, y no del acto ultraderechista gringo de andar pateando traseros en las fronteras. Es la inteligencia artificial (IA) 2.0 creada por China, llamada DeepSeek, se dirá el flamante televisor de la nueva época.
Construida con un 90% menos en infraestructura y costos que la construida por los gringos y su NVIDIA, DeepSeek dio el 28 de enero un zarpazo en la bolsa de valores de Nueva York, generando la caída más grande de la historia, quebrando a un montón de millonarios y convirtiéndose en la aplicación (App) más descargada del planeta, gratis, de paso, sobre una realidad de apps de IA rentadas. NVIDIA experimentó un colapso de 600.000 millones de dólares, un gigante ahora con los pies embarrados.
Es China sumando puntos, acariciando traseros en vez de patearlos, colocando en manos del hombre bienes tecnológicos, sin costo. ¿El impacto? Bueno, se trata de un recurso para la humanidad, como el mismo INTERNET de origen gringo. Todo aquel que cobra por el uso de la IA estará quebrado en breve. No hay vuelta atrás ni arreglo posible ante la gratuidad. Es esa gente de los años veinte con un televisor en la mano, como se dijo, dejando atrás el silencio, sólo que ahora sin pagar por el artefacto.
Si los EEUU protestaron recientemente por TikTok, porque no soportó que una empresa china le "robara" clientes (170 millones de subscriptores), no se avizora cómo habrá de recuperarse de este golpe tecnológico neurálgico, a menos que emprenda una guerra contra el país de los dragones, como es su estilo y como aconseja la máxima histórica: cuando una potencia está en problemas de quiebra, lo maquiavélico saludable es guerrearse con alguien para evitar la pronta caída, enturbiar el panorama y ganar tiempo.
Esto de afectar a cada humano del planeta con una ventaja o mejora, gratuita como la luz del sol para mirar hacia el interior de otros sistemas solares, pinta como rasgo de nueva época.
Se lo tenía guardado China y sus empresarios como regalo para el nuevo mandato de Donald Trump, quien no cesa de proclamar robo por doquier. También para él, como ya lo expresó en declaraciones públicas, lo de los misiles hipersónicos es un robo de Rusia.


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