viernes, 31 de enero de 2025

RICHARD GRENELL, EL ENVIADO ESPECIAL CON SU GOLPE DE GRACIA.

Y así como se olfatean en el ambiente vientos de cambio con el tema de la inteligencia artificial china (IA, DeepSeek), que ahora prepondera por encima de la desarrollada en los EE. UU., afectando economías y enderezando políticas, inaugurando una especie de nueva época u onda en el mundo, así también en Venezuela ocurren cambios en materia política. Ya se sabe de antiguo que el mundo es una interrelación global estable, como proponía el griego Parménides de Elea, y al mismo tiempo una fluidez de perpetuo cambio y devenir, como proclamó el también griego Heráclito de Efeso.
De manera que no hay escapatoria al efecto, efecto mariposa, como dirían los cinéfilos de la película de marras. Mientras se pueden sospechar cambios en la política de los EE. UU. ante la creciente China, sea ya para guerrear o transar, también en un país no muy lejano por allá en el Caribe los habitantes podrían empezar a mirar de diferente manera la cosa política, que contempla, necesariamente, lo económico, y viceversa, como modernamente acostumbró Carlos Marx a la razón humana.
De entrada, lo palpable es la derrota y desarticulación de la ultraderecha venezolana de forma estrepitosa, al grado que quedó girando Edmundo González en el mundo en su busca de apoyo golpista, del mismo modo que una rueda queda girando después de un volcamiento vehicular. Se acabó el cuento de las presuntas elecciones ganadas y el panegírico del supuesto "presidente electo", cuya última loa la recibió de la usurpadora Dina Boluarte, en Perú. Donald Trump no quiere nada con María Corina Machado y su combo, quien, trágicamente, no lo apoyó como candidato durante la jornada electoral, sino a su contendiente Kamala Harris. ¡Ay, desgracia!
El malcriado de Trump le pasa factura, y ya se sabe que la presidencia de los EE. UU. es como el candil para ese mundo de revoltosa oscuridad que es la oposición venezolana. Ya se había bosquejado el senador Bernie Moreno cuando enfatizó que "Él (Trump) va a trabajar con Maduro porque él es quien va a tomar posesión del cargo […] al final del día los intereses de Estados Unidos son detener el tráfico de drogas, que reciban de vuelta a todos los venezolanos ilegales que están en este país, que hagan negocios con Estados Unidos y que dejen de hacer negocios con Rusia y China" (https://www.elnacional.com/opinion/bernie-moreno-infelices-declaraciones-de-un-congresante-estadounidense-sin-principios/)
Pero ahora, además, anda un tal Richard Grenell, enviado especial de Trump, reuniéndose con Nicolás Maduro, como predijera el senador Moreno, reconociéndolo como presidente y buscándole soluciones al trompo enrollado de las relaciones bilaterales. Vino a hablar con el presidente de Venezuela, no con María Corina Machado ni con los embriones de Juan Guaidó, y mientras se teclean estas líneas se supo que transó la liberación de seis estadounidenses detenidos en el país. Esto ocurre mientras el "presidente electo" deambulante prepara una visita a Israel, donde lo espera Benjamín Netanyahu para hacerle coco a su enemigo Irán y para prometerle que Nicolás Maduro caerá.
Y si es cierto que el cuento no parece pintar en apariencia como cambio significativo para el mundo, como sí lo hace esa revolución china con el tema de la IA, la verdad es que es asunto de extremo impacto para el país suramericano, país nada desdeñable para la economía planetaria, el quinto más rico de la tierra en recursos naturales.  Con la paz, Venezuela comportaría nociones de sinergia y estabilidad política y económica, progreso, crecimiento, basamentos despreciados por la ultraderecha, ahíta de deseos de quiebra, de sanciones y golpes de Estado. Ya se dijo arriba, el mundo es una sinergia, todo conectado, del que nadie escapa ni deja de ser afectado.
El golpe final lo dio la misma derecha política, es decir, la derecha moderada a la ultraderecha: rechazó la recomendación de la Machado de no concurrir a las elecciones locales. De manera que, con tales ingredientes de sopa realista, el descalabro de los ultrosos soñadores es inevitable. Se acabó la saga de Juan Guaidó; no habrá ninguna versión 2.0.
No extrañaría que, en breve, la otrora dama de hierro venezolana se descabece procurando una fotografía junto a Donald Trump mostrando sus rodillas, como ya lo hizo con George Bush, desesperada por contragolpear con uno de esos embustes suyos que digan «tenemos el poder, el apoyo imperial, Edmundo González se juramentará como presidente hasta el final». Y, si no logra la cita, bueno, allí a la mano está la inteligencia artificial china, a propósito, lista para diseñarle una imagen de ensueño que sustituya con su mentira la amarga realidad del luto y de la nueva era.


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