domingo, 2 de febrero de 2025

VENEZUELA TOMA EL PUESTO PETROLERO DE CANADÁ EN TEXAS Y PREOCUPA MORTALMENTE A LA ULTRADERECHA DE MARÍA CORINA MACHADO

Sí, claro, la ultraderecha venezolana se esfuerza por enlodar lo que, como lo vean, no es bueno para su pavo y pava. Como se pongan, Donald Trump ya conversó con Nicolás Maduro y ha habido resultados rápidos: los gringos obtuvieron sus seis presos terroristas y Venezuela seguirá contando con ese 25% de ventas de petróleo a Chevron, empresa a la que Trump le permitió la renovación de la licencia para seguir operando en Venezuela. Venezuela asume, además, el compromiso de traerse su gente inmigrante desde el país del norte.
¿Cuesta mucho procesar tal simpleza? Es una negociación, se vea como se vea, así se presuma que Nicolás Maduro es un ilegítimo (lo cual es narrativa tendida opositora) dado que para negociar sólo hacen falta dos partes. EE. UU. procura cuidar sus intereses y Venezuela hace lo mismo. EE. UU. negocia con la organización terrorista HTS de Siria, en el poder ahora, desclasificándola como terrorista a conveniencia en pro de sus intereses. ¿Por qué no iría a transar con el país bolivariano, siendo que hasta sus mismos líderes saben de su verdad, que no es nada terrorista, que es un país digno, libertador, calumniado, sitiado, sancionado, precisamente por estar enlistado a futuro para ser asaltarlo como mina de recursos naturales?
Naturalmente, la derecha reaccionaria realiza su tarea propagandística de desinformar, de atragantar al desprevenido con la basura de que la reunión Grenell-Maduro no fue oficial (como quiso escribir en X Juan Guaidó), con el embuste de que la licencia de Chevrón se renovó automáticamente sin que Trump pudiese hacer nada (¿quién puede creer algo en ese sentido respecto de esa criatura?), con el cuento de que el enviado especial Grenell dijo groseramente que la única concesión que obtuvo Maduro con el encuentro fue su presencia física, como si él fuese un divo por quien vale la pena morir tan sólo para tocarlo, cuando la realidad es que el hombre se refirió a su presencia como alto funcionario, lo cual, como lo pongan, sigue siendo un reconocimiento al no haber mandado Trump a un "bajo" funcionario o, peor aun, a nadie: «El único premio para Maduro fue mi presencia física, el primer alto funcionario estadounidense que visitaba el país en años» (https://asiesnoticias.com/grenell-puso-en-su-lugar-a-maduro-tras-reunion-en-caracas-el-unico-premio-fue-mi-presencia-fisica/).
La ultraderecha sabe, con angustia, que existe un trabajo de zapa entre los EE. UU. y Venezuela para proteger sus intereses, mismo que es inconveniente para los gringos publicarlo por la incongruencia política que generarían (su línea es derrocar a Maduro y en ese aspecto mantiene una coexistencia con un montón de países, incluyendo a la misma oposición venezolana, a la cual piensa, en algún momento de concreta acción, utilizar como peona cipaya). Para el gobierno de Venezuela, en cambio, sí conviene la publicidad en torno al asunto (si EE. UU. reconoce al gobierno de Venezuela sería un modelo para seguir por un montón de países arrastrados), pero, como negociante, no habrá de tener inconvenientes en hacerle coro a la preocupación gringa.
Al final del día, para usar la expresión del senador Bernie Moreno cuando vaticinó que Trump trabajaría con Maduro, fueron los EE. UU. quienes vinieron a Caracas y son ellos quienes necesitan suplir el vacío que dejará la ausencia de Canadá (por los aranceles) en las refinerías de Texas con su petróleo. En el supuesto ─negado─ de que Venezuela fuese un país terrorista, todo el planeta conoce la carencia de moralidad de los EE. UU. a la hora de negociar por sus intereses con quien sea: el universo sabe que vende drogas a su misma gente desde Colombia, que pactó con los actuales terroristas de Siria, que inventó el ISIS y otros grupos del terror regados en Siria, que con ventas de armas a Irán financió a la contrarrevolución de Nicaragua en su tiempo, y pare de contar.
Además, dentro del espectro de velar por sus intereses, también está comprendido dónde EE. UU. coloca su dinero (OTAN, OMS, OMC, Ucrania, etc.) y dónde ha sido colocado en el pasado, con mayor razón si fue en vano. En este aspecto último, está incluida la ultraderecha venezolana, que recibió millones en financiamiento para derrocar a Maduro y cubrir las presuntas secuelas humanitarias, según se lo iban pintando los lideres de esa aventura. Al sol de hoy, como se sabe, Maduro sigue en el poder y jamás Venezuela presentó circunstancia de requerir ayuda humanitaria de nadie, lo cual pone al suspicaz de Trump a pensar que ese dinero se la cogieron los chulos como Guaidó, los Vecchio, los López, los Borges y los Machado, entre otros. Juan Guaidó en la actualidad está siendo investigado por el FBI para clarificar sus asociaciones delictivas con diversos grupos paramilitares, en los que presuntamente habría "invertido" el dinero recibido (la Operación Gedeón es de su autoría, junto a Álvaro Uribe e Iván Duque).
Pero, más allá del hecho puntual del desvío de fondos en estos sujetos, el evento que apuntala a Venezuela hacia una normalización petrolera con los EE. UU. y le quita sentido existencial a la ultraderecha en su misión de tumbar a Nicolás Maduro, es la horrible noticia de que Canadá, ahora gravada con aranceles, deja su vacante en las refinerías de Texas a su única competidora: Venezuela. Sopese lo que dijo la ministra de Asuntos Exteriores de Canadá en el preámbulo de su reunión con Marco Rubio, en donde iría a rogar por sus exportaciones y por la necesidad de que no se haga tratos con la dictadura de Venezuela: «Enviamos petróleo con descuento [a los EE. UU.] que, en última instancia, se refina en Texas. Si no somos nosotros, es Venezuela. No hay otra opción sobre la mesa, y esta administración [la de Trump] no quiere trabajar con Venezuela» (https://worldenergytrade.com/disputa-comercial-con-canada-podria-obligar-a-eeuu-a-comprar-petroleo-venezolano/).
Y la historia termina con que Trump si trabajará con Venezuela y no con la lloriqueante Canadá. Punto.
El final del cuento corona con la reflexión de que la prosperidad de Venezuela es proporcionalmente directa a la ruina de la ultraderecha venezolana. Su solapada alianza con los EE. UU. dejará que tenga sentido su sueño de derrocar a nadie; y ya no habrá fuerza ni narrativa para seguir existiendo sino en ese 3% de la realidad electoral venezolana.


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