La oposición política venezolana, en recesión como los EEUU y su crisis financiera, definitivamente se ha interiorizado que es imposible acceder al poder a través de la vía de los votos. Por los menos los sectores más recalcitrantes, dedicados a la desestabilización conspiratoria. Su crítico estado, en sintonía moral con la decadencia de la metrópolis política norteña, ha comprendido que el camino y destino es la criollización de las acciones, dada la adversa suerte que ha corrido la factoría externa que la apoya, la más conspicua, el poder político a posesionarse en breve de la silla presidencial en la Casa Blanca.
La crisis financiera y el triunfo electoral de Obama han constituido un golpe moral tal para estos sectores que no los deja disimular su malestar, expresado en las más disímiles manifestaciones de irracionalidad política. Desde que Obama es afrodescediente y Chávez también, como elemento cabalístico desalentador, hasta que Condolezza Rice lo es también, como elemento contracabalístico esperanzador. Ya se han oído voces que, en medio del delirio de una altísima intelectualidad, se han figurado que el "negrito" del norte vendrá a considerarlos como opresores de minorías, entre otros temores; que simpatiza en el fondo con Chávez y que, en medio de sus más terribles pesadillas, es posible venga al país a darse una vuelta por el estado Barinas.
Por supuesto, el telón de fondo de sus preocupaciones es la pérdida de continuidad de una empresa que venía viento en popa, fortalecida sobremanera con la promesa injerencista de un McCain y una Sara Palin, quienes no tenían problemas en pregonar que invadirían a Venezuela para combatir al "tirano" de Hugo Chávez Frías, enemigo de los EEUU. Empresa enfebrecida con su loco sueño de los desalojos violentos o golpes de Estado, no obstante que ya apuntaban que los efectos de la crisis financiera mundial le infería ciertos descontroles, como es el hecho que el gobierno de los EEUU suspendiese momentáneamente su encono contra la administración del presidente de Venezuela para sumirse en su propia problemática, amén de atender un proceso comicial.
Crisis que, si a ver vamos, no le quitaba el sueño al oposicionismo venezolano tanto como que McCain y Sarah Palin perdiesen la presidencia, imbuidos como están en la maraña de intereses políticos y económicos del poder interesado en la continuidad republicana, invasora y belicista. Porque, si de crisis a hablar vamos, la misma podría rendir para los fines deseados, esto es, para justificar de cualquier modo un ataque al gobierno venezolano, perpetrar una invasión, controlar los hidrocarburos y darse así un respiro financiero en la dura lucha por controlar el oro negro en los mercados.
Pero los resultados son los que ya conocemos: ganó el "negro" la presidencia de los EEUU y la crisis financiera no ceja en sus proyecciones preocupantes. Más inyecciones se prevén para la banca mientras el descontento popular mella la credibilidad del sistema de gobierno estadounidense. Factores ambos que distraen la atención de la matriz defenestradora contra Hugo Chávez, disminuida por un lado en sus finanzas (hay que presumirlo) y afectada en su cabalidad por la nueva connotación moral del nuevo gobierno de los EEUU, muy a despecho, inclusive, de las múltiples voces que se levantan vaticinando que la llegada de Obama al poder no implicará cambios de fondo en la política exterior de los EEUU.
Obama acaba de confirmar que reducirá las tropas en Irak y que el desmontaje de la prisión de Guantánamo es casi un hecho, faltando nomás que tome posesión para darle curso. Y la oposición política venezolana, por su parte, como revela el periodista José Vicente Rangel,¹ ya busca financiamiento para sus acciones en la banca criolla interesada en la desestabilización, dado que las expectativas desde lo exterior se les pone color de hormiga, como interpretamos por acá nosotros. Porque así como no es creíble que un presidente recién electo por la esperanza de cambio de millones persista obstinadamente en hacer aquello que pudo impedir su triunfo electoral, tampoco lo es que el sector opositor más recalcitrante se atenga a la posibilidad de que el barco cambie de curso y espere hasta entonces.
"Tal es el plan de llevar al país a un extraordinario parto de violencia, inusitada mayéutica del derramamiento de la sangre: parir artificialmente la verdad de que a Chávez no lo quiere nadie, es un tirano, sin apoyo popular, portador de pestes para Venezuela"
Siendo que Barack Obama y la crisis financiera constituyen un elemento de mengua o de distracción en la "heroica" lucha contra Hugo Chávez, momentáneo o de inciertas proyecciones, al oposicionismo venezolano no le queda más que la sinceración de sus fuerzas internas, la criollización de su golpe, por decirlo a nuestro modo, dejando a la fisiología de la política exterior del gobierno norteamericano el que se decida por invadir, buscando un golpe de suerte moralizador para su efecto interno, como es tradicional en la política estratégica de opinión pública de la Casa Blanca (guerras relámpagos). Del mismo modo que dejan al derivar del mercado el que los precios del petróleo bajen y suman en el fango de la desgracia la credibilidad que el pueblo venezolano deposita en su gobierno, en unos niveles cercanos al 70% de aceptación. O al capricho de la feneciente gestión de Bush, que finalmente se atreva contra el gobierno venezolano y le deje designado el panorama político exterior al nuevo presidente.
Mientras tanto, mientras vuelve a cobrar protagonismo en el plano internacional con su temática antichavista, el oposicionismo venezolano ya le pide dinero a la banca nativa, teniéndose que sospechar que de algún modo se le ha ido a pique el apoyo financiero; y que ya luce dispuesta a implementar un método de trabajo conspirativa más vernáculo, lejos de la paradigmática solución gringa de "encharcar para luego limpiar", esto es, de atacar mediáticamente la imagen de determinado objetivo político, incoarle un expediente, sea de narcotráfico o terrorismo, para luego actuar directamente en su contra. Clásicos resultan ya Allende, en Chile, y Noriega, en Panamá, en este sentido, pero lucen lentos.
Y esta vía no es otra que la paramilitarización o colombianización de Venezuela. Más al alcance, más al día, más a la vera del camino de las zonas populares, donde palpita el alma mayoritaria del apoyo presidencial. Tan fácil como barato resulta pagar a una cuerda de matones para que siembren el terror en las comunidades, con asesinatos selectivos y casuales. El mismo periodista citado ha denunciado en varias ocasiones que se han paramilitarizado tanto barriadas en Catia como en Petare, y en uno de sus últimos programas propuso el día 26 de noviembre como una fecha prevista para conmociones.²
Traslado de armas magnicidas de un estado a otro, ataque terrorista a ciertas plantas de televisión para alimentar la matriz contra la libertad de expresión, conversación entre militares y movidas de militares en Colombia (como las de Baduel), son ciertamente ingredientes de la baza conspirativa del plan de los EEUU en Venezuela, el mismo que ha ido perdiendo fortaleza por las razones descritas arriba, pero que ha dejado la determinación criolla oposicionista de perseverar en el punto dicho de la colombianización, de la gaitanización de Venezuela, el más a la mano, el más barato, el más irresponsable desde el punto de vista de la nacionalidad venezolana y el más fulminante desde el punto de vista de la caotización de su sociedad.
Claro que el resto de los puntos "tecnológicos" de la receta imperial siguen vigentes en la actualidad, pero como por inercia, debido a la falta de atención de los halcones de los EEUU; mas las evidencias de los últimos meses han dejado en claro cuál es la metodología fundamental de los sectores extremistas venezolanos: paramilitarismo y magnicidio, como ya se dijo. Militares detenidos, planes desmontados, armas magnicidas errantes de un estado a otro, planes de "octubre rojo" fraguado desde Colombia, hallazgos de armamento en Baruta... Como si se dijera que mientras no se pueda asesinar al Presidente de la República entonces se le desestabilizan con terror las bases políticas de su permanencia.
Por lo que comporta de progresivo, fundado en la dificultad de presentar ante la opinión internacional que Hugo Chávez es terrorista o narcotraficante, el plan esbozado desde el gobierno actual de los EEUU para derrocarlo luce lento, costoso y de poco fruto desde que se está aplicando (ahora más que nunca con los cambios); razón por la cual salta a la palestra la medida vernácula de matar para colombianizar al país. Todo un poema de motivaciones demoníacas. Una derecha terrorista, fascista, matando sistemáticamente a quien aputale credibilidad o sostén para el gobierno, desde los estratos más populares hasta los más encumbrados. Tal es el plan de llevar al país a un extraordinario parto de violencia, inusitada mayéutica del derramamiento de la sangre: parir artificialmente la verdad de que a Chávez no lo quiere nadie, es un tirano, sin apoyo popular, portador de pestes para Venezuela.
Cuando una oposición política, cerrada a la vía de la convención democrática, pierde apoyo del pueblo, incidencia sobre el sector militar y empieza a sentir soledad desde los predios del apoyo extranjero, sin contar que las proyecciones la dejan contra el suelo en los venideros comicios, empieza a lucirle tentador la guerrilla urbana (su "dignidad" no la deja irse al monte de las izquierdas), el terrorismo a lo Colombia, el sabotaje, la componenda, el crimen... Cualquier lenguaje que mantenga en desgaste al poder que la desalojó de sus añoradas glorias.
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