Ya usted lo habrá oído mucho: las cartas están echadas; o, como dijo César con sus tropas cruzando río prohibido en su camino hacia Roma, lo cual desataría una confrontación con el Senado y una sangrienta guerra civil: alea jacta est, la suerte está echada. Bastante hemos oído de historias fantásticas donde el personaje, para obligar a la suerte o definir su destino, lanza la llave del retorno a la profundidad del mar. Así el camino toma un solo derrotero, y valga la caminería en la expresión.
Dos años de subsistencia tendrían los EEUU de utilizar sus propias reservas petroleras. Usted vea las cifras nomás (1). Ello simplemente debiera iluminar nuestro entendimiento: su economía, su infraestructura, su perfil imperial, su rol protagónico político en el mundo, quedarían debilitados y comprometidos. De manera que se trata para ellos de una situación de vida o muerte, tanto peor cuanto no se ha dado con una fuente energética sustituta, mucho menos construido su correspondiente infraestructura de explotación; y tanto peor, además, si se considera su creciente dependencia petrolera, lo cual resulta insólito de un país inteligente y previsor.. Para el 2.025, junto a China, se estima que EEUU consumirá el 40% de las reservas mundiales de petróleo (2).
El petróleo es la vía fácil o señalada porque su explotación tiene una infraestructura centenariamente cimentada. Ni cerca le ha llegado ni le llega otra fuente alternativa de combustible. Es la fuente de energía que alimenta al mundo, que le da soporte a su nivel de vida, y no se exagera al valorarla como una condición basal de la actual civilización en tanto sostiene confortables costumbres, ideas y artes humanas (los derivados del petróleo cubren hasta el cuerpo humano). Quizás billones de dólares podrían necesitarse nada más para reducir la dependencia de la energía importada (petróleo incluido), invirtiendo su gasto en combustibles alternativos, como los de fuentes renovables (solar o eólica), en la llamada segunda generación de biocombustibles (tomados de los vegetales no comestible) o en la gasificación del carbón (3). Hidrógeno, energía nuclear o celestial, o cualquier otro tópico energético implica un gasto descomunal en su implementación como fuente sustituta alternativa, sin contar que la energía nuclear involucra criterios morales de uso y su utilización está confiscada por las potencias militares del mundo.
Esos billones de dólares es lo que vale nuestra civilización petrolera, que cuenta con el conocimiento tecnológico para dar el vuelco, pero que no arriesga el gasto. Más barato es la guerra, porque por aparejos suma un botín cuando se es vencedor, y, como sabemos, ese botín son países asolados, confiscados en sus territorios y recursos naturales, por supuesto, incluyendo el petróleo. Invadir a un país y tomar su petróleo es ridículamente más sencillo y baratillo que ponerse a sustituir fuentes energéticas, y no existen razones para creer que así no seguirá siendo hasta el momento en que sea impostergable aferrarse al precipicio final de la era petrolera.
Momento final, crítico, traumático, de reacomodo de fuerzas en el mundo. Con toda seguridad, momento de guerra, como la Primera y Segunda guerras mundiales. El fin de la era, y la hora de la incertidumbre respecto del porvenir, con toda la sintomatología de los cambios de las eras y finales de mundos: que si el Apocalipsis, que si los jinetes de colores, que si las pestes, que si la señora guerra. Probablemente hasta llegué el Anticristo, para darle un tono pintoresco a las palabras. La desinstitucionalización del mundo se empieza a perfilar, y eso no equivale más que a decir que las instituciones dejan de ser convenientes a sus signatarios y creadores. Recordemos a la ONU respecto de Irak (por poner el ejemplo mayor), esto es, su resolución de que no se invadiera, y, también, el acto de omisión que hiciera EEUU al respecto, invadiendo finalmente porque sí. Porque su subsistencia está primero y el pan-petróleo debe ser procurado a toda costa. Nada digamos respecto de Cuba (para seguir la línea, aunque ya no petrolera), que por años ha obtenido su resolución favorable a la suspensión del bloqueo que le aplica EEUU y de nada ha servido. De la era que muere, las organizaciones empiezan a no servir a los propósitos creados. 65 guerras se han suscitado desde la creación de la esa organización inservible que ha sido la ONU. Pero volvamos…
Países hay cuyas reservas aguantan para ciento cincuenta años, como Venezuela y Arabia Saudita, pero la era del aprovechamiento sistemático, suficiente y global del petróleo la estiman los técnicos hasta los años setenta del siglo. Y no debe ocultarse a la inteligencia dos cosas, so pena de ser un estúpido (los hay muy cultos, graduados en universidades europeas): (a) EEUU muere petroleramente y busca con ansiedad prolongar su vida; ser un país armado poderosamente, hasta el grado que lo ha llevado a llamarse “policía del mundo”, le da la facilidad de tomar de donde quiera (me refiero a países vulnerables) su panacea. De hecho, ningún tonto creerá que, en nombre de principios de no intervención y del derecho internacional, ellos están dispuestos a morir. Ya Irak y la ONU nos contaron un cuento en la materia . (b) Venezuela es uno de esos países “vulnerables”, pacífico, insuficientemente armado, incipiente en revolución, con más grito humano que tiro de arma de fuego, de paso anegado en petróleo, esa preciada sangre del vampiro. Hagamos un silogismo con los dos considerandos, “a” y “b”, y obtendremos un futuro “c” apesadumbrado.
La suerte, pues, que es como decir la guerra, está echada, y recuerde que no a otra cosa aludió Julio César cuando sentenció la frase frente a su río Rubicón. Y no porque yo lo diga o porque Venezuela comete el “delito” de ser rica en petróleo, proposiciones ambas ridículas. Se trata de una circunstancia de convergencia histórica, cuando se acaba el recurso, una gran civilización de consumidores se ve amenazada de extinción, y, sobremanera, los agentes depredadores comprenden que la cadena alimentaria se les subleva, es decir, América Latina y el Caribe, su tradicional “patio trasero”, despiertan, alzan la voz y se rehúsan al destino de ser sólo bocados en las fauces. América Latina, del Sur, del Caribe, en revolución, con movimientos telúricos de conciencia , sublevada y, en breve, según la pintan las señales, en armas, para defender sus espacios.
Para los EEUU, la comprensión de que en su “patio trasero” cunde una suerte de rebelión en la granja, es un detonante de altos niveles de alarma: a su problema de exploración estratégica de recursos, se le suma que el granero quiere arder en llamas. Han tirado la llave del destino al mar y nos han “entubado” hacia la guerra de defendernos en nuestro hábitat. Son ellos o nosotros, en esa restante porción de vida que le promete el secuestrarnos como fuente energética para su feneciente modelo civilizatorio. Véase la siguiente cronología, que figura una lógica de precipitantes factores de confrontación:
- Golpe de Estado en Venezuela, con participación de los EEUU (frenar la Revolución Bolivariana)
- Reactivación de una flota de guerra en el Caribe (síntoma de preocupación, de pérdida de influencia)
- Golpe de Estado en Honduras, con participación de los EEUU (crear un espacio, básicamente, de intimidación hacia el continente, como diciendo es lo que pasará a quien insista en sustraerse de su influencia o dominio)
- Bases militares en Colombia (las alarmas se disparan y se comprende que Venezuela ha tomado una conciencia peligrosa de cambios, contagiada a otros países).
- Venezuela empieza a comprar armas para su defensa (hecho necesario, según se perfilan las pretensiones de los EEUU, pero al mismo tiempo argumento útil para acusarla de armamentismo).
- Y, lo último, el intento del Congreso de los EEUU de colocar a Venezuela en la lista de países terroristas (difuso concepto que aglutina narcotráfico y guerrilla) (4).
Venezuela, como ojo del huracán, puesta en el trance de ser reserva energética a cualquier precio (precio ínfimo comparado con el esfuerzo de buscar nuevas fuentes de suministro), tanto más cuanto mayor es la probabilidad de que su presidente no se someta voluntariamente al imperativo de ser “granero” y, también, tanto más cuanto grandes son sus presentes esfuerzos por diversificar el mercado de sus ventas petroleras. Por ello las rondas de buques de guerra en los alrededores del país, las bases militares en Aruba y Curazao (al norte), la del Arauca, Colombia (al suroeste), y las tantas otras restantes proyectadas en su periferia (5). En lista negra Venezuela, terrorista ella, probablemente bloqueada, seguramente consumiendo internamente su petróleo, esperaría la hora final de la invasión mientras es obligada a preservar sus recursos para los amos del mundo. Una forma estratégica de preservar su recurso petrolero es bloqueando o embargando al país, impidiendo su comercialización, penalizando al país que se atreva a comprarle, como se hace con Cuba y su bloqueo desde hace décadas, como reza por allí una tal Ley Helms-Burton.
Probablemente la guerra contra nuestro país tarde en llegar una década o unos quince años ─siendo optimista (6)─, pero lo cierto es que en la hora presente sus halcones preparan las condiciones. Mientras tanto tiene el país, como única vía de supervivencia, (a) procurar alianzas más activas con Rusia y China, de mayor compromiso, (b) armarse adecuadamente para su defensa (por lo menos para disuadir con numerosass bajas al contrario), ( c) obtener la tecnología necesaria para autodotarse de armamento defensivo en caso de bloqueo (7) y (d), también, ir abandonando la actitud dependiente petrolera, de tal modo que el oro negro no sea una condición de chantaje para la existencia propia.
Si somos una reserva energética, granero o patio o lo que sea, si nos sentimos como tal o no nos sentimos como tal (da igual), si nos perfilan las potencias militares como tal, si tenemos petróleo (que es el hecho), combustible del mundo; no tendríamos ya que decir que la suerte o la guerra o las cartas o los dados están echados, sino el petróleo. La humanidad siempre ha tenido un futuro de guerra: le toca a los unos u otros, circunstancialmente. Esta vez el hado revolotea sobre Venezuela, y es bueno conocer de ese destino bélico y nada halagüeño del mundo, porque sirve para decir ─parafraseando un refrán─ que guerra avisada no debería permitir que desaparezcan naciones.
Notas:
(1) Oscar J. Camero: “Breve retrato petrolero del sistema imperial de los EEUU” [en línea]. En Animal político. – 23 oct 2.009. - [Pantalla 8]. - http://zoopolitico.blogspot.com/2009/10/breve-retrato-petrolero-del-sistema.html. - [Consulta: 29 oct 2.009].
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