miércoles, 16 de diciembre de 2009

Capitalismo hasta suicida

Dice siempre Hugo Chávez ─a modo de broma─ que el planeta Marte en un tiempo albergó vida humana, pero que el capitalismo arrasó con ella. De allí el aspecto erosivo y devastado de lo que quedó del planeta. El industrialismo a ultranza, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el uso de armas nucleares, además de otros elementos (ver abajo), serían el tétrico colofón de la fábula, aludiendo ya a los mecanismos responsables de la hecatombe, mecanismos de presión y represión propios del modelo político-económico imperante en el mundo. Hábito y sistema de la devastación.

El modelo capitalista porfía en su subsistencia, aun cuando contemple las ruinas de lo que su implementación ha generado. La derecha política, con sus ínfulas imperiales, lo defiende a ultranza, a sabiendas de que es la única fachada que disimula la grosera división social de amos y esclavos, explotadores y explotados, y opresores y oprimidos que ella comporta. Históricamente se han hecho (capitalismo y derecha) con el concepto de democracia para la forja de sus intereses. No va usted tan lejos cuando escucha que EEUU cultiva la mejor democracia del mundo (¡qué casualidad, no!) y comprueba que tiene arrestos para intervenir militarmente en otros países y castigar el quebrantamiento de la normativa progresista del mundo: la democracia. De forma que capitalismo, derecha política y democracia (en su versión prostituida la última) parecen constituir el licuado ideológico de la dominación y devastación planetarias.

Los oye usted debatir en medio de la robusta y presente crisis sistémico-financiera, haciendo malabares para vender la idea de que es posible el desarrollo capitalista sin crisis. Emblemático fue el esfuerzo realizado en Pittsburgh (septiembre) por los países más ricos (G-8) para convencer a los restantes miembros del G-20, es decir, a las llamadas economías emergentes, como Brasil, China, Argentina, entre otras.¹ No hay progreso sin capitalismo e industrialismo a ultranza, como si hubiera una conjura de este siniestro grupo para hundir al planeta con sus pobres y salvarse ellos y sólo ellos, los únicos que merecen vivir, ricos todos ellos. El G-8 es miembro completo del otro grupo ampliado, el G-20. Está en todas partes, omnipresente, cuatro de ellos son miembros de los cinco con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por mencionar lo más grave, es decir, su potestad para decidir sobre los destinos de otros.

Puede este poder político-económico contemplar el cadáver de la ruina planetaria con antelación frente a sus propias narices y no reaccionar ni humanística ni humanitariamente, cual si fuera el escuadrón de la muerte que la Tierra necesita para finalmente parecerse a Marte, siguiendo con la anécdota del Presidente de Venezuela. Todo ingrediente de su licuado tanático posee un largo expediente de historia en el planeta. Si es por el industrialismo, dígase que es expresión de ese principio fundamental que caracteriza a la cultura occidental: el imperialismo: se llega al desarrollo, a la hegemonía, a la plenitud de dominio del hombre por el hombre a través del desarrollo a costa del agostamiento de los recursos naturales, considerando siempre que un imperio poderoso ha de ostentar, correlativamente, las más poderosas armas, nucleares, para hablar más en concreto.

Si es por el punto de las armas, como elemento caracterizador de este poder político que pone su grano de arena para acabar con la civilización humana ─se dirá─, sepa usted que los EEUU, emblema modélico de la derecha política capaz de todo para mantener sus preponderancias, roció a Irak con el equivalente fragmentado a dos artefactos nucleares como el lanzado en Hiroshima en 1945, según los técnicos militares. Nunca el ejercicio del poder, de buscar los recursos para preservar su salud a base de sometimiento humano, de hombre contra hombre, había sido tan devastador.

La “democracia”, como otro elemento de la jalea real del dominio modélico político, tiene tanto expediente que huelga detallarlo. Es un discurso, un arma vocal persuasora, un ardid de la diplomacia del dominio, un parapeto hipócrita de la guerra y la invasión, vulgar mecanismo de control imperial. Desde la fundación de los EEUU como imperio democrático (¡?), con brazo mundial colonizador, han practicado más del centenar de invasiones militares, la mayoría de ellas en nombre de la libertad y el progresista principio de la democracia, normalmente considerada ultrajada por ellos.² Más actualizadamente, tiene su equivalente argumental en el terrorismo y la búsqueda de armas de destrucción masiva.

Lo relativo al FMI, que convoca el tema presente de la crisis financiera e involucra el descarnado poder económico de los consorcios sionistas de Wall Street, Asia y Europa, comporta uno de los más abusivos rasgos de la devastación moral del hombre, elemento crítico de la actual decadencia civilizatoria, ominosa señal de los intereses y prácticas que intenta la derecha política mundial preservar. Como dijimos: la explotación del hombre por el hombre, la división de sociedades entre esclavos y amos, oprimidos y opresores; el capitalismo galopante; la preservación de prerrogativas aun a costa de la destrucción ambiental y humana; el uso de armas devastadoras para los fines, etc.

Entra el poder sionista para preservar el sistema, para ayudar a la banca y al ente prestamista internacional por excelencia , el FMI, suerte de Banco Central Mundial que actúa para salvaguardar a la cofradía más rica de planeta. La Cumbre del G-8 de este año (Londres) cuadriplicó en US$1 billón las reservas del FMI, hecho en desmesura que nos lleva a repetir la imagen del cadáver humano planetario frente a las insensibles narices del poder económico, por supuesto, sin que reaccione. Ello sin incluir las ingentes sumas inyectadas a los bancos en los EEUU. Calcule usted, nada más con los primero 700.000 millones de dólares aprobados por el Congreso de los EEUU para rescatar a la banca (sin incluir los 500.000 posteriores y los miles utilizados en Europa para los mismos fines): divídalos entre los 6.700 millones de habitantes de la Tierra y ¡obtendrá usted a cada miembro de la raza humana con 104 millones de dólares! Todos ricos, si la riqueza consiste en tener dinero, lo cual es un tema de coqueteo en la presente reflexión.

“EEUU solamente, con el 4% de la población mundial, genera el 25% de la contaminación planetaria debido a la emisión industrial de gases con efecto invernadero”

La visión amoral de la humanidad empeora cuando se tiene la certeza de que el susodicho poder económico, sionista, capitalista a ultranza, ángulo derecho de la política, está realizando “negocios” con la crisis, misma generada por él. Como decir, carroñeramente, asesino y luego me aprovecho de la materia prima de los cadáveres para comercializar. Tal es lo que ha ocurrido con la crisis, con la banca, con el comportamiento de los grandes capitalistas, con el modelo en sí durante toda su vida, con la reunión del G-8 en Londres, la del G-20 en Pittsburgh y como parece acaba de ocurrir en la reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, Copenhague (en actual curso), donde los países ricos (según se acusa) subscribieron un acuerdo secreto para realizar emisiones industriales ellos solamente, con exclusión de los países en vías de desarrollo, a quienes les quieren negar cualquier posibilidad de explotación de sus recursos para su aprovechamiento.

Porque así es el sistema del capital: omnipresente, opresor, individualista, segregacionista, divisor de clases. Tiene presencia y hasta compra con su dinero y poder político las decisiones de las cumbres en materia ambiental, dado que son los principales responsables de las emisiones contaminantes del mundo y, como dijimos, no parecen disponer de otra opción cultural de desarrollo que no sea la de la explotación energética y de los recursos naturales, visión consumista incompatible con su ahorro y con la preservación misma de la especie de la especie humana, para no hablar ya de otras especies, que desaparecen por montones. El imperialismo requiere de este industrialismo para mantener su formato preponderante, y semejante formato del consumismo y explotación de la materia fósil del planeta poseen un efecto arrasador definitivamente peligroso.

EEUU solamente, con el 4% de la población mundial, genera el 25% de la contaminación planetaria debido a la emisión industrial de gases con efecto invernadero. Ello debiera dar para pensar sobre el destino del hombre, sobre su planeta, sobre un modelo político y económico que lo espolea hacia su aniquilación, poniéndonos ya en sintonía con la fábula pesimista de Hugo Chávez, enunciada al principio.

Tales son las “virtudes” del modelo, en números tétricos y en la amoral actitud de sus promotores y seguidores.

Doy más cifras, que nos hacen pensar que no es casualidad que el país más generador de contaminación y destrucción mundial (a propósito de Copenhague y de la fábula marciana) albergue la mayor riqueza del planeta. Cito:

Como lo demuestran las cifras que nos presentan a los 400 norteamericanos más ricos con un haber económico superior al de 150 millones de habitantes del mismo país. Toda una perla: 400 personas [son] más ricas que la mitad del país, con un haber de 1,6 billones (1.600.000.000.000) de dólares.³

A lo cual agregamos que solamente 350 personas estadounidenses poseen el 44% de la riqueza mundial, algo así como 1.061.700 millones de dólares. ¡Vaya si el sistema, “el modelo”, el sueño imperial de toda derecha política, no es unipersonal, piramidal, segregacionista, inmoral, finalmente aniquilador! No diremos en adelante que precisa de un cadáver para reaccionar, cuando no lo hace siquiera frente a la imagen de un planeta en desagracia. Visto así, el mundo camina seguro hacia una destrucción, un descomunal deshielo que hará desaparecer países enteros. El planeta sacrificado a la pervivencia de un modelo político, a la llenura de unos cuantos bolsillos.

A propósito de la Conferencia en Copenhague, leí el caso de la República de Maldivas, una isla en el Océano Índico, proyectada a desparecer con la subida del mar; y, para sorpresa, llegó a mis manos la información sobre un libro que habla de los cien lugares a desaparecer y que vale pena visitar antes de que ocurra, Caracas entre ellos, fantasía o hecho probable que toca la fibra del venezolano que escribe estas líneas.

Culmino con la mención de una película apocalíptica muy a propósito con el tema tratado, concebida en la entraña holliwoodense del mismo país de los pesares aquí citado: 2.012. Usted verá como ocurre el deshielo, como se proyecta la desaparición casi de la especie y ¡cómo nada más se salvan los ricos, únicos capaces de costear la construcción de unas descomunales naves salvadoras, suertes de arcas de Noe!

Digamos, en conclusión, que los modelos de desarrollo humano afectan la salud planetaria, afirmación casi de Perogrullo si no supiéramos que el hombre se ha diseminado impensablemente sobre la corteza terrestre y las transnacionales lo multiplican efectistamente por doquier con la “contaminación” de sus interes; y agreguemos, de paso, que resulta hartamente estúpido devengar descomunales ganancias para un bolsillo si después el portador de tal bolsillo no tiene ambiente donde vivir, dado que el modelo bendito de “hacer negocios” devasta el hábitat fundamental.

Cierta o falsa la fábula marciana en sí, su cuento comporta enormes reflexiones para la vida humana, que nos haga pensar y enrumbarnos hacia un estilo de vida más ecológico y humanista: el hombre congeniado con su ambiente y consigo mismo. Digo con esto que cobra fuerza la propuesta socialista, incluyendo hasta sus rasgos utópicos, dado que pareciera a veces que lo real resulta inútil para salvarse a sí mismo, teniendo que echarse mano de la capacidad idealista de los hombres. Me digo a mí mismo que, si después de leer estas notas, pensáramos que el socialismo no es el camino, es porque seguramente ya estaremos muertos (para el caso que pensemos de algún modo después de muertos). Necesitamos un nuevo hombre, una nueva conciencia, un mundo nuevo de relaciones ambientales e interpersonales, completamente superada de la desgracia histórica que nos ha tocado vivir con el presente sistema de cosas político.

Notas:

¹ Fidel Castro Ruz: “Pittsburgh y la Cumbre de Margarita” [en línea]. En Aporrea.org. – 28 sep 2.009. - [2º pantalla]. - http://www.aporrea.org/internacionales/a87332.html. - [Consulta: 15 dic 2.009].
² Véase la siguiente cronología: “Invasiones norteamericanas. Listado cronológico” [en línea] / Tomado de la División de Asuntos Internacionales, Servicio de Investigación del Congreso, Librería del Congreso (Oficina de Imprenta del Gobierno de Estados Unidos, Washington D.C., 1975). - [S.F.] [30 pantallas]. - http://usuarios.lycos.es/marsat/Textos1/InvasiUSA.htm. - [Consulta: 15 dic 2.009].
³ Oscar J. Camero: “Apartheid democrático” [en línea]. En Animal político. – 28 oct 2.008. - [5º pantalla]. - http://zoopolitico.blogspot.com/2008/10/apartheid-democrtico.html. - [Consulta: 15 dic 2.009].

3 comentarios:

Ary Szydlowski dijo...

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Anónimo dijo...

Estamos obligados a sepultar el capitalismo que ha convertido a todo y a todos en simples mercancías, porque genera inmensas desigualdades…, porque permite el genocidio sistemático que es el hambre…, porque le que produce vive en la miseria…

Encuestas Candidatos Presidencia dijo...

Parte de la critica al capitalismo es la opinión de que es un sistema caracterizado por la explotación intraeconómica (a diferencia del esclavismo y el feudalismo) de la fuerza de trabajo del hombre al constituir el trabajo como una mercancía más. Esta condición sería su principal contradicción: Medios de producción privados con fuerza de trabajo colectiva, de este modo, mientras en el capitalismo se produce de forma colectiva, el disfrute de las riquezas generadas es privado. La alternativa histórica al capitalismo con mayor acogida ha estado representada por el comunismo.