lunes, 20 de julio de 2009

Autoconvencimiento democrático

  Usted no me la ha preguntado, pero, si quiere saber mi opinión, en Honduras no hubo un golpe de Estado, sino una “sucesión constitucional”.  Así como suena, tan límpido; algo muy parecido al “vacío de poder” que se decretó respecto de abril de 2.002 en Venezuela, cuando,  igualmente, otro presidente constitucional fue removido por la fuerza y sustituido por otro célebre Pedro Carmona Estanga, más su concierto de empresarios, políticos e intereses extranjeros comprometidos con la asonada.

Ni más ni menos.  No le busque usted más pelos al gato.

En Honduras Zelaya desacató una orden del máximo tribunal de justicia del país, siendo luego la rebeldía causal de su defenestración constitucional.  Él se lo buscó.  Violó la ley.  Se comió la luz roja del semáforo y tuvo que pagar la multa.  ¿No es así la ley, que está allí para ser aplicada a todos por igual y con su cumplimiento honrar los mandatos y espíritus democráticos de las naciones?

¿O es que usted pensaba que en Honduras no había una democracia, un cuerpo de ley que respetar y un pueblo que está vigilante de su cumplimiento, antes de que llegara este gorila presidencial a querer revertirla?  En Honduras la letra de la ley no está muerta; se cumple a cabalidad, no presenciándose nunca el bochorno de que un potentado cometa una infracción y no se le castigue luego, como se hace corrientemente con cualquier descamisado campesino.  Igualdad.  Si el mismo presidente no cumple, se le remueve y ya; al fin y al cabo es un funcionario más de la cosa pública.

En Venezuela, por ejemplo, Hugo Chávez vino a revolver el orden constitucional vigente con sus inventos de asambleas constituyentes o populares, transformaciones institucionales y reformas del espectro acostumbrado de vida, hasta el punto tal que a él mismo, cuando se le propina el llamado golpe de Estado, se le declara como una desaparición, una vacuidad, todo bajo un enfoque distinto de cómo apreciar un “accidente constitucional”. Dejemos el clisé de “golpe de Estado” a un lado.

¿O es que usted pensaba que en Venezuela no existía un orden establecido, tan recio en su convicción y estructura que cualquier intento de cambio necesariamente tenía que sonar a inexistencia, siendo por fuerza un rumor, un vacío, como dijimos, un orgasmo intelectual de mentes ociosas, dado que el ocio siempre engendra travesuras contra las cosas constituidas?  Así, pues, Hugo Chávez, como el mismo “golpe” que se le infiere, es un vacío, una ilusión, una mentira o, para decirlo con el poder sintético de quienes defienden la tradición, un tiranuelo dictador.

Una y otra, estos es, Honduras y Venezuela, son unas democracias ejemplares antes de las sendas oleadas anticonstitucionalistas (Zelaya y Chávez).  Venezuela no existe desde una década chavista para acá y Honduras se resiste a correr con la misma suerte fantasmagórica.  Nadie puede culparlas.  Un país es como una casa:  familia, propiedad y tradición, más la paz de los muertos.  Son fundamentos culturales que se respetan, pulidos en su verdad incontrovertible por los siglos de los siglos.  Es la humanidad misma rezumada.

“La libertad humana es una fuerza de selva, plena ella, que impulsa a que cada quien ocupe su puesto de acuerdo a su condición y fuerza”

No puede haber error.  La derecha política, el liberalismo, es el camino social señalado por los repetidos ensayos y errores que han conducido a la verdad científica; más aun, si se considera el uso histórico, camino señalado por la Providencia también es, dado que la humanidad ha vivido y sobrevivido hasta hoy bajo el formato de la diferencia de clases, el específico control de los medios de producción y la justa (en un sentido moral) distribución piramidal de la riqueza.  No es casualidad que la Iglesia apoye sus manifestaciones.

Dudar, ergo, de semejante camino equivale por fuerza lógica a desconfiar de hitos descomunales como Jesucristo, de la histórica Iglesia, de los aportes fundamentales del feudalismo en la formación de las naciones, de las innumerables coronas monárquicas que han existido, suerte de archivos históricos de la sangre bienhechora.  No puede ser que el mundo haya pervivido siempre sumido en el yerro, ni tampoco es creíble lo que dicen que el factor común de la convivencia humana haya sido la explotación del hombre por el hombre.  Redomadas pamplinas.

¿Por qué, pues, quemarse las pestañas elucubrando que existe una voluntad extremadamente inteligente, foránea ella, que diseñó matemáticamente sendos acontecimientos políticos para recuperar ni contener nada perdido en manos izquierdas, si en América Latina no se ha cedido ni un ápice de los territorios humanistas conquistados por la razón y la Historia?  Chávez es un vacío fantasmagórico y Zelaya una historia sucedida.  Parménides y el río latinoamericano siguen igual de tranquilos, porque la verdad tiene el don de la incomovibilidad.  Su cauce es lo eterno.  ¿Qué puede, en fin, haberse transmutado que no vuelva a su canal, como los naturales ríos?

La libertad individual es una conquista del género humano, que la define casi como la deidad ciudadana que es en el presente; y los Estados, unas creaciones del hombre y de la misma libertad individual.  Mal puede entonces lo creado estar por encima del creador, simple razonamiento que ha de excomulgar para siempre la injerencia del Estado en los asuntos de la vida social y económica humana. Eso es libertad, libre albedrío. La paz de lo establecido tiene que ser santa.  Si Chávez y Zelaya un buen día se dispusieron a revertir semejante predestinación, uno armando las bases de la pirámide para que conmuevan su propio techo, con el apoyo del Estado mismo, y otro dándole esperanzas de transformación a una sarta de campesinos y sindicalistas embarrados, se debe concluir que es un soñar orientado al fracaso. Nunca podrá subsistir un mundo patas arriba, como menos una pirámide parada sobre su ángulo superior.  Contranatural, por lo menos.

La libertad humana es una fuerza de selva, plena ella, que impulsa a que cada quien ocupe su puesto de acuerdo a su condición y fuerza.  ¡Ah, divino Aristóteles clasificador de lo humano!  ¡Ah, Darwin moderno, interpretador divino!  ¿Dónde están? ¿Por qué tuvieron que “irse”? Cualquier otra bagatela creada por el ingenio humano –como el Estado- debe de estar al servicio de eternizar las verdades eternas –y valga la eternidad-.  Si en algún momento hubo un “vacío de poder” por allí o un fantasma sucedido por allá con apariencia de “golpes de Estado”, tenga la seguridad plena de que se trata de un veleidad de la sabia Naturaleza, que periódica y estadísticamente tiene un arrojo de engendros, suerte de equilibrante fisiología necesaria.

lunes, 13 de julio de 2009

Honduras y su “efecto mariposa”

América Latina, la que se extiende entre las riberas del Río Grande, en el norte, y la Tierra del Fuego, en el sur, con su mundo caribeño y centroamericano incluido, en sus más diversas formas denominatorias, como Sudamérica, si bajo un carácter geográfico, Patria Grande, si se atiende al enfoque histórico común, y hasta como “patio trasero”, si a las fuentes despectivas etnocentristas vamos; se estremece hoy a plenitud con el capítulo del golpe de Estado en Honduras, el tercer país más empobrecido del “subhemisferio occidental”, como le ha dado por llamar a este rincón de la Tierra al gusto norteamericano en su afán geopolítico de sentirse “apartheid” y más identificado con la región europea.

¿Quién lo iría a pensar, dado que la lógica nos invita a considerar estos estremecimientos como más probables si procediesen de perturbaciones en países grandes, como Brasil, o de importancia enormemente geoestratégica, como Venezuela?  Pero no, ya usted lo ve:  la cabuya sigue reventando por lo más delgado, para utilizar un dicho de la patria de Bolívar; o, para decirlo con aires de estampida revolucionaria sobre las filas de la derecha política, el continente se estremece por el efecto de la “mariposa” hondureña.

Sí, así es, Honduras, el país cuya balanza comercial arroja un saldo negativo de casi cuatro millardos de dólares al año, cuyas exportaciones en un 67,2% tienen como destinos los EEUU y las remesas de sus emigrados constituyen el 30% del ingreso de divisas, además de verse afectado por casi un 30% de desempleo.¹  Cuatro o cinco familias, junto a las transnacionales, son dueñas de la mayor parte de las tierras.  Es, además, un territorio de bases militares norteamericanas.

En modo alguno es despectivo considerar a tan “pobre país” como portador de efectos tan significativos, como si por condición de pobre no tuviese un peso específico sobre el tablón de las pasiones humanas.  Por el contrario, desde la óptica de ser el país más atenazado por la garra imperial norteña, con todo su anclaje capitalista y neoliberal, nos sirve para decir, primero, que no existe bajo tal condición país próspero ni soberano en el mundo y, segundo, que precisamente por la misma condición resulta en extremo significativo sentar que es sintomático (en su desbarajuste) que la derecha política se resiente ante su crisis de valores y reacciona a su antojo en el país de sus anchas –digámoslo así-, proyectando el sueño reactivo de todas las (extremas) derechas políticas del mundo hacia el continente.

Honduras, verdadero “patio trasero” de los EEUU por la denotación de permanente invasión que ése país sobre su suelo concreta y por el apoderamiento neoliberal de su cuerpo económico, hasta el grado que es llamada “república bananera” por antonomasia, es el país sin cortapisas de las extremas pasiones neocoloniales de la región, como acaba de quedar demostrado con el capítulo del gorilismo militar que, no obstante la desaprobación mundial, persiste incólume en el poder por la seguridad con que manejan a su antojo el aparato productivo y la institucionalidad del Estado, sin tomar en cuenta para nada el parecer popular, como es propio de los regímenes plutocráticos (ricos de un país tan pobre dirigiendo su pobreza).

Decir que el evento golpista de ese país responde a una perfecta maquinación de los poderes de los “amos del valle” para enviar un mensaje de subversión y caos institucional hacia las bases de la democracia en la región, “aquejadas” por la plaga de un socialismo avanzante, es expresar una verdad a medias.  No se duda en momento alguno que exista semejante intencionalidad, sobremanera para probar la capacidad de respuesta y solidaridad de la nueva propuesta política que toma cuerpo en América Latina, pero todo análisis es achacoso si no le hace honor a la verdad completa:  la derecha política, y la extrema derecha, con todo y su paquete modélico neocapitalista, tuvo la oportunidad de cultivar un fruto distinto a la miseria con que plagó a las naciones sudamericanas, y ahora se encuentra abismada en una severa crisis de valores y modelos, con pueblos tomando conciencia y reclamando sus derechos; puyada en estampida, a la defensiva, tentada a sacar lo peor de su condición extrema para aferrarse a sus fenecientes privilegios. La izquierda, por su parte, en cualquiera de sus versiones aclimatadas, avanza recogiendo el descontento cosechado por el modelo arraigado, haciendo temblar estructuras, estatus, nombres, situaciones; cundiendo el pánico.

Los pueblos abren los ojos y las viejas castas se estremecen, como llevamos dicho.  Y según tal razonamiento, que ha hecho se invente un nuevo decir, “Cuando veas Honduras arder, pon tu país en remojo” (dirigido a la vertiente de los cambios político-sociales), más allá de ser una provocación planificada contra la toma de conciencia latinoamericana, el golpe en Honduras no es aporreo sólo para la izquierda –como los sesgados analistas recomiendan-, sino que es expresión también del desesperado pánico que viven las derechas y las extremas derechas políticas del mundo, más allá del ámbito circunscrito de las Américas.

Notas:

¹ Luis Brito García:  “Tegucigolpe” [en línea].  En Aporrea.org. – 17 jul 2.009. - [Pantalla 1]. - http://www.aporrea.org/internacionales/a82150.html. - [Consulta:  13 jul 2.009]

miércoles, 8 de julio de 2009

Obama y el poder imperial: ¿quién manda a quién en los EEUU?

¿No se preguntan ustedes qué es lo que pasa en los EEUU últimamente, donde con tanta evidencia el “cabeza” de gobierno va por un lado y el cuerpo del gobierno por otro?  Barack Obama diciendo y pensando una cosa y el gobierno que detenta haciendo otra.  El presidente hablando de paz, de retiro de tropas, de derecho humanos y constitucionalidad, y su gobierno haciendo la guerra, negado al retiro de tropas de lugar alguno, violando como es su tradición los derechos humanos y lanzando golpes de Estados por doquier.

Hay un desencuentro, a vista de ojo, deliberado o no, más allá de la presunción de que tal ambigüedad es política constitutiva del quehacer gubernamental.  Inalterablemente a lo largo de décadas hemos notado cómo los gobiernos de los EEUU hacen encarnar su discurso progresista, de defensa de los derechos humanos, de libertad y autodeterminación de los pueblos en la figura constitucional de su presidente, mientras sus tropas hacen y deshacen lo pronunciado por esa boca.  Como si utilizaran la imagen de su presidente, presuntamente elegido por la voluntad del pueblo, como un parapeto para investirse de la moralidad de aquello que predican y distraer lo que en la práctica violentan.

De modo que nadie tenga que atreverse a creer que los EEUU son capaces de dar golpes de Estado en el mundo cuando ellos mismos se aferran y ejercen, en convicción y alma, al sistema democrático que la tal maledicencia calumnia con sus ocurrencias.

¿Será así o nosotros somos unos redomados cretinos para andar insultando a la inteligencia humana con nuestras dudas?

Como sea, sí o no, el punto es que notoriamente la ambigüedad política ha sido el arma predilecta de los gobiernos de los EEUU a la hora asumir la defensa de sus específicos intereses en una región determinada en contraposición a la semántica protocolar de sus discursos progresistas de libertad y democracia.  Mientras se centran en resaltar que tienen un presidente “democráticamente” elegido –dado un conflicto entre intereses y posiciones político-económicos en determinado lugar del mundo-, que aman la libertad y que esperan la intermediación de los factores institucionales de la humanidad, parecieran apostar siempre al paso del tiempo –que distrae la atención- para hacer prevalecer el olvido sobre el tema y dejar así que  las oscuras fuerzas de la conveniencia se traguen a los más rimbombantes principios de la moralina.

De ejemplos está llena su historia, de inútil enumeración para el caso, el último de ellos Honduras, donde el gorilismo militar ha dado un golpe de Estado y la boca propagandística de los EEUU ha dicho que apoya la democracia; pero en su fuero interno, en las profundas estructuras del poder que defiende intereses económicos y geoestrategia, se hacen de la vista gorda, apoyándolo inclusive, dando por hecho que el mundo es una sarta de estúpidos incapaz de notar la tensión entre sus intereses en juego.

El hacer y el decir.  El contenido y la forma.  Los hechos y los discursos.  Si se decidieran por hacer valer el contenido de su rayado discurso sobre la legitimidad democrática, perderían en la decisión el suelo de Honduras como plataforma política y militar de despliegue contra movimientos contraimperiales en la región.  ¿Vale la pena una postura de principios democráticos comparada con semejantes consecuencias nefastas para sus intereses particulares?  Ni idiota que fueran para no seguir jugando que todos somos unos retrasados.  El “dejar hacer, dejar pasar” constituye la esencia de la ambigüedad política del gobierno de los EEUU.

¿Y su presidente qué?  Simple variable de control que disimula el verdadero poder que manda en los EEUU; flamante banderilla sobre la capa de la corteza terrestre, la piel del sistema.  Suerte de recurso legalista y legitimista devenido en su uso para ponderar y confrontar opiniones públicas, medir reacciones, mismas que son sopesadas por el subterráneo grupo de poder y mando en los EEUU.  De manera que no luce temeraria la aseveración de que un presidente de los EEUU es en sus funciones un pelele de unas sedimentadas estructuras de poder político y económico, un “secuestrado” del sistema, en el más digno de los casos, como mucho se ha dicho de Barack Obama respecto del militarismo y guerrerismo propio de los EEUU, principal accionar –por cierto- del apuntalamiento económico de las cúpulas del poder en ejercicio. 

¿Qué tanto puede valer la pena una declaración de principios, por encima de un significativo silencio respecto de unos intereses en juego?  ¿Quién es aquél que loco suicida presidente de los EEUU se atreva un día a llevarle la contraria al “sistema”, guiado por tendencias humanistas y de convicción democrática, osando insinuar que hay algo oscuro en la historia de los EEUU, donde la semántica se trastoca, llamándose, por ejemplo, democracia a lo que es guerra y negocio de enriquecimiento para unos pocos, y considerándose que la ciudadanía en general es una gran manada de alimento para un gastronómico apetito de castas?  En medio de semejante disyuntiva, lo mejor es el silencio o, por decir más, la ambigüedad, como llevamos dicho.  No ser hombre, sino político, en su pútrida acepción, esa que lo lleva a privilegiar la ley como mecanismo de ricos para “poner un poco de orden en la explotación” de las masas, como decía Roque Dalton.

“No es precisamente Barack Obama el dueño del circo”

John F. Kennedy se atrevió un día a tratar de parar una guerra, con las consecuencias ya conocidas.  Los perros de la guerra, adláteres de la plutocracia y el poder militar, no lo perdonaron.  Así, pues, vale decir que entonces se dio en los EEUU un golpe de Estado, con toda su caracterización militarista disfrazada en la figura de lo civil, tal como hasta hoy se sigue ensayando en la práctica.

De hecho, con la “amenaza” del triunfo de Obama (un moderado) para las elecciones presidenciales y con el manejo tipo “contratista” que George W. Bush y Donald Rumsfeld habrían estado haciendo de sus fuerzas militares desplegadas en Irak, se dice que el 18 de diciembre de 2.006 se produjo un segundo golpe de Estado en las altas esferas del poder en los EEUU, confeccionado por los militares para restituir su protagonismo corporativo, defendiendo sus intereses económicos.  El nuevo hombre fuerte, tras bastidores, sería Robert Gates, actualmente Secretario de Defensa, jefe del Pentágono, presuntamente el clavo del poder en los EEUU.¹

La credibilidad en semejante tesis explicaría, por un lado, el escandaloso desencuentro que apuntamos al principio:  que el presidente una cosa piensa y manda y otra es la que insiste en desplegar la osificada estructura del poder a “su cargo”; por el otro, el porqué cada vez más se va teniendo una mayor impresión de que el modelo democrático en los EEUU es una pantomima, una función de teatro para tontos, una vieja y nueva herramienta de control sobre las masas, como se dice fue y es la religión como “opio” de estupidización de los pueblos.

Claro, con las excepciones dichas, los presidentes estadounidenses tradicionalmente se han venido  identificando -más que menos- con las acciones ejercidas por sus gobiernos, luciendo perfiles harto guerreristas, como los de un Reagan o un Bush padre, haciendo lucir al mismo tiempo también como monolíticos a sus gobiernos.  Entonces no parecía presentirse ningún conflicto en los entretejidos del poder.  El Estado, militarista o lo que fuera, resplandecía y ejercía su control sobre las instituciones, los discursos y las masas.

Pero con Obama, como cuando Kennedy, las estructuras parecen haberse revestido de crisis, aunque nunca como ahora, presintiéndose un divorcio entre cabeza y maquinaria, y  nunca tan patente la convicción respecto de la preponderancia maquinesca sobre la delegación democrática de su conducción.  Por ello no es nada casual la sensación de que, por primera vez, la figura de un presidente de los EEUU no se corresponde precisamente con la imagen fuerte del hombre que tiene a su cargo dirigir al país “más poderoso de la Tierra”.  Verdadero “tigre de papel”, como habría dicho Mao.

Más allá de la consideraciones coyunturales relativas a la crisis financiera que asola al país, a la raza de su gobernante y a una percepción de cambio en las preferencias socio-electorales en los EEUU, con franco deterioro de arraigados paradigmas,  la imagen que viene al pelo es la del antiguo Imperio Romano, descomunalmente extendido en el planeta, aparentemente imposible de administrarse a sí mismo, menos cuanto una crisis toca a su puerta y da la ocasión para que las partes, sistémicamente sedimentadas, presuman la condición autonómica del todo.  Como si se dijera que la cabeza va dejando de tener importancia.

Un soltarse de lo caballos, como se dice popularmente cuando una situación se escapa de las manos.  Y eso es en efecto:  el imperio se escapa a sí mismo de sus propias manos y no parece controlarse ni por computadora –¿quién controla las apetencias humanas?-.  Viene un mandatario, montado sobre una ola popular reformista, de humanista impacto, y consigue tan férreos moldes estructurales que parecieran sugerir primero una cruenta confrontación o combate antes que tolerar significativos cambios.

En tal contexto, no es descabellado imaginar a un Obama enfrentado impotentemente (que no lo  creo) contra esas suertes de procónsules del imperio establecidos aquí y allá por el arraigado oficio de la Casa Blanca, cada cual virrey o mandamás a su modo y en su área,  desplegando una particular política que conciben en correspondencia con el cuerpo mayor, esto es, los EEUU, aunque en el fondo sepamos que responden a intereses económicos de clanes familiares y militares.

De manera que, a pesar de Obama, los acontecimientos siguen el mismo curso en Irak (militares y políticos en su negocio); nadie los para en Afganistán, donde la presencia estadounidense ha incrementado en exportación la producción y consumo mundial de heroína (negocios militares);  ni en América Latina, donde son reyes de la política antinarcóticos, mismas que ha disparado la producción y consumo de cocaína (negocios de algunas familias potentadas).

Por ejemplo, se dice que en los hechos de Honduras se mueve el “fantasma de John Negroponte, el super [sic] agente de seguridad y mano derecha de Bush y de Dick Chenney, […] tras bastidores[…]  Negroponte fue, como se sabe, embajador de EEUU en Honduras y allí montó un siniestro aparato militar y de inteligencia”.²

Cuando se menciona a Dick Chenney, gran negociante petrolero con el invento de su guerra en Irak  durante la gestión de Bush, usted saque la cuenta de la magnitud de los poderes a los que tendría que enfrentarse a quien se le ocurra hablar de paz, así se trate de un presidente, peor incluso si disminuido, como un Obama.  No es casual que este ex vicepresidente de Bush actualmente ande en diatribas con el presidente de su propio país.

En América Latina el cuento es conocido, explicándose por qué se siente tan ausente el presidente norteamericano por estos lares:  nombres sedimentados (las osificadas estructuras de las que venimos hablando) o figuras proconsulares, como los dos arriba mencionados, además de Thomas Shannon, Otto Reich y Roger Noriega, son los artífices de las políticas centro y suramericanas.  Cada uno reportándose a sendos centros de poder en los EEUU, más allá de la misma investidura presidencial, para el caso que dicha investidura eventualmente los confronte.  De Otto Reich, por ejemplo, se dice que andaba en negocios y comisiones petroleros en Venezuela, tocándole vivir un duro revés con el retorno del Hugo Chávez al poder, vía popular, demoledor de la vieja estatal petrolera, candidata a privatización.

Contra semejante poder, inveterado, sedimentado, estructuralmente sistémico, de paso con con razones particulares de enriquecimiento en nombre de la libertad y el sacrosanto emblema de la democracia, ¿quién?   No es precisamente Barack Obama el dueño del circo.

Notas:

¹  Presuposiciones del periodista francés Thierry Meyssan.  Tomado de Ernesto Villegas:  “Robert Gates, el poder detrás de Obama” [en línea].  En Aporrea.org. – 22 ene 2.009. - [pantalla 3]. - http://aporrea.org/actualidad/a70957.html. - [Consulta:  8 jul 2.009].

²  José Vicente Rangel:  “Anatomía de un golpe” [en línea].  En Aporrea.org. – 6 jul 2.009. - [pantalla 3]. - http://www.aporrea.org/tiburon/a81669.html. - [Consulta:  8 jul 2.009].