viernes, 29 de julio de 2011

El tramposo de Hugo Chávez (psicología y argumento de una extrema oposición política)

Chávez enfermo El presidente de la república, Hugo Chávez, está montando un exitoso show mediático, con un también exitoso rédito político.  A fuerza de inventarse más células cancerígenas de las que una vez le detectaran (si es que ocurrió) y de soplar a los cuatro costados que pronto perderá el cabello, quedando calvo (¿un presidente calva?  ¡Ufff!), además de protagonizar espectáculos sensibleros junto a sus padres y otros familiares, se ha lanzado a recuperar en firme puntuaciones políticas que alguna vez perdiera durante su larga ya trayectoria como presidente de Venezuela.  De acuerdo con los análisis respecto de su popularidad, ha tenido dos bajones significativos:  uno cuando cerrara RCTV en 2007, 10%, aproximadamente, lo cual lo ubicó en un 69% de popularidad; y el otro a finales del mismo año, octubre-diciembre, cuando la reforma constitucional, 14%, más o menos.*

Pero ante la estrategia actual de ese tremendo embustero que ocupa Miraflores, tales cifras son ya cosas del pasado.  Sin duda un hallazgo, mérito a él mismo, con toda seguridad, y a sus asesores cubanos, bichos humanos que no tienen reparos en acudir a mañas y artes negras para trocar realidades en magias o fantasías, o viceversa.  Es un barroco de la mentira, como en literatura lo fue Alejo Carpentier, a propósito de cubanos.    De paso, dígase que el hombre estuvo ayudado por esa otra gran estafa mediática que fue la Gran Misión Vivienda que implementara durante este mismo año y que consistió en dársela de santurrón preocupado por los pobres, protagonizando espectáculos gimoteros al lado de los desdentados y junto a su pretoriana Milicia Bolivariana.  Reconózcase que tal mentira de las viviendas fue una suerte de precedente de esta situación que ahora experimenta con su subida de popularidad, por supuesto (no faltaba más para las suspicacias), en tiempo preelectoral.  El año 2.011 le ha caído al pelo (aunque pronto se diga calvo) en esto de revivir o fortalecerse políticamente.

De ponerse a hacer ranchos con fachadas de apartamentos, dizque para dignificar a los pata en el suelo, a aparecer en TV con la falacia de un cáncer mata-prócer independentista, es poco el trecho que tiene que recorrer un ilusionista político como él, digámoslo así para no ofender majestades con la tan hórrida palabra “embustero” o “tramposo” y también para evitar que sus esbirros me vengan buscar para meterme tras las rejas por expresar mis opiniones. ¡Ah, mi país!

Yo me paro ante el TV, como si lo hiciera ante el espejo, y me digo, hablándole a dios y al corazón, pensando en la familia y en los hermosos sentimiento terrenales, en la honestidad y los bellos valores morales:  “¿Oscarcito, vale, tu sería capaz de mentir así como ha hecho ese hombre, ante todo un país, sosteniendo una infamia de mentira sobre su salud, nomás que con el propósito de mercado político de remontar una lochas en las encuestas?”

¡Cojones hay que tener!  De suyo, hay que ser inmoral.  Lo anterior sin la consideración de que con su comportamiento monstruoso hace llorar a su madre delante de las cámaras de TV.  Una simple infamia, como no se ha visto desde que Bolívar libertara estas tierras.  Claro, cabe la posibilidad de que la familia Chávez toda esté implicada en la movida, en fraude, en el engaño de victimizar a un tirano para que se eternice en el poder miraflorero. En tal caso, madre, padre, hijo, nieto, hermano y todo lo que lleve el mote sanguíneo chavista, ha de ser un desfalco a la moral, con el agravante de publicar sus intimidades a través de los medios de comunicación, si es posible en cadena, sin ningún reparo ético. Desparpajo, pues.

“Como decir que “muerto el perro, se acaba la rabia”.  Y un Chávez, con su mentira, se queda con el país, como los nazis sin enemigos políticos se quedaron con Alemania.” 

Bueno, en lo concierne a alcanzar el poder o mantenerlo, la historia ha hablado y nos dice que el hombre es capaz de atrocidades, desde decir, como entre antiguos, que se es hijo de un dios, hasta lo contrario, que se es hijo del innombrable (para dominar con base en el miedo), y que por ello no se tiene la culpa al ser objeto de unas profecías o destino.  Algunos han matado o lidiado con sus padres o hijos o hermanos (en materia divina, Zeus y Cronos; en materia humana, tenemos el cuento de Rómulo y Remo, para no irnos al inicio del mundo con Caín y Abel)

Lo cierto es que el hombrecito de Miraflores apunta alto y ya asegura su triunfo para las elecciones de 2.012, sintiéndose reconfortado con el fruto de sus mentiras.  Ha subido en las encuestas, es un hecho reconocido hasta por el más recalcitrante de los nuestros.  Ayer nomás le puso fecha a su cumpleaños 67 en el dos mil y tonta, proponiéndole vida y vitalidad a todos sus seguidores.  Ha de ser este hombre, pues, una marca de la historia, sin duda, un potencial terror del género humano como lo fuera Hitler en su tiempo.  Porque, te digo, mentir así sobre uno mismo, sobre algo tan serio como la vida, inventándole nada menos que un cáncer al país y a la familia misma para perpetuarse en el poder, ha de tener algún esotérico paralelismo con aquella noche llamada de los “cuchillos largos” que ejecutaran los nazis para eliminar a sus rivales políticos.   Como decir que “muerto el perro, se acaba la rabia”.  Y un Chávez, con su mentira, se queda con el país, como los nazis sin enemigos políticos se quedaron con Alemania.  Toda una irrealidad de moral ideal revolucionaria.

Porque lo que hace el presidente es quedarse con el poder, recurriendo a sus tretas de precipitar el sentimentalismo de un país.  No tiene moral, y lo que aspira es una situación sin bases reales, cual ídolo con pies de barro.  Un nazi sin rivales políticos, con el poder en consecuencia, sin ningún tipo de cuidado ético; un político latinoamericano (afrodescendiente y futuro calvo) con el poder, por arte de la mentira, sobre la base de un sentimentalismo nacional, sin apego real a la ciencia política.  Eso es Chávez y su revolución.

Tiemblo de pavor al imaginarme en cualquier momento su aparición en público, con su cabeza pelona, victimizándose ante el país como líder abnegado que ni duerme ni come en sus funciones y que desarrolla cáncer de tanto trabajar.  ¡Una pesadilla!  Algo así como que vendría a cobrar más puntuación política para su popularidad con miras en el 2.012.  A no dudar, la estrategia de las estrategias, hasta el grado de que hasta dan ganas de enfermarse, así tan deportivamente, para captar votos.  Pero, sabemos, el país que no se deja engañar (¿la mayoría?) ya sabe que, con toda certeza, apenas gane las elecciones allá en el 2.012, el tema del cáncer en candidatos o presidentes será objeto de estudio, de marketing, de reflexiones en materia de publicidad y cálculo político.

Mucho pensaré en ello a la hora de votar, con la espantosa sensación de depositar un voto perdido.

Notas:

* Ver reportes del Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD) de junio de 2.008.

jueves, 21 de julio de 2011

El triunfo no oficial de Venezuela ante Paraguay

Tarjeta roja Francisco Chacón La Vinotinto, el equipo de fútbol venezolano, ganó el juego ante Paraguay, como también en su ocasión se lo ganó Brasil.  Pero, como sabemos, factores no puramente futbolísticos sentenciaron los resultados que hemos oído, esto es, que el equipo vinotinto perdió el juego.  Se dice que esa es la historia oficial, aunque ya sepamos en este siglo XXI de acumulada historia que transitamos que no necesariamente lo que es oficial es contentivo de la verdad.  Se dice, como corolario, que no enfrentará en la final del domingo a Uruguay y que disputará el tercer lugar ante Perú.

La Vinotinto

Pongo unos ejemplos históricos de cosas “oficiales”, carentes de verdad.  ¡Dioses, hay muchos!  Pero puedo decir, con toda la sorna y goce revanchístico del mundo, lo que le ocurrió a Galileo Galilei, aunque sea un ejemplo alejado del tema pero no de la verdad.  Para la Iglesia Católica, oficialmente era un hombre equivocado, renegado respecto a las disposiciones y verdades de dios, en su tiempo amenazado con la quema por esos atrevimientos copernicanos de corroborar al sol como el centro de nuestro sistema planetario.  Resumo:  fue declarado oficialmente mentiroso y obligado a abjurar de sus razones, aunque la verdad estuviera con él y no con dios, como es hecho conocido.  Ridículamente fue declarado “absuelto” por la Iglesia en el siglo XX.

En el ámbito deportivo habrá cantidad de situaciones similares donde las historias paralelas circulen con su verdad-verdad por encima de las fementidas historias oficiales.  Viene a mi mente, por ejemplo, el gol “sucio” de Maradona ante Inglaterra (si no me equivoco), razón por la cual fue bautizado en la ocasión como “la mano de dios”, esta vez implicando a dios con lo oficial, a la sazón, con lo falso.  Para ese entonces Argentina ganó e Inglaterra pudo haber escrito este artículo para aseverar que la historia cierta es la paralela y no la oficial, donde ella ganó realmente la confrontación.

Como un rayo, me pasa por la mente ─otra vez alejándonos del tema futbolístico, pero acercándonos en verdad─ la historia antigua que relata el enojo de Ayax Telamonio ante el favoritismo de los dioses y Agamenón por Ulises, a quien premian con la armadura de Aquiles como honra guerreril.  La historia oficial relata que Ayax se volvió loco, manchó su espada con la sangre de animales, a los que mató en medio de una crisis inducida por los dioses, razón que al final lo determinarían a suicidarse; pero la historia paralela sabe que Ayax Telamonio fue uno de los pocos guerreros que no utilizaba el favor de los dioses para vencer en sus combates, debiéndose a él y sus recursos, a su condición humana a secas, sus triunfos y aureola de mayor guerrero de la historia antigua después de Aquiles (nadie desmerece a Ulises, que era pura inteligencia y condición bélica, pero con mucho artificio y mimo desacreditadores divinos).  Jamás se encomendaba a dios para salir a combatir y ello lo hundió finalmente, como puede un árbitro hundir en el presente a un equipo de fútbol con una decisión “oficial” y carente de realidad, para no decir equivocada.  Como ocurrió con Venezuela, pues.

“La Vinotinto, nuestra selección, ganó convincentemente el juego el día de ayer, como llevamos dicho, y el día domingo próximo se enfrentará a Uruguay[...]”

El equipo venezonalo ─que se encomienda mucho a dios, por cierto─ marcó el gol de la victoria temprano, en el primer tiempo, tanto que sería suficiente para su victoria “oficial”, según vimos posteriormente que Paraguay no tenía fuelle para vencerlo; pero ya supimos cómo el arbitro Francisco Chacón, cual el antiguo Agamenón de los premios, volteó la tortilla de la historia para anular la marcación y poner a circular la versión paralela del triunfo de La Vinotinto.  Fue juez ─hay que decirlo─ que se paseó el campo de juego de arriba abajo buscando faltas en contra de nuestra selección nacional, aunque al final el tiro le saliera por la culata y los paraguayos le pagaran con la moneda de la ingratitud, insultándolo y haciéndolo quedar como uno de los mayores ridículos de la historia (oficial) del fútbol actual.

El juego se hizo polémico con las decisiones del árbitro y hasta un presidente de país ha levantado su voz para reclamar los arbitrajes ante los entes normativos del fútbol (Conmebol).  El árbitro al final, quizás movido por la conciencia, procuró equilibrar los hechos en el juego(debió dolerle un mundo), sacando a un jugador de Paraguay, expulsando tontamente al director técnico y adjunto, pero muy tardíamente entonces para los efectos reparadores de su metida de pata.  El juego pasó a penales, donde sabemos que el dios Azar hace de las suyas.

Venezuela ganó el juego con creces ante Paraguay.  Le marcó el gol necesario para su triunfo, además de demostrar pundonor y dominio a lo largo del juego.  Que Paraguay mantuviese más tiempo la pelota es un hecho que no se puede comparar con la concreción y amenaza de gol del equipo venezolano cuando estuvo en dominio del balón.  El equipo paraguayo no sólo fue un fiasco de triunfo “oficial” en el terreno, no sólo ante Venezuela, como dijimos, si no ante Brasil, cuando se la pasó cuidando el arco para que no le metiesen el gol que los eliminase, como en justicia debió ocurrir; es también uno de los mayores sofismas deportivos de nuestro tiempo.  Como recordaremos, a Brasil le ganó a fuerza de favores del dios Azar de los penales, como parece hacérsele costumbre.

El equipo paraguayo es una de esas locas situaciones de las historias oficiales fallidas que llevan a una selección a una final.  Sin ganarle a nadie, sin demostrar contundencia, con cinco empates a cuestas.  ¡Insólito!  Las reglas del fútbol debieran reformarse y evitar que un equipo avance con un racimo de empate superior a tres, obligándolo a ganar el cuarto juego.  Es de loco que el perdedor real gané los juegos, aunque lo haga oficialmente.

La Vinotinto, nuestra selección, ganó convincentemente el juego el día de ayer, como llevamos dicho, y el día domingo próximo se enfrentará a Uruguay (a quien le ha ganado en anteriores ocasiones) en la final de la Copa América 2.011, con mucha posibilidad oficial (a veces convergen oficialidad y realidad) de coronarse campeón del evento.  En ese juego paralelo de la imaginación real (y valga nuestra indignación y desencuentros semánticos) no presenciaremos pelonas brillantes de árbitros parcializados corriendo de aquí a allá en pos de personales ilusiones, pescando detalles para sus fantasías y adoleciendo de irrealidades, como dijera Borges por ahí en uno de sus cuentos.  ¡Pa’ lante, Vinotinto y mucha suerte!

martes, 19 de julio de 2011

Pasión vinotinto y mezquindad política

La Vinotinto Los recalcitrantes extremos de la derecha política venezolana denostan que La Vinotinto ─nuestra selección de fútbol─ coseche sus mejores logros durante los diez años del gobierno de Hugo Chávez, el “innombrable” (como le dicen) destructor de su histórico estatus de privilegios.

Sí, es verdad, se alegran por La Vinotinto, por nuestro gentilicio proyectado en el ámbito internacional, pero su resentimiento no los deja soltar a pierna suelta su grito de felicidad.  “¡Qué viva La Vinotinto! ─¡coño ─se retraen─, pero es en el gobierno de Chávez, no joda!─.  ¡Que viii...!”  Jamás reconocerán el apoyo brindado por las políticas del gobierno central al deporte nacional, menos al fútbol, al que ahora le va bastante bien, con chance hasta de coronarse campeón si se toma en cuenta que ya le tocó las nalgas a Paraguay cuando le empató el juego en cuatros minutos de tiempo de descuento.

Nunca se había visto a la selección nacional viajar tanto para enfrentar amistosamente tantos equipos en el mundo, cultivando y diversificando su experiencia de juego; para foguearse y avanzar lentamente en su nivel ─esto hay que decirlo:  le ha costado al equipo subir en su nivel─.  En una década se pulieron, se perfilaron, salieron del foso de la cenicienta donde la historia nos había metido.  En una década cambiaron la historia del medio siglo pasado.

“Hoy el equipo juega y el país sufre y goza con sus respectivas penas y alegrías, aunque algunos pujen y se contengan, podridos de mezquindad nacionalista.”

Suena grande ─y muy sugestivo─ eso de que no le había ganado a Chile en los últimos 44 años y monumental que por primera vez pasa a cuartos de final.  Tanto era el desánimo nacional que a modo de broma se decía, cuando La Vintotinto perdía:  “Jugaron como nunca y perdieron como siempre”.  Pero, en fin, la historia cambió para el presente, presente que juzga al pasado, cuando nunca se vio, por ejemplo, que un  jefe de Estado siguiera con detalle y atención personal los juegos, felicitara a los jugadores, aupara al equipo, hiciera bromas estimulantes con otros jefes de Estado sobre la emergencia y superioridad de nuestro equipo. Peor aún, ahora que un jefe de Estado lo hace, ellos, la recalcitracia política venezolana, no pierden la ocasión para demostrar de qué están hechos, de la vieja crema rancia del pasado: se burlan y gritan que el innombrable empava al equipo.

La Vinotinto le gana ahora a Uruguay, a Chile, Bolivia, empata a los grandes como Brasil y Paraguay, y la recalcitrancia política derechista venezolana sigue apegada a su perdición pretérita, a la mezquindad, a la estupidez, a la locura, a la ingratitud y desconocimiento para con el presente. Con flema, argumentan que el equipo se fogueó en la humillación del pasado ─como le corresponde a un principiante:  son sus palabras─ para ostentar la adultez y dignidad del presente. Simple evolución. Jamás relucen que nunca antes hubo política de Estado concreta que estimulase el deporte y puliera con brillo de perlas, como ahora.

Algún día el país político evolucionará hacia el brillo y adultez que se requieren para tener una oposición derechista consciente de que la patria es una sola y que todo lo que se queme en su ara, en su beneficio, es para todos, para el hecho de la venezolanidad sin mezquindades.  En la madurez política de la derecha política se tendrán (¡también!) cojones para reconocer tanto las faltas propias (golpe de Estado, por ejemplo) como virtudes ajenas, como la política del Estado presente en apoyo al deporte, para la igualación social, para el reparto con criterio de la riqueza, para el enderezamiento de entuertos, como era tarea del viejo Quijote.

Quince años atrás La Vinotinto perdía o ganaba sin pena ni gloria:  casi nadie se enteraba.  Hoy el equipo juega y el país sufre y goza con sus respectivas penas y alegrías, aunque algunos pujen y se contengan, podridos de mezquindad nacionalista.  ¡Qué viva Venezuela, caramba, para todos y todas!

miércoles, 13 de julio de 2011

Hugo Chávez a solas frente a la vida o la gloria

I

Chávez enfermo El presidente Chávez tiene un brote de células cancerosas en su cuerpo. Por lo que se sabe, le fue extraída una formación morbosa, presuntamente completa, y él se recupera.  Pero, ya sabemos, es el cáncer, correoso y traicionero, como es el ser de la enfermedad.  Los brotes pueden desplazarse y generar nuevas formaciones en otros sitios, según el cáncer es guabinoso.  En una fase final, digamos de sentencia, ocurre lo que se conoce como una metástasis, lo que no es más que el riego del semillero enfermizo en el cuerpo.

II

Como quiera que sea un líder, con amor mayoritario de su pueblo y apoyo de un aparato de Estado que se defiende a sí mismo salvaguardando su institucionalidad y funciones, sabemos que la enfermedad no respeta y no hace distingos de amores u odios.  Simplemente ataca, a pequeños y grandes, a anónimos o famosos, a amados u odiados, como dije.  Y nada de la grandeza humana podría ─en teoría─ revertir el destino. “El papa, el rey y el duque están sujetos a morir, como lo está el pordiosero”. El presidente Chávez es un mortal sencillo, a fin de cuentas, aquejado por una humana enfermedad.  Se dice que el amor, el apoyo familiar y la oración ayudan, y sobran testimonios de personas que han logrado devolver la rueda del infortunio con el apoyo moral de sus seres allegados y amados.  Aparte su familia, el presidente Chávez tiene el amor de un mayoritario sector de Venezuela y su lucha es lucha de muchos. Y cuando hablo de amor, hablo de amor sincero, en cualquiera de sus expresiones: paternalista, fraterno, de protección, hasta político, que ya es decir bastante.

III

Las imágenes lo han mostrado significativamente afectado:  con menos peso, con mucho dolor espiritual, con la ropa fofa, colgante, sin el acostumbrado ahínco y viveza del hombre que conocemos.  No es para menos:  el hombre tiene brotes de unas semillas que pueden ser mortales.  Sin duda, le llegó una hora difícil, de reflexión, de tentador cambio.  La familia, lo amado, las pasiones y ansias de la vida pasan a la balanza.  El proyecto de país, del cual es líder, también está enfrente de él, a su consideración.  El hombre duro y antiimperialista, el que le dijo “mierda” a la mayor potencia del mundo, admirado y emulado por muchos líderes continentales, corre el riesgo de mostrar debilidad ante la eventual inminencia de la muerte, miedo que presuntamente debe de sentir todo lo que es vivo.

IV

Vive su hora amarga, su toque espiritual que seguramente le reza “cambia de vida”.  A lo que él le responde, con seguridad, “No, es un descanso.  Volveré al curarme”.  La angustia por dejar esta vida (no el miedo a la muerte) acucia, con toda certeza.  Tiene alta responsabilidad.  Es un hombre de Estado, del pueblo, con un deber y una obligación de conclusión para aquellos que empezaron a soñar.  Me topé en el camino con un hombre damnificado y me dijo que, si el presidente moría, él lo más seguro, junto a su familia, rodaría con las aguas de la incertidumbre.  Otra, representante de la otra Venezuela ─que lo odia─, me contó que le entraba un  "fresquito" porque el hombre estuviera enfermo.  Pero el presidente Chávez tiene una responsabilidad, como es todo en él, dedicación completa, sin tomar en cuenta odios o amores. Es un presidente para todos, que simplemente trabaja por el mandato humanístico de transformar la vida y sus condiciones.

“Ulises luego lo encontraría en su paso por el Hades y oiría de él que sufría enormemente el tedio en las sombras, arrepentido por no haber escogido en vida ser un hombre sin complicaciones, sencillo pero aún vivo quizás, con sangre circulando por sus venas.”

 

V

“Moriré en la lucha”, bien podría murmurar.  “Me iré a elecciones así mismo en el 2.012, con los brotes morbosos internos.  Un pueblo cree en mí, me necesita y, sobremanera, estima que no tengo sucesor”.  Gran problema ése, por cierto.  No hay más Chávez más allá, o en el más allá.  Sería una fuerza moral, como la de Bolívar mismo, pero ello no serviría para completar el proyecto vivo de país socialista, para ponerle freno a la tenacidad imperial de someter a Venezuela a patio eterno trasero, para impedir que las hienas del pasado político conservador vuelvan a su banquete de sangre y privilegios en Venezuela.  El hombre se requiere vivo y en acción para comandar, cual Cid Campeador, el resurgimiento de una nación.

VI

Sobre la mesa corren los dados.  El presidente, como todo hombre humano al fin, podría tener una duda, un dilema.  Descansar o no descansar, cosa que podría dar la impresión de un cambio de timonel, de revolución inconclusa bajo el mando de un hombre debilitado.  Un respiro podría ser una gran bocanada de energía para las hienas, extranjeras o perros nacionales.  No hay remedio, ni vuelta atrás, según pintan las circunstancias.  Ser o no ser.  Vivir mansamente, en el descanso retirado, mientras la revolución marcha al frente de otro guía, pero naturalmente bajo su guía moral.  O seguir trabajando, como lo ha hecho, al frente de la guerra ideológica de todos los días, viviendo para su pueblo mientras dure o recuperándose mientras trabaje o muriendo poco a poco por dentro, pero al frente de la batalla, otra vez como el Cid Campeador, que luchó hasta hecho cadáver sobre su montura, poniendo en fuga a enemigos hasta en medio de esa condición.  Genio y figura hasta la sepultura.

VII

La historia y los mitos podría recorrer su mente, ejemplarizándole.  Cuando el mítico guerrero griego, Aquiles, escogió un destino, se decidió por una vida gloriosa pero corta, en contraposición a una vida larga como labriego, pero sin gloria.  Ulises luego lo encontraría en su paso por el Hades y oiría de él que sufría enormemente el tedio en las sombras, arrepentido por no haber escogido en vida ser un hombre sin complicaciones, sencillo pero aún vivo quizás, con sangre circulando por sus venas.  La amada y tibia vida, ajena a él en el inframundo.  El presidente Chávez ha hecho de Simón Bolívar, El Libertador, su icono vital, su figura, su amor, su ideal, y él es su émulo.  Bolívar murió en medio de la lucha política, después de haber concretado la lucha armada, vestido con las ropas de un amigo, sin un penique y en soledad.  No tenía nada más que el nombre, como el antiguo Aquiles tenía gloria, gloria eterna.  Así, pues, seguir o no seguir.  Descansar o morir en medio del fragor de la lucha eterna por cambiar la vida.  He allí el dilema.  Por un lado la tibia vida, la familia, el amor sincero de los allegados, con prolongada existencia física sobre la faz de la tierra; por el otro, la hosquedad de la lucha política, el enfrentamiento, el amor y odio de muchos, la barahúnda, el fragor de la batalla y la gloria, pero breve la vida, sin reposo ni convalecencia. Serena vida o gloriosa muerte.