lunes, 31 de julio de 2017

RATA MORAL

El opositor no lo podía creer:  ¡un gentío salió a votar!   Movió las mandíbulas como un inevitable rumiante y luego se quedó mirando hacia el techo, apagando la televisión, la INTERNET, no queriendo saber más de la vida ni de la política.  Así se durmió, minado de depresión, después de oír el primer boletín del CNE respecto de la elección para la Asamblea Nacional Constituyente.

Al día siguiente, lunes, su alma política amaneció como la calle:  en silencio, devastada, con despecho.  Recibió un mensaje de su trabajo donde le indicaban que no fuese, que se tomase el día y celebrase, después de felicitarlo por los resultados "revolucionarios" del domingo.  Sintió deseos de hundir su ZTE de fabricación venezolana en un balde con agua, pero se contuvo al pensar que valía un montón de plata y que todavía se la debía al ministerio, que lo había financiado.

Oyó que Henrique Capriles Radonski (un nombre que le sonaba lejano y burlesco, como un eco) había instruido a las huestes opositoras para que al mediodía del lunes saliesen a las calles.  Pero se descuajeringó.  ¿Cómo era posible estar indicando nada?  ¿En dónde diablos estaba dicho sujeto, que no parecía vivir la realidad?  ¿A quién se le podría ocurrir salir con día tan resquebrajado, con ánimo tan por el suelo?  ¿Qué demonios tenían que ir a hacer a la calle?  ¿A trancar qué?  ¿Para qué?  ¿A matar a otro guardia nacional o a otro de las mismas filas opositoras para endilgárselo al gobierno?  ¿Valió eso de algo, por cierto?  110 muertos.

─¡Un carajo! ─soltó mirándose en el espejo, mientras se vestía para salir a la calle sin saber tampoco para qué─.  ¡Capriles y todos esos otros gafos nombres de pseudoliderazgo son unas mierdas putrefactas e inútiles!

El chavismo salió y votó.  ¡Más de 8 millones!  ¿Qué fraude ni qué diantres?  Salió y votó a pesar de la muerte, de las amenazas, de las piedras puestas en el camino, y propinó una horrorosa herida de derrota entre la oposición, cuyos adalides no se sabían dónde andaban.  ¿Qué era de la vida del tal Guevara, por ejemplo, ese mariguanero violentón?

Volvió a la ventana y miró la calle desierta y estupefacta.  ¡Ni siquiera con el mayor llamado a paro cívico por parte de la oposición ─pensó─ jamás se puso tan sola, como si fuera un primero de enero!  Escasa gente caminando, nada de transporte público, negocios cerrados.  ¡Tal era la depresión de la patria!

Regresó al espejo y valoró la idea de salir a la calle.  Se dijo "¿Para qué?", acomodándose el lazo de la corbata, y durante un largo momento deseo no tener un espíritu tan político, tan crítico, tan opositor, que lo único que le acarreaba era pesar y tremenda decepción.  ¡Coño, era su vida la que se diluía en un país escapado del molde de sus sueños!  ¡Quería comprar, vender, explotar gente, matar pendejos, subir a un barrio y mandar, apuntar, esclavizar, ser uno, ser él, ser el principal, ser rey, como todo buen derechista!

¡Pero toda esa vaina la acababan los chavistas hijos de puta, indestructibles, por lo visto!  Porque ahora sí que se podía pensar que jamás serían derrotados:  sin pan, con la nevera vacía, con los transportistas sumados a la juerga cobrando BsF. 300, con calles minadas, con los edificios secuestrados, con muertes acometidas para desalentarlos, salieron a votar como si nada.  A él mismo le constaba:  lo habían designado para aprisionar un edificio en Chacaíto para evitar el voto, ahí cerca, no tan lejos de su Castellana.  No era concebible lanzar una bomba atómica sobre Venezuela porque morirían todos, negros y blancos.

De nuevo miró el mensaje de su jefe chaburro en el teléfono y, ya fuera de sí, se puso gritar terriblemente, increpando al artefacto como a una persona:

─¡A mí no me das órdenes, maldito!  ¡La calle es de todos y salgo a ella porque quiero, por dignidad!  ¡Porque yo sí soy digno!

Abrió la puerta, abordó el ascensor y, cuando el sol le dio de lleno en el rostro bajo el cielo abierto, no pudo evitar retraerse un poco y procesar la incómoda idea de que esa estrella también era chavista, según lucía implacable, señera, porfiada sobre el cada día de una vida que debía continuar indefectiblemente.

sábado, 29 de julio de 2017

DEMOCRACIA REVOLTOSA

La democracia se ha vuelto peligrosa.  Es un atentado contra el poder de uno dominante.  Agrede cuando pierde su condición de farsa y se hace genuina, incómoda.

Por siglos ha sido así, una manipulación, un achaque, una decadencia en las manos del poder.  Y ha sido discurso y prostitución al servicio del poder mismo.  Ideal e idea profanados.

En un principio griego fue ambos lados, cara y cruz:  incluyente de lo ciudadano y excluyente de parte de lo mismo, otros que no lo eran precisamente, aunque viviesen en la misma polis.  Una mujer no era ciudadana con derechos.  Después democracia evolucionó y encarnó colores:  un negro, no obstante vivir en la ciudad, se llegó a no considerarse ciudadano ni con mínimos derechos.  Animales.

La ignorancia y la manipulación condujeron a la mentira de que la democracia griega es el ideal, quitándole, lógicamente, aquellas feas patas de la exclusión e inclusión dichas.  Democracia sólo para un universo de ciudadanos.  Hoy democracia no se sabe lo que es con precisión.

Los hechos hablan.  Si se perfecciona y se le quita lo feo griego (¡atentado etimológico!) y se le suma lo bello idealista, esto es, que en verdad incluya, resulta que es inadecuada, como todo lo perfecto.  Si se acude a la bases, a las masas, a los ciudadanos, al consenso de todos, resulta incómodo para aquel que quiere con personales poderes dominar la aldea.

Es decir, democracia es un galimatías, una burla, una excusa, una cagada, con el perdón que al escribidor le da el libre albedrío para escoger palabras.  En Venezuela se acude al poder originario y perfecto del pueblo para ejercerla, y todo el mundo la ataca.  En otras palabras:  no puede el pueblo decidir, escoger, porque democracia es lo que no es, o sea, dictadura.  Ello conduce a decir que Venezuela es una dictadura porque es una democracia…

El país de Simón Bolívar es el más democrático del mundo, vale decir, entonces, el más peligroso, amenazante y tiránico.  Eso de fundarse en las comunidades para gobernar es una atrocidad para los poderes institucionales, imperiales y transnacionales instituidos en el tablado del planeta. 

Llamar a una asamblea constituyente para perfeccionar el sistema de gobierno por el pueblo, decidido desde las masas, es una temeridad.  El poder de uno tiembla (ese uno que en realidad vale por 99), y decide atacar con toda las fuerzas de la farsa establecida en el mundo:  ONU, Europa, OEA, países traidores en América Latina, como México, Colombia, Perú…  Todos unos redomados hijos de puta y estafas de la historia republicana, con toda la libertad que, por cierto, la democracia le da al escribidor para escoger tan escatológicas palabras.

Resulta que ahora no es democrático lo que, precisamente, define a la democracia, práctica, teórica e idealmente.  Y se ataca con todo el poder que da, descaradamente, el hecho de no serlo.  Un país como los EE.UU., en nada democrático, te señala como tiránico y te ataca en virtud del argumento discursivo democrático.  Porque para eso es la democracia:  un discurso para atacar y aplastar a quien en verdad ejerce el mandato de las mayorías.  Preclaro fue Bolívar con su advertencia sobre los EE.UU. y su misión miserable en nombre de la libertad.  Porque ese es el hecho, manipulado lector:  democracia es la hermana idealizada de la libertad en tanto "libertad" es otro discurso demoledor de pueblos.

jueves, 20 de julio de 2017

SUEÑO DE UNA MAÑANA DE PARO

El opositor le dijo a su jefe, quien lo oía desde allá en el ministerio, en el centro de Caracas:

─No puedo salir, hay paro.

Seguidamente, rebosante de júbilo y tapeado entre los vidrios oscuros de su camioneta Chery, dejó caer su androide ZTE venezolano sobre el asiento del copiloto, preso de un inimaginable placer político.  Miró su rostro enrojecido en el retrovisor, al que se dedicó a escarbar durante un rato.  Después encendió su vehículo y, suspirantemente satisfecho, echó a andar.

Enfiló hacia la avenida Boyacá, la mañana de un jueves terriblemente fría por la lluvia imparable desde el día anterior.  Una vaguada, según lenguaje técnico.  Amaba La Castellana, su terruño, lugar de su apartamento, y, mientras subía hacia el norte sintiendo pasar los viejos árboles a sus costados, se figuró por momentos que la malvada revolución lo perseguía como una especie de maquinaria Caterpillar, talándolos, dejando el suelo expuesto a un luminoso sol.

Pero no era cierto.  Hacía frío, y los árboles y el Ávila continuaban allí, aunque a este último le hubiesen cambiado el nombre (Guaraira Repano).  A la vista de una pareja que salía a ejercitarse, no se pudo contener y, bajando el parabrisas, le gritó: 

─¡Fuera Maduro!  ¡Tenemos patria!

Se iniciaba en la mañana un paro cívico, calentado desde el día anterior con otro de transportistas, quienes pedían un precio de BsF. 300 de pasaje.  Las expectativas eran que cayese el gobierno y, a los efectos, la dirigencia opositora ya había declarado un pacto de gobernabilidad, suerte de trato de alternancia presidencial en la que se aboliría la reelección indefinida.  El día anterior, miércoles, convocado a trancazo por los estudiantes, transcurrió con hechos gloriosos, como la quema de un homúnculo chavista y el incendio de un camión con logotipos del ministerio donde él, por cierto, trabajaba.

Por momentos tuvo la tentación de devolverse y quedarse en su Castellana, pero se dijo, finalmente, que era necesario ver otros paisajes, constatar por sus propios ojos la caída del régimen en otros espacios.   De algún modo La Castellana, así como Chacao y su distribuir Altamira, eran espacios caídos, es decir, ganados por la lucha patria, y no tenía sentido quedarse entre sus círculos.  Había que ver, ir al centro de Caracas, a El Silencio, sede de los poderes institucionales del país, y constatar el hundimiento del abominable Maduro y sus mesnadas.

De manara que dejó atrás su terruño lleno de humo y secuestrado por las legiones guerreras de la resistencia.  ¡Allí sí que se cumplía al pelo el mandato de la cúpula opositora, y nadie se atrevía a trabajar, a abrir una tienda, a irrespetar el llamado a paro so pena de sufrir en carne propia la chamusquina del encono patrio!  Antes de tomar decididamente la Boyacá un grupo de jóvenes  encapuchados lo detuvo y le pidió BsF. 10 mil para apoyar la lucha, pedimento al que accedió feliz, casi abrazando a tan importantes luchadores, muchos de ellos mendigos y deambulantes reivindicados.

Sentimiento le dio no haberse ido por el barrio Chapellín para burlarse un rato de los miserables desdentados que allí habitan, seguramente chillando todos pidiendo clemencia al porvenir.  Pero ya bajaba por la avenida Baralt, rápidamente, y no había tiempo para divagaciones.  Allí era el hecho concreto.  El centro, el pulso de lo que políticamente es en el país.  Se dejó caer con malicia por la sede del bombardeado Tribunal Supremo de Justicia y, al no notar nada inusual, es decir, al mirar el mismo rostro odiado de los oficiales en custodia, de pronto se sintió despertar.

¡Al parecer el mundo seguía igual!  Transporte público, gente trabajando, bomberos al acecho en la calma de un día, deambulantes, gente de un país en calma, pero para nada caído.  Alegrías e ilusiones al suelo, aceleró el vehículo y, en un último intento de buscar rebatimientos de la realidad, tomó la Baralt de nuevo y se fue hasta la panadería de la esquina Guanábano, donde paró a beber un café y a oír los decires de la gente.  Normalidad.

Perdida la mente en la desilusión, de pronto sintió que le tocaron el hombro.  Volteó con desgano y, ¡sorpresa!, era su jefe quien, sonriente y reciente del cerro de La Pastora, lo felicitaba por haber hecho el esfuerzo de haberse venido a trabajar.  No tuvo más remedio ni cortesía que pagarle el café y, de paso, darle la cola hasta las oficinas.

martes, 18 de julio de 2017

LA PARROQUIA SAN JUAN, DE CARACAS, SE ACTIVO CON EL SIMULACRO CONSTITUYENTE

El día domingo 16 la parroquia San Juan se activo con el simulacro de elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente.  A las 9:00 am empezó el proceso en la plaza Capuchinos, en la escuela 19 de Abril, y se extendió hasta que quedó gente en la cola de votación.
El Equipo Político Parroquial, las Unidades de Batalla Bolívar-Chávez (UBCh), miembros del Comité Constituyente Popular (CCP) y otras delegaciones comunitarias aportaron presencia y esfuerzo para convertir la cita en un éxito.
La actividad se ejerció como un ensayo con vista a la elección constituyente del 30 de julio, aparte de que, en lo político, se traduce en una medición de operatividad y respuesta de la militancia del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Como se ha explicado incansablemente, la constituyente es un recurso democrático convocado por el presidente de la República, Nicolás Maduro, con el propósito de concitar la paz y el entendimiento entre los venezolanos, y así combatir la facción terrorista opositora, mil veces llamada infructuosamente a diálogo.
En la parroquia San Juan la oposición instaló tres puntos para realizar su ilegal procedimiento de plebiscito, no obstante respetado por los parroquianos.  Habría que preguntarse, imaginarse por unos segundos, si un toldo del PSUV, constituyente lógicamente, hubiera sido tolerado en los espacios donde ellos tienen sus baluartes guarimberos, como en el municipio Chacao.  Fijaron un punto a pocos metros de la esquina El Carmen, Puente Arauca; otro, cerca del Colegio Ezequiel Zamora Quintana y uno más en el Bloque 1, de El Silencio.  Todos en la notable paz que acompaña a procesos con escasa participación.
A continuación,  para virtualizar aquello de que una imagen cuenta más que mil palabras, se coloca un vídeo que muestra algunos pormenores del evento, la asistencia, la tenacidad del elector debajo del sol, la gran cantidad de personas de tercera edad que apoya el proceso abierto a la historia por Hugo Chávez.