miércoles, 16 de diciembre de 2015

MEXICANIZACIÓN DE VENEZUELA

EE.UU. quiebra a los pueblos por principio de dominación y explotación.  Tienen a México en su frontera reducidos a un barril de escombros, penetrado por el narcotráfico y la venta de armas.  Nada casual.  Por aquello del etnocentrismo, esto es, la percepción de que es su misma gente, Canadá no presenta los mismos problemas de expolio.  Aliado militar, comercial, europeístas, etc., ¡pero México!  ¿México indio y productor de materias primas?  Resuena la frase de Porfirio Díaz:  "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos."

Pero no es México nada más.  El mundo es un cartel de tiro al blanco para ejercitar la doctrina maquiavélica de "divide y vencerás".  La documentación es extremada.  El país del norte utiliza las diferencias internas, religiosas o políticas de sus objetivos, para exacerbarlas y generar conflictos debilitantes, lógicamente sobre aquellos puntos de importancia económica o geoestratégica.  ¿En qué país de África quebrada están metidos con tanta fuerza como en el Medio Oriente (petróleo, geostrategia) o en América Latina (petróleo, geoestrategia, recursos varios)?  Como tienen proyectado que las guerras a futuro serán por agua, han ocupado con bases militares los países con acuíferos bajo el disfraz de la cooperación militar en la lucha contra cualquier especie inventada (narcotráfico, guerrilla, terrorismo, etc.).  Suramérica es un tablero:  vigilan el agua, el petróleo, la geoestrategia, el oro, la vegetación, etc., bajo innúmeros argumentos hollywoodenses de cooperación con el objetivo, tales como contrabando, narcotráfico, producción de droga, guerrilla, terrorismo…

Un país emblemático de esta situación es Venezuela, amenazada a futuro de manera grave, en proporción a la cantidad de recursos estratégicos que concentra, sobremanera hidrocarburos, de los que es el mayor reservorio en el planeta.  Tal caracterización hace que no sea nada casual la existencia de bases militares estadounidenses en su país limítrofe, Colombia.  Sabido es que los EE.UU. entrenan a las tropas colombianas contra un eventual enemigo más allá de la guerrilla, hoy en proceso de paz.  Sabido es que las tales bases desde Colombia ensayan sobre el espacio soberano de Venezuela, aéreo y terrestre, vía espionaje y utilización de equipos militares sofisticados.

Tampoco es casual el aumento en los últimos años de fenómenos de paramilitarismo en Venezuela, descuartizamientos, ajustes o cobros políticos, desestabilización política, crudezas ajenas al gentilicio venezolana, propios de la situación degenerada en derechos humanos de la vecina Colombia con su parapolítica.  No es casual porque se trata del ejercicio de una doctrina de minado progresivo de la resistencia de un país pacífico, precisamente desprevenido por esta condición de paz y magnanimidad.   El objetivo es el quiebre de Venezuela, el derribo de su estabilidad y democracia, su implicación en algún argumento criminal y su posterior ocupación y saqueo de sus riquezas a través de una vía que ya ni siquiera comporta el modelo violento paramilitarista colombiano (en actual desmontaje), sino el mexicano, más sofisticadamente crudo y criminal, lo más parecido en la práctica a las técnicas empleadas por el Ejército Islámico en el Medio Oriente.

El país suramericano, tierra natal de Simón Bolivar, hoy con la derecha recobrando espacios en el plano político, la presencia amenazante y sempiterna de los EE.UU., afronta la proyección de escenarios caóticos como los de Libia, país petrolero invadido y desaparecido de la faz de tierra vía guerra.  Salva a Venezuela, por lo pronto, la resistencia que ha ofrecido la izquierda concienciante que ancló en su seno con la llegada de Hugo Chávez y el mismo arraigo histórico de su condición histórica, tierra de libertadores y de luchas independentistas, rasgo que dificulta la disipación de su conciencia de nación.  Pero la resistencia y el minado parecen una cuestión de tiempo.

--   Oscar J. Camero, @animalpolis

martes, 15 de diciembre de 2015

LA TENTACIÓN DEL GOLPE DE ESTADO

No cohabitar con el enemigo, se oye bastante en las reflexiones autocríticas del chavismo después de los resultados parlamentarios del 6-D.  No dormir con el enemigo porque con la derecha al lado no se hace revolución.  Radicalizar y volcarse hacia el pueblo, trabajar con la gente.  No transigir…

Es cosa que no se entiende y que obliga a sentarse a reflexionar.  ¡Vamos, vamos!  ¿Hay que continuar con el disfraz que tapa la realidad y que llevó a la derrota por no mirar como es?  No es posible evitar la presencia de la derecha política en tanto el modelo sea el "democrático", el monitoreado desde el exterior por la comunidad internacional, el sistema basados en la emisión de votos y con una duración de 5 ó 6 años de ejercicio.  Para complacer a los sesudos radicales habría que dar un golpe de Estado y poner a los militares en el poder, hoy con la mayor aproximación histórica al concepto de izquierda y poder cívico.

No es posible ninguna revolución en cinco años, y es por eso que el chavismo lleva ya tres lustros, utilizando el sistema democrático, hay que reconocerlo, realizando elecciones a granel para tapar la boca del sistema censor internacional.  No cambia usted las relaciones de producción ni trastoca los conceptos arraigados de justicia social en cinco años.  No se ha visto.  Y es porque el modelo limitado, monitoreado, apropiado por la derecha internacional, no sirve para los fines.  El modelo es la derecha misma, un instrumento de control del poder político y económico mundial.  El modelo parece ser uno.  Los innominables poderes políticos, económicos y mediáticos del mundo se valen del dispositivo para controlar y gobernar, del mismo modo conceptual que Maquiavelo aconsejó hace un tiempo: "divide y vencerás".  ¿O no?  En el formato obligatorio han metido hasta a la gran Rusia:  no más piense en el rápido referéndum que tuvo que hacer para quedarse con Crimea en el reciente capítulo con Ucrania.

El modelo democrático no fue revolucionario ni siquiera cuando fue inventado por los griegos porque era excluyente de nacimiento; y en las posteriores revaloraciones históricas, durante las sucesivas fases revolucionarias del mundo, ha sido adoptado como sistema de conquista humanista en connivencia con los poderes establecidos.  ¡Todos votan, tienen los mismos derechos, y su elección rige para cinco años!  ¡Los pueblo tienen derecho a su destino (pero, ojo, este destino tiene que ser democrático porque, si no…)!

Mientras el modelo sea tal no habrá complacencia para el radical que pide a gritos la anulación de cualquier juntura con el contrario.  El contrario está ahí, y hoy más que nunca en Venezuela, con 112 diputados en la Asamblea Nacional.  No habrá posibilidad de realizar grandes transformaciones si en el plazo de cinco años gana el contrario, viene y desenrolla la cuerda.  Una real revolución socialista, suponiendo que el deseo de la mayoría sea prescindir del formato limitado y controlado democrático para realizar transformaciones a favor de las masas, una real revolución tendría que dar un golpe de Estado y manejar el Estado bajo la relación del poder cívico-militar.  De otro modo, no queda más opción que transigir hasta dónde el contrario políticamente lo permita, mientras se pasan los cinco años del período y él luego tenga la opción der recuperar sus terreno perdido.  ¡Vaya callejón sin salida, eh!

Y ya se sabe lo que ocurriría:  como el modelo democrático es una herramienta de control del poder fáctico mundial, transnacional, mediático y de derecha, Venezuela sería acusada de no-progresista, sería sumida en una guerra fraterna interna, invadida y probablemente desaparecida como país, cual Libia, nada más con el accionar de los dispositivos militares instalados para los efectos en las bases militares de Colombia. 

--   Oscar J. Camero, @animalpolis

viernes, 11 de diciembre de 2015

EL CUENTO DE LA TRAICIÓN ROJA POR EL PAN Y EL AGUA


Era rojo y maquinaba castigar a los de su color, pero no daba con la forma que no significara traición.  Aquello no podía continuar.  No se conseguía lo básico para vivir, fuera del aire, y los rojos tenían la responsabilidad desde el momento que gobernaban el país.  No se podía responsabilizar a quienes no estaban en condición de recibir reclamos.
Sabía que los amarillos habían escondido el agua y el pan, los otros dos componentes para la vida, y era cosa que la atribulada población de rojos y amarillos se encontraba repartida en sus afanes y latidos entre el gobierno y la oposición, necesitándolos a ambos.  Pero el aire abundaba a montones y eso no le atribuía gran mérito al gobierno, además el mismo gobierno lo regalaba a título de humanismo, solidaridad y revolución; en cambio el pan y el agua, ¡vaya cómo la gente hacía colas ante la oposición para comer y beber!  Era cosa de pena ver cómo le agitaban a la gente un pedazo de carne de res ante sus narices y cómo se precipitaban las masas en seguir cual jaurías al carnicero.  Algunos malucos, luchando contra el remordimiento de vender el agua, se inventaron saborizarla para mercantilizarla con paz de conciencia.
─El aire es esencial para la vida ─sentenciaba el gobierno cuando salía a la calle y contemplaba a rojos y amarillos haciendo colas─.  Es el ingrediente para el hombre nuevo, para el hombre en revolución y conciencia.  ¡Qué viva el rojo del alma!  No vendas tu alma por agua y pan, hombre de conciencia.
Los amarillos se reían porque propalaban que el aire pertenecía a todos y el pan y el agua, en cambio, había que ganárselos, pulso a pulso, con horas bajo el sol haciendo la cola ante las ventas.  Gritaban que era ridículo seguir gobernando con semejante oferta "aérea" y se preparaban para asumir el poder en las siguientes elecciones, de manera que escondieron más aun el pan y el agua, encareciéndolos.  La gente los amó, amarillos y rojos, sintiéndolos imprescindibles, y se aprestó en sus corazones multicolores a fundar una república de pan y agua para hacerla abundante y nunca más tener que sufrir colas.  Se justificaba interiormente, sobremanera los rojos, repitiéndose que el aire popular empezaba a heder a tufillo.
Estaba furioso. Se sentía traicionado en su color.  Había votado por la vida en las elecciones anteriores, por el aire, por el modelo nuevo, por el humanismo, descubriendo ahora que este hombre estaba incompleto y que más compactos (hasta obesos) les parecían los amarillos, sonrosados como debían lucir los rojos, enriquecidos con sus ventas furtivas, con toneladas de aire y cielo para ofrecer también.  No podía ser:  se desmoronaba el precepto ideológico del hombre de aire cabal y utópico, y se hacía mito con sus vuelos.
Por eso el día de las elecciones concibió castigar a los suyos por un día (¡fue su genial idea!), para despabilarlos, para que se estremezcan y vayan por el pan y el agua también, y luego lo ofrezcan como postulados para el hombre completo y revolucionario, rojo rojito de corazón.  Embadurnó su piel de tintura amarilla, maquilló su rostro y aderezó su vestimenta de tal modo que al saltar al patio de los amarillos fue recibido con abrazos y sin sospechas.  Esos días de fiesta política ejerció como nunca la gula y la intemperancia; luego lavaría su cuerpo y volvería a su normalidad colorida.  Después de todo era un rojo de corazón, con mucho aire por dentro y espacio vacío para la conciencia.

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--   Oscar J. Camero, @animalpolis

jueves, 10 de diciembre de 2015

FÁBULA DEL ESTADO BUENO Y DEL PUEBLO MALO

Erase una vez un Estado que visualizó ayudar a sus ciudadanos (para otros "electores") regalándole aquello que necesitaban, sin que sudasen ni soñasen, con el mismo criterio facilista con que del vientre de la tierra manaba la riqueza que como país lo sustentaba.

Eran chorros de petróleo en el regazo de cualquiera.  No había necesidad de aprender a pescar; si se trataba de alimentos, como por arte de magia tendrían ya que estar los pescados sobre el plato; si de casa o vehículo, sólo había que anotarse en una lista.  Para quienes tenían problemas sentimentales, de amor no conseguido, el detalle total para sentirse un ser realizado, se les prometía que se trabaja en la confección de una fórmula secreta a base de una combinación de feromonas y petróleo.

Algunos avispados descubrieron, con la malicia característica de quienes gustan romper idilios, que no había justicia en eso de andar regalándole a gente que ellos sabían eran unos ingratos, sinvergüenzas hechos los discapacitados.  Idearon entonces una contraofensiva para a su manera impartir justicia y a la vez beneficiarse.  Fabricaron un agua sucia, fementida, negra como el petróleo, y empezaron a bombearla sobre la humanidad de aquella partida de zánganos (en su criterio), reservándose el real chorro de hidrocarburos para su consumo.

Se generaron protestas.  Se pidió investigación, pero la contextura del agua sucia era tan perfecta que no se apreciaba fácilmente diferencia con el petróleo.  La gente lloraba.  Se quejaba de que el pescado que le llegaba ahora al plato no la nutría, olía mal y le salía caro porque aquellos tramposos invisibles le cobraban por suministrárselo con algo de carne y hueso.  La contraofensiva se consolidó, se hizo fuerte, perfecta, haciendo tabla rasa tanto con justos como pescadores, perdón, pecadores. 

─¡Vamos, zanganillo! ─decía la sociedad secreta─.  Camina, anda, llégate al río y estira la mano para sacar tu pez. Y paga por el contenido del río, ¡eh!  ¿Qué creías?  ¿Qué te lo daríamos en tu boquita de muñeco?

Mientras tanto el chorro de petróleo real ahorrado hinchó sus arcas personales y sus operaciones se hicieron rutina.  Aquella primera investigación pedida fue acallada con cuotas de oro negro.  El ciudadano, el zángano o justo, el pueblo revuelto en fin, se acostumbró y volcado quedó en las calles con un plato en mano, haciendo filas para recibir su chorro de agua sucia con salpicaduras de petróleo cierto, según pagara.

Cuando vino el día de la elecciones y el ciudadano inocente o culpable, ahora convertido en elector, votó para dar su opinión y decidir si continuaría aquel Estado dispensador de chorros petroleros de felicidad pura, las gentes les devolvió sus cubas de agua sucia, no distinguiendo entre Estado con grifos buenos y Contraestado con grifos falsos.  Los hombres justos, aquellos que sabían pescar pero que ya no podía hacerlo, lavaban sus cuerpos indignados en la corriente del río; los zánganos, aquellos que solían esperar por arte de magia el consabido petróleo en forma de pez en sus platos, pedían a gritos en las calles un nuevo gobierno, blasonando sus platos vacíos.

Fue así como el Contraestado se hizo con el poder y el nuevo surtidor petrolero.

--   Oscar J. Camero, @animalpolis