lunes, 24 de mayo de 2010

La milicia bolivariana se arma con un periódico

Lo que sigue es la reseña de un día regular de concentración de la Milicia Bolivariana en Caracas, donde destaca la implementación del Taller Básico Corresponsales Populares, con miras a fundar un órgano divulgativo en este componente militar.

La actividad miliciana para este día se dividió en dos tipos:  uno dedicado al trabajo de captación en el área parroquial de cada batallón y otro a un taller impartido en el Museo Histórico Militar, en el 23 de Enero (Taller Básico Corresponsales Populares), con la asistencia de milicianos previamente seleccionados..

Se resume la actividad segunda, de significativa importancia puesto que (de concretarse y promoverse) apunta a dotar a la milicia bolivariana de una herramienta tan importante para difundir su desempeño, como lo es un medio impreso, de frecuencia periódica.

Un título tentativo sería (como suena lógico) El Miliciano, asunto de próximo sometimiento a consenso.

Naturalmente, de acuerdo al contexto político que vivimos, este importante paso se inserta en la discusión que sobre los medios de comunicación de masas se ha desatado en el país, sobre su papel, el manejo de la información, la noticia, oportuna y veraz.

Bastante sabemos ya los venezolanos sobre el tema, desde el mismo momento en que, como actores políticos, actuaron parcializadamente en la perpetración del golpe de Estado de abril de 2.002, pillados con las manos en la masa cuando le impusieron a Venezuela su famoso “silencio informativo”, transmitiendo “comiquitas” en lugar de noticias, mientras se fraguaba el asesinato o exilio obligado del Presidente de la República, Hugo Chávez.

Posteriormente, como sabemos, han continuado en la misma onda desinformativa, haciendo mofa del poder legítimamente constituido y burlándose del derecho que tiene el venezolano de estar debidamente informado.  El problema ─de dimensión ética ya en los profesionales y empresarios de los medios de comunicación─ ha poco empezó a rayar en un tope de inaguantable agresión (mejor palabra no hay) que obligó al Estado venezolano a fundar lo que se dio a conocer como “guerrilla mediática”, es decir, la preparación del ciudadano común para insurgir contra empresarios manipuladores de la comunicación y la noticia, para desmentirlos, para combatir su sesgo comunicacional y farsa con las simples armas de la verdad, quien quita que en el mismo lugar y hora de los acontecimientos.

“[...] pillados con las manos en la masa cuando le impusieron a Venezuela su famoso “silencio informativo”, transmitiendo “comiquitas” en lugar de noticias, mientras se fraguaba el asesinato o exilio obligado del Presidente de la República, Hugo Chávez.”

Se trata, pues, de dotar a las masas con las herramientas básicas éticas y técnicas de transmisión de una información, decantando en lo posible la verdad, procurando la objetividad, combatiendo fundamentalmente el imperio de la desinformación que atenaza a Venezuela.  Sabemos que los medios, empeñados en desconocer el gobierno del presidente Hugo Chávez, generan las más de las veces tergiversaciones y tendencias que hacen eco en el exterior, donde la camarilla de la derecha política internacional hace el juego de retransmitirlas al espectro mundial.

Y, finalmente, para cubrir ya estas palabras introductorias, se trata de transformar el paradigmático perfil de la comunicación en el país, de los informadores en el país, de los medios de comunicación en el país, como se corresponde con una revolución, que transforma y humaniza al hombre; se trata de la superación del viejo esquema que pone a un periodista asalariado a vender su ética, su integridad profesional y personal al dueño de un medio; de combatir al Don Capital que un mal día decide servirse de un bien social y universal (la información) para utilizarlo en su interés propio más allá de lo moral; de pasar la página con lectores y sociedades pasivos, embotados y conformes con las versiones de realidad que desde un periódico se les pueda disparar.

Ya hemos visto como estos factores contranacionales han convertido al sector militar en el blanco favoritos de sus ataques.  Sobran las ilustraciones, para no entrar en detalles.  ¡Qué no dirán ahora de las Milicias Bolivarianas, a las que ya han empezado a calumniar desde su conformación, mintiendo a cada trecho sobre su condición jurídica, formación, funciones y fines!  A las que han empezado ya a sepultar con la desinformación, a objeto de que el pueblo venezolano no llegue a enterarse de que sus Fuerzas Armadas han estrechado nexos con el componente civil que es el pueblo, en medio de un contexto de cooperación y coadyuvancia territorial, haciéndose pueblo (en el mejor sentido revolucionario de la palabra).

Los esfuerzos encaminados a dotar a la Milicia con órganos escritos de divulgación constituirán, primero y de modo general en el sentido dicho, un duro golpe a la mediática derechista que busca silenciar a Venezuela, y segundo, una premisa de crecimiento y prendimiento en el alma del pueblo venezolano, que nos conocerá mucho mejor como componente armado hecho de su misma condición civil, para el pueblo y por el pueblo.

Vea la información completa en: Batallón de Milicia “Las Queseras del Medio”, Parroquia Santa Teresa

miércoles, 19 de mayo de 2010

Números y olvidos para las elecciones de la Asamblea Nacional

Apenas entro al estacionamiento, el encargado (junto a otros dos señores y ante una pantalla de TV) me dispara:

─¿Y que la oposición gana la Asamblea?...

Pienso rápidamente que piden mi opinión, ...una opinión veloz y lo más iluminadora posible, que consuma en tiempo que tardo en tomar la llave de la oficina y dirigirme luego en busca de mi vehículo.

─Si tomamos a las primarias como referencia ─les digo impulsivamente, seguramente llevado por el efectismo─, fíjate que 2 millones 500 mil chavistas votaron en sus elecciones, frente a los 300 mil votos opositores en las suyas.  Saca tu cuenta por allí.  (Realmente el voto chavista fue de 2 millones 540 mil, redondeado; y el opositor, 360 mil, también redondeado).

Sigo mi paso, pero acompañado por la expresión “la oposición votó en 17 circunscripciones” que soltara uno de aquellos acompañantes.

Mientras enciendo el vehículo y acomodo aquí y allá, me sumerjo en el cálculo matemático.  Ciertamente la oposición votó en 17 circunscripciones, y esa cifra no puede considerarse el volumen total que habría obtenido de votar en todas las circunscripciones, es decir, en las 87, como sí ocurrió con el chavismo.  De modo que mi efectismo se fue al suelo en un santiamén.

Hago mi cálculo, porque sé que al salir esperarán mi nueva respuesta (ahora rectificación), además de que yo mismo, en lo personal, ansiaba darla.  Fuera de la consideración poco democrática de que la oposición votó en tan pocas circunscripciones para escoger nada más al 20% de sus candidatos a la Asamblea Nacional, contrario al chavismo que lo hizo en la totalidad de los circuitos, hago una simple regla de tres y proyecto que la oposición habría obtenido un total de 1 millón 840 mil votos, de haber votado en los 87 circuitos, más o menos.

Una cifra significativa ─pienso─, unos 700 mil votos menos, algo así como un 27,5% respecto de los votos chavistas.

“La diferencia entre estar organizado o no ─me digo, algo sombrío─.  30% ha sido algo así como el histórico record electoral de la oposición venezolana durante la década que lleva ya el actual gobierno.  30% histórico en los resultados electorales y 30% ahora con respecto a los votos chavista.  Parece poco.”

Entonces me enfrasco en consideraciones de carácter científico político, pareciéndome pobre el beneficio y la diferencia entre estar organizado bajo la signatura de un partido político (PSUV), por un lado, y hecho de persistir en medio de una situación de marasmo funcional, por el lado opositor, reducida en los últimos años al desorden, la fragmentación y el desacuerdo en cuanto a la escogencia de sus candidatos para eventos electorales, aquejado por el tradicional mal político cuartorrepublicano del país, esto es, la cogollocracia, la dedocracia y la preeminencia del poder económico de los actores a la hora de determinar voluntades.

Concluyo que la diferencia es injusta, no proporcional al esfuerzo científico que se presupone hay implícito en el acto de organizarse en todos los estratos político jurisdiccionales de la república, siempre procurando el espíritu comunal.  Me presupongo ─rápidamente, ya dándole un sesgo filosófico─ que lo caótico nunca dejará de atraer a los humanos, seguramente ya cansados de tanta reglamentación civilizatoria, de tanto partido atenazante, de tanta norma apasionada por la prosperidad humana y garantías de vida eterna.  El animal político siempre tentando al destino, jugando aventureramente con su vital seguridad, asomándose a los abismos...  En eterna juventud, como decía Platón de los jóvenes y su prurito de la contradicción, semejantes a perros mordisqueantes de la hierba de los caminos. Tentando esa proyección y diferencia (30%) como resultado opositor en las elecciones para la Asamblea Nacional, muy cercano al tercio o más de diputados que requiere (55 diputados, el 33% de los votos totales) para quebrar la mayoría calificada de dos tercios que requiere el chavismo (110, 66%) para seguir gobernando nacionalistamente.

A la sazón me paseo por las explicaciones, y la imagen del reciente país sumido en apagones y sequías naturales (arteramente explotadas sobre las masas como de origen humano por los medios de comunicación) emerge ante mi con inusitada capacidad de respuesta.  La magnificación de los problemas y el contagio mediático de reconducidas posturas políticas.  Los medios de comunicación en campaña política, redimensionando realidades, multiplicándolas tergiversadamente, incidiendo en la conformación de criterios desprovistos de cuotas reales positivas, como el hecho de que el gobierno bolivariano de Hugo Chávez ha reducido la pobreza extrema en el país, ha redistribuido la riquezas, ha pechado al ricachón con un sentido de mayor obligación y amor por su país, ha instrumentado la capacidad organizativa comunal, ha elevado el índice de desarrollo humano, como lo corroboran organismos internacionales como la CEPAL y la ONU.

“Los medios tienen que ser ─me digo, no muy convencido─.  Ya son candidatos y hacen campañas para representarse en la Asamblea Nacional.  Ha poco estaremos viviendo la suma de todas las plagas egipcias”.

Pero no me convenzo, finalmente.  Iré a salir y decir, enclichadamente, “El problema son los medios de comunicación, que nos engañan inventando cosas”.  Simplemente ridículo ─pienso─.  Con todo lo cierto que pueda ser el rollo de los medios, no va con quien ejerce el Estado hacerse víctima de lo que sabe a ciencia cierta es su victimario, esto es, la desinformación y manipulación mediática ciudadanas, porque el asunto entrañará otro problema ya de desidia, sinvergüenzura e inoperancia legal.  Mi parecer daría la impresión de escurrir el bulto, decepcionaría y, con seguridad, movería a risas.

En tan poco tiempo, decido dos cosas:  (1) dejar para la ciencia política (para un pensar más calmado) desentrañar el porqué de diferencia tan mezquina (27%) entre una franquicia política organizada y otra caótica, y (2) afrontar la tal diferencia como una realidad al fin, suficiente en sí, matemáticamente hablando, para que el chavismo obtenga en la raya más de los dos tercios soñados en la Asamblea Nacional.  Un equivalente opositor al 33% de los votos chavistas habría pintado el panorama con visos de aniquilación.  Pero como decía de los humanos, ahí, ahí, muy cerca de la tentación...

Una vez calentado mi vehículo, voy y les suelto:

─El amigo tiene razón ─dirigiéndome a un hombre alto de bigotes que acompañaba al encargado─:  la oposición votó en 17 circunscripciones.  Pero ya saqué la cuenta y la proyección sobre los 87 circuitos (de haber votado en todos ellos) le da 1 millón 800 mil votos, aproximadamente.  Una diferencia del 30% en relación al voto chavista, que fue de 2 millones 540 mil.  700 mil votos.  Una proyección que, trasladada en proporciones, igualmente le permitiría al chavismo conservar los dos tercios de la Asamblea Nacional, lo cual es el objetivo.  No está planteado que la oposición gane la Asamblea Nacional ni que tampoco el chavismo la obtenca en un 100%.  Tal resultado es un sueño.  De lo que se trata es que la oposición no alcance más del tercio de los diputados totales, es decir, 55, es decir, más del 33%, es decir, que no malogren los dos tercios que busca el chavismo, o sea, que se mantengan en sus márgenes históricos del 30%.  Es verdad, no se puede decir que votaron 320 mil opositores en la primarias como una generalidad, pero aun el millón 800 mil votos proyectados no es suficiente para pronosticar nada diferente a lo que ha sido su destino político durante estos diez años.

Se quedan callados, como digiriendo la numerología que les acababa de soltar.  Yo los contemplo desde mi asiento de conductor, a unos escasos cuatro metros de distancia.  Globovisión, brillando en la pantalla de TV, mantenía debidamente politizado el clima de la pequeña oficina.

─Está claro que no crece la oposición venezolana ─preparándome para el cierre de tan breve anécdota política, procurando sumar lo adverso como favorable, al menos discursivamente─.  Siempre en su 30%, y eso que al gobierno hasta ayer nomás no le ha ido de lo mejor con los apagones y la sequía, que, como ustedes saben, los medios multiplican por diez en sus aspectos nocivos, responsabilizando al...

─Ni con la escasez de alimentos, la carne, la mantequilla... ─tercia un vendedor de café que llega al sitio, rápidamente compenetrándose con el tema, sirviendo el negro líquido sin preguntar.

─¡Eso!... ─corroboro yo al cafetero para complementar mis palabras─.  Ni con los alimentos, ...acaparados o escasos..., entre otros varios aspectos que la oposición ha utilizado para atacar políticamente y restar credibilidad.  ¿Dónde está el crecimiento?  Porque parece lógico que si el apoyo merma por un lado (con tanto ataque), crezca por el otro al recoger la cosecha.  Y ya les dije:  la oposición sigue en sus 30.

Iba a asestar mi cierre final, y hasta entusiasta, no obstante la sombría reflexión que me aquejó segundos antes respecto de las causas de una no mayor diferenciación entre los votos de las partes; pero el hombre de bigotes se levantó de su mimbre allá dentro, se aproximó al marco de la puerta y me midió durante unos segundos.

“Ya soltará alguna marramuncia discursiva de esas que inocula Globovisión ─me dije, preparado para el combate, y lamentándolo, dada mi prisa─, si es que no se trata de alguna salida soez, de esas típicas que suelen inaugurar discusiones políticas callejeras”.

─Olvida usted, hombre ─me dijo con cuidadosa aplicación─, un asunto de mucha importancia.   En la primarias de la oposición votó quien quiso, sin necesariamente estar inscrito en partidos; pero en las nuestras, votaron únicamente los inscritos en el Partidos Socialista Unido de Venezuela.  Eso pesa a la hora de considerar que el chavismo pudo sacar más votos, porque hubo chavistas (como mi hermana) que quisieron votar y no pudieron por no estar inscritos.

Me quedé frito, como se dice en coloquio. ¿Cómo pude olvidar tal detalle?  Me devané los sesos durante un rato y olvidé un dato que, de haberlo tenido en cuenta, no habría inmutado en nada mi intelectualidad política.  Felicité a aquel gigantón chavista ─a quien consideré equivocadamente adversario por momentos─, quien, al ver el efecto de sus palabras en mí, soltó una gruesa risa de satisfacción.  Me animé, entonces, a soltar mi frase, que consideré acertada para cerrar el punto:

─Si con tanto trueno y relámpago en contra del gobierno, tanto apagón y sequía, y tanto alimento retenido en la llamada cadena de comercialización, además de la puta de los medios de comunicación...; sin con todo eso la oposición no crece, no llegando (de paso) a obtener más del tercio de los diputados en la Asamblea nacional, anótenlo entonces:  desaparecerán como esperanza para ellos mismos y el capitalismo mundial.  Será terrible hasta para uno mismo, que requiere un buen contendor para no dormirse en el triunfo.

Aceleré mi carro y me hundí en el tránsito de la ciudad, dedicándole un último pensamiento al asunto:

“Nadie duda que una dura sequía, explotada arteramente por el adversario como de naturaleza personal, cale su efecto negativo sobre unos afectos políticos; pero que unos medios de comunicación, por más que se nos figuren lluvias y chaparrones, borren una realidad...  Ya es otro cuento.”

miércoles, 12 de mayo de 2010

El colaboracionismo opositor venezolano y la resistencia gubernamental

Colaboracionismo Finalmente aparece la expresión que, con triste precisión, cae al pelo calificador a extensos sectores de la oposición venezolana: colaboracionismo.  Y no por obra y gracia de este escribidor, que de mago no tiene artilugios, sino del periodista José Vicente Rangel, en un artículo apenas días atrás publicado.¹

“Colaboracionismo” es traición, fundamentalmente.  Retrata una situación de cooperación con el enemigo o fuerzas de ocupación invasoras por encima de la propia circunstancia de saberse perteneciente a una nación determinada, teniendo en cuenta que “enemigo” o “fuerzas de ocupación” apuntan a un régimen opresor.

Actúa el colaboracionista de tal modo por “coacción”, “miedo” o a cambio de “seguridad”;² o por la simple motivación de hacer negocios y enriquecerse con el advenimiento de las huestes enemigas.  Usted decida qué rótulo mejor define a los opositores que conoce padecientes de tan triste modalidad traicionera.

En todo caso no será de difícil digestión comprender que un traidor hace lo que hace por cobardía o amor, en ambas situaciones hallándose en la imperiosa necesidad de asimilar la ideología penetrante del invasor.  No es tampoco difícil imaginarse a semejantes modelos de ciudadanía, dada la eventualidad de una invasión, correr detrás de las tropas extranjeras para señalarles el escondrijo de sus paisanos gobernantes.  El 11 de abril de 2.002 ya demostraron tener grandes condiciones para ello, cuando desataron una verdadera cacería de brujas en contra de los funcionarios del Estado recién derrocado.  Ciertamente no habían ingresado tropas invasoras al país (más allá de unos barcos en las costas y una aeronave con siglas estadounidenses), pero medio mundo sabía quién extranjero se ocultaba detrás del golpe de Estado.  De cualquier modo, Pedro Carmona Estanga al usurpar un poder legalmente constituido inevitablemente se investía como opresor, para no salirnos de la semántica opresivo-invasora de la que hablamos.

Oír el grito desgarrado de un opositor de estos para congraciarse con las tropas enemigas no es descabellado.  “¡Bienvenidos sean, soldados de la libertad!”, “¡Estamos con ustedes y con el progreso!”, “¡Que vivan los EEUU!”, “¡Muerte al tirano!”, mientras una bandera extranjera (colombiana o estadounidense) ondee sobre un balcón, resulta en una imagen de dolorosa aceptación, pero perfectamente posible.  “Yo los apoyo” o “Siempre luché contra la tiranía” habrá de ser el deseo susurrante de los más gallináceos o destemplados al oído del soldado desconocido.

Por oposición, quienes enfrentan al invasor se le conoce como resistencia, para remitirnos al momento histórico francés cuando se acuña el término collaborationniste.  Entonces el mismo mariscal Pétain llamaba desde el gobierno a sus ciudadanos para que se sometiesen y colaborasen con el invasor nazi, y formaban la resistencia quienes lo combatían, haciendo caso omiso de los mandatos de sus gobernantes.  De manera que el colaboracionismo comporta primordialmente una actitud de cooperación con el invasor, pudiendo ser ejercido tanto por ciudadanos como por gobiernos.  La imagen constante en medio del juego será siempre la de una patria o nación a la que se le falta.

“cuando el colaboracionismo pasta tranquilamente, se le llama coloniaje, así como se le llama traición cuando corre detrás del invasor para venderle su alma”

De la misma manera, cuando de enfrentar a una fuerza invasora se trata, la resistencia puede ser ejercida tanto por gobiernos como ciudadanos, o la unión de ambos.  No hay duda.  Para muestra Venezuela, no yendo tan lejos a buscar ilustraciones.  El otrora poder político, responsable de la entrega centenaria del país al interés personalista propio y extranjero, ha sido desmontado, aunque no pueda decirse lo mismo de la neutralización democrática de su poderío económico, tan altivo que no discierne que su potencial monetario no implica que necesariamente tengan una representación oficial por delegación popular.  De allí se deriva que quien ejerza el poder hoy (el gobierno bolivariano) tenga que resistir sus embates, de paso apoyados por factorías extranjeras interesadas en revertir inusitadas e “inaceptables” situaciones políticas (socialismo explotado como comunismo desde el ángulo macarthista).  Y de allí se deriva también que usted, amigo mirador político, note cómo con desparpajo el gremio económico actúe como político, como si Venezuela no hubiera dado un vuelco y ellos continuasen en el poder con sus prerrogativas imaginadas vitalicias.  No se olvide que quien dio el golpe de Estado de 2.002 fue la cúpula económica, presidida por el empresario Carmona Estanga, secundada por militares felones, una burguesía acostumbrada a medrar de un aparato de Estado a su servicio y el omnímodo cobijo imperial de un país como los EEUU.

Puédese, pues, decir que el gobierno venezolano, junto a los grandes pero tradicionalmente desposeídos sectores sociales que constituyen su ancla política, resiste, se enfrenta al eventual agresor extranjero y a su camarilla colaboracionista interna, quienes con su descomunal poder económico y arrogancia inveterada se figuran normalmente competir con el Estado, a más, ser el Estado.  Sí, el colaboracionismo opositor (antiguo poder político), hoy redomada burguesía ansiosa de pasado, de antiguas “glorias”, de presentes y futuras invasiones cruentas.  Su arma principal de guerra, aparte la traición y el poder económico, como dejamos dicho, es el cartucho mediático, la prensa, el llamado sexto poder:  la desinformación, el cerco noticiero, las campañas orquestadas contra la veracidad, la desestabilización del clima cívico.

Porque, como demuestra también Venezuela, al resistir el Estado los ingentes poderes económicos, además de las tácitas amenazas de potencias militares extranjeras, no parece suficiente con la democracia para ejercer su gobierno.  Cien mil desposeídos contra un rico siempre será el quid de la desigualdad.  Y la mayor pesadilla de la colaboracionista oposición venezolana, en medio de esa suerte de lucha de clases que en Venezuela se desata, es que un “miserable” de aquellos se les iguale.  Ni más ni menos, y por ello el clamor delator y acusatorio, por ello la invocación de poderes y formas supraconstitucionales, por ello el ansia de invasión, por ello el odio propio.  Esa igualdad humana y social, que destrona privilegios.  ¿Cuantos cientos de venezolanos no han tenido que protestar frente a una planta de televisión poderosa (propiedad de una sola persona) para pedirle rectificación, veracidad, mesura, sin fruto alguno?  Si no falla el recuerdo, una de las protestas fue por causa de la publicación de información estratégica militar para aprovechamiento del eventual rival, entonces Colombia.  Nada digamos del recientemente desmontado espionaje colombo-estadounidense en Venezuela, que radiografío la totalidad de las arterias viales del país y las centrales hidroeléctricas, sin que al momento se haya registrado protesta alguna de parte de la vocería opositora, cómplices en el hecho de que quien calla otorga, porque es feliz con la fantasía que tapia.

No nos engañamos:  resistir al extranjero invasor que holla la patria siempre será digno en quienquiera que lo haga, ciudadanía o Estado, porque comportará una conciencia histórica de origen y pertenencia; y siempre se le demandará a quien no cumpla patrióticamente, ciudadanía o Estado, si es que vestigio de Nación queda luego para hacerlo.  Se debe estar alerta respecto de la “paz” o “desasosiego” de los pueblos:  cuando el colaboracionismo pasta tranquilamente, se le llama coloniaje, así como se le llama traición cuando corre detrás del invasor para venderle su alma.

Notas:

¹ José Vicente Rangel: “El cerco infame” [en línea]. En Aporrea.org. – 10 may 2.010. – [4 pantallas]. - http://www.aporrea.org/medios/a100390.html. - [Consulta: 12 may 2.010].
² “Colaboracionismo” [en línea]. En Wikipedia, la enciclopedia libre. – 23 abr 2.010. – [2 pantallas]. - http://es.wikipedia.org/wiki/Colaboracionismo. - [Consulta: 12 may 2.010]

viernes, 7 de mayo de 2010

En busca del pezón perdido

Amamantando No inventé yo ese cuento, como se le llama desde la oposición:  de un universo de 18 países donde la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) realizó el estudio, Venezuela ocupa el último lugar como país con menos desigual social.  El 10% de la población se embolsilla un 36% del ingreso nacional.

Se trata de una cifra sin duda aún grosera, pero la más baja en la historia de Venezuela, significativamente diferenciada de los países líderes en la región:  el 10% de la población de Brasil y Colombia se apoderan del 50 y 49%, respectivamente, de la riqueza ingresada.

¿Sabía usted lo que digo?  Lo más probable es que no, si tomamos como paradigma que lo que sabemos político lo dicen los medios de comunicación, en Venezuela representados ─como sabemos─ por corporaciones interesadas en prostituir la noticia con propósitos desestabilizadores, para no extendernos hacia otros países, como España, EEUU, Perú, Chile, Colombia, etc., donde los mass media mienten descaradamente a su población para seguirle el juego a la oposición interna venezolana.  Porque es lo mismo, si usted nota que entremezclo oposición y medios de comunicación en un mismo saco.

Se trata de una verdad universal, ya a estas alturas del juego.  Medio mundo consciente sabe del entramado conspiratorio que se le recuadra a Venezuela, coordinadamente desde lo interno y externo, es decir, oposición política nacional y oposición política internacional, ambas golpistas.  Y se ha dicho cien mil veces:  la razón es que llegó un gobierno de vocación socialista que le ha volteado la tortilla de la riqueza a los ricos criollos, ha puesto coto a la imagen de botín de la Venezuela rebosante de recursos naturales regalables y, finalmente, ha subido los niveles de dignidad y soberanía en el país, estatuyendo leyes de propósito igualatorio social, redistribuyendo la riqueza y salvaguardando como patrimonio la dote natural de su tierra.

Ya por ahí nada más el impacto es desmesurado (para no hablar de bolivarianismo extra fronteras, donde toma forma una inusitada integración regional).  La oposición interna, conformada en su dirigencia por empresarios indolentes, políticos apátridas en aras de su propio peculio, religiosos desarraigados de la enseñanza primera cristiana (la humildad y atención al desvalido), más preocupados por lo terrenal que por lo celestial, eleva el grito a diario al cielo para quejarse de que el país marcha al revés del progreso.  ¡Y cómo no ─acota uno─:  ya sus negocios no marchan impunemente como en el pasado, cuando todo era un relajo con la cosa pública y se la robaban y repartían en prebendas!  El más tonto era una suerte de monarquita, dueño de almas y media manzana de tierra en Venezuela, como en épocas feudales.

¡Qué carrizos reconocerá en los medios de comunicación a su cargo respecto de la prosperidad o avance humano de Venezuela!  ¿Cómo, si su consideración es que los índices de riqueza de un país son los de su bolsillo propio, representativo, capitalistamente hablando en su expresión más pura, de un 1% de la población?  ¡Cómo se le ocurre imaginar que publicarán en sus medios que el país se humaniza si la merma en sus bolsillos o la pérdida de prebendas políticas es para ello pobreza extrema, barbarie, retrogradez!  A diario dicen:  “El país va palo abajo”, “Todo se echa a perder”, “No hay justicia ni prosperidad”, cuando lo que quieren es decir “¡Ay, el ayer:  se fue!”, “Ya no gano tanto o no soy quien” “A este país se lo llevó el diablo”, “Tengo tiempo que no voy a Europa a gastar el fruto de mi ingenio comercial” “Mal gobierno”, “Antes me decían señor y tenía suertes de haciendas con sus respectivos esclavos”, “Hay mucho pobre por allí, hablando de una ridícula riqueza social y dignidad”, “Hay un comunismo trasnochado y no el capitalismo de la felicidad y los negocios”.  Ayayaes.

Darle al pobre y menesteroso, y de paso registrarlo en las leyes, apoyándolos con los vanos cuentos de las cooperativas, negocios particulares, créditos y ridículos trueques, es ejercer, en efecto, una economía de pobreza.  Gente de tal condición lo que sabe es utilizar muletas, que no engrandecer naciones.  La pobreza se combate no enriqueciendo al pobre, sino fortaleciendo al rico, para que él lo atienda, lo administre, como un objeto más de riqueza.

“no lo inventé yo, lo negaron ellos”

Por el lado externo pasa igual.  Existe una aguerrida oposición internacional al gobierno bolivariano de Hugo Chávez.  Países tradicionalmente imperialistas, como EEUU y España, para nombrar dos, acostumbrados al desmán tercermundista de la Venezuela sumida en el atraso, donde hacían y deshacían a su antojo en virtud de la moralina pilla de su dirigencia, andan hoy preocupados con el país nuevo que hoy alza vuelo.  Como que se les acabó el pezón de la rica leche donde acudían por sorbitos para sostener sus negocios, puestos políticos y hasta la “estabilidad” económica mundial, si vamos al hecho que Venezuela es hoy el país con mayores riquezas energéticas de la Tierra.

Ahora tienen que pagar por todo, a precio sincerado, y de paso dejar cuotas de tecnología en el país, plusvalías del progreso, para que el hecho de comercio no sea un puro acto colonialista de tomarlo como surtidor y proveedor de materias primas, como gusta propalar mucho una célebre matriz de “patio trasero” que deambula por allí.  Se debe ahora afrontar al país con la conciencia de las asimetrías o simetrías comerciales, de manera que las transacciones y negociaciones con la República Bolivariana de Venezuela resulten lo más compensatorias posible y no vayan en detrimento ─como en el ayer político─ de la economía nacional.  ¡Qué carrizos los animará a decir que el país de Bolívar prospera, si al respecto no les va como ayer en los bolsillos! 

El país más consumidor de energía en el planeta (EEUU) ya le dio su golpe de Estado a Venezuela en el 2.002, como expresión de protesta por el pezón perdido, ya no tan facilón y generoso.  Se ponía entonces la cosa dura.  Sus proyecciones de consumo de petróleo aumentaban estrepitosamente y las del principal surtidor (en tanto surtidor) bajaban de la misma guisa, así como sus propias reservas.  La cosa se ponía peluda.  ¿Cómo diablos reconocerle qué en materia de desarrollo humano a Venezuela, si parecía hacerse independiente, peleona de lo suyo y poco regalona ahora de su riqueza?  A menos que se esté loco.  Las últimas alianzas comerciales con China y Rusia han disparado las alarmas, circunstancia que fuerza a mentir con mayor pasión, enceguecerse lo más posible, encandilando con mayor saña a los pueblos, mientras no llegue la hora propicia de la guerra.

Por el contrario, Venezuela retrograda.  Tal ha de ser el lema.  Nada de nada en reconocimientos.  No prospera, es mentira. La ONU y la CEPAL enloquecen. Tiene pobres, guerrilla, narcotráfico y terrorismo.  En eso es rica.  Es lo cierto. Le quita recursos y tierras a lo viejos ricos, vieja también clase aliada, hoy oposición.  Ni una tinta en los periódicos aflorando semejantes realidades, si no gratas, menos.  No es aceptable alimentar una matriz de opinión que va contraria al interés propio, esto es, no seguir teniendo en Venezuela el granero y patio traseros del pasado.  Verdades virtuales hay que explotar, como una mina. Hugo Chávez es un tirano y el fascismo prende en sus seguidores.  Lucha por quitarle la fragancia al país, es decir, por descolonizarla, para decirlo tono poético derechista.

En días pasados me escribió un amigo peruano y me preguntaba que si era cierto que Chávez entregaría el poder, acorralado como se decía estaba por la gente, molesta a causa de los apagones y escasez de agua.  Le respondí y le eché el cuento que ahora aquí echo a ustedes.  Son los medios, amigos, la maquinación de una realidad virtual impositiva, la guerra de los nuevos tiempos, que hace de la palabra y la desinformación un nuevo cartucho de combate. La mentira es un misil o torpedo. Situación que pone a los mismos medios a hundirse en medio de una charca de desconfianza y sobre el filo naciente de nuevos paradigmas comunales o sociales en busca de la verdad, tipo comité de usuarios, gente cansada del engaño, ahíta de fortalecer conciencias y de no dejarse batuquear más en lo sucesivo.

Pero vayamos más allá con la noticia, generada en el 2.008 y jamás propalada por esos medios del escarnio que es la derecha política, por el contrario desvirtuada (se dijo en su lugar que el país se hundía en la pobreza y que era el más desequilibrado socialmente en la región).  Vea usted:  la ONU mide la desigualdad de ingreso de los países echando mano de un llamado Coeficiente Gini, que da un 0 a quien logre distribuir la riqueza entre todos en partes iguales y un 1 al extremo contrario, es decir, a quien dé su riqueza  a una sola persona y nada al resto.  Venezuela puntúa 0412, el último en la escala regional, donde mandan imbatiblemente Brasil (0594), Guatemala (0585) y Colombia (0584).

Como les dije, no lo inventé yo, lo negaron ellos.

Notas:

Las cifras manejadas en el texto fueron tomadas del periodista Eleazar Díaz Rangel en su artículo “La desigualdad social” (en línea).   En Aporrea.org. – 4 abr 2.010. - (Pantalla 2). - http://www.aporrea.org/actualidad/a98250.html. - (Consulta:  7 may 2.010).
Para más información, la CEPAL presenta su información en la siguiente WEB:  http://www.eclac.org/

jueves, 6 de mayo de 2010

Estado y ciudadanía, y los problemas del Contrato Social venezolano

Ciudadano y Estado Venezuela tiene problemas que no son coyunturales, sino estructurales, históricos, tales como la inseguridad, la corrupción, la desigualdad social, pobreza, que más allá de una decisión política para combatirlos lo que requiere es, prácticamente, una acción de efecto moral y educativo a largo plazo, que involucre a todos los sectores y expresiones de su sociedad.

Lógicamente, se da por descontada la decisión política.  El Estado como émulo (el ciudadano también lo es, según veremos) habrá de ir al frente, como propulsor fundamental en grueso, ramificando su accionar mediante los canales a su alcance:  medios de comunicación, política educativa, corpus legal, combatiendo el delito y castigando (caso inseguridad), combatiendo la impunidad (caso corrupción), propaganda, apoyo financiero, política institucional y, entre otros, sobremanera, ejemplo propio, para las situaciones donde quepa la acción moralizante conductual.  Está obligado a reorientar, por ideario positivista y humanístico, por delegación contractual, su paso propio y el de sus ciudadanos, figura a quien moralmente se debe y de quien es necesaria y hasta afectada expresión.  Su trabajo es extender, ejecutivamente, la alfombra de bienvenida a los deseables valores y actitudes ciudadanos, sobre unos caminos, si aún no forjados, por lo menos señalados, según en él ya se observan como principios.

Pero el propulsor fundamental, en específico, de la nueva moralidad (nueva en tanto in situ escasea) sabemos es el ciudadano mismo, baluarte de cualquiera manifestación o estructuración política.  Sobre él habrá de recaer cualquier medida que apunte a nuevos renacimientos, que apunte incluso a su reformulación moral en tanto figura humana viva in flagrante y transitoria.  Porque el Estado, según contrato social, es delegación y suma de voluntades para el crecimiento y prosperidad en sociedad, según el hombre accede a perder el cuidado de su vieja y originaria naturaleza salvaje y acuerda la existencia de un ente que lo norme y ampare a cambio de su sometimiento a la ley y el cumplimiento de deberes.  Mas al perfilarse el Estado de esta guisa, como eje rector pero expresión de mancomunadas voluntades ciudadanas, no hace más que preponderar al individuo como agente fundamental (como es de esperarse en una sociedad de humanos), individuo o ciudadano susceptible de ideas, agrupamientos o acciones capaces de incidir en la letra y hecho del Estado que lo regula, aunque también capaz de manchar la redacción misma del acuerdo social según su catadura moral.

Esto nos pone en el trance de comprender lo que es una verdad a leguas, suerte de clisé de todas las épocas, pero que parece olvidarse:  no es el Estado ni ninguna organización política humana hacia donde ha de dirigirse el esfuerzo cambiador de mundos; es hacia el hombre, per se, gregario o en individual, quien en sumatoria arrojará el producto de conciencia esperado.  Porque si una cosa es tan cierta como el componente de animalidad que el ciudadano decide perder a cambio de Estado, es su condición de conciencia, de humanidad, de entramado creciente de ideas civilizatorias.  Tanto así que decimos, con la ciencia ficción, que el hombre es una figura mental susceptible de eternidad que constantemente parece lamentar su fugaz condición de ser portado en un menguante cuerpo.  El hombre es mente y capacidad de cambio perpetuo, tanto hacia el futuro como hacia el pasado.

El Estado está allí, como una proyección, como aquella vieja sombra de la caverna platónica, aspirando a humanidad, a corporizar las elevadas esencias.  Hará el trabajo firmado en el contrato, con todos los defectos que conocemos de los Estados, so pena de entrar en conflicto con su contraparte.  Aspirará a mejorar la especie civilizatoria del hombre, y sus postulados lo obligan a dar pasos en tal sentido, requiriendo para ello el apresto y determinación espirituales de sus firmantes mismos.  Pero si sus ciudadanos navegan en el limbo de la descomposición moral...

Si han olvidado en confusión los primero principios de crecimiento social y humano, estampados originariamente en la firma, y ocurre la especie de que el Estado está por encima de ellos con holgura (el único Estado que moralmente está por debajo de sus ciudadanos es el caído); entonces no habrá más que solas sombras proyectadas, sin aspiración al elevado ideal.  Cualquier conato que por naturaleza social un Estado emprenda en sentido positivo estará destinado al fracaso, porque figurará la metáfora cristiana de predicar sobre las rocas o la bolivariana de arar en el mar.  Se apuntará hacia conciencias petrificadas o retrogradadas que no pujarán por el parto de la idea revolucionaria o eugenésica moral, dada su discapacidad intelectual.

De la calidad moral ciudadana dependerá la proyección de principios y ejecutiva del Estado, además de su existencia propia.  Por ello es que cabe aquí la expresión de que los pueblos tienen los gobiernos merecidos (bueno o malo), que no a la inversa (en idea, el Estado es una elaboración moralmente elevada, al menos desde el punto de vista ilustrado).  Una sociedad desmoralizada no tendrá jamás el arresto de no traducirse en la inoperancia de un Estado.  Carente de luces como está, huérfana de herramientas racionales para ejercer la crítica y hacer petitorios de cambios positivos, por el contrario tentará al Estado con el contagio, con el caos y la descomposición política.  Una humanidad ilustrada es garantía de sí misma, de avance en la gradación cívica.

Si un Estado se alimenta en su dirigencia de la charca donde se gesta, no es mucho el tiempo que pasará para que, como el ciudadano, olvide también los elevados principios de la firma del contrato.  Se degenerará, arrastrado por el cauce, por el caos en su viaje hacia la nada.  Por esta línea, si un mal día, bajo la circunstancia de ceguera descrita, dos o tres individuos deciden forjar un Estado, es decir, firmar el contrato “social” ante la buena fe de sus estúpidos coterráneos (el pueblo), se hablará de esclavismo.  Huelga seguir ilustrando al respecto; téngase suficiente con la afirmación de que no hay Estados que degeneren sin su correspondiente efecto ciudadano.

“[...] ninguna medida correctora puede nacer, ni menos aplicarse, si no hay el cultivo de una conciencia gestora.”

Por el contrario, si una sociedad está avisada y ejerce la crítica y encauza su forma de vida propia y rectora (el Estado) por senderos de la transformación positivista, simulará una tierra fértil para la germinación de la semilla progresista, y simulará, también, esa metafórica imagen de la sombra proyectada haciéndose carne más que idea.  Si la forma es que uno de estos ciudadanos un buen día pasa a Estado y sus coterráneos confían en que él se encargue de los desmanes contracivilizatorios en que ellos puedan incurrir, cumpliendo deberes pero ejerciendo también derechos (lo cual habla de la conciencia contractual), entonces hablaremos de democracia, por supuesto, siempre con el riesgo de lo que pueda comportar el hecho de confiar parte de la rectoría propia a otros. (Ya conocemos los abusos de la “democracias”, que degeneran en cofradía asoladoras de pueblos).

Y cuando el ciudadano, cabal a conciencia, se integra al Estado a través de sus múltiples expresiones sociales (grupos, comunas, organizaciones, etc.), dimana un concepto de la mayor elevación en el plano político-moral:  la corresponsabilidad.  Estado y ciudadano en el aparato de poder.  Hablaremos de socialismo y, por ende, de una sociedad elevadamente conciente de que de su calidad y capacidad propias morales no sólo dependerá el sistema de gobierno que así mismo se da, sino su destino propio como construcción civilizante.  Por esta vía hay la probabilidad siempre de que el mundo sea una constante revolución humanista, de positivo crecimiento perpetuo, guiada por hombres para el hombre; y, por ello mismo, habrá siempre la probabilidad de que el Estado ceda, mengüe o sea superado por la conciencia política de sus ciudadanos ahora ejecutores.  Por esta guisa, diremos que socialismo no es letra estática o contrato eterno firmado; es un sistema dinámico humanista activado, de exploración y concatenación social inicial y de final y permanente cambio (pero un cambio estático, centrado en el hombre).  Búsqueda ensayada por una elevada conciencia de hombres en acción, dándose gobierno y destino. Estado ejercido y censado por ciudadanos.

Reflexión final que servirá para volver al punto:  el hombre, el ciudadano, el individuo, punto donde atacar los problemas, como los mencionados al principio.  De él dimana el todo, tanto el problema como la solución. Ya lo dijimos:  estas figuras unidas es lo que conocemos como conciencia social, que no es más que el criterio personal concatenado.  De tal modo que cuando un Estado da el paso a que lo obliga su naturaleza ideal contractual no se afincará en la nada, encontrando en cambio el pasto incendiario del criterio para avanzar.

¿Que la corrupción y la inseguridad no se curan con iniciativas porque sí del Estado, dado que son expresiones consecuentes de profundos problemas estructurales de miseria y pobreza?  Probablemente, pero ninguna medida correctora puede nacer, ni menos aplicarse, si no hay el cultivo de una conciencia gestora.  Invierta el Estado sobre sus ciudadanos el mayor caudal energético en fortalecer almas, que sobre ellas guindará, necesariamente, el trofeo de la razón y la ética, que finalmente ha de obligar al bien común y propio.  Somos hombres, humanos, ideas, cambios.  Sí es verdad que el hombre eventualmente podrá apuntar a su autodestrucción, pero como excepción a la regla de vida. En una sociedad huérfana de Estado y en un Estado sin retroalimentación ciudadana sí que ha de prender no sólo la inseguridad y la corrupción, sino la destrucción como la suma de los vicios.

Vayamos, pues, hacia el hombre, más cuanto se comprenda que es un asunto de educación, de largo plazo y alcance, de siembra y cosecha de conciencias, mismas que, al final del camino, habrán de alumbrar el parto.  El camino es socialista:  es asunto de ideas, como el hombre.  Es una tarea de vencer con el concurso de todos.  El Estado falla cuando un indigente vaga por las calles sin ser atendido; el ciudadano, cuando la indigencia deambula en su mente, en la incapacidad de comprensión de su propio pensamiento.  No es una guerra entablada contra los vicios civiles que dure un día, sino una generación, quizás varias, dado el estado inicial de la Venezuela en cambios, otrora sumida en un imperio de vicios.  Sembrar conciencia y comprensión es un acto que sólo florece en la hora de la cosecha, y ello pide arrestos, tiempo y preparación (así no es difícil comprender por qué las tesis humanas que se basan en el facilismo de la animalidad son las que hasta hoy se han impuesto como modo de vida, dejando a la vera del camino extraoridinarios enfoques humanista pero que requieren preparación y toma de conciencia:  por ejemplo, capitalismo y marxismo, respectivamente).

El Estado venezolano ha revertido situaciones de vergüenza política, como la desigualdad social, con apenas ejercer su elevado rol moral como parte contratada por los ciudadanos para velar por su bienestar:  redistribuir la riqueza, proteger al ciudadano de los monopolios y amparar al débil ha dado como producto que Venezuela sea el país con menor desigualdad social en la región, según estudios de la Comisión Económica para América Latina (Cepal, 2.008) realizado sobre un universo de 18 países.  Igualmente, el Coeficiente de Gini, manejado por la ONU para medir la desigualdad de los ingresos, arroja que Brasil, Guatemala y Colombia son los países más aquejados por esta llaga en el continente, colocando a Venezuela en el último sitial, lo cual es un triunfo.  Es una información fácilmente corroborable en las respectivas WEB de estas organizaciones.

Pero el peliagudo problema de la inseguridad y la corrupción, que comporta una circunstancia de alcance histórico y hasta paradigmático, donde ciudadanos y funcionarios comparten el porte de una mentalidad predadora, dimana un hecho de corresponsabilidad con básico origen en la ciudadanía como cultura.  De forma que no servirá que el Estado dé su esperado primer paso del compromiso moral si las masas no están debidamente sensibilizadas respecto de las lacras, ni ha prendido en ellas tampoco la conciencia de que se trata de un ejercicio de autodestrucción política y ciudadana.  Real acto de arado en el mar.