miércoles, 12 de mayo de 2010

El colaboracionismo opositor venezolano y la resistencia gubernamental

Colaboracionismo Finalmente aparece la expresión que, con triste precisión, cae al pelo calificador a extensos sectores de la oposición venezolana: colaboracionismo.  Y no por obra y gracia de este escribidor, que de mago no tiene artilugios, sino del periodista José Vicente Rangel, en un artículo apenas días atrás publicado.¹

“Colaboracionismo” es traición, fundamentalmente.  Retrata una situación de cooperación con el enemigo o fuerzas de ocupación invasoras por encima de la propia circunstancia de saberse perteneciente a una nación determinada, teniendo en cuenta que “enemigo” o “fuerzas de ocupación” apuntan a un régimen opresor.

Actúa el colaboracionista de tal modo por “coacción”, “miedo” o a cambio de “seguridad”;² o por la simple motivación de hacer negocios y enriquecerse con el advenimiento de las huestes enemigas.  Usted decida qué rótulo mejor define a los opositores que conoce padecientes de tan triste modalidad traicionera.

En todo caso no será de difícil digestión comprender que un traidor hace lo que hace por cobardía o amor, en ambas situaciones hallándose en la imperiosa necesidad de asimilar la ideología penetrante del invasor.  No es tampoco difícil imaginarse a semejantes modelos de ciudadanía, dada la eventualidad de una invasión, correr detrás de las tropas extranjeras para señalarles el escondrijo de sus paisanos gobernantes.  El 11 de abril de 2.002 ya demostraron tener grandes condiciones para ello, cuando desataron una verdadera cacería de brujas en contra de los funcionarios del Estado recién derrocado.  Ciertamente no habían ingresado tropas invasoras al país (más allá de unos barcos en las costas y una aeronave con siglas estadounidenses), pero medio mundo sabía quién extranjero se ocultaba detrás del golpe de Estado.  De cualquier modo, Pedro Carmona Estanga al usurpar un poder legalmente constituido inevitablemente se investía como opresor, para no salirnos de la semántica opresivo-invasora de la que hablamos.

Oír el grito desgarrado de un opositor de estos para congraciarse con las tropas enemigas no es descabellado.  “¡Bienvenidos sean, soldados de la libertad!”, “¡Estamos con ustedes y con el progreso!”, “¡Que vivan los EEUU!”, “¡Muerte al tirano!”, mientras una bandera extranjera (colombiana o estadounidense) ondee sobre un balcón, resulta en una imagen de dolorosa aceptación, pero perfectamente posible.  “Yo los apoyo” o “Siempre luché contra la tiranía” habrá de ser el deseo susurrante de los más gallináceos o destemplados al oído del soldado desconocido.

Por oposición, quienes enfrentan al invasor se le conoce como resistencia, para remitirnos al momento histórico francés cuando se acuña el término collaborationniste.  Entonces el mismo mariscal Pétain llamaba desde el gobierno a sus ciudadanos para que se sometiesen y colaborasen con el invasor nazi, y formaban la resistencia quienes lo combatían, haciendo caso omiso de los mandatos de sus gobernantes.  De manera que el colaboracionismo comporta primordialmente una actitud de cooperación con el invasor, pudiendo ser ejercido tanto por ciudadanos como por gobiernos.  La imagen constante en medio del juego será siempre la de una patria o nación a la que se le falta.

“cuando el colaboracionismo pasta tranquilamente, se le llama coloniaje, así como se le llama traición cuando corre detrás del invasor para venderle su alma”

De la misma manera, cuando de enfrentar a una fuerza invasora se trata, la resistencia puede ser ejercida tanto por gobiernos como ciudadanos, o la unión de ambos.  No hay duda.  Para muestra Venezuela, no yendo tan lejos a buscar ilustraciones.  El otrora poder político, responsable de la entrega centenaria del país al interés personalista propio y extranjero, ha sido desmontado, aunque no pueda decirse lo mismo de la neutralización democrática de su poderío económico, tan altivo que no discierne que su potencial monetario no implica que necesariamente tengan una representación oficial por delegación popular.  De allí se deriva que quien ejerza el poder hoy (el gobierno bolivariano) tenga que resistir sus embates, de paso apoyados por factorías extranjeras interesadas en revertir inusitadas e “inaceptables” situaciones políticas (socialismo explotado como comunismo desde el ángulo macarthista).  Y de allí se deriva también que usted, amigo mirador político, note cómo con desparpajo el gremio económico actúe como político, como si Venezuela no hubiera dado un vuelco y ellos continuasen en el poder con sus prerrogativas imaginadas vitalicias.  No se olvide que quien dio el golpe de Estado de 2.002 fue la cúpula económica, presidida por el empresario Carmona Estanga, secundada por militares felones, una burguesía acostumbrada a medrar de un aparato de Estado a su servicio y el omnímodo cobijo imperial de un país como los EEUU.

Puédese, pues, decir que el gobierno venezolano, junto a los grandes pero tradicionalmente desposeídos sectores sociales que constituyen su ancla política, resiste, se enfrenta al eventual agresor extranjero y a su camarilla colaboracionista interna, quienes con su descomunal poder económico y arrogancia inveterada se figuran normalmente competir con el Estado, a más, ser el Estado.  Sí, el colaboracionismo opositor (antiguo poder político), hoy redomada burguesía ansiosa de pasado, de antiguas “glorias”, de presentes y futuras invasiones cruentas.  Su arma principal de guerra, aparte la traición y el poder económico, como dejamos dicho, es el cartucho mediático, la prensa, el llamado sexto poder:  la desinformación, el cerco noticiero, las campañas orquestadas contra la veracidad, la desestabilización del clima cívico.

Porque, como demuestra también Venezuela, al resistir el Estado los ingentes poderes económicos, además de las tácitas amenazas de potencias militares extranjeras, no parece suficiente con la democracia para ejercer su gobierno.  Cien mil desposeídos contra un rico siempre será el quid de la desigualdad.  Y la mayor pesadilla de la colaboracionista oposición venezolana, en medio de esa suerte de lucha de clases que en Venezuela se desata, es que un “miserable” de aquellos se les iguale.  Ni más ni menos, y por ello el clamor delator y acusatorio, por ello la invocación de poderes y formas supraconstitucionales, por ello el ansia de invasión, por ello el odio propio.  Esa igualdad humana y social, que destrona privilegios.  ¿Cuantos cientos de venezolanos no han tenido que protestar frente a una planta de televisión poderosa (propiedad de una sola persona) para pedirle rectificación, veracidad, mesura, sin fruto alguno?  Si no falla el recuerdo, una de las protestas fue por causa de la publicación de información estratégica militar para aprovechamiento del eventual rival, entonces Colombia.  Nada digamos del recientemente desmontado espionaje colombo-estadounidense en Venezuela, que radiografío la totalidad de las arterias viales del país y las centrales hidroeléctricas, sin que al momento se haya registrado protesta alguna de parte de la vocería opositora, cómplices en el hecho de que quien calla otorga, porque es feliz con la fantasía que tapia.

No nos engañamos:  resistir al extranjero invasor que holla la patria siempre será digno en quienquiera que lo haga, ciudadanía o Estado, porque comportará una conciencia histórica de origen y pertenencia; y siempre se le demandará a quien no cumpla patrióticamente, ciudadanía o Estado, si es que vestigio de Nación queda luego para hacerlo.  Se debe estar alerta respecto de la “paz” o “desasosiego” de los pueblos:  cuando el colaboracionismo pasta tranquilamente, se le llama coloniaje, así como se le llama traición cuando corre detrás del invasor para venderle su alma.

Notas:

¹ José Vicente Rangel: “El cerco infame” [en línea]. En Aporrea.org. – 10 may 2.010. – [4 pantallas]. - http://www.aporrea.org/medios/a100390.html. - [Consulta: 12 may 2.010].
² “Colaboracionismo” [en línea]. En Wikipedia, la enciclopedia libre. – 23 abr 2.010. – [2 pantallas]. - http://es.wikipedia.org/wiki/Colaboracionismo. - [Consulta: 12 may 2.010]

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