La acción decidida de Rusia respecto de Osetia del Sur fue descalabrante para Occidente, especialmente para los EEUU, quienes vieron perdidos en 48 horas 10 años de trabajo diplomático y de solapada inteligencia en el área para arrebatársela como zona de influencia a su otrora rival de Guerra Fría. 1,4 millones de barriles diarios de petróleo pasan hacia Europa por el área a través del oleoducto de BTC (Baku-Tbilisi-Ceylan), además de gas, área de ferrocarriles, hecho que, si se suma al valor geoestratégico de la región Cáucaso-Mar Negro-Mar Caspio, evidencia el ansiado interés que tenían las potencias occidentales y los EEUU de birlarle el "corredor" a los rusos, mediante la acción títere de un país como Georgia.
Tomar Osetia del Sur, y Abjasia posteriormente, constituía el sueño dorado para no sentirse presos en la garra rusa, pudiendo así acrecentar su influencia en la región (una base militar en Georgia) y disponer de espacio operativo para diversificar las rutas de suministro. Pero como se sabe ya, el tiro se salió por la culata, y el fatuo presidente de Georgia les acaba de echar a los países europeos y a los EEUU la gran pesadilla de sacarlos del tablero. La proclamada independencia de Osetia del Sur y Abjasia es una severa patada por el trasero para los intereses europeo-americanos, hoy más que nunca bajo la discrecionalidad rusa por el hecho de que, si se llegara ahora interrumpir el suministro de hidrocarburos a través del mencionado oleoducto, tendría que utilizarse de lleno el terreno ruso como canal de transporte. Y ello tiene un peso de negociación política.
De forma que Rusia pasa, del más prolongado letargo en materia poder y expansión, al accionar rápido de un país potencia militar que defiende sus intereses, yendo incluso más allá, moviéndose ahora en el plano ofensivo al sitiar a Georgia, controlar sus puertos y apoyar la independencia de los nuevos dos países. Con la acción militar asestó una derrota geopolítica a los EEUU, apertrechó su influencia en el Mar Negro, ahora con salida hacia sus costas con los nuevos territorios, asegurando también puntos de enlace con los "istanes" del Asia Central (Turkmenistán, Azerbaiyán, Armenia y Kazajstán), con quienes coopera junto a China en materia de intercambio técnico y militar (Shanghai Cooperation Organization) (1).
Se cobra Rusia, pues, la afrenta recibida de los EEUU y la Unión Europea (EU) con el capítulo de la independencia de Kosovo en Serbia, no teniendo reparos en así plantearlo el embajador de ruso ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Dimitri Rogozin, quien pidió a los países adversos "reconsiderar su reconocimiento de la independencia de Kosovo” (2). Nuevamente el mundo nace al formato bipolar o multipolar (China es un eje de peso, con América Latina ahora en proceso de cambios), y muchas son las consideraciones que se agitan en torno a ello.
La primera de ella es que EEUU se jugaba una carta de las tantas que se ha jugado para cercar a Rusia desde su descomposición soviética, léase las bases lanzadoras de misiles en Polonia y República Checa. Esta carta tenía la intención de amenazar con acrecentar poder en la región caucásica para intercambiarlo por su recelosa determinación de atacar militarmente a Irán, a lo cual Rusia se opone (3). Simple movimiento de piezas y de títeres para sacrificarlos al interés mayor de la potencia hegemónica: me retiro de Georgia, Abjasia y Osetia del Sur y tu me acompaña (o callas) en la aventura de sitiar a Irán. Lo demás, esto es, el megalómano y penoso Mijail Saakashvili, con todo y lo anglófilo que pueda resultar, podía irse a los mil diablos.
Quebrada la mesa de sopesamiento de la mercancía, ahora luce una invasión a Irán como inminente. Para los EEUU se impone como perentorio compensar la pérdida de influencia geoestratégica, equilibrando la balanza desde otro ángulo de planeta.
La segunda es la hecatombe de credibilidad de la ONU, sucedida en estos tiempos por la OTAN como instancia de toma decisiones de alcance mundial. En el renacido pulso de poder, como en los viejos tiempos, las fuerzas de las partes habrán de tender al equilibrio, siendo hasta lógica la denuncia de parcialización del ente de conciliación planetario. Lo más seguro es que se plantee una refundación y, sin exagerar, que surja otro bloque de poder confederado, como la OTAN misma, no ya a santo y seña como el viejo Pacto de Varsovia, pero sí como necesaria armazón de contrapeso equilibrante en una era de mayor sutilidad política. Novedades como China y América Latina son retos nuevos para los EEUU.
Al proponerse una de las partes recuperar el terreno de influencia perdido (como lo acaba de demostrar con el asunto de Osetia del Sur y Georgia), los más seguro es que prolifere el armamento nuclear (tercera consideración), solapadamente, en medio del enigmático pulso de los poderes que se intimidan recíprocamente. Develaría ya Israel el secreto de su armamento estratégico nuclear, en aras del lenguaje persuasor; y surgirían naciones satélites del nuevo bloque con la declaración de interesarse por el armamento. La relación nuclear Pakistán, India y los países europeos, más los esfuerzos tras bastidores que se hacen por armar a Taipei (Taiwán) a la pata de China, encontraría contrapeso. Con apoyo de Rusia, de haber tiempo (antes de una invasión), se declararía abiertamente Irán como potencia atómica.
América Latina, por supuesto, no tendría que escapar al juego de luces y sombras de los espejos, menos cuanto ya en un pasado figuró en la diatriba por el poder mundial con el archiconocido evento de la Crisis de los Misiles: URSS armando Cuba en las narices mismas de los EEUU porque estos lo hacían con Turquía en las narices mismas de los soviéticos. Hoy no luce muy distante el cuadro, a propósito de la crisis en el Mar Caspio-Mar Negro-Cáucaso, con mayor particularidad si se hace notar que EEUU ha decaído como eje de influencia (4) y ya varios países declaran buscar nuevas alianzas, nuevos horizontes de negociación, como Venezuela, Argentina, Ecuador, Hondura, Bolivia y Brasil, este último en trance de desarrollar energía nuclear para diversificar su fuente y proteger sus costas con sus beneficios militares. Así como el hambre tiene cara de perro y la nobleza obliga, así se dice un tanto igual de la miseria, que es lo que le ha aparejado los EEUU al continente.
Y cobra la región actualidad cuando muy a propósito declara Rusia su intención de visitar a Venezuela con su flota, en hora en que es sabido la IV Flota de los EEUU custodia su "patio trasero"; y cuando aviones bombarderos T-95 bordean la frontera de los EEUU, a modo de indicar presencia y contrapeso. Aunque hay que asentar que la particularidad más notoria es el hecho que los EEUU, dado su triunfo geoestratégico en Kosovo frente a Rusia, haya desplazado sus asesores en materia de los Balcanes y Medio Oriente hacia el corazón mismo de Suramérica, es decir, a Bolivia, con el no disimulado propósito de "balcanizar" la zona, esto es, trasladar la receta de guerra a una región de gran importancia ajedrecística, minada de recursos naturales y energéticos, precisamente en momentos en que sus países se revuelven por sacudirse su yugo. Ello nos pone a pensar en lo pequeño y relativo que ahora resulta este mundo de las globalizaciones.
"Con la misma fuerza con que los EEUU sueñan con una Suramérica "balcanizada", esforzándose por aplicar recetas triunfadoras en otros contextos, del mismo modo brilla para Bolivia cuál ha de ser su arma de combate, más cuanto dicha arma pertenece al arsenal de la defensa soberana, legítima y constitucional: el uso de fuerza."
Y en efecto, véase: Marc Falcoff, separatista, ideólogo de la invasión a Irak e Irán, trabaja "trabaja desde el año 2.004, año del referendo, en decantar a una Bolivia dual, dividida en zonas autonómicas: la Bolivia alta para los indígenas, el altiplano de cultura cocalera, y la baja, para los habitantes de ascendencia europea"; y Philip Goldberg, el embajador estadounidense, "versado en el trabajo separatista en Kosovo, gestor y canalizador de las ayudas financieras para la desestabilización interna procedentes de la USAID y la National Endowment for Democracy (NED), promotor del concepto de "autonomías federales", casualmente en las áreas de mayor riqueza boliviana" (5). Para más señas, no hay más.
De manera que la consideración relativa a los hechos de Osetia del Sur, o de un Irán amenazado de invasión ahora más que nunca por los EEUU, no es una pieza que pertenezca a los lejanos confines del aislamiento del mundo; por el contrario, rezuma aplicabilidad en nuestros países, con específica propiedad en la antigua zona del Alto Perú, donde -se dirá- aborígenes y "caucásicos" figuran como las manipuladas herramientas de una división geopolítica.
Con la misma fuerza con que los EEUU sueñan con una Suramérica "balcanizada", esforzándose por aplicar recetas triunfadoras en otros contextos, del mismo modo brilla para Bolivia cuál ha de ser su arma de combate, más cuanto dicha arma pertenece al arsenal de la defensa soberana, legítima y constitucional: el uso de fuerza. (Así, a secas y sin dudas). Y el uso de la fuerza a despecho mismo del humanismo escrupuloso revolucionario, que lo único que ha servido es para dar tiempo y recurso de contraataque a la parte contraria. En el país está planteada una guerra, con los EEUU tras bastidores, con la hipotética "República de Santa Cruz" como país títeres para realizar el trabajo desestabilizador. El objetivo, como en la frustrada Georgia caucásica, es establecer una zona de influencia y una base militar, casi como una especie de protectorado que contrapese la toma de conciencia de los cambios que se dan en el continente.
EEUU le muestra el diente a la matriz revolucionaria bolivariana con la supuesta “República Camba” en fundación, del mismo modo que quiso mostrárselo a China y Rusia juntas en la geoestratégica batalla por el mundo y sus riquezas naturales con el capítulo georgiano. La recomendación de uso de la fuerza legítima lógicamente no tendría que interpretarse como un solo y malvado empuje hacia una confrontación de carácter civil, cosa que por cierto parece un trance de difícil omisión en la república; sino como un acto de ejercicio de autoridad de Estado, disuasorio fundamentalmente, reconstructivo, visto que la parte contraria, el poder paralelo que se pretende instaurar en Bolivia, se fortalece de la inacción gubernamental y desde hace mucho rato que se considera en guerra (civil o como sea), lista para dar el golpe final. De ello no hay dudas. Los hechos recientes de una policía local rebasada por unos civiles, a título de provocación, es un precedente de muy mal agüero y de grandes indicadores.
En fin, cuando se plantea una división con base en una pretendida diferencia geográfica, acompañada de otra étnica, la cosa se plantea como seria. Es el contexto de una procurada "balcanización" de Suramérica, hecho al cual la historia le acaba de poner santo remedio en su original latitud de hecho. Una operación Osetia gubernamental en Bolivia queda sugerida a gritos, una suerte de acto de recuperación de la dignidad y autoridad republicanas, más cuanto que los factores desestabilizadores son los mismos de la guerra en el Cáucaso (EEUU, UE, OTAN, recursos estratégicos). Quedó demostrado por allá que a los EEUU no se le combate con discursos, sino con hechos, y hechos contundentes, cuanto más si son legítimos. A un Mijail Saakashvili boliviano (Rubén Costa u otro) no se le puede conceder otro tiempo que no sea el necesario para que sea reducido en su condición de poder de facto contraconstitucional mediante las fuerzas legales del gobierno. El tiempo de diálogo parece un tiempo de división, y si se quiere preguntar cuál es la Rusia amparadora para el caso, dígase entonces que es urgentísimo crear en nuestra latinoamericanidad el Consejo de Defensa Suramericano, tan obliterado por los norteamericanos.
Notas:
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