Poderosa reflexión de José Vicente Rangel en torno al infausto momento que hoy vive el país, de vandalismo y de pesca en río revuelto con el fin de propiciar dos eventos: (1) un esquema como el de abril de 2002 y (2) una final y ansiada situación de agresión internacional que conlleve, lógicamente, al derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro y a la instauración de un gobierno de ultraderecha (José Vicente Hoy - 16-02-14, transmitido por Televén).
El veterano periodista se interroga con impotencia y casi con desesperanza (diría yo) por qué la justicia venezolana no actúa sobre los responsables de la presente espiral de violencia, que, luego de ensayar una barbarie ante el Ministerio Público en el centro de Caracas, aspira ahora generar una situación de facto en la plaza Altamira, claramente procurando reeditar el esquema golpista de 2002 cuando militares insubordinados la tomaron para pronunciarse y pedir la renuncia de su comandante en jefe, entonces Hugo Chávez.
Sin mencionarlo expresamente, dice que hay suficientes evidencias (videos, fotos) y expresiones públicas como imputar a Leopoldo López, además de otros y otras que huelga pronunciar acá.
Reclama, sobrado en razón, lo que es ya un clamor nacional e histórico en Venezuela: ¿por qué la dirigencia opositora no termina de deslindarse de la violencia, de los grupos extremistas, en nada cónsonos con ningún criterio de construcción del país? Y los denuncia como cobardes actores que apenas musitan que no apoyan la violencia actualmente desatada, en medio de un sospechoso comportamiento que más precisamente pareciera apoyarla.
Concluye que Venezuela ha llegado a un estado cénit de definición del ser histórico: o rechaza la violencia o se hace con ella. Y recomienda que, para el caso que la dirigencia de país opte por la primera opción, esto es, su rechazo, será necesaria la actuación enérgica del Estado en su prevención y erradicación.
Un sombrío panorama enmarcan sus palabras finales, pronunciadas como un aterrador alerta: en breve hay la posibilidad de la ocurrencia de una guerra civil en la tierra de Bolívar.
Quien escribe recoge con preocupación tales declaraciones de tan connotado actor político de la vida nacional y las coloca en coincidencia con su última publicación en Aporrea: “Se nos va el país de las manos ¡y juro que intento no escribir pazguatadas” (http://www.aporrea.org/oposicion/a182074.html). Capitalmente el escrito, como el periodista, se pregunta: ¿qué es lo pasa con el Estado, que pareciera estar proponiéndole a los venezolanos morir de mengua, sin prevención, acción y defensa? ¡Caramba, ya no hablamos del problema puntual de la inseguridad, por ejemplo y por cierto, cuya vigorosidad galopa al ritmo de la misma inocuidad estatal!
Señores, se habla de una guerra civil, del acabose de Venezuela probablemente al mismo estilo que Irak, Libia, etc., posibilidad que no debiera ser de tan poca monta en el criterio de acción y reacción del Estado venezolano.
A actuar.
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