jueves, 21 de febrero de 2019

...Y EL CORAZÓN TAMBIÉN COMO FUSIL

Se escribe mucho.  Se especula.  Venezuela será barrida.  Es el país número 46 mejor armado del mundo en virtud de su recurso humano y técnico, según medios especializados, pero EE.UU. es el número 1.  Y por ello mismo, por la lógica militar de que nadie enfrentaría un ejército a los EE.UU. con posibilidades de ganar, es que priva la tendencia de la conclusión lapidaria. 
También posee aviones Su-30MK2, conocidos como Sukhoi, comprados a los rusos, con potencial de fuego que compite con lo más avanzado de los EE.UU.; de fabricación rusa también tiene en su haber los lanzamisiles S-300, tierra-aire, los cuales, combinados con los cañones antiaéreos ZU-23, los sistemas de misiles Buk-2M y Pechora 2M, desarrollan un paraguas de protección de 200 Km contra misiles y aviones, sin contar que los S-300 son tecnología de punta en materia militar (los que usa Siria para protegerse del bombardeo israelí); de China, Venezuela se dotó de radares sofisticados.  Todo sumado, según lengua de los expertos, convierten al país en la mejor defensa aérea latinoamericana.
No obstante, como si un oponente fuese puro aparataje, los espéculos dan su veredicto: podrá ser tal en Latinoamérica, pero EE.UU. es el cabeza de tecnología mundial, el fabricante por antonomasia, y, así dicha la cosa, la tierra de Bolívar está perdida.  No importa que la historia de la humanidad haya registrado capítulos como el de Vietnam, donde el descalzo derrotó al armado, ni historias cuasi míticas como las de David y Goliat, donde el pequeño acuclilló al gigante.  Son excepciones de la regla en la opinión derrotista o perversa.  El coloso es EE.UU., el "gigante" que fue despertado por los nipones después del ataque a Pearl Harbor.  Mucho es la verborrea definitoria, a voz elevada entre tantos partidarios del país imperial. Venezuela, que fue lo grande que fue contra viejos imperios, ahora no es nada de eso para quien persiste en actitudes lacayunas.
Se dice también que Chávez hizo lo suyo, que limpió las fuerzas armadas, que las fortificó contra la traición, que las moralizó en la raíz patria, que instauró, pues, la doctrina chavista, que es decir bolivariana, que es decir militarista y nacional, lo cual asegura combate contra la agresión y la traición.  De hecho, Chávez es un comandante militar, el constructor, por cierto, de toda la defensa anteriormente descrita, esa defensa que sucedió a los cazas norteamericanos F-16 y a los viejos helicópteros Súper Puma franceses. Uno de sus sueños fue instalar una fábrica de fusiles de asalto rusos Kalashnikov en Maracay.
Y mucho más hay en el decir especular o real.  8 mil son los francotiradores entrenados con fusiles Dragunov (rusos también), de los años sesenta del siglo XX, tan viejos como precisos, con alcance de 1300 mt.: una bala, un cadáver es el clisé al respecto. 2 millones son los milicianos, dizque precipitados y mal entrenados en el criterio perverso. 150 mil son los miembros de las Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FABN), sin incluir los efectivos de la Guardia Nacional; y todo ese lote, en el criterio de los más exaltados de la expresión alienada, son eunucos que no pegan un tiro a un marine inmortal ni siquiera a dos metros de distancia.
¿Cuánto no se ha dicho? Va y viene el criterio.  Ahora el país es polvo  cósmico; luego tiene algo con que defenderse; ora tiene aparataje, pero no gente o viceversa… La cosa es según el comprador de opinión.
Pero nada se ha dicho de lo otro, de lo que no es arma metálica, sino moral.  Tanto que se habla y se especula, como si el mundo sólo fuera humo y pólvora.  Nadie ha dicho que Venezuela es madre de patrias, es madre de Suramérica, es una histórica bandera llena de dignidad y grandeza, es liberación, propuesta de salvación actual para la humanidad, hoy definido como socialismo.  Es inspiración. Un libro de historia y libertad.  Es guerrero que a pie descalzo, con puro corazón teñido de ideales, portando una lanza de madera muchos de ellos, venció en la lid al imperio español, la segunda potencia colonial del momento, por allá en mil ochocientos veintitantos.
El Teniente  General Pablo Morillo y Morillo, en 1816, se quejaba con el rey Fernando VII de las contrariedades con que se topaba en sus batallas en Nueva Granada y Venezuela: donde lo derrotaban era porque había venezolanos combatiendo o asesorando.  Abominaba de ellos.  El venezolano era el culpable del fracaso español, y no era posible vencer en nombre del rey en cualquier parte si no se acababa "radicalmente con el germen de la revolución en Venezuela".  Era el venezolano el responsable de que el "americano no quier[a] ser gobernado por nadie, a menos que sea jefe de su país". Harto de la obstinada resistencia, sintetiza ante Su Majestad: "En una palabra, todo en la lucha actual es obra de este maldito pueblo."
Ciertamente las armas y municiones aniquilan, pero no tanto como una moral fornida, así como un sentido claro de ser-en-la-historia, con raíz patria definida, consciente de lo que se es y se quiere ser.  Tal carácter de la indestructibilidad lo da el estudio y la concienciación del ser mismo venezolano. Total, las armas la disparan humanas moralidades, maltrechas o fortificadas. Pocos países tienen una historia con tanta carga de heroísmo y nacionalidad como Venezuela; al grado tal que ser venezolano es una desmesurada dignidad.  Y ello es un armamento humano para quien ose despertar al "gigante dormido" bolivariano.  La historia tiene ejemplificaciones: entre los antiguos, los 300 guerreros espartanos de Leónidas  detuvieron a 100 mil persas del dios-rey Jerjes I, en la fundamental Batalla de Las Termópilas (que salvó a Occidente); ya mencionamos a Vietnam, país respecto del cual huelga detallar.
Lógicamente nadie vende una imagen de país tira-piedras ante una potencia nuclear. Guardando el respeto por la comparación, Venezuela no es el caso palestino ante el Israel armado, por ejemplo. Venezuela afronta los tentáculos del país injerencista del Norte a través de terceros, como Colombia, Aruba y Brasil, lo cual, por cierto, es uso que ilustra la presente modalidad imperial de combate: usar a nacionales internos para sus fines transgresores extranjeros, como hizo ya en Libia y Siria.
En fin, entre tanto que se comenta y se escribe con tintura peyorativa respecto de la tierra de Bolívar, donde las líneas escritas o palabras pronunciadas sólo miden niveles de pólvora, nadie habla de voluntad, moral o disposición de combate, que miden niveles de guerra y resistencia.  Tanto es la ceguera del hundimiento que rojos y blancos (o amarillos), ignorantes y sabios, se han dejado arrastrar por la estampida de las impresiones y apariencias.  Nada se dice, por ejemplo, que ahora, en momento de agresión y de ominosa posibilidad de invasión por parte de los EE.UU., la FANB se ha cuadrado monolíticamente en torno al Presidente de la República, Nicolás Maduro, Comandante en Jefe de la Fuerzas Armadas, amenazando con respuestas magníficas y viejos tiempos de gloria. Pocas han sido las deserciones en su seno; apenas un coronelillo por ahí se declaró en traición, haciendo rodar por los suelos la esperanza estadounidense de generar una estampida con sus virtuales amenazas y ganar la guerra sin disparar un tiro.  Inclusive, para el caso que decidan pelear de modo directo, enviando sus marines, tendrán bajas de sangre en el cuerpo a cuerpo.  Será un combate de moral elevada acompañada también de un limitado –es cierto– pero sofisticado y letal armamento.

1 comentario:

kadennicke dijo...

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