Vienen los gringos de nuevo. Malo, ellos nunca se fueron del todo; al parecer son parte del paisaje político desde la época de la guerra de independencia cuando, conspicuamente, conspiraron con Francisco de Paula Santander contra Simón Bolívar y la unidad grancolombiana. Desde entonces han estado al costado y hasta al frente de los liderazgos nacionales. Juan Vicente Gómez les atapuzó la boca con petróleo en aquellos tiempos en que los Rockefeller daban sus primeros pasos transnacionales. Desde los años cincuenta se aclimataron en el espíritu en una burguesía nacional, amante del consumismo y de ese hermoso libre mercado. Después hicieron su trabajo político de embajada, es decir, en boca de Fidel Castro, empezaron a gobernar y a conspirar a través de esas oficinas tipo caballo de Troya instaladas en la capital de los países, los famosos habitáculos del "ministerio de colonias".
Hugo Chávez los aventó del país, de facto y simbólicamente, cuando los desalojó de sus oficinas ubicadas en La Carlota, Caracas. Desde entonces son enemigos. Bueno, corrección: siempre han sido enemigos, pues tal disposición es el uso del colonialista. Por las buenas y en aparente paz, son enemigos que te explotan cariñosamente; por las malas, también te explotan, pero además te hacen la guerra, tal como le ocurre actualmente a Venezuela, quien se enfrenta a unos yanquis enfurecidos por su destierro, los labios aún golosos de miel petrolera, disparando sanciones económicas con ametralladoras.
Hasta hubo un gringo metido en el desfalco de la Guayana Esequiba de parte de la Guayana Británica, como se supo de modo desastroso contra Venezuela. Se trata del tal Severo Mallet-Prevost, quien fue designado abogado defensor de Venezuela en el Laudo Arbitral de Paris, en 1899, y calló para que le arrebataran 60 mil millas cuadradas al país bolivariano. Adoleció de cojones para enfrentar a las potencias del momento en favor de su defendido, según confiesa de modo post morten en sus escritos.
Los gringos le tienen mucho "cariño" al país. Le construyeron su empresa petrolera con sus herramientas y tuercas; pavimentaron la mayor parte de sus carreteras con el oro negro de Venezuela; modelaron la psique nacional con su capitalista consumismo; crearon un patrón político para gobernar a la colonia; le delinearon un rol de granero o patio trasero, ahíto de estratégicos recursos naturales; lo minaron de McDonald's y una larga lista de transnacionales; le sembraron, en fin, su cultura hollywoodense, donde los buenos son ellos y su enfoque vital, y los malos el resto del mundo. Así, cuando ocurre la ruptura con Venezuela, sus adeptos y adictos en el país, y ellos mismos no lo pueden creer, y se resisten. Luchan en conjunto para recuperar la patria perdida, con todas las fuerzas de la nostalgia y el lucro. Inclusive, tanto han estado los gringos atornillados al país que para algunos son venezolanos.
Durante este se lapso de tiempo de enemistad por las malas (Chávez y siguiente generación política), como se precisó arriba, en la que además de explotar países también le hacen la guerra, metieron su petrolera Exxon Mobil en Guyana, en las aguas marinas en litigio con Venezuela para robarse el petróleo, campantemente, del mismo modo como se lo roban en Irak y como se cogen el trigo en Siria; torpedearon al país con sanciones económicas y hasta, políticamente, le nombraron un presidente interino; en conjunción con Inglaterra, se robaron el oro venezolano y están en trámites de rematar en el seno de su territorio lo que queda de la filial petrolera CITGO, así como hicieron con los bienes y dineros de Libia durante la época de Muamar el Gadafi. Amores que matan, como aciertan los refraneros.
Ahora vienen otra vez, montados en la otra petrolera punta de lanza que tienen, la Chevron Corporation. Nada ha cambiado en el país para que ellos anden con esas ínfulas de que los reciben una vez más, pues siguen sancionando y bloqueando a los venezolanos; pero se las arreglaron con el chantaje del dinero y la política allá en México con unas mesas de diálogos. Desde que se fueron, a fuer de sanciones quebraron a Venezuela y le generaron revueltas internas, como acostumbran a hacer con sus revoluciones de colores en países incómodos (actualmente lo hacen en Irán); confiscaron su oro con los ingleses y sus activos petroleros; le bloquearon el flujo normal del comercio y constantemente están presionando para que se realicen unas elecciones con resultados a su gusto. De manera que ahora, cuando sopesan que el país está ansioso de volver a ellos a también, al sistema de comercio internacional que controlan, a la rebaja de sanciones económicas, a vender petróleo de nuevo sin cortapisas, huesudo en su economía, vehemente por el dinero, ellos regresan con su oferta de oro y paz.
Y plantean en México una reunión entre oposición y gobierno, en segunda fase, donde proponen a Venezuela la cesión "humanitaria" de 3 mil millones de dólares de un total de 20 mil que le tienen confiscados para los sectores de salud, educación y electricidad, y el permiso de venta petrolera a su transnacional Chevron, teniendo esta oferta política y económica una contracara moneda muy conocida en caso de rechazo: conspiración política inestabilidad, revueltas, más sanciones y bloqueos económicos y amenazas de guerra e invasión. Todo ello a cambio de que el gobierno, insólitamente, acceda a consentir condiciones políticas que conspiren contra la permanencia de sí mismo en el poder: un probable adelanto de las elecciones presidenciales y la tolerancia a entes políticos terroristas y contrarrevolucionarios.
Jugada pérfida, pues, y nada maestra de la política estadounidense contra un país sitiado; o, en otros términos, un vulgar acto de guerra de chantaje político y económico dado que el dinero que utilizan para lograr sus objetivos de vulnerar el establishment institucional del país ¡es de los mismos venezolanos! La obra maestra es otra, la de un cinismo político abusivo, consistente en que ellos, los estadounidenses, consiguen la totalidad de sus propósitos sin arriesgar nada que le sea propio: el dinero es ajeno y el destino de las personas bajo amenazas (de los disturbios que ellos ofrecen) es el de unos pendejos en un país subdesarrollado apenas proveedor de materias primas; además harán lucir ese dinero como una contribución humanitaria digna de un país magnánimo como los EEUU, de paso dosificado por la ONU, para mejor y universal certificación de su grandeza.
Ergo, la otra cara de la moneda es la de un país estúpido que no acierta a elucubrar lo que hay en juego: su destino, su entereza y su fatal préstamo a recetas históricas de manipulación bélica. Nicolás Maquiavelo aquí se pasea en traje de gala.
Otro elemento de la maestría maquiavélica es que los EEUU con este acuerdo de obtener petróleo a través de Chevron disfrazan su perentoria necesidad de suministro, de todos conocida después bloquear los exportaciones rusas de hidrocarburos (una flaqueza del imperio que no se puede traslucir). Finalmente, con prenda de oro, consigue golpear con Venezuela a sus propios aliados y enemigos suyos, por ende: Rusia y la OPEP (OPEP+), quienes recientemente acordaron unos recortes de suministros para evitar una caída de precios con el inesperado apoyo de un histórico amigo de los EEUU, ahora en rebelión, Arabia Saudita. Un detallito que en este contexto del comentario maquiavélico no debe dejarse pasar: PDVSA, la petrolera estatal venezolana, no percibirá directamente beneficios por la venta del petróleo dado que el dinero que pudiera recibir se utilizará para pagar un monto que se le adeuda a Chevron; y el monto que, por otro lado (el lado de los 3 mil millones de dólares), pudiera llegar a manos del Estado venezolano será canalizado por la ONU, asegurándose así el país del norte que dicho recurso no se invierta en el fortalecimiento de la adversa posición enemiga de Venezuela (aspecto ideológico y militar), sino en diversos renglones como la salud, la educación y la infraestructura que no sean el factible fortalecimiento de la adversa posición política, ideológica y militar de Venezuela, país enemigo.
Es decir, EEUU somete a un país con su misma pobreza y debilidad, sin necesidad de gastar el cartucho de un único disparo. El gesto de permitir a Chevron explotar el petróleo de Venezuela y permitir vendérselo a los EEUU en exclusividad, en el ámbito internacional le pinta el rostro de humanismo a un país que, como se vea, históricamente ha convertido a sus allegados en carroña y en una fuente alimentaria de carne en semejante estado de descomposición.
Chevron ha llegado con sus gringos. Retomará sus pozos de extracción, abandonados con la ruptura y sanciones entre países desde 2019. Para 2020 tenía una proyección productiva de 150 mil barriles diarios de crudo; ahora tiene estimaciones de llegar a 200 mil en mayo de 2023, en un plazo de seis meses a partir de hoy, que es el lapso de tiempo que dura la licencia general número 41 emitida por Oficina de Control de Activos Extranjeros de EEUU (OFAC, Departamento del Tesoro de los EEUU). En la actualidad Venezuela produce con ayuda iraní y rusa 700 mil barriles diarios; con la suma de Chevron se situará casi en el millón. Lógicamente, la propaganda hará de semejante tercio el logro de un todo, mayores inclusive que los esfuerzos de Venezuela con sus aliados por levantar la industria petrolera. 200 mil barriles, en medio de condiciones de producción hartamente leoninas, serán vistos como mayores que 700 mil barriles, cifra que le ha costado sudor y sangre al país bolivariano.
Finalmente, dígase que hasta este punto de satisfacción gringa, ellos sacando petróleo y Venezuela presuntamente adelantando las elecciones presidenciales (¡vaya descaro!), podría hablarse de tranquilidad en el país; pero dígase también que, como es conocido de todo el universo, hay la latencia de volver entrar en desbarajustes nacionales (atentados, conspiraciones, guarimbas) por el sólo hecho de entrar en contacto nuevamente con el animal venenoso. Tranquiliza un poco el hecho de saber que, por obra de Hugo Chávez, los EEUU no tienen base militar…, corrección…, embajada en Venezuela.
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