domingo, 11 de diciembre de 2022

INFLACIÓN Y SUELDOS: EL HAMBRE COMO TRAICIÓN A LA PATRIA 

Dice el refrán que por la plata baila el perro. Acomódese la expresión y dígase que con la panza es que lo hace. Luego se tiene que, si no hay panza, no hay baile. La crítica de quien prepondera la mentalidad sobre lo orgánico hablará del cochino interés, dicho así para continuar con la línea coloquial. 

El perro es el venezolano, pues, el de a pie. La plata, que para el caso es una correlación de panza, es el sueldo, lo que devenga para seguir respirando cívicamente. Y lo de cívico quiere decir que el respiro va con decencia, sin la opción del robo o el asesinato para obtener su sustento. 

Luego, si no hay panza complacida, hay malestar personal y, a gran escala, social. Y no hay baile. Simple. 

Lo de la mente y el cuerpo expresado arriba apunta, por un lado, al hombre de ideas, a ese estoico estudioso y convencido de la capacidad de humanismo, cambio y resistencia del ser humano por encima de los dolores del hambre; el orgánico, en cambio, es aquel que siente el hambre y sus necesidades plenamente, sin la cortapisa de una formación para la resistencia, sin un entrenamiento mental, sin un estudio, sin lo que el primero llama conciencia. Dígase, sin más rodeos, que el orgánico es el pueblo, la generalidad, la mayoría. 

Se tienen ahora tres términos: revolucionario, pueblo y conciencia. Digamos que ese gran pensante es el revolucionario, hombre impertérrito para la nomenclatura mental aplicada a una realidad de lucha; el pueblo son esas masas en reto para inocularles conciencia, para formarlas y preparar el cambio de mundo; conciencia son las bridas que impiden la animalidad en un cuerpo animal, valga la redundancia. 

Se tiene, entonces, que en un país en revolución como Venezuela no todo el mundo es ese hombre de anteojos resistente al hambre y a los requerimientos  de su miserable cuerpo, sumido en las lecturas de las ideologías que han transformados el mundo. La mayoría son gentes sencillas, transparentes, en formación, con apenas un apero de la brida revolucionaria. Al sentir la necesidad la expresa sin reparos, tal vez sin pensar en los cínicos o estoicos de la antigüedad grecorromana, quienes llegaron a exclamar que los podían matar y, no obstante, jamás morirían porque tenían un alma inmortal. 

Tal reflexión debe ser, forzosamente, otro tipo de conciencia que debe espigarse en la dirigencia ejecutiva e ilustrada del país, la dirigencia revolucionaria. 

Los sueldos y salarios fueron pulverizados por una inflación que, prácticamente, alcanzó el 100% en unos meses, en llegando a diciembre, desde que se empezó en agosto a pagar bonos y aguinaldos de modo fraccionado. Es el caso que aquellos que tenían en sus expectativas cobrar $400 ya no en una parte sino en cuatro fracciones terminaron ahora en diciembre cobrando cuotas de $50. 

Sin duda hay un daño acaecido al trabajador y debe haber una reparación por parte del gobierno y el patrono económico.  

La pregunta es: ¿se espera que esa población tenga la alta conciencia de no quejarse para no parecer un animal contrarrevolucionario, de manera que el malestar por el defecto económico y otros dolores en el cuerpo no la retraten como un bicho ignorante, intelectualmente mal preparado, por no decir traidor a la causa o la patria, desconocedor de factores de guerra económica contra el país? ¿Es decir: se espera que esa población no sienta el malestar del hambre y otras arrechedurías por el hecho de que hay una guerra económica tensada contra Venezuela? 

No se llama a la inestabilidad ni a escaramuzas sociales ni a peticiones de renuncias. Se llama, responsablemente, desde la boca de una militancia que también está en la calle, a tomar medidas por parte del gobierno si es que se espera que las masas sientan el hambre pero con la conciencia tolerante de la comprensión. Tres son las medidas: 

  1. Comprender desde las esferas de mando que la formación de conciencia es un proceso elaborado, detallado, meticuloso y lento en las masas. Es historia en vivo. Puede haber hambre con comprensión y sin comprensión del hecho fáctico e histórico. Por consiguiente, deben existir planes de compensación, ergo, de contención. ¡Qué la comprensión sea recíproca, de pueblo a gobierno y viceversa! 
  2. ¿Hasta cuando se permitirá la guerra económica encarnada en el instrumento del dólar paralelo? Debe intervenirse el internet inmediatamente y prohibírsele la expresión y difusión a esa página bélica contra el pueblo venezolano. Lo hace China para proteger a sus gentes, Rusia, Irán, EEUU, Europa toda. 
  3. Una medida realmente revolucionaria, propia de esos hombres con anteojos que leen mucho el devenir de la historia y pueden controlar sus apetitos por encima de los gruñidos del organismo, es ajustar los sueldos de acuerdo con la inflación que se experimente en la economía del país. Realizar ajustes cada seis meses. 
Un pueblo que gruñe desde sus vísceras no es el enemigo, lo es la estupidez ilustrada.

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