lunes, 13 de agosto de 2007

Otra de curas: Ovidio Pérez Morales

La historias de curas y curitas paran los pelos. Acabo de leer una reseña sobre un libro de Gastón Guisandes López: El Arzobispo y me he quedado estupefacto al mirar un poco en el interior humano de su protagonista: monseñor Ovidio Pérez Morales, jefe de la Arquidiócesis de Maracaibo, nada santo, por cierto. (Vidal Chávez López: "El Arzobispo que dividió a la grey zuliana", en Temas Venezuela, del 3 al 9-08-07, p. 10. Véalo también en Aporrea) De acuerdo con el documento, cuando este prelado ejerció el cargo se fraguó "el peor escándalo vivido por la Iglesia Católica venezolana" ¡Vaya, vaya vaya!
Entre otras linduras, el hombre es retratado como nepotista, soberbio, traficante de influencias, implantando la envidia en su gestión, "la discordia, el escándalo, el mal, la conspiración, la división y, sobre todo, una rendición total ante el poder que gobernó a la IV República". ¡Y yo que me he sentido culpables por algunas tontería que he cometido por ahí!
Según la historia, una vez con el cargo no puede soportar que nadie más detente poder en el área y se propone sacar del camino a otro monseñor, Gustavo Ocando Yamarte, entonces presidente de la Corporación Niños Cantores del Zulia: "No es posible que Ocando tenga más poder que yo, si soy yo el Arzobispo de Maracaibo"
En el Palacio Arzobispal se dedica junto con una cuñada a "maltratar y humillar" a las monjas, y dice el autor que su impacto fue tal que la unidad eclesiástica se vio en serio aprieto.
Algunos curitas no aguantaron a esta sotana chaparrona y renunciaron a sus cargos, pues el clérigo se comunicaba directamente con el alto poder, entonces Rafael Caldera, para dar efectividad a sus decisiones. Otros, cansados del modo tan personal como manejaba las cosas, dirigieron una carta a Roma para quejarse, pero ello fue peor para los confabulados: el monseñor Pérez desató una cacería de brujas contra los firmantes y dividió al género humano como suele hacer la religión, en malos y buenos, en firmantes y no firmantes, respectivamente.
Todo ello parece darle conocimiento de causa y altura moral al presidente del Concilio Plenario de Venezuela para ejercer la oposición y la crítica políticas contra el gobierno del presidente Chávez, a quien acusa de autocrático, dictatorial y totalitario, negándose en todo momento a desistir de participar en la contienda política, pues considera que la Iglesia debe responder y no dedicarse sólamente a cuestiones espirituales (vea la reseña de sus declaraciones aquí)



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