martes, 21 de agosto de 2007

A propósito de la Iglesia Católica: Padre Martín Zapata

No lo conozco, pero me causó impresión una entrevista que le hicieran en el semanario Las Verdades de Miguel (del 17 al 23 de agosto de 2.007), y viene al pelo con sus palabras porque en esta página cursa una encuesta sobre el papel de esta iglesia con respecto al pueblo. Véase.

Cuando se le pregunta cómo se interpreta el papel de la Iglesia en Venezuela, advierte con relación a hacer distinción entre "cúpula[s] de la jerarquía espiscopal, venezolana, plegada a los intereses de la derecha más recalcitrante" y los religiosos y sacerdotes que visitan las bases, barrios y caseríos, alimentando la fe del pueblo.

Considera que si no hubiera libertad de expresión no podrían quienes quisieran hasta decir "una gran cantidad de mentiras sin el menor respeto a la verdad y objetividad".
Considera doloroso y vergonzoso la complicidad de la Iglesia en el golpe de Estado de 2.002.
Finalmente, define al sacerdocio como un

"llamado a participar de la intimidad con Dios, a través de la misión de Jesucristo. Es un hombre [el sacerdote] tomado de los hombres para servirlos a ellos en referencia a las cosas sagradas. Es transmitir un mensaje de esperanza y fe a la toda la humanidad, es a partir de esta misión que asumí desde mi adolescencia el compromiso con el cual ligaba mi existencia para simpre, creo que sólo la vida en el servicio para los demás se realiza la grandeza y plenitud de la vida humana"
Magnificass palabras de amor por el prójimo.

Ahora, por nuestra parte, nosotros sacamos conclusiones, considerado el comportamiento de los jerarcas de la Iglesia Católica venezolana y muchos otros que lo secundan, incurriendo en un ejercicio que nada tiene que ver con la doctrina, entendiendo por doctrina lo básico del mandamiento: el amor al prójimo y a dios. Conclusiones nada halagüeñas, por cierto, pues a mi nadie me convence que funcionarios religiosos como Baltasar Porras, Roberto Lückert, Ubaldo Santana, Urosa Sabino y otros como Ovidio Pérez Morales, Mikel De Viana o Rosalio Castillo Lara, estén visitando al prójimo en ninguna base ni estén desplegando ninguna obra que por lo menos recuerde la memoria de Jesucristo. Por el contrario, andan en una de confrontación, en guerra contra el "régimen", molestos porque ha llegado la hora revolucionaria de distribuir más cristianamente las riquezas de un país tradicionalmente explotado por plutocráticas élites. Eso molesta, como bien lo dio a entender el difunto Cardenal Ignacio Velasco cuando firmó el decreto del Carmonazo 2.002, echándo por el suelo un esfuerzo de reconstitución moral adelantado desde 1.998, rodeado de lo más "selecto" de la sociedad venezolana, cosa que él habrá interpretado como lo más cercano a dios, ya en las postrimerías de su vida.

¿Fallas? Las hay como en todo sistema político, pero ello no da pie para hacer creer que el papel de un cristiano, y sobre todo el de un jerarca, sea el de defender la inmoralidad, la injusticia y desvirtuar la verdad, como denunciara el mismo presidente Chávez en su programa Alo Presidente, el 04-08-07.
¡A coger mínimo, hermanos!



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