lunes, 10 de septiembre de 2007

Huracanes y política

Félix acaba de amainar en Centroamérica, cuando apenas el continente salía de la catástrofe de Pisco, Perú. Tragedias naturales que a su paso dejan muertos, heridos y familias damnificadas, sin mencionar los destrozos materiales. Al hombre, impotente ante su eventualidad, sólo le resta tomar medidas preventivas: basado en aproximadas predicciones, puede evacuar un área y estar preparado con el respectivo equipo de rescate. Tiene a su alcance también la realización de campañas de educación contra sismos, por ejemplo, o de cómo conducirse ante un evento natural como un tornado, un huracán, lluvias torrenciales o un deslave; esto con el propósito no de impedir el hecho natural, sino de reducir su incidencia en pérdidas.
Sin embargo, a pesar de la irreversibilidad de estos fenómenos, el hombre puede ser responsable en diferentes grados de su impacto en la población, más si es un político sobre cuyos hombros pesa la rectoría del lugar. Así, ya en el plano político, no es difícil que un gobernante pueda ser acusado de la desastrosa incidencia de un evento en la ciudad. Inocente o culpable, siempre su condición estará relacionada con el manejo del dispositivo preventivo y de seguridad al alcance, su dotación y preservamiento. El conocimiento de causa, los permiso para la construcción, la supervisión en la calidad de las obras, el diseño de planes de contingencia, el manejo y consulta de los reportes de las instituciones o especialista, la construcción y supervisión de barreras, diques y puntos de resguardo siempre será una obligación inherente al cargo. ¡Pues para eso es elegido, para velar por la ciudad, en conocimiento de la idiosincrasia del pueblo y de los factores naturales mismos!
En muchos casos, bajo el desbordamiento de las bajas pasiones del juego político, es posible acusar injustamente a determinada persona, inclusive, incoarle un expediente "intencional y asesino". "No dijo nada, dejó que el pueblo muriera, es un funcionario inepto". En otras, un irresponsable podrá pasar por un héroe salvador. Lo cierto es que de todo esto hay, pues en política suelen operarse milagros que trascienden la fe del más pintado. No debe sorprender que en algún lugar del mundo se le pueda acusar a un político de hacer tratos con dios o el diablo para convocar una peste de consecuencias aterrorizantes.
Cuestiones de ética siempre saldrán a relucir, dependiendo de la calidad de la oposición política de la se trate. En todo caso se le acusará de concentrarse en sutilezas en momentos en que la sangre corre a raudales por las calles.
A George Bush se le acusó de negligencia cuando Katrina arrasó Nueva Orleans,porque al parecer hizo caso omiso de las advertencias que se le dieron sobre la inminencia del desastre debido a que para el momento se encontraba muy ocupado combatiendo el "terrorismo".
El presidente Chávez, en un tiempo culpable de todo lo que ocurría en el mundo (y todavía), de acuerdo con la ingeniosa oposición venezolana, fue acusado del deslave de Vargas en 1.999, apenas asumiendo el compromiso presidencial. Hace poco también su nombre apareció implicado en los hechos de Pisca, Perú, pero esta vez no como el responsable de la tragedia sino como un dispensador de ayuda humanitaria que se hace campaña grabando su rostro y el Ollanta Humala en las latas de los alimentos. Del huracán Felíx no ha tenido tiempo el oposicionismo de inventarse una, quizá porque es muy reciente.
Veamos imágenes de los cuatro eventos:


Huracán Félix en Centroamérica




Pisco, Perú: reconocimiento de cadáveres




Katrina, EEUU




Deslave Vargas, Venezuela







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