No lo inventé yo; han sido otros quienes lo han dicho, como todo en el mundo, donde nada ni nadie parece original. El históricamente atribulado pueblo hebreo, primero por los egipcios y después por la pila de civilizaciones imperiales subsiguientes hasta el régimen nazista del siglo XX, hoy atribula a otros, para más señas a sus primos de sangre (los palestinos), como en medio de una especie de vuelta de tuerca de la historia que los pone hoy con las manos en la palangana para cobrarle al mundo las afrentas recibidas. Como en una hora de revanchas, ni más ni menos, donde "alguien" debe pagar por los crímenes en su contra, sea como víctima simbólica, real o expiatoria. Y ahí están los palestinos, o los viejos rivales persas (Irán), o los sirios. Lo importante es cobrar, y en este sentido, ya los antiguos mesopotámicos (Irak) recibieron lo suyo.
Pero no es ese el invento. Nadie le quita la verdad a la historia cuando se llega a saber que con sus huesos o dientes se llegó al extremo de fabricar botones para las prendas de vestir. Nadie niega que los reyes españoles lo hayan echado del antiguo reino, ni que más atrás los romanos lo hayan jodido un largo rato, ni que Zutano lo haya zarandeado por allá otro tanto. Es cierto. Más allá de las Escrituras (que al ser escritas por su puño y letra pueden adolecer de sesgo), lo certifica la Historia. El hórrido Holocausto está allí, a setentas pasos nomás hacia el pasado. Lo vivieron nuestros abuelos, para darnos una idea de la inmediatez. Es un monumento de la degeneración humana. Una lamentable expresión de la inteligencia humana devenida en maquiavélicas tesis políticas.
El cuento está en la ecumenización, en el intento de entronizar una suerte de venganza eterna contra la humanidad desde la tragedia hebrea, con todo y que no parezca posible retratar con más gravedad (que la que tiene) el capítulo siniestro de la "Solución Final del problema judío". El rollo se complica cuando el sentimiento de escarnio contra la humanidad propia toma forma doctrinaria en el "cobro de cuentas" del denominado "sionismo", más allá de deseo natural de conformar una nación delimitada para que un pueblo viva. El invento viene a cuento cuando se hace de ese capítulo horrible de la historia humana un chantaje para ejercer una labor imperial y expansionista en el mundo, haciendo pagar a tanto a justos como a pecadores. Que se intente decir que los 11 ó 12 millones de personas que murieron en el Holocausto hayan sido todos judíos, en medio de un arrebato teatralmente trágico, cuando la verdad es que 6 ó siete millones fueron gitanos, polacos, eslavos, soviéticos, Testigos de Jehová, homosexuales y comunistas, cabiendo preguntar por qué estos otros carajos no se ponen también a chantajear al planeta con su anterior sangre derramada.
Y que así, contemporáneamente, sin vaselina alguna, del mismo modo taimado, se le deslice la acusación de antisemita a quien ose al menos cuestionar un muerto de la cifra oficial, debido a que se trata, en sus detalles y esencia, de la más soberana verdad de la historia humana. Porque los ganadores de la Segunda Guerra Mundial oficiaron tal verdad con el aíre sacrosanto de una ley inquisitorial, y se dispusieron a castigar a todo aquel incurso en genocidio, a perseguir como conejos a los diversos monstruos de la especie humana nazista, a poner en orden al mundo (aquí la lucha contra el antisemitismo empezaba a dar para todo), a fundar una Sociedad de Naciones (antigua ONU) para los fines, a crear un Estado de Israel para resolver compensatoriamente el "problema judío", un bloque de poder de Guerra Fría para los fines y a utilizar el contra-antisemitismo como eslogan de combate, que luego mutó en anticomunismo y luego, a lo que es hoy, en antiterrorismo (en América Latina se concreta en una variante de guerra contra el narcotráfico). De manera que aquella primera lucha sionista contra el "terrorismo" nazista devino en la tesis argumental de los vencedores de la gran guerra, dando para toda necesidad y justificación interventora imperial, suerte de lámpara de Aladino, sombrero de la suerte de donde se sacan realidades a la medida, o, para decirlo más aclimatadamente a nuestros espacios latinoamericanos, especie de computador de Raúl Reyes de donde puede puede salir cualquier cosa.
Y he allí el cuento del problema judío post guerra. Que su primer impulso resolutivo se haya quedado enquistado y confundido en el ramaje argumental del nuevo imperialismo, con fondos eternos de agradecimiento a las potencias por la patria otorgada, con préstamo eterno del territorio propio para bases militares de control en el Medio Oriente y con el aprovechamiento cínico de la avanzada imperial para conquistar viejos sueños bíblicos de expansión territorial. Porque son los EEUU para Israel (por nombrar la cabeza visible fundadora de su país) el más cercano Mesías que se le haya visto después del rey David (asumiendo a éste como algo parecido), y la eventualidad de la política entremetida norteamericana en la soberanía de los países del mundo les da la ocasión para apoyar y financiar sus empresas tras bastidores, para luego exigir apoyo en su acariciado sueño: expandirse militarmente, extender hasta Siria las fronteras del estado de Israel, como en los viejos y gloriosos tiempo. Una especie de propuesta de un nuevo "espacio vital", pero esta vez sionista y no nazista. El espacio requerido para la raza privilegiada en su necesaria expansión hacia el nuevo imperio de los mil años, tierras y reinos prometidos. Como si se dijera que el nuevo sionismo es el viejo expansionismo nazi, con los primeros campos de concentración creados ya en la Palestina y los imaginados hornos de cremación en ataque nuclear a Irán.
De forma que la práctica imperial de los EEUU y los países europeos echa mano cuando lo requiere y camufla siempre a este antiguo argumento blanco de la lucha contra-antisemita, devenido en crudo sionismo, incontenido, imperial por donde se le mire. Tal para cual, perfectas sincronías ideológicas de la conquista del mundo: imperialismo y sionismo. El primero penetrando en cualquier parte del mundo con el segundo financiando; y el segundo alistándose para cobrar dando el zarpazo en el Medio Oriente con el primero apoyando como forma de pago. Ya hemos sabido de los israelíes incondicionales apoyando a la CIA en sus incursiones desde Colombia contra Ecuador y Venezuela. Raúl Reyes es una de las bajas infligidas, sin contar las faltantes, porque las profecías no se acaban. Larga historia. La lucha contra el antisemitismo es, prácticamente, una obra maestra de la elasticidad argumental contra las causas satánicas del mundo; su primer gran pinito fue recordar que una idea como bandera servía para conquistar, como desde el principio de los tiempos se ha hecho, allanando el camino en la posterior lucha contra el comunismo y el actual terrorismo, como dijimos arriba. La lucha da para todo, y viceversa. "Si no, vean −y hagan ver− nuestra sangre derramada para siempre", podrían decir con el mayor descaro.
"¿Cómo decir que la situación precaria inducida de los palestinos y la futura recomendación del historiador mencionado de incinerar nuclearmente a Irán no es la versión israelí (para decirlo con el autor citado) de las cámaras de gas y hornos crematorios de Adolfo Hitler?"
Pero esa es la parte del cuento que no me trago, y que no tragan muchos. La romantización de la muerte, la fundación de matrices arteras de opinión para el control masivo. La manipulación mundial. La cultura del chantaje. Den los muertos hebreos para ejercer la justicia e implantar el castigo para quien y contra quien corresponda; pero no se joda al mundo a título de cobrar una deuda de sangre derramada por otros y en otras circunstancias. No se me joda a mí, pues, al menos, con el cuento de que si no comulgo con la causa imperialista de los EEUU soy antisemita, terrorista, comunista o narcotraficante, suerte de inmortal lacra humana. Ahíto ando de tanto libro y películas floridos sobre los héroes vengadores del mundo, cobradores de eternas deudas, como también me empieza a revolver el estómago el nuevo nazismo sionista de estos tiempos. No es un exabrupto en este caso afirmar que de tal palo se suelta tal astilla, porque el pueblo hebreo, mancillado en el pasado por los nazis en virtud de innombrables prácticas de tortura, hoy no parece distanciarse gran cosa de sus anteriores victimarios al incurrir, también, en sumarias prácticas de violación humanitaria. Bien reza un dicho que cuando el esclavo llega a ser amo o bien es más cruel o magnánimo que su anterior dueño. Usted saque cuentas.
Así las cosas, con tanto cinismo mundial sobre una causa que todos sabemos cruenta pero que se abandera como panacea imperial para sojuzgar al mundo, escondiendo arteros intereses como el robo de recursos naturales y energéticos, no deja de faltarle razón al presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, cuando declara que el Holocausto es una farsa, por supuesto, no en su aspecto de hecho histórico como sí en su mascarada teatral para el expolio. ¿Hasta cuando el cuento? Sionismo, en su exacerbación nacionalista, aquí o allá es igual, nazismo presente y futuro. El estado de Israel sobre el Medio Oriente y el estado imperialista de los EEUU sobre el mundo. ¿Hasta cuando la historia de armar a unos y a otros no, para un mejor control maquiavélico? ¿Por qué ha de disfrutar Israel de derechos nucleares y no otro país en el Medio Oriente? ¿Cómo hacer creer la tesis de que los demás se tienen que quedar de brazos cruzados porque los buenos y humillados de la película histórica son incapaces de lo mismo que les hicieron, además de que porque se lo merecen a título de mártires? A otro perro con ese hueso. Con un estado de Israel desbordado y unos EEUU tras bastidores (y detrás del petróleo), el Medio Oriente se perfila como escenario de pérdida de varias nacionalidades, cuando no de peligro de conflagración a escala de inaceptable inmoralidad. Séase claro sobre quienes andan buscando sumir al mundo en las tiniebla de una guerra descomunal.
¿Cómo, por ejemplo, se tiene que tragar la razón humana que un historiador como Benny Morris, judío él, proponga el exterminio nuclear de Irán, a título sionista de que si Israel no puede hacerse con el Medio Oriente completo le quepa el derecho, entonces, de arruinar el aire y la tierra de esa región del mundo?¹ Tesis desmesurada que no se soporta ni siquiera sobre la base de que todo aquello contrario al sionismo es terrorismo y no defensa natural, y tiene que ser exterminado. Porque es claro, los palestinos, así como están de sitiados, sin alimentos, sin energía eléctrica, bajo estricto control, son terroristas a ojos de estos grandes aliados, además de Siria y, por supuesto Irán, más Venezuela o Bolivia por acá, que no vienen tanto a cuento pero que entran en la matriz descomunal de la globalización. Pero más claro es todavía que el aserto mediático de la lucha contra el terrorismo (o contra cualquier otra especie) aquí tendrá que dejar la mascarada de engaño a la estúpida opinión mundial, debido a que se está en presencia de una etapa planificada de expansión nacionalista hebrea.
Y ya vienen lo tiros por ahí para una futura acción. El Consejo de Seguridad de la ONU ya dio su plazo de quince días (ultimátum) para que Irán desista de su programa nuclear, sin mediar palabra alguna sobre la situación atómica de Israel. Trágica situación. Unos armados y otros no. Unos buenos y otros no. Unos dueños de algo y otros no. Petróleo y expansión es el título de la tragedia de los pueblos. No es creíble que los EEUU intervengan directamente, dado su bochornoso papel en Irak, pero a falta de pan bueno es el aliado. Israel es un perro de la guerra en el área.
Si el viejo cuento hebreo de los chantajes culturales se extrapolara, variados serían los reclamos del mundo. ¿Quien carajos pagaría los desmedidos genocidios en contra de los culturas amerindias, quienes ni se acuerdan ya ni de sus libros sagrado ni de su antigua magnificencia? ¿Cuándo, pues, si a ser estúpidos vamos, tendrían los EEUU que pagar la afrenta de haber explotado dos artefactos atómicos sobre la humanidad del Japón? ¿Quién carrizos habrá de cobrar la deuda por ese país, incapaz de conciencia histórica para hacerlo por cuenta propia? Tendría que considerarse que lo es igual no es trampa, como reza el dicho popular. Hartos están los EEUU de cobrar con sus invasiones, en nombre del antisemitismo, los "inmortales" muertos caídos durante la última gran guerra del siglo pasado. Así se hace infinita la espiral de la guerra: los sujetos objetos de venganzas trocados en vengadores.
¿Cómo decir que la situación precaria inducida de los palestinos y la futura recomendación del historiador mencionado de incinerar nuclearmente a Irán no es la versión israelí (para decirlo con el autor citado) de las cámaras de gas y hornos crematorios de Adolfo Hitler?²
Notas:
No hay comentarios:
Publicar un comentario