¿Ha oído usted hablar de golpes de Estado últimamente en Venezuela? ¿No cree ya que el tema sea asunto del pasado y que, dada la experiencia vivida por los venezolanos con el 2.002 y otros históricos capítulos, se ha crecido significativamente hacia niveles de conciencia y de afincamiento en el amor patrio? ¿Cierto que parece tonto, verdad, ponerse a quebrar la institucionalidad de un país que únicamente en la mentalidad de algunos (que juegan al caos) es declarado a diario como tierra descubierta de rojo comunismo ortodoxo, como nunca lo soñó China, Cuba o la misma URSS en sus tiempos?
¿Usted no cree que Venezuela se merezca un chance diferente para plantearse su desarrollo, transitando la vía institucional, con soporte en el arbitrio determinante del pueblo y no en los concretos intereses de algunas minorías? ¿No parece hasta justo que quien se oponga a los nuevos vientos reformadores que soplan en Venezuela hasta por simple sentido de justicia convenga en que ya su matriz política afecta dispuso de casi medio siglo de oportunidad para demostrarle su amor al país y para operarle los cambios y caricias que éste sentimiento le inspirase?
¿Verdad que si los mismos hechos de abril de 2.002 parece un exabrupto el que hayan ocurrido, más loco habrá de resultar que hoy alguien ande suelto por allí soñando con golpes de Estado? ¿No cuadra, verdad, con la mentalidad francamente conocida del venezolano, amante de la paz, feliz, jocosa, sensual, completamente caribeña, si queremos decirlo con regionalismos? Esos rumores sobre un nuevo aventurerismo suenan como extemporáneos, locos, quebrados, divagantes... Primero porque se crea más en la ingenuidad de indefensión de aquel que habrá de recibir el golpe, más grande que la propia del otro que quiere darlo. Ya no hay iguales condiciones para ensayar la misma aventura, más cuanto se sabe con claridad que la ansiedad por la sangre y el caos rebasa las fronteras de lo venezolano y se posa sobre la humanidad completa del continente suramericano. El sueño imperial, pues, del dominio global, que viene de afuera.
El 11 de abril corrió la sangre y el sudor en Caracas, y la factoría interesada en alcanzar el poder lo logró de hecho, aunque por breve tiempo. La mayoría de los venezolanos quedaron atónitos por presenciar cómo un Estado, en nombre de un manido humanismo doctrinario, se dejaba avasallar por una descampada conspiración, cuyas proclamas de toma del poder, de marchar a Miraflores, de captura del tirano, sorprendieron a medio mundo en sus resultados. Una toma bufa, se dirá, con las lamentables consecuencias de venezolanos muertos y heridos. No se podía creer cómo un Estado podía declararse tan indefenso y cómo unos venezolanos fácilmente fueron manipulados para desarrollar un odio infinito contra un gobierno de cosas que, al sol de hoy, le ha deparado al país mejores ventajas que en el pasado. Cualquiera puede comprobar que hasta la ONU certifica el crecimiento económico sostenido de Venezuela en los últimos años, por encima del promedio latinoamericano del 5% (1). Los funestos agüeros y señalamientos de depauperantes comunismos han quedado atornillados como sofismas del discurso de aquellos que sueñan con el pasado y las glorias individuales.
Pero si usted no ha oído nada sobre alborotos golpistas ni peticiones de más cuotas de sangre a los venezolanos para "recuperar la patria", es porque a usted le puede estar ocurriendo lo del 11 de abril otra vez: los oye, pero no parece darle crédito a tan increíbles rumores, mismos que no obstaron para que usted cogiera mansamente la calle y deviniera en la historia que conocemos; o no oye nada, no poniendo a trabajar su suspicacia, limitándose a vivir en su país y a desearlo tranquilo, en algún momento teniendo atisbos de que romperle la paz al país es un acto de inexplicable condición nacionalista.
Vea usted: no se lo crea mucho, esto de que repetir historias es locura y que hemos madurado un millón en el plano cívico. El sólo contemplar a una señora en el Este de Caracas arrojarle una lluvia de arroz a un funcionario del Estado que la defendía para que no lo comprase tan caro, es un indicio entristecedor de realidades. Como si dijéramos que mientras unos maduran, otros se pudren, para significar el radicalismo con que algunas mentalidades enfrentan la realidad política gubernamental de su país. "Te lanzó arroz como si te lanzara balas", es el mensaje, "No necesito ayudas del enemigo". Y para significar también lo que fue puntal de lanza en la aventura del golpe de abril: el cultivo violento de los medios de comunicación sobre la mentalidad de los venezolanos. La citada señora de Santa Eduvigis -que fue donde ocurrió el espectáculo- es para el caso un árbol hecho y derecho para acoger cualquier propuesta de retorno al pasado, es decir, para asimilar cualquier propaganda política que denoste del gobierno presente, así se trate de las más descabellada fantasía.
De manera que existen algunas huestes ganadas para la causa aventuril entre los venezolanos, armadas con la cosecha de la alienación mediática. De eso no hay dudas: pequeñas unidades mediáticas dispuestas a la contienda, listas para engrosar calles con pitos y vestidos multicolores, ollas, gritando "Fuera Chávez". Los números excepcionales del extremismo, como en todo tiempo y lugar. Gente de a pie que en realidad cree que la mayoría de los venezolanos los tiraniza, por no hablar de quien es objeto de la preferencia popular democrática. Y nadie dirá que no son venezolanos, por aquello de estar siempre teniendo arrestos para enturbiar los momentos de solaz del país, llámense navidad y diciembre, vacaciones, asuetos, etc. Por ir contra el país. Pero perfectamente un nacional –sabemos- puede enloquecer con los mediáticos lineamientos de intereses extraños al país, más si desprecia lo criollo o autóctono y siente correr en su sangre los superiores efluvios de las monarquías o imperios occidentales. Claro estamos que una persona así puede nacer en Venezuela.
"Vea usted: no se lo crea mucho, esto de que repetir historias es locura y que hemos madurado un millón en el plano cívico. El sólo contemplar a una señora en el Este de Caracas arrojarle una lluvia de arroz a un funcionario del Estado que la defendía para que no lo comprase tan caro, es un indicio entristecedor de realidades."
Y en efecto, hay que decirlo: factores de la oposición política se esfuerzan por repetir su coletazo pasado, según advertencia de connotados analistas de la situación política nacional (2). Con todo y lo absurdo que pueda resultar en el imaginario colectivo, con todo y la más mínima posibilidad de éxito que puedan inferir de la situación presente, con todo y lo loco que pueda sonar… Pero es lo dicho: son venezolanos trasuntos de lo exterior, obedientes del interés extranjero, del lineamiento desestabilizador de afuera, que busca inocularle al país una cultura de la muerte y la división, totalmente ajena al sentimiento nacional. Gente que no comprende a su país, desconectada de la calle, sin calle misma, sin pueblo, con grandes intereses económicos y un desproporcionado imaginario de que sin democracia se logran las metas (las suyas) con mayor libertad.
Gente que con su marasmo y poder mediático concitan la ingenuidad de muchas "plantitas cultivadas" (porcentaje extremo del que hablamos arriba) y con ello imaginan autoridad y disposición sobre Venezuela. Para ofrecerla en canje a los operarios de afuera; para pactarla, hipotecarla..., a cambio del aseguramiento de particulares prebendas en su dirigencia: tu cacique, yo ministro, tu privatizas, yo tu tajada. Como ayer. Amas de casa, estudiantes, militares (ya en el plano popular)... Todos trabajados por igual sobre la base de compromisos comprados con el poder del dinero extranjero. Y ahora más que nunca, en tiempo electoral: campañas y más campañas.
Es un hecho: sectores de la oposición política venezolana sueñan con una nueva Plaza Altamira, en el imaginario de que con ello "obligarán" o incidirán hacia resultados específicos en las próximas elecciones regionales del 23 de noviembre, y sobre el imaginario de que el gobierno y el pueblo no han mutado un ápice en su capacidad de defensa. Perfectos extranjeros en tierra propia, como dijimos, amadores de causas ajenas (y hoy perdidas). Intentan calentar el componente militar, con un discurso enfocado en la nueva Ley de Milicias, misma que retratan como una suerte de brazo paramilitar discrecional para el control de las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN); inundan las instalaciones militares con volantes subversivos, visitan países, se reúnen y viajan con elementos militares, en ejercicio o retirados, afanosos de concertar ciertas voluntades para luego proclamar tener apoyo militar y así envalentonar a los extremismos de siempre.
Los mismos soñadores de siempre, podría decir alguien, intentando excusar el carácter díscolo de ciertas empresas (y empresarios) humanas; pero más allá de cualquier atisbo poético, podría decirse, con el analista político citado, que es desesperación ante el panorama adverso que se dibuja para los próximos comicios electorales, luego de lo cual, en verdad, quedaría la oposición venezolana en bancarrota, apenas con el conducto de oxígeno de la conspiración extranjera. Por ello se requiere con urgencia para ciertos sectores de la oposición política una "Plaza Altamira"; y por ello mismo se hace lo que técnicamente hace ahora: imbuir al país de su triunfalismo mediático (si ya ganaron el 2 diciembre de 2007, es un hecho que arrasarán ahora), revistiendo de antemano su participación en la justa como de escandaloso triunfo o de bochornoso fraude. Una de dos.
Porque las estadísticas no prometen gran cosa a la oposición venezolana en las próximas elecciones, descabezada del efecto triunfalista del 2 de diciembre por causa de la propia desarticulación y de su carencia programática alternativas de desarrollo nacional, nada que trascienda el entreguismo a la factoría neoliberal internacional que siempre la ha caracterizado.
En cualquier caso, el objetivo es la desestabilización y la deslegitimación de las fuerzas del gobierno, preñados a futuro con el eterno semen del golpismo y el interés fundamentalmente extranjero.
Notas:
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