Estoy consciente de que una dama de nuestra oposición venezolana exclamó una vez que prefería una invasión extranjera al gobierno de Hugo Chávez, por aclaratoria, un gobierno constitucionalmente elegido. Palabras más o menos, esa dama resumió el espíritu de convicciones políticas de la oposición política que nos gastamos nosotros los venezolanos.
En días pasados la abogada y periodista venezolana, Eva Golinger, evidenció una información que terminó por lavar y darle brillo a lo dicho: la embajada de los EEUU ─papeles de Wikileaks─ apoyo con 10 millones de dólares a la oposición nuestra* (digo “nuestra” porque somos venezolanos, y ellos también, aunque su corazón lata en otras fronteras).
Es decir, que los señoritos opositores (algunos viejos) cobraban y cobraban por enrarecer el transcurrir normal de un sistema democrático. Por sabotear. Por desestabilizar. En fin, por ir contra las leyes y paz venezolanas y salir del “tirano”, como ellos decían entonces y aún. Por picotear a Venezuela.
De manera que estaban cómodos echando broma, como se dice en criollo, bochinchando, mientras cobraban, llamándose de paso, hasta con lágrimas en los ojos, “demócratas”. Muchas fueron las hambres que hasta pasaron, calculadas para tantos días, pero muy a sabiendas de que debajo de las sábanas de su cama reposaban unos billetes verdes que los resarcirían de las penas pasadas. Con decir que ni siquiera falta les hacía hacerse diputados, dado que ya percibían un salario.
¡Vaya, vaya! Tales son los hechos. Tal es la oposición que tenemos, de doble sueldo, porque ahora también cobra en el parlamento venezolano. Tales son las perlas que nos gastamos y que se le ofrecen al pueblo venezolano para que voten por ellas. Y este el punto de mi pequeña reflexión.
Vea usted lo de Libia, por mencionar un país donde el esquema del intervencionismo extranjero ha floreado. Allí hay libios de nacimiento que fueron pagados para llevar a ese país a la situación que vive ahora. Como decir, venezolanos para conspirar contra Venezuela, y dividirla y reventarla y sumirla en guerra y entregarla. Estos venezolanos que cobraron las sumas por enrarecer a Venezuela son esos libios que actualmente se agachan para implorar el favor de que les maten a Gadafi, como aquí piden a gritos que maten a Chávez.
“Tales seres, sin remilgos, no son venezolanos; son otra cosa.”
Un país es un país, así de simple como suena la palabrita tan pequeña. Compacto, diverso, aunque soberano. Dentro pueden convivir los buenos y los malos, como se dice en las películas, con enormes diferencias de criterio; inclusive, pueden llegar a severos enfrentamientos de depuración política, si lo queremos poner grave, pero jamás será aceptable que vayan contra el concepto existencial de país, so pena de extinción. Sería de locos. Pelearse política e ideológicamente entre ellos pasa, pero ir contra la casa que los cobija y, de paso, venderle sus despojos al mejor postor extranjero, es una vileza propia de animales no muy humanos que digamos. “Una casa divida contra si misma no puede durar”, es una frase de Lincoln que le calza al pelo a quienes carecen de conciencia política y hasta vital, caso del que hablamos.
El país del norte es libre de ofrecerle su plata a quien le dé gana, digámoslo. Tiene derecho a comprar las cochinadas que quiera. Total, es su plata. Bajo ley o en ella (de todos modos él hace y deshace a su antojo, aun por encima del estamento internacional). El delito y la inmoralidad comienzan cuando tú se las aceptas para que, cual esclavo, trabajes para sus intereses; cuando apalancas con figuras jurídicas e instituciones en el país semejante dinero, para ir contra la fraternidad venezolana. Tales seres, sin remilgos, no son venezolanos; son otra cosa.
Y al sol de hoy ahí están, recibiendo toda la bazofia moral que se les descubre en cara, y ellos bien gracia, todavía atreviéndose a hablar, jamás usando sus palabras para pedirle perdón al pueblo venezolano; por el contrario, como disfrutando de la bazofia que se le saca, masticándola.
Tales son nuestras opciones opositoras para el 2.012. Reflexionemos. El examen de la historia y de la actualidad da lecciones ejemplarizantes, de cara a la vida y la construcción, y no hacia la traición, la venta o la muerte.
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