1. INTRODUCCIÓN
Nicolás Maduro fue proclamado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) con 7 millones 563 mil 747 (50.75%) votos, frente a los 7 millones 298 mil 491 (48.97%) de Henrique Capriles Radonski.
Una diferencia ínfima e insólita dentro del proceso bolivariano presidencial, un 1.78% que aparta el sueño y la tranquilidad tanto al candidato derrotado como a sus seguidores, últimos estos sempiternos e históricos cohonestadores de fraude electoral si atendemos al hecho de que llevan años marchando, tocando cacerolas y haciendo suya la acusación de trampa de su dirigencia.
No es para menos. En el pasado, casi indefectiblemente, con márgenes de derrota de hasta un millón de votos o más, la oposición chillaba sus resultados adversos; hoy, con menos de un 2% diferencial (265 mil 256 votos), lo mínimo que se puede esperar es que se diga que no sólamente ganó unas elecciones en Venezuela, sino en el universo entero, por todos los tiempos de la eternidad. De allí la renuencia actual a reconocer los resultados y la consiguiente situación de desasosiego político en el país. La certificación por vez primera de que, en efecto, representa la mitad política del país es un aliciente poderosísimo para potenciar hacia la sublimación victoriosa viejas pasiones de la derrota, especialmente esas que jamás reconocieron la mayoría del contrario.
De un universo elector de 18 millones 904 mil 364 votaron 14 millones 967 mil 737, esto es, 79.17%, un guarismo en verdad sorprendente, muy próximo a la presidencial anterior, que desbancó la proyección pesimista de una escasa concurrencia en atención a la ausencia de un líder carismático como Hugo Chávez, por un lado, y a un presunto cansancio electoral (el país recién salía de otra elección presidencial), por el otro.
Ello pone en el tapete que el pueblo venezolano, de un pasado electoral caracterizado históricamente por una cruenta abstención, en virtud de las tres últimas lides presidenciales (25.3% en 2006, 19.52% en 2012 y el 20.83% presente), es hoy por hoy una realidad de una entusiasta cultura y ejercicio políticos.
El 7 de octubre de 2012, antes de irse, Hugo Chávez dejó una elección ganada en Venezuela con 8 millones 191 mil 132 votos; Capriles, por su parte, lado perdedor, obtuvo en esa contienda 6 millones 591 mil 304. Hoy Maduro, designado por Chávez para sucederlo, recibe 627 mil 385 votos menos y Capriles, repitiente candidato opositor, recibe 707 mil 187 votos más a su favor. Un decrecimiento de 7.6% en la oferta gubernamental (para no hablar técnicamente de chavismo, dado los resultados) y un crecimiento opositor de 10.7%, todo sobre la base, claro está, de los resultados del año anterior.
El paquete de los 600 o 700 mil votos, o el decrecimiento o crecimiento de las diferentes toldas políticas, como se vea, es el objeto de la consideración del presente informe: ¿por qué tal? ¿cómo?
Quien escribe es miembro Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y trabajó ad honorem como coordinador de logística y movilización (sendas actividades) en un eje de una populosa parroquia de Caracas. Su motivación para asumir la dirección de la distribución de insumos y alimentos de los camaradas que como testigos y coordinadores de otras áreas se desempeñaron en los centros de votación, así como para calzarse un megáfono y empezar a arengar al voto salvador de la patria, se fundamentó en la incertidumbre efectiva de la ausencia física de Hugo Chávez como líder ínclito del largo y repetido proceso eleccionario en Venezuela.
Reciente el deceso del líder, la pregunta obligada fue: ¿votará más o menos gente por la opción chavista aunque acéfala de Hugo Chávez? La lógica podía llevar a pensar que, dolidos en luto por la muerte del comandante, hasta el más recóndito chavista, furioso con la opción grosera adversa que no cansaba de burlarse de la pena ajena, acudiría a votar en pleno, aumentando hasta límites no vistos la victoria revolucionaria. De allí la meta de los 10 millones de votos planteada.
Y también podía la lógica llevar a pensar que, ausente Chávez , podría caer dramáticamente el apoyo al partido. Entonces y ahora, como base especulativa explicativa, siempre se repitió la expresión “Nicolás Maduro no es Chávez”. Esta última posibilidad, pues, fue la que determinó a este servidor en última instancia a participar activamente en la procura y motivación del voto, acuciado por la pesadilla de una eventual debacle política. Había que trabajar por la causa, poner el granito de arena en el camino de la patria soñada, a la sazón bajo nubarrones amenazantes.
Hoy los resultado muestran que la participación fue un poco menor, 79.17% respecto de 80.48% de 2012, una disminución no muy significativa de 1.31%, lo cual equivale a 208 mil 516 ciudadanos. ¿Qué significa si, además, consideramos que el padrón electoral apenas aumentó en 49 mi 429 electores. Podría ser que:
- Los 627 mil votos menos del chavismo que dejaron de votar lo hicieron desalentados por la muerte de Chávez (Maduro no es Chávez) y, coincidencialmente, la votación a favor de Capriles creció en 707 mil votos.
- Los 627 mil votos menos del chavismo emigraron hacia la oposición para darle forma a sus 707 mil votos de crecimiento.
- Hubo un decrecimiento y crecimiento simple y espontáneo del chavismo y la oposición, respectivamente, en virtud de la percepción electoral de sus ofertas políticas. Esto es, la izquierda se vicia y decae, y la derecha se fortalece y prospera (ojo), tesis última esta bastante floja debido a lo abrupto del crecimiento experimentado y a la eventualidad simultánea de la muerte de Hugo Chávez. El análisis parece concluir que la respuesta se encuentra en 1 ó 2.
- Triunfalismo: el chavista no salió a votar porque estaba seguro de que Nicolás arrasaría como “hijo” de Chávez y con tan fresco fervor en el ambiente por la muerte del comandante.
- El intenso intento de hackeo de la página del CNE desde el exterior, que sumó más de 45 mil conatos, hecho que evidencia el complot de factores opositores internos con intereses contrasoberanos externos, podría haber pervertido la integridad de la data electoral favoreciendo la opción de Henrique Capriles Radonski. De allí que resulte verosímilmente fundada la expresión de Nicolás Maduro “¡Cuidado y si más!” cuando inicialmente aceptó la solicitud de conteo de votos de parte del candidato opositor, refiriéndose a la probabilidad de tal anomalía y a la certificación de una votación mayor en su haber en caso de hacerse la revisión pedida (los votos fraudulentos del hackeo). Dado el caso, se justificaría así, aun a contra ley, la persistencia de la solicitud opositora de conteo del 100% de los votos porque la detección de una inconsistencia aunque sea a favor de Capriles vulneraría igualmente la credibilidad del sistema electoral venezolano (una jugada política maestra ésta, con toda su carga de cinismo y desvergüenza ética).
Demás está acotar, para finalizar, que las presentes líneas se escriben a título personal, sin más autoridad que la de ser miembro ordinario del PSUV, venezolano, partícipe de tan esplendente democracia, en ejercicio pleno de la libertad de consciencia y de expresión personales, en el entendido de que tales elucubraciones no vulneran la disciplina del partido sino que, por el contrario, allanan el camino para una necesaria revisión, rectificación y eventual reimpulso, las tres “R” tan aconsejadas por el difunto presidente Hugo Chávez.
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