Henrique Capriles Radonski llama a sus seguidores a protestar los resultados electorales presidenciales 2013 adversos mediante toque de cacerolas.
En esta ocasión, luego de tantas elecciones en el país donde la oposición ha perdido holgadamente, la “fortaleza” del conocido candidato golpista estriba en que la diferencia de derrota resultó menor, unos 270 mil votos respecto de los obtenidos por Nicolás Maduro, muy distinto a eventos pasados cuando Chávez los aniquilaba a él y sus seguidores por márgenes superiores al millón, al diez por ciento. Sin ir muy lejos, el año pasado, 7 de octubre, antes de su trágico deceso, Chávez los fulminó (al mismo candidato y sus seguidores) con una ventaja irrefutable.
Claro, como sabemos, no fue Chávez el que contendió electoralmente contra la oposición y, como es dicho corrido, Nicolás Maduro (el candidato chavista) no es Chávez, sino su señalado sucesor. De allí los resultados: mucho fue el que no votó porque Chávez no era el candidato, mucho fue el que emigró de bando (no hablando ya de abstención, dado que fue muy baja) por la ausencia carismática de Hugo Chávez. De allí los 700 mil votos de merma en la cosecha chavistas respecto de las elecciones presidencias 2012 (Maduro obtiene unos 7 millones 500, Chávez había obtenido casi 8 millones 200 mil) y al mismo tiempo el crecimiento opositor (Capriles obtiene casi 7 millones 300 mil votos y el año pasado había obtenido casi 6 millones 600 mil votos). Súmense y réstense, respectivamente a cada candidato, los 700 mil votos de marras y mírense luego los resultados de la elección de hoy.
Si en experiencias anteriores, cuando perdía por márgenes irrebatibles, la oposición siempre accionaba contra el Consejo Nacional Electoral (CNE) clamando "¡fraude!” y se rebelaba contra la institucionalidad democrática del país, hoy que pierde por un margen cercano al 2%, a nadie puede sorprender su actitud de querer incendiar el país. Dentro de la lógica delictiva de su razonamiento y comportamiento, tal diferencia ha de sembrarles en sus convicciones que nunca estuvieron tan cerca y que, por ello mismo, se hacía impositivo recrudecer el comportamiento agresor con el propósito de empujar al país hacia una situación nacional de desestabilización buscando imponer su derrota como victoria del modo más locuaz posible.
“La misión idealista humana es y será siempre corregir, enderezar entuertos, no importa que como soñadores quijotes”
Quien opositor en el día de ayer sonó su cacerola en el balcón de su casa avaló de manera expedita el anterior razonamiento. Cuanto mayor fuese el margen opositor que tocó ollas la noche de ayer, mayor es el porcentaje de la problemática mental o de percepción de la realidad entre filas opositoras.
Por supuesto, hay el opositor desquiciado que se figura que, si antes ganaba elecciones con un millón de votos por debajo del triunfador, ahora que se aproxima a una diferencia de 250 mil (ya no un 10, sino 2%), gana por una abrumadora ventaja. Dos más dos no son cuatro. Podría aterrar si el resultado de una encuesta arrojará que la mayoría opositora cree que ganó las elecciones, entando en presencia de un verdadero problema de salud mental pública. En dicha encuesta apenas habría que preguntar si caceroleó.
Quien escribe, acérrimo seguidor de Hugo Chávez, respetuoso de la institucionalidad democrática y creyente de que el resultado de 2+2 es igual a 4, al llamado opositor de tocar cacerolas en los balcones de sus casas, acudió por su parte al llamado opuesto de tocar la diana chavista para contrarrestar el chillón efecto de la demencia desconocedora.
Raudo, por allí como a las 7:30, bajó de la INTERNET la diana con la que solía Chávez llamar al voto el día de elecciones, la grabó en un megáfono repetitivo y la reprodujo indefinidamente en el balcón del apartamento. Tuvo un efecto excelente. Otros seguidores de Hugo Chávez, de su sucesor Nicolás Maduro, también acudieron a sus balcones y colocaron música partidista alusiva o lanzaron petardos, sea ya porque se animaron con la diana, sea porque también siguieron el mismo lineamiento de quien escribe. Así, en el sector, centro de Caracas, en la cuadra residencial, fue combatida la hojalata de la locura que a la fuerza ha pretendido subvertir el orden natural de la inteligencia humana.
La misión idealista humana es y será siempre corregir, enderezar entuertos, no importa que como soñadores quijotes. Con complacencia, pues, el autor pone su grano de arena para combatir semejante desbarajuste neuronal y comparte con todos algunas imágenes de su accionar se dirá cuasiguerrillero, mejor si emuladas por algunos camaradas para próximos desbordes de incivilización.
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