No sé de tí y tu opinión, ni de la oposición con sus candidatos, pero en lo que a mí respecta no estoy de acuerdo con las designaciones a dedo de los candidatos a elecciones, así el designado sea un ministro del cielo o una luminaria de los medios de comunicación, el deporte o la farándula. Me importa un coroto cómo hayan puesto en la oposición, por ejemplo, a Fabiola Colmenares como abanderada en Vargas (hoy derrotada, por cierto); o cómo le haya ido al basquetbolista Iván OIivares, también derrotado.
Lo que sí me importa es lo ocurra en la filas del Partidos Socialista Unido de Venezuela (PSUV) con sus candidatos, esta vez con ese montón de “faranduleros”, si me permiten la expresión para englobar a todos estos famosos que fueron impuestos en el PSUV y que, lamentablemente y con excepción de Magglio Ordoñez, salieron derrotados en el combate electoral. Tales son, como sabemos: el periodista Ernesto Villegas (área metropolitana), el presentador de TV Miguel Ángel Pérez Pirela (Maracaibo), el cantante-beisbolista Antonio “El Potro” Álvarez (Sucre, Miranda), el animador de TV Winston Vallenilla (Baruta, Miranda,), todos con sus respectivas tablas sobre la testa.
Se lo había criticado siempre al presidente Chávez, que en su tiempo impuso unas tantas candidaturas, y ahora lo hago con Nicolás Maduro, que parece adoptar también ese camino. No se puede estar pasando por encima de la organización partidista, menos cuando su institucionalidad política amaneció cristalizada después de las elecciones municipales como la única organización propiamente partidista de Venezuela, con más mérito si consideramos que satisfactoriamente exorcizó los temores de pasar la dura prueba sin la presencia del líder Hugo Chávez.
Es una falta de respeto de plano. El PSUV se supone que cultiva y concentra la conexión con las bases; luego sus abanderados proceden de tales honduras populares, según decantación normativa, disciplinaria y democrática. Pasar por encima de tal estamento, incluida la omisión de los naturales candidatos que se ganan la nominación trabajando en sus respectivas jurisdicciones, figura una abominación. Las tablas en la cabeza obtenidas en estas elecciones con los impuestos mencionados hablan por sí solas. Leña.
“La práctica de las imposiciones a dedo, por lo dicho anteriormente, por ética y disciplina, debe llegar a su fin. Véanse los resultados: Caracas faranduleramente derrotada.”
Sencillamente porque una persona sea más conocida a través de las pantallas de televisión en Venezuela y el mundo no asegura el apoyo electoral en la región específica donde sea impuesto como candidata. Es una lógica descabellada y huérfana de alma. Un cascarón. Allí, en el sitio donde las bases han cultivado sus naturales liderazgos, la gente conoce a su gente y votará por ella. Cualquier otro bicho, famoso o bonito que advenga, podría ser rechazado como contranatural, impuesto, injusto, inmerecido, arribadizo, arrimadizo o lo que sea. Cuando una persona vota por alguien lo hace guiada por factores de identificación y pertenencia, reconocimiento y familiaridad. En política ni el miedo ni la gratitud, cuando están en condición de imponer, necesariamente obligan. A la historia y al tiempo presente nos remitimos.
El candidato, para ganar, requiere ser valorado en la circunscripción donde se lanza a la batalla, y no ha de importarle su popularidad en el resto del mundo, al menos circunstancialmente. Algunos de los candidatos mencionados, que no señalaré por vergüenza, dada la cantidad de votos obtenidos, pudieron haber sido derrotados por un recoge-latas conocido en la comunidad. El caso de Magglio, sin ser propiamente un político y ni siquiera nativo del sitio donde ganó las elecciones, no es tan excepcional ni da una impresión tan cabal de paracaidismo: jugó con los Caribes de Oriente, compró el equipo, jugó en la Grandes Ligas, tiene sus cobres y la gente lo percibió digamos como un “rico completo” que no se venía a robar sino ayudar. Encarna un par de premisas que deben personalizar a un político respecto de su mundo elector: identificación y arraigo.
La práctica de las imposiciones a dedo, por lo dicho anteriormente, por ética y disciplina, debe llegar a su fin. Véanse los resultados: Caracas faranduleramente derrotada. Al presidente Chávez se le consintió por su condición fundadora, pero el presidente Maduro debe en lo sucesivo dar el ejemplo del respeto partidista y dejar que sean las bases quienes elijan sus gallos de pelea. No se puede seguir enfrentando a famosos o faranduleros (me vuelven a perdonar la palabrita) contra políticos de oficio, quienes (¡estos sí!) son en la práctica difíciles de derrotar y hasta te ganan elecciones desde la cárcel, con el perdón de la ética (hubo en Venezuela un tal Modesto Freites que así ganó, lanzado en Guárico en 1989), o apolillados (como un tal vendedor de madera podrida que, también, recién ganó en Valencia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario