EE.UU. quiebra a los pueblos por principio de          dominación y explotación.  Tienen          a          México en su frontera reducidos a un barril de escombros,          penetrado por el          narcotráfico y la venta de armas.           Nada          casual.  Por aquello del          etnocentrismo,          esto es, la percepción de que es su misma gente, Canadá no          presenta los mismos          problemas de expolio.  Aliado          militar,          comercial, europeístas, etc., ¡pero México!           ¿México indio y productor de materias primas?  Resuena la frase de          Porfirio Díaz:  "Pobre          México, tan          lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos." 
Pero no es México nada más.  El mundo es un cartel de          tiro al blanco para          ejercitar la doctrina maquiavélica de "divide y vencerás".  La documentación es          extremada.  El país del          norte utiliza las diferencias          internas, religiosas o políticas de sus objetivos, para          exacerbarlas y generar conflictos          debilitantes, lógicamente sobre aquellos puntos de importancia          económica o geoestratégica.  ¿En          qué país de África quebrada están metidos          con tanta fuerza como en el Medio Oriente (petróleo,          geostrategia) o en América          Latina (petróleo, geoestrategia, recursos varios)?  Como tienen proyectado que          las guerras a futuro          serán por agua, han ocupado con bases militares los países con          acuíferos bajo          el disfraz de la cooperación militar en la lucha contra          cualquier especie inventada          (narcotráfico, guerrilla, terrorismo, etc.).           Suramérica es un tablero:           vigilan          el agua, el petróleo, la geoestrategia, el oro, la vegetación,          etc., bajo          innúmeros argumentos hollywoodenses de cooperación con el          objetivo, tales como contrabando,          narcotráfico, producción de droga, guerrilla, terrorismo…
Un país emblemático de esta situación es          Venezuela,          amenazada a futuro de manera grave, en proporción a la cantidad          de recursos          estratégicos que concentra, sobremanera hidrocarburos, de los          que es el mayor          reservorio en el planeta.  Tal  caracterización          hace que no sea nada casual la existencia de bases militares          estadounidenses en su país limítrofe, Colombia.           Sabido es que los EE.UU. entrenan a las tropas          colombianas contra un          eventual enemigo más allá de la guerrilla, hoy en proceso de          paz.  Sabido es que las          tales bases desde Colombia          ensayan sobre el espacio soberano de Venezuela, aéreo y          terrestre, vía          espionaje y utilización de equipos militares sofisticados.
Tampoco es casual el aumento en los últimos años          de          fenómenos de paramilitarismo en Venezuela, descuartizamientos,          ajustes o cobros          políticos, desestabilización política, crudezas ajenas al          gentilicio          venezolana, propios de la situación degenerada en derechos          humanos de la vecina          Colombia con su parapolítica.  No          es          casual porque se trata del ejercicio de una doctrina de minado          progresivo de la          resistencia de un país pacífico, precisamente desprevenido por          esta condición          de paz y magnanimidad.   El objetivo es el quiebre de          Venezuela, el          derribo de su estabilidad y democracia, su implicación en algún          argumento          criminal y su posterior ocupación y saqueo de sus riquezas a          través de una vía          que ya ni siquiera comporta el modelo violento paramilitarista          colombiano (en          actual desmontaje), sino el mexicano, más sofisticadamente crudo          y criminal, lo          más parecido en la práctica a las técnicas empleadas por el          Ejército Islámico          en el Medio Oriente.
El país suramericano, tierra natal de Simón          Bolivar,          hoy con la derecha recobrando espacios en el plano político, la          presencia          amenazante y sempiterna de los EE.UU., afronta la proyección de          escenarios          caóticos como los de Libia, país petrolero invadido y          desaparecido de la faz de          tierra vía guerra.  Salva          a Venezuela,          por lo pronto, la resistencia que ha ofrecido la izquierda          concienciante que          ancló en su seno con la llegada de Hugo Chávez y el mismo          arraigo histórico de          su condición histórica, tierra de libertadores y de luchas          independentistas,          rasgo que dificulta la disipación de su conciencia de nación.  Pero la resistencia y el          minado parecen una          cuestión de tiempo.
-- Oscar J. Camero, @animalpolis