¿Si se expone que Venezuela tiene un montón de          problemas, como el bachaqueo          y la          falta de alimentos, la corrupción y las misiones sociales, la          monodependencia          petrolera y la fragilidad económica, la falta de conciencia          ciudadana y la          pérdida de orientación positiva como país, la existencia de una          oposición          política complaciente con la cesión de soberanía, así como          también la          existencia de un gobierno ausente en cuanto al ejercicio de la          autoridad y la aplicación          de las leyes, se puede afirmar con propiedad que tales          constituyen el meollo          que ensombrece y estanca al país en su necesario progreso? ¿Se          puede decir que          resolviendo tales se arregla el entuerto de una?
No, es claro.           El asunto es más complicado y escala alturas que rozan          con lo          intangiblemente medible en metros o kilogramos que hay o no hay          en el ser          humano:  el amor.   Los          anteriores enunciados aluden a los efectos de esa ausencia          principal, así como          el dolor de cabeza es una expresión de un mal de mayor          profundidad.  Si no hay          un amor por la patria mayoritario,          una querencia por el terruño y la nación, hay lugar para          semejante catajarra de          maldiciones.  Usted          podría a palo y          tubazo obligar al cumplimiento de una eventual tasa de cambio          para el dólar,          por ejemplo, pero no hay que ser genio para adivinar que ninguna          apetencia del          desamor al país esperará mucho para establecer un mercado          paralelo lesivo a los          intereses nacionales.
El desamor patrio, entonces, podría tener origen          en:  ausente formación          cívica, carente          sentido de arraigo o de pertenencia (desconocimiento histórico          de la nación), ignorancia          en general (bueno o mal salvaje), cínica y declarada orientación          utilitarista o          mercantilista, declarado interés nacional destructivo, traición          patria, entre          otras costras.
Ser extranjero, cuasi o completamente, o, lo que          es          lo mismo, no ser un nacional a fondo, es una condición que se          llena con el          montón de requerimientos señalados, lógicamente haciendo las          salvedades justas          que haya a lugar.  Venezuela          quizás          podría ser el país más mezclado del planeta y es casi seguro, a          excepción de          las etnias aborígenes, que nadie no lleve el tal gen de lo          extraño con sus          llagas entronizado en sus venas, unos nacionalizados, unos hijos          del tal, otros          nietos u otros bisnietos.  Obvio          es, por          otro lado, que el hecho de ser un nacional, "puro" o en la          medida que sea, no          excluye que se pueda ser una excelente plasta de ñoña respecto          de los valores          cívicos del amor patrio en discusión.  Se          puede ser un perfecto "extranjero", ya en sentido figurativo,          siendo un          perfecto nacional si el punto es que no se quiere al país o se          ve como algo no          propio, transitorio u utilitario.
Es asunto es que son mayores las probabilidades          de que          un extraño encarne las maldiciones de desamor expuestas en la          reflexión, como          es más probable que un dueño quiera y conozca más su casa que un          vecino, un          invitado o un vacacionista.  Verdad          tal que          es imposible que la salte un cervidae,          para hablar en lenguaje científico, decodificable por cualquier          nacionalidad.    De          modo que la reflexión desemboca, inevitablemente, en el tema del          arraigo o          sentido de pertenencia como causales que disparan el desamor en          un ciudadano          respecto de la nación que lo acurruca.
¿O es que acaso es mentira que Venezuela está          infestada por extranjeros nacionalizados dueños de tal que          utilizan al país          para hacer sus negocios, viajar periódicamente al punto          originario de sus          querencias y depositar en él sus ganancias?           Se busca a alguien que lo niegue, previniendo desde ya a          los sensibleros          etéreos que puedan venir con el cuento del alma ofendida.  Portugueses que ponen          negocios de burdeles y          ventas de licores sólo para dejar el daño de la descomposición          en el país y          llevarse los montos usufructuados al extranjero, por poner un          ejemplo con una          nacionalidad.  ¿O es que          acaso alguien          negará que hablan de Venezuela y del venezolano como de una          mierda, puro          aparato utilitario, así como sus hijos y hasta nietos, pajaritos          venezolanos          estos últimos que brotan a la vida con la afrenta de no haber          nacido en la          tierra de sus padres, creyéndose mejores y despreciando a los          más nativos que          ellos?  Se busca alguien          que niegue lo aseverado          para, ipso facto,          soltarlo a la calle          en estos momentos y recoger el sentimiento campeador en          circunstancias tan          críticas que parecen retratar a un país desolado en el cual no          queda más que el          bagazo de los ajuares que se han llevado.           Por ahí habría que ir entendiendo a quiénes y por qué          acuñaron la frase          zalamera que recita que  "Venezuela          es un          paraíso". 
Esto en cuanto a lo ciudadano de a pie que a          diario          camina la calle, lo coloquial, si alguien quiere verlo así.  Pero háblese del gobierno y          de quienes ocupan          cargos públicos.  Allí la          lesión adopta          perfiles intolerables y alarmantes.  Si          un simple bodeguero italiano viene y monta su negocio de          explotación parroquial          y luego se va y se lleva a su país de origen la extracción          local, ¿qué no cabe          esperar de un funcionario de elevadas alturas en el poder, de          esos con patente          de corso, con ínfulas de odio nacional?           Sobra abundar sobre un crimen cuando las evidencias          nítidamente condenan,          y cuando hay tantos historiales… Y pásese el párrafo porque          empieza a doler de          pura indignación la lectura.
Bueno es que venga un jurista y con poder popular          proponga una ley que ponga cortapisas a la liberalidad lesiva          existente en la          materia y diga, tajantemente, a riesgo de que lo acusen de          nacionalsocialista,          hijo de Hitler o puta (cosa que hará un extranjerizante, lo más          seguro), venga          y diga que "queda prohibido moralmente el ejercicio de cargos          públicos a          descendientes de extranjeros hasta en segundo grado parental"          por aquello de          asegurarse de que la patria les quede más cerca.
Que venga, sí, porque a final de cuentas manda el          pueblo y no el interés de los montos sanguíneos vampirizados y          depositados en          países extranjeros.  Y          dicho lo dicho con          la conciencia, autoexamen y mea culpa          de quien escribe:  bisnieto          de vascos y descendiente          de gente de la Tierra de Cameros, pero mezclado profusamente con          lo autóctono aborigen          y lo negro histórico que en todo tiempo y lugar del mundo          levanta la voz para          denunciar usurpaciones.
Extranjero, si tú no quieres o no sientes a          Venezuela, entonces fuera. Así de cantaclaro.           No existe ninguna argumentación de tipo moral en el mundo          que rebase o          rebata la conciencia histórica de que este país, en momentos          críticos, tuvo su          proclama de guerra a muerte en aras de la salvación patria.  Esto por si algún          gallináceo viene con          acusaciones de nacionalismo, nacionalsocialismo u otras especies          planetarias          que disimulen la verdad de que utilizan a Venezuela sólo para          defecar.