jueves, 28 de enero de 2016

AL EXTRANJERO HAY QUE PONERLE CINTURONES MORALES DE FUERZA EN VENEZUELA

¿Si se expone que Venezuela tiene un montón de problemas, como el bachaqueo y la falta de alimentos, la corrupción y las misiones sociales, la monodependencia petrolera y la fragilidad económica, la falta de conciencia ciudadana y la pérdida de orientación positiva como país, la existencia de una oposición política complaciente con la cesión de soberanía, así como también la existencia de un gobierno ausente en cuanto al ejercicio de la autoridad y la aplicación de las leyes, se puede afirmar con propiedad que tales constituyen el meollo que ensombrece y estanca al país en su necesario progreso? ¿Se puede decir que resolviendo tales se arregla el entuerto de una?

No, es claro.  El asunto es más complicado y escala alturas que rozan con lo intangiblemente medible en metros o kilogramos que hay o no hay en el ser humano:  el amor.   Los anteriores enunciados aluden a los efectos de esa ausencia principal, así como el dolor de cabeza es una expresión de un mal de mayor profundidad.  Si no hay un amor por la patria mayoritario, una querencia por el terruño y la nación, hay lugar para semejante catajarra de maldiciones.  Usted podría a palo y tubazo obligar al cumplimiento de una eventual tasa de cambio para el dólar, por ejemplo, pero no hay que ser genio para adivinar que ninguna apetencia del desamor al país esperará mucho para establecer un mercado paralelo lesivo a los intereses nacionales.

El desamor patrio, entonces, podría tener origen en:  ausente formación cívica, carente sentido de arraigo o de pertenencia (desconocimiento histórico de la nación), ignorancia en general (bueno o mal salvaje), cínica y declarada orientación utilitarista o mercantilista, declarado interés nacional destructivo, traición patria, entre otras costras.

Ser extranjero, cuasi o completamente, o, lo que es lo mismo, no ser un nacional a fondo, es una condición que se llena con el montón de requerimientos señalados, lógicamente haciendo las salvedades justas que haya a lugar.  Venezuela quizás podría ser el país más mezclado del planeta y es casi seguro, a excepción de las etnias aborígenes, que nadie no lleve el tal gen de lo extraño con sus llagas entronizado en sus venas, unos nacionalizados, unos hijos del tal, otros nietos u otros bisnietos.  Obvio es, por otro lado, que el hecho de ser un nacional, "puro" o en la medida que sea, no excluye que se pueda ser una excelente plasta de ñoña respecto de los valores cívicos del amor patrio en discusión.  Se puede ser un perfecto "extranjero", ya en sentido figurativo, siendo un perfecto nacional si el punto es que no se quiere al país o se ve como algo no propio, transitorio u utilitario.

Es asunto es que son mayores las probabilidades de que un extraño encarne las maldiciones de desamor expuestas en la reflexión, como es más probable que un dueño quiera y conozca más su casa que un vecino, un invitado o un vacacionista.  Verdad tal que es imposible que la salte un cervidae, para hablar en lenguaje científico, decodificable por cualquier nacionalidad.    De modo que la reflexión desemboca, inevitablemente, en el tema del arraigo o sentido de pertenencia como causales que disparan el desamor en un ciudadano respecto de la nación que lo acurruca.

¿O es que acaso es mentira que Venezuela está infestada por extranjeros nacionalizados dueños de tal que utilizan al país para hacer sus negocios, viajar periódicamente al punto originario de sus querencias y depositar en él sus ganancias?  Se busca a alguien que lo niegue, previniendo desde ya a los sensibleros etéreos que puedan venir con el cuento del alma ofendida.  Portugueses que ponen negocios de burdeles y ventas de licores sólo para dejar el daño de la descomposición en el país y llevarse los montos usufructuados al extranjero, por poner un ejemplo con una nacionalidad.  ¿O es que acaso alguien negará que hablan de Venezuela y del venezolano como de una mierda, puro aparato utilitario, así como sus hijos y hasta nietos, pajaritos venezolanos estos últimos que brotan a la vida con la afrenta de no haber nacido en la tierra de sus padres, creyéndose mejores y despreciando a los más nativos que ellos?  Se busca alguien que niegue lo aseverado para, ipso facto, soltarlo a la calle en estos momentos y recoger el sentimiento campeador en circunstancias tan críticas que parecen retratar a un país desolado en el cual no queda más que el bagazo de los ajuares que se han llevado.  Por ahí habría que ir entendiendo a quiénes y por qué acuñaron la frase zalamera que recita que  "Venezuela es un paraíso".

Esto en cuanto a lo ciudadano de a pie que a diario camina la calle, lo coloquial, si alguien quiere verlo así.  Pero háblese del gobierno y de quienes ocupan cargos públicos.  Allí la lesión adopta perfiles intolerables y alarmantes.  Si un simple bodeguero italiano viene y monta su negocio de explotación parroquial y luego se va y se lleva a su país de origen la extracción local, ¿qué no cabe esperar de un funcionario de elevadas alturas en el poder, de esos con patente de corso, con ínfulas de odio nacional?  Sobra abundar sobre un crimen cuando las evidencias nítidamente condenan, y cuando hay tantos historiales… Y pásese el párrafo porque empieza a doler de pura indignación la lectura.

Bueno es que venga un jurista y con poder popular proponga una ley que ponga cortapisas a la liberalidad lesiva existente en la materia y diga, tajantemente, a riesgo de que lo acusen de nacionalsocialista, hijo de Hitler o puta (cosa que hará un extranjerizante, lo más seguro), venga y diga que "queda prohibido moralmente el ejercicio de cargos públicos a descendientes de extranjeros hasta en segundo grado parental" por aquello de asegurarse de que la patria les quede más cerca.

Que venga, sí, porque a final de cuentas manda el pueblo y no el interés de los montos sanguíneos vampirizados y depositados en países extranjeros.  Y dicho lo dicho con la conciencia, autoexamen y mea culpa de quien escribe:  bisnieto de vascos y descendiente de gente de la Tierra de Cameros, pero mezclado profusamente con lo autóctono aborigen y lo negro histórico que en todo tiempo y lugar del mundo levanta la voz para denunciar usurpaciones.

Extranjero, si tú no quieres o no sientes a Venezuela, entonces fuera. Así de cantaclaro.  No existe ninguna argumentación de tipo moral en el mundo que rebase o rebata la conciencia histórica de que este país, en momentos críticos, tuvo su proclama de guerra a muerte en aras de la salvación patria.  Esto por si algún gallináceo viene con acusaciones de nacionalismo, nacionalsocialismo u otras especies planetarias que disimulen la verdad de que utilizan a Venezuela sólo para defecar.

 

 

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