Lunes, 1:30 pm. Edmundo debió comparecer hoy ante la Fiscalía General de la República para responder por las acusaciones de "usurpación de funciones, forzamiento de documento público, instigación a la desobediencia de las leyes, delitos informáticos, asociación para delinquir y conspiración" [https://www.vtv.gob.ve/ministerio-publico-emite-nueva-citacion-edmundo-gonzalez/].
No asistió. El Ministerio público anunció que lo volvió a citar para el día siguiente, martes, 27 de agosto, a las 10:00 PM. Y, por las lógicas que soplan, no asistirá. Argumenta que no hay "garantías de independencia" por parte del organismo público y acusa que la fiscalía precalificó sus presuntos delitos.
No irá. Edmundo González no es libre de tomar decisiones. Alcanzó un nivel político como el de un presidente o diputado, que no se debe a sí mismo sino al compromiso con la causa que le comprometió responsabilidad y funciones. Entonces lo personal es una dimensión que debe sopesar para hacerla prevalecer sobre lo político. Un cualquiera que sea arrestado en la calle es una criatura unidimensional: es su persona natural ante la figura cultural del Estado, esto es, contrato social en ejercicio básico.
Pero Edmundo no es diputado, mucho menos presidente. Fue candidato presidencial, a la postre derrotado. Ergo no es nada más que Edmundo González, un ciudadano con deberes y derechos. Eso sí, no es común y corriente, como dice el dicho, pues fue catapultado como figura pública en virtud de su candidatura presidencial, como un cantante o mago. De manera que el ejercicio de sus deberes y derechos en lo sucesivo habrá de ser un hecho inevitablemente notable, con brillo de estrella.
No obstante, la fama no tendría que eximir a nadie de culpabilidades. En una situación ideal de sociedad, él tendría que haber asistido a su cita. Mas Edmundo considera que la historia no ha terminado. Persiste en que es presidente, como lo proclamó María Corina Machado con base en una base de datos, apoyada por la UE, la OEA, los EE. UU. y el Grupo de Lima 2.0, complotados eternos contra Venezuela.
Ese nivel de compromiso, aceptado al decidir ser el candidato "avatar" de María Corina Machado, lo hace mentir, cumplir su trabajo de engranaje en el juego, aunque no quiera o no pueda escapar. Alea iacta est, cruzó el río Orinoco y, aunque puedan acuciarlo deseos de retorno, no le queda más que avanzar para salvar su vida, lejos de la terrible corriente. Equivale a decir que Edmundo no controla los eventos, ni siquiera su vida personal. Como la corriente del Orinoco indomable, debe proseguir con la trama.
Se dice que nunca se entregó del todo a la candidatura presidencial. Mostró renuencia a estar trotando a su edad por esos lares soleados y polvorientos del país. Lucía casi siempre descolocado sobre las tarimas de la oratoria, como obligado. Menos habría querido estar inmerso en el paquete de problemas que ahora se le avecina. Pero se le presentó una propuesta de compromiso, la cual él aceptó, como diría el general Lucas Rincón de Hugo Chávez.
Ahora es tarde para marchar de regreso. OEA, UE, EE. UU., Chile, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Perú, Argentina, Panamá, República Dominicana, Costa Rica (Grupo de Lima 2.0) e, inclusive, Colombia y Brasil, le recuerdan el compromiso. Cruzó el río Rubicón. El algoritmo se debe ejecutar contra la patria de Bolívar: presidente paralelo (tipo Juan Guidó), una Venezuela denigrada en su institucionalidad, una perspectiva eterna de invasión para expoliar sus riquezas naturales, un Esequibo robado por las transnacionales, un Estado forajido, un país quebrado, una nación vituperada en cada rincón de la tierra probablemente hasta por tener más reinas de bellezas que cualquier otro país en el planeta, reinas que a la final no eran tales, sino horribles y tramposas mujeres procedentes de Venezuela.
Lo peor para Edmundo, desde el momento en que actúa como testaferro político, es que tendrá que pagar por los delitos cometidos por la proscrita María Corina Machado: muertos en las calles debido a crímenes de odio, montaje de un software electoral paralelo, traición a la patria. Lo que ella hizo o haga lo tendrá a él como testaférrico escudo.
La pregunta es: ¿se esperó Edmundo González semejante evolución de los hechos? Las premisas legales y políticas, bajo lógica indetenible, concluirán en una orden de detención en su contra. Se especula que puede tener fuelle para afrontar debido a unas acciones de delación y violatorias de los derechos humanos que acometió en Centroamérica en el pasado; que es posible que esté familiarizado con su suerte de forajido. Sin embargo, eso no quita razonamiento al hecho futuro de que será una persona de edad avanzada estropeada en sus sueños de amor filial arraigados en Venezuela, su patria. A menos que también esto sea una pendejada romántica dentro de sus consideraciones, y su ambición sea obtener la ciudadanía estadounidense, vivir por allá, como ha ocurrido con todas las herramientas humanas protegidas por los EE. UU.
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