Antonini Wilson lo pillaron con un maletín contentivo de 800 mil dólares. Las investigaciones están en curso y el hombre, según informaciones por ahí, parece que amenaza con hablar. Significa que hay uno o varios gatos encerrados, dado el misterio, y que hay que esperar el fruto de las investigaciones. Mientras tanto, independientemente de lo enmarañada que esté, la noticia se traduce para los venezolanos en un botellazo moral con repercusiones que inciden en dos aspectos: (1) de inmediato el bolsillo del trabajador venezolano se siente humillado, aunque devengue el segundo mejor salario mínimo del continente. No es aceptable que otros jueguen deportivamente con cifras con las que algunos ni pueden soñar siquiera contenerla en su mochila (2) el hecho desquicia el discurso gubernamental de crítica al pasado oprobioso de los cuarenta años, en el que prácticamente cada funcionario cultivaba su particular granja de maletines felices. Memorables son las maletas de CAP, Vinicio Carrera, Cecilia Matos y Blanca Ibáñez.
Al día de hoy constituye la corrupción junto con la inseguridad el problema emblemático a atacar en el país. El esfuerzo del gobierno bolivariano de redistribuir la riqueza se empaña con estas banderas de rapiña, aun en el supuesto de que el asunto sea una treta desprestigiante puesta en práctica en un contexto internacional, involucrando a varios países, Argentina y EEUU, último este siempre sospechoso. Sabido es que el problema de la corrupción en Venezuela es toda una cultura, sino ya de esencia genética (son muchas décadas de robo sistemático a la cosa pública), lo cual es más grave, colocando a la sociedad venezolana en un trance de mutación para lograr exorcizarce, más allá de un discurso o postura oficial de cambio. La rapiña de funcionarios corruptos no remite ni siquiera bajo sistemas políticos donde su castigo es la pena de muerte, como en China.
La trampa tiene sus técnicas evasoras, pero no significa que no se tengan que tomar acciones en macro, como un severo registro de las riquezas iniciales de cada funcionario, una constante auditoría para indagar el uso y abuso de las partidas presupuestarias de cualquier clase.
No es para menos: el "maletinazo" fue todo un acontecimiento informativo, especialmente en la prensa política opositora. Pero hay un pequeño maletinazo que pasó bajo la mesa, esta vez en un ámbito municipal. Se trata de unos 40 mil dólares que también le pillaron a un inspector de la policía del Municipio Chacao, reinado de Leopoldo López. Al sol de hoy nadie ha dicho nada, como pasó recientemente con el ataque al diario Panorama por grupos oposicionista, que también pretendió acallar la prensa sesgada de nuestro país. Nadie por allí, que yo haya leído, inició una reflexión pidiéndole explicaciones al alcalde de Chacao, máximo responsable de su muncipio. Nadie realizó ningún vaticinio de una segura y rápida caída de un determinado sistema de cosas.
¿Será que el maletinazo del funcionario del Municipio Chacao es menos que el otro de Antonini Wilson? Ciertamente es menor en cuanto a monto, porque cuantifica 40 mil dólares; pero todos sabemos que es expresión de una única llaga que carcome y desvía a bolsillos particulares la riqueza de los venezolanos.
Según leo en el semanario que cuenta la noticia, el funcionario quería gastarse en compras personales todo el monto en un lugar de Venezuela llamado Boconoíto. ¿Dónde queda? ¿Y porque allá y no en los grandes centros comerciales de las metrópolis? Suena raro ¿cierto?
Si alguien argumentara ridículamente que el delito es menor por el monto manejado, como suelen ser de suyo las discusiones con la tan disociada oposición nuestra, entonces habría que plantear las cosas en los términos que siguen.
Según esta noticia, Venezuela en el 2.005 tuvo un ingreso per cápita anual de 1.820 dólares, lo que al multiplicarse por 27 millones, da como resultado la siguiente cifra: 49.140.000.000. De la totalidad, el caso Antonini Wilson, es decir, los 800 mil dólares, representa el 0.00162%. ¿Cuánto representa, ahora, 40 mil dólares del ingreso per cápita anual del Municipio Chacao?
Aunque la situación se arrastre a niveles tontos, como el dicho, no pueden obtenerse respuestas ni edificantes ni complacientes, a menos de que se trate de un ejercicio de retórica o de sofismas.
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