Cuando Ramos Allup, Oscar Pérez y Oswaldo Álvarez Paz llaman a la abstención para la próxima consulta pública sobre la reforma constitucional, proponen un esquema de lucha viciado, incompatible con aspiraciones propias y reflejo de frustraciones políticas, respectivamente. En general, el abstencionismo ha debido ser purgado de la mentalidad oposicionista, dado su devastador resultado para la oposición política venezolana; pero queda claro que sus dirigentes no tienen la serenidad suficiente para matizar con la razón sus propuestas.
Al día de hoy la no participación le ha acarreado a la oposición su casi desaparición del escenario político. Memorable fue la locura de renunciar a sus puestos en la Asamblea Nacional, hecho que, al no cuajar sus propósitos de así deslegitimar al gobierno nacional, la ha sumergido en un profundo arrepentimiento y orfandad política.
Ha debido aprender de experiencias propias, pero como se dijo, cuando la desestabilización y el golpismo anima corazones, el juicio se traslada a ese incansable órgano de las emociones. El abstencionismo oposicionista, más allá de frustrar un evento particular de propuesta gubernamental, se enfoca perennemente a deslegitimar al gobierno todo y a aflojar y apretar tuercas que conduzcan a la caída de su líder, Hugo Chávez. Más claro no lo pudo cantar uno de sus teóricos desde el exilio en Miami, Robert Alonso, por cierto refiriéndose a uno de los mencionados arriba, Oscar Pérez: no se puede participar en ningún acto que legitime al gobierno, ni siquiera aspirando a puestos como de gobernador o alcalde.
Cuando afirma que Oscar Pérez aspira a postularse como candidato a la gobernación de Miranda pone en evidencia el mundo de incoherencias que inspira a la oposición, amén del cálculo y la hipocresía. El hombrecito llama a la abstención, pero en su fuero interno acaricia el sueño de ser elegido gobernador -supongo que por esa misma vía. ¡Qué bola, no!
Ramos Allup, el aniquilador de Acción Democrática, es un gurú caído en desgracia. Su conspicuo talento para la rencilla y la intriga partidistas no consigue campo de acción en un panorama opositor en desbandada. En una situación de indisciplina política (donde hasta un sifrino estudiante le quita protagonismo a los viejos) y huérfano de viejas prebendas, su otrora exitosa posición de personaje tras bastidores ha tenido que ser abandonada para salir a la luz pública a dar consejos al sector opositor, con las consabidas consecuencias para él y lo suyos: AD no existe, y la oposición, de seguir sus recomendaciones, tendrá que ir pensando en una sepultura.
A Oswaldo Álvarez Paz le pasó como Norkys Batista, cada cual en sus disciplina. Ambos se preparaban para acceder a la etapa gloriosa de su vida cuando apareció en el firmamento la estrella de Hugo Chávez. El primero anda por ahí como alma en pena rumiando su frustración de no ser presidente de Venezuela, aterrado con que el pueblo elija "perpetuamente" al tirano para la silla del Palacio de Miraflores; la otra preparaba sus espejos en RCTV para entronizarse como la diva de Venezuela, firmando jugosos contratos de trabajo con la planta y preparando la plataforma para ser exportada, como todos los que se van al norte, y de pronto ¡zas! todo se derrumbó: el "ser grosero" cerró el canal y ella, después de defenderlo tanto, fue despedida del canal "como un perro sarnoso", como dijera un jocoso farandulista de un semanario político.
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