miércoles, 24 de octubre de 2007

Venezuela contra los estigmas del dominio y otras consideraciones sobre el golpismo opositor


Definitivamente resulta titánico gobernar a Venezuela, más cuando se motorizan en toda su geografía y en todos los aspectos de la vida republicana significativos cambios, y se encabeza a nivel mundial una marcha esperanzadora para los pueblos sumergidos en el fango secular del subdesarrollo y el capitalismo depredante. La condición de fuente energética descomunal del país empeora las cosas, pues el sentimiento de pérdida de las élites criollas vendidas al interés extranjero es el mismo que experimentan sus compradores y amos, mismos mineros del oro negro. Venezuela para todos los venezolanos es una aberración para el dominante paradigma de superioridad de lo occidental y lo blanco, para el cual lo mestizo es un concepto de obediencia, de intelectualidad precaria y de escasa aptitud para el mando o liderazgo.
Nunca dejarán de resultar ilustradoras las expresiones de Henry Kissinger en la Casa Blanca poquito antes el triunfo de Salvador Allende, en 1970: "No veo por qué tenemos que sentarnos a esperar viendo cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo". El pueblo mestizo, pues, no sabe gobernarse, necesitando siempre la tutela de otros componentes “iluminatorios”. El ensalzado concepto de democracia, soportado en la voluntad electora del pueblo, funciona aceptablemente sólo si en sus resultados se apuntala el concepto del tutelaje blanco occidental (o euro céntrico o gringo o cualquier otro, da igual) y se le da cobertura operativa: Venezuela fuente de petróleo gringa, patio trasero, país que necesita ser guiado, mejorado en su raza, escuela de indios, gobernada por los esbirros "nuestros" del progreso. De otro modo, con un mestizo montado en el poder (aunque haya sido elegido por democrática mayoría) hablando de trastrocamiento de valores, invocando nuevas y viejas ideas redentoras para lo tradicionalmente explotado, es un amenaza.
Luego de España, EEUU ha sido el país que más ha estigmatizado la socio geografía suramericana, siempre soterrando su cultura de la expoliación detrás del ropaje de la religión, la educación, la democracia y la libertad, aunque estos dos últimos valores son conceptos republicanos pilares de la monserga gringa en su accionar imperial. Para esta potencia no pueden existir resultados electorales adversos en sus países tutelados; la historia lo ha demostrado. No se pueden reconocer los resultados de opinión de una sarta de indios que no saben lo que quieren, como decía Kissinger, eso de darle el coroto a los lugareños para que lo gobiernen. Es una locura, engendro de teorías comunistas, nacionalsocialistas o cualquier otra pinta dañina al género humano y oscurantista. Sólo los resultados electorales propios son aceptables, pulcros y progresistas.
Lo de Allende fue una locura de su pueblo, así como la elección de Chávez, así como -más lejos, por allá- la elección que hicieran los palestinos con el grupo Hamas, desconocidos por los EEUU y declarados terroristas.
Tal es la democracia que pregona la noción imperial y todos los factores de dominio etnoculturales digamos ya del mundo.
Como quiera que hoy se diga que al mundo indígena y a los gobiernos de izquierda les llegó la hora en Suramérica de desmontar la "herencia euro céntrica empezando por Cristóbal Colón" (Rory Carroll citado por José Luís Carpio: "La Puerta de Alcalá" en Las Verdades de Miguel. - (2.007) oct 19-25; p. 4), los conceptos de soberanía y libre albedrío para estas latitudes ahora más que nunca están sojuzgados, convirtiéndose el continente en escenario de guerra para los intereses neoimperiales, persistentes en considerarnos fuentes de suministro a secas, y las ideas nacionalistas que toman conciencia de la explotación y el pillaje. Quizás en un plazo muy breve América del Sur le quite al Medio Oriente el palmarés de ser el "ojo del huracán" del mundo, para pesar nativo.
Mientras tanto, Venezuela ejerce su derecho soberano a establecer relaciones políticas y comerciales con otros países del mundo fuera de la óptica reductora de Europa y los EEUU. Para pesar gringo y criollos mercenarios, Venezuela ha constituido una puerta para la inauguración de nuevos mercados, y ha consolidado una relación económica importante con países como Rusia, China e Irán, eje siniestros al interés de los EEUU y su combo. Tal accionar del gobierno venezolano y sus émulos en el continente, como Ecuador, Nicaragua, Bolivia y países que pronto se sumarán a la lista, constituye un acto de colocación de minas en la paciencia de quienes se creen dueños del mundo, mismos que, al intentar defender sus prebendas, convulsionan nuestros espacios.
Es así como el proceso de cambios venezolano y la Revolución Bolivariana en el ámbito continental tiene la dura tarea de procurar la justicia social para los pueblos utilizando las mismas formas de cultural dominio, como el piche concepto de democracia y libertad que ensalza la etimología de la Nueva Inglaterra, para mencionar dos no más. Formas que, como dijimos, si las utilizamos deben dar los resultados que al invasor convenga, so pena de caer en una variable de desconocimiento; formas que, finalmente, al ser un velo de sus intromisiones y apetencias, obligan a la guerra en vez de evitarla. Recuérdese una vez a Salvador Allende muriendo a despecho de haber sido electo democráticamente en su camino al socialismo. Formas en las que se ha de prevalecer e insistir, porque ejercitadas en su acepción idealista y de cara a otras formas de gobierno, procuran el concepto de justicia a sus ciudadanos.
En Venezuela, en el particular presente, el asunto de mantener el país en sujeción democrática es una tarea de titanes, como se decía al principio, y no porque el gobierno constitucional no ofrezca las condiciones para ello, como se apuraría a apostrofar un fanático oposicionista, sino por todos los factores mencionados y la calidad misma enajenante y apátridas de los factores de oposición, vendidos a lo exterior. Cuando no es un grupo paramilitar que entrena en un estado llanero para conspirar contra el gobierno, es otro grupo de irregulares que entre Trujillo y Zulia hacen de las suyas con el cobro de vacunas, creado situaciones propicias para la desestabilización; cuando no es la elección de Chávez, una Constituyente, un referendo o una simple reforma la causal de resurgimiento del golpismo, lo es el mismo gobierno en su legitimidad política, supuestamente tratándose de perpetuar en el poder; cuando no son unos borregos desviados a Miraflores para ser masacrados por francotiradores, son unos tontos estudiantes de las universidades privadas que se prestan para tan mortal oficio de crear las condiciones para un golpe o guerra civil; cuando no son los mismos nacionales los que conspiran porque los mandan desde el exterior, son las mismas potencias que quieren actuar directamente para no perder sus mercados y privilegios; cuando no son los muertos descarados del 11 de abril de 2.002, es el plan terrible de guerra de baja intensidad que al presente aspiran implementar, de asesinato selectivo y en la oscuridad de dirigentes políticos oficialistas y hasta opositores.
Cuando no se busca un muerto para activar un espiral de la violencia -que en sueño extremo opositor se llama guerra civil-, se busca un vivo para utilizarlo como bandera de incitación al delito.
Duro trabajo ese gobernar para tener patria, de fácil ejecución en el pasado, simplemente porque tal concepto no existía y porque quienes detentaban el poder realmente no ejercían mando alguno: eran unos títeres o payasos de circo. Al sol de hoy, el mundo de valores del venezolano está sembrado por ideas dignificantes como soberanía, independencia, libertad, libre albedrío, justicia social, muy lejos del diccionario de la subyugación esclavistas de la pasada historia del país.

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