Las elecciones del 2D en sus resultados dejó temblando a un gentío, empezando por los mismos opositores, que ni remotamente esperaban ganarle una confrontación a un contendiente como Hugo Chávez, que gana elecciones por márgenes de 3 millones y pico, como ocurrió en las pasadas presidenciales donde se hizo con más de 7 millones de votos. La sorpresa y vacilación iniciales fueron proverbiales, no sabiendo qué hacer ni cómo celebrar unos tan inusitados resultados, sencillamente porque dentro de su libreto no estaban contempladas reacciones para dispensarles loas a un triunfo sino precisas imprecaciones para acusar, señalar y cantar fraude por la segura derrota. Como dijo alguien por ahí, no estaba preparada la oposición para ganar, en buena lid, agregaríamos desde aquí.
Prácticamente el ciudadano común, de bando propio o contrario, percibía en el aire pre comicial la certeza de que "algo" explotaría si se daba el referendo con resultados favorables a Chávez, de tan comprometida que estaba la dirigencia opositora con el golpismo y la violencia. Y en ese sentido semejante chantaje funcionaba, pues el ánimo navideño se apoderaba del país y nadie quería estropearlo con hechos de sangre. El mismo gobierno, como confesó el presidente de la república, le seguía a la conspiración los pasos de cerca y había tomado sus previsiones para el conato de guerra civil que la oposición intentaría presentar con sus guarimbas.
Los primeros estremecidos por los resultados fueron, lógicamente, los cabecillas recalcitrantes, quienes veían cómo se les iba de las manos la posibilidad de encender el país y salir de una vez por todas de "tirano" de Miraflores. Se quedaron, pues, con el orgasmo contenido y hoy, no hay duda, bajo la tesis del padre Ugalde de que el 2.008 será peor y bajo el manto de civilidad que le provee el propio triunfo, trabajan a millón para eyacular su violencia el año que viene. El cívico reconocimiento de la derrota que hiciera el primer mandatario terminó de patearlos en el trasero y mandarlos hacia el final de la cola.
Y nuevamente hoy, como ayer, como es costumbre divisionista en la oposición, las huestes ganadas al civismo y recrecidas con el reciente triunfo, se verán azuzadas por los perros de la guerra, quienes les aconsejarán la conveniencia de no esperar la finalización de mandato constitucional alguno y la tirarán por el brazo de la violencia. Es muy probable que ya mismo le estén recomendando a los ovejos (¿los estudiantes?) no dejar enfriar la calle y organizar una marcha hacia Miraflores en el mes de enero porque la fecha es indicativa de que empieza un nuevo años y ellos lo quieren sin Chávez.
Dada la fractura de las tendencias en la tolda opositora, unida solamente por la animadversión a Chávez como elemento claro a combatir en el panorama, hoy las cosas no son mejores en la oposición a pesar de los favorables resultados. La incorporación de Baduel y del grupo Podemos complica la relativa tranquilidad lideral que compartían Rosales, el partido Primero Justicia y otros factores en general dispersión, aporreados de suyo en su autoestima porque unos jóvenes estudiantes lograron en pocos meses hacer lo que ellos no han podido a lo largo del chavismo: compactar en un efecto concreto electoral la idea más tangible que se tiene de oposición en los últimos 9 años. Duro les debe sonar en el oído que un “pelao como yo”, como se los dijera un estudiante, les estuviera dando lecciones.
Sin embargo, la sensación de unidad todavía es vaga y no terminan por saberse cómo digerirán conceptos incorporados como el chavismo sin Chávez, aportes de la disidencia baduelista y de la gente de Podemos, a quienes les parece normal, así como así, que chavistas sean opositores a Chávez y hasta pretendan tumbarlo, según casi nos hace pensar la vestimenta roja ahora adoptada por sus adeptos, los lemas robados al mismo presidente de la Republica, los símbolos y hasta el discurso condolido con la miseria de los más pobres. El rostro se extiende en una seráfica sonrisa cuando los oímos exclamar "Dentro de la Constitución todo, fuera de ella, nada"
El día cuando se le pueda atribuir una victoria a alguien o algo en concreto dentro de la oposición política venezolana, estaremos hablando de una oposición orgánica en verdad, y no de esta suma de despechos circunstanciales que estamos viviendo en el presente. Cuando un triunfo a la oposición sea lo que es un triunfo del chavismo al proyecto de país por él esbozado, se estará celebrando en Venezuela por partida doble, dejando constancia, claro está, que nadie pretende apuntar hacia ningún mesianismo o figura única (que al desaparecer desaparece todo) sino hacia una propuesta de país sistematizada en un programa político, cuya doctrina o propuesta ensalce valores como soberanía, autonomía, patria, distribución equitativa de la riqueza, igualación social, integración continental, bolivarianismo o conciencia de lo propio venezolano. Es, de cualquier modo, una tesis socialista que, fundamentalmente, ha de encarar las injusticias que acarrea el capitalismo como modelo político, en una sociedad largamente ultrajada como la venezolana, donde los ánimos, a pesar del revés electoral de ayer para un gran sector nacional, están ganados a no volver jamás hacia tan oprobioso pasado.
Hoy, según lo razonado, a ciencia cierta, políticamente hablando, no puede saberse qué o quien ganó dentro de las filas de la oposición con el reciente resultado electoral, reconocimiento aparte de que fue uno de los actos cívicos más perfectos de la historia del país, pudiendo ello abonar el terreno, incluso con la derrota de Hugo Chávez como un sacrificio político, de que la vía es el voto, la elección, el favor y la felicidad del pueblo mayoritario.
Baduel y Podemos, encajados ahora en el factor oposición, misma que también había encajado a los estudiantes como caliente asfalto de calle, buscan su orientación y papel en el nuevo enclave, posiblemente persuadidos de que desempeñaron un rol fundamental en la batalla perdida por el chavismo. Sin negar que constituyeron un elemento de peso en medio de un cosmos que incorporó hasta a la ex esposa del presidente de la república, la lógica llama a la no sobredimensión, lógica misma que aparencialmente los presenta como triunfadores. Al unirte al grupo que gana circunstancialmente una apuesta, naturalmente das la impresión de cubrirte con la gloria del vencedor, del mismo modo que un grano de arena se diluye en la playa y hace costa. Pero en particular, en la inconciliante individualidad de estos dos conceptos, se esconde una historia de derrota. El primero, Baduel, condenado al quiebre político, intentando medrar del propalado chavismo sin Chávez, bajo el manto dialéctico de la institucionalidad, hecho insólito por demás que equivaldría a algo así como al poderío que pueda irradiar de un ovejo disfrazado de lobo, o, también, hacer milagro con escapulario ajeno, configurando la oda poética de la mayor despersonalización política que se haya visto; el segundo, partido Podemos, saliendo derrotado en dos de los tres estados donde tiene gobernación política, que es como decir demasiado.
Para el primero se le recuerda que el chavismo lo repudia casi en su totalidad, porque la deslealtad es un gen defensivo que el chavismo histórico ha tenido que desarrollar para su subsistencia, no existiendo -que yo conozca- una retromutación. Él mismo contribuyó a su nacimiento, pretendiendo ahora luchar contra él, infaustamente. El segundo está condenado a su disolución en el marco del trapiche ideológico que es la oposición, donde no es posible sostener identidad ni integridad políticas alguna (dada la fuerte presión hasta extranjera), como ocurre con los viejos partidos, AD, COPEI y el MAS, casi extintos, y como pasa también con los de nuevo cuño, Primero Justicia, Un Solo Pueblo, breves murmullos en el viento, con la salvedad de un Nuevo Tiempo. De modo que el jefe Ismael García, que tanto luchó entre el chavismo para conservar su concha política propia, se verá en la precisión de dejarse asimilar por el vampirismo político opositor, de vario pinto caciquismo y de imposible individualismo.
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