¡Qué si McCain, que si Obama! Que si la "obamanía", que si McCain es la exacerbación de Bush. Que si el primer presidente negro en los EEUU, que si McCain es más de los mismo. Que si ambos hoy reconocen, aunque sea en el ámbito del discurso proselitista, que EEUU se ha olvidado de América Latina. Que si hablarían con Chávez o no. Que si de no ser Obama o McCain de todas maneras habrá cambio, porque el coroto político quedaría por primera vez en manos de una mujer. Qué si patatín, patatán. ¡Que si Hillary mujer!
Señores, ¿hasta cuando seremos caldo de cultivo de los medios de comunicación y de una derecha que se ha apoderado de los micrófonos del mundo? Nos ponen a elegir (o a reflexionar) entre un negro y un blanco, o entre un hombre y una mujer, creando hasta expectativas revolucionarias en algunos, haciéndonos olvidar lo más importante del todo: que ambos representan corrientes de la derecha ideológica, incapaces, esencialmente, de cambiar nada que no sea encarnar un color de tez o género específicos no acostumbrados en la humanidad del futuro cabecilla del gobierno de los EEUU. El discurso de la derecha analista, a sabiendas de su entusiasta acogida intelectual en una izquierda aérea, va y suelta la especie de que habría que esperar cambios necesariamente porque uno de los candidato es negro o mujer, y porque Chávez es un líder latinoamericano que llamó la atención del mundo hacia estos lares y porque EEUU atraviesa por una crisis que va más allá de lo energético.
Y como conquistadores que nos suministran encantadores espejitos que nos entretengan mientras planean mejor nuestros saqueos naturales, nos tiran una cortina de humo que obnubila fundamentalmente que se trata de una derecha en el poder de los EEUU o de una derecha en el poder de los EEUU, misma que combate otras modalidades de existencia ideológica. ¿A qué entusiasmarse con grandes cambios? ¿De donde procede que porque soy negro, por ejemplo, andaré en el plan de apiadándome de cualquier oscuridad con la que me tope en el camino?; ¿o de que porque soy mujer, mi gestión como presidenta de algo asegurará mayor humanismo y sentimentalismo? A otro perro con ese hueso. Condolezza Rice, con gran poder en el actual gobierno, no encaja aquí aunque la empujemos; lo mismo Colin Power, otro ex fuerte de la gestión de Bush? ¿Por qué el empeño, en medio de intelectuales entusiasmos, de olvidar el origen y contexto de los fenómenos?
Obama es negro y Clinton mujer, pero ambos no tienen –ni son- nada que les obligue a ninguna inclinación humanista de algún postulado de la izquierda; son tuercas y tornillos en el engranaje de una gran industria de poder cuyo mecánica no es, precisamente, ir contra la maquinaria misma, es decir, ni contra el capitalismo como esquema de vida ni contra sus efectos inveterados de dominio mundial. Más que ingenuos, quienes abren las fauces para hablar de seguros cambios, son incautos que con el gesto obvian la enseñanza de la historia y caen bajo la hipnosis del espectáculo derechista del mundo, que llama al entusiasmo de una fiesta electoral cuya propuesta es más de lo mismo, o lo que es peor, cuyo acaecimiento constituye el ritual perpetuador de la tesis que soporta conceptualmente la estructura capitalista del mundo.
Kennedy, para muchos un moderado, y para muchos por eso mismo asesinado, propuso una política que lo hizo lucir como un intelectual ganado a la causa de frenar ciertas causas bélicas durante su gestión, siendo aniquilado por los estructurales perros de la guerra de gobierno de siempre. No se puede ir así como así contra la estructura imperial construida durante tantos quinquenios, más cuando desde hace mucho tiempo, por el anonimado efecto del sistema, en los EEUU cada vez más se tiene la sensación de que quienes mandan no son personas, sino corporaciones. La silla presidencial es un molde donde "predeterminado" donde el presidente de la república debe sentarse cada cierto periodo, encajando perfectamente los brazos en reposo sobre sus barandas de oro y guerra, y la espalda recostándose sobre un espaldar de mullida retribución a la obediencia. No es casual que ya Hollywood presente a los presidentes de su país como unos peleles que van allá a complacer empresariales peticiones, se trate de perros de la guerra como de blanquitos anglosajones que cuidan tanto la sangre como sus bienes monetarios.
¿De dónde sale eso de que Obama cambiará el mundo de ganar la presidencia? ¡Pamplinas! Me río de tal argumento, imaginándomelo hasta asesinado si fuerza mucho la barrera de lo que ha sido un tradicional gobierno de blancos para blancos, con secularizadas costumbres de hacer guerras en el extranjero y el objetivo existencial de reducir en el mundo el germen de la izquierda ideológica o de cualquier otra postura que insinúe cambios en el establishment. Obama puede ser peor en el poder que cualquier blanquito (como Power y Condolezza), porque precisamente por el estigma de su raza se verá obligado a cada paso a no sembrar desconfianzas en el "sistema" con acciones reivindicadoras de carácter social o racial específicos. Lo primero que hará será apartar a los suyos. Además, ¿qué demonios irá hacer con todo ese paradigma histórico del Ku Ku Klan que define la cultura norteamericana como una aséptica raza que vino, desde el puritanismo inglés, a dominar el mundo? En el mismo estado de Mississippi, donde acaba de ganar, el sudor y la sangre negra destilan lamento por entre los matorrales de los caminos, donde antaño caminaban los esclavos negros.
¿Que Hillary tal cual patatín patatán? Nada nuevo a aportar que no sea la crítica de su Partido Demócrata a la gestión de un republicano en el poder. No hay gran cosa que decir al respecto, desde el mismo momento en que la misma Condolezza, a la par de negra, también es mujer. Sería una gestión con un rostro femenino de adorno dominada por los clanes masculinos del poder de siempre, los Clinton, por ejemplo, donde su marido mandaría que da miedo. Constituiría un simple cambio de nombre y de género que seguiría presentándole al mundo la patraña de que dirige a un país amplio y tolerante en reformas, dejando intacto –como es el ideal- el clisé de ser el país más democrático y anticomunista del mundo. ¿Verá usted, por ejemplo, con una Clinton en el poder, a un partido socialista lanzar una opción de poder en los EEUU? ¿Se podrá hablar de cambios si no ocurre algo por el estilo en el país de tan revolucionaria mujer?
¿Que John McCain es más de lo mismo que Bush? Probablemente, en tanto republicano; pero hay que decir que McCain no es un empresario petrolero como los Bush y Dick Cheney, el vicepresidente, que utilizan el gobierno de su país para generar situaciones donde sus corporaciones accionen para aumentar su capital, como los pozos petroleros que busca Bush y las tierras desoladas por la guerra que siempre pide Cheney, para cobrar por reconstruirlas después de las invasiones. Tal perfil, con todo lo deplorable que resulte ser republicano belicista para el mundo, parece prometer mejores condiciones para Venezuela, por ejemplo, donde la derecha le tiene velas prendidas con la esperanza de que liquide de una vez para siempre con el fenómeno Chávez y su revolución.
Probablemente sea McCain el próximo presidente de los EEUU, acabando de un sopetón con la bulla de Obama y su pseudo paradigma de reformas. Y acabaría también con el bushismo de utilizar el aparato de estado como empresa personal de hidrocarburos, al no ser él mismo un empresario petrolero. Sin duda, su pasado de combatiente lo compromete con una vertiente de la guerra como oficio, pero ¿quién republicano no es belicista? Se dice de él y de su entorno que no hay el ánimo de congraciarse a ultranza con las trasnacionales petroleras, que retiraría las tropas de Irak y que dedicaría esfuerzos a contraatacar la dependencia del petróleo invirtiendo en fuertes alternativas de energías. De manera que, por lo pronto, significaría un cambio en la correlación del poder obsesionado de la Casa Blanca por los yacimientos de petróleo. (Miguel Salazar en Las Verdades de Miguel. - (2.008) mar 7-13; últ pag).
Pero McCain, sin embargo -siguiendo la idea del editor citado-, implica un gran peligro para la América Latina, incluso antes de llegar al poder, de lo cual están ciertos –por cierto- los republicanos al presenciar la dificultad con que su rivales se debaten para enfrentar a su candidato: el partido republicano le pide a la gestión de Bush, ya con nada que perder al no poder optar nuevamente por la reelección, que le entregue nuestro continente con la mesa limpia, esto es, sin Chávez y sin revolución. Sáquese por allí la cuenta de lo se puede inferir o deducir de la oferta de cada candidato para Venezuela, cuando el peorcito para nosotros por ideología –McCain-, si nos beneficia a futuro por las políticas energéticas a adoptar, pide de antemano el borrado de la Revolución Bolivariana. Ni que hablar que Obama será un negro con más de lo mismo blanco, esto es, la misma política del sistema, y sistema en boga a 100% . En fin, es una manera de decir, con McCain, que el apéndice de gobierno que queda con Bush en el poder, se la jugará a fondo con un barrido en Venezuela, descubriéndose hoy, con gran fuerza, el puntal del Plan Colombia y su trabajo de comprometer a Hugo Chávez con el terrorismo y la guerrilla.
Algunos por allí argumentan, los ojos brillosos de blanca esperanza e ingenuidad (esos que oyen a los analistas de la derecha con sus espejitos mágicos), que EEUU viene por la recuperada, porque durante muchos años olvidó a Latinoamérica, preocupado hoy por perder su lindo patio trasero. Esto se me figura una gran bolsada por lo que tiene de miope, y no presumo aquí de nada que no sea la de ser un atento a lo que en verdad nos conduzca a un cambio concreto. El llamado abandono que hasta parecen lamentar, no es más que la certeza que EEUU siempre albergó respecto de nuestro adormilado destino, cosa que les salio por la culata el tiro, siendo mejor que nos "descuidasen" porque así se asentaron intelectos y voluntades en la reflexión, en la verificación y rechazo de la colonial situación de dependencia, en la reorganización de las filas y en la final insurgencia del movimiento bolivariano en Suramérica.
¡Menos mal que se olvidaron de Latinoamérica hasta el grado saludable que hoy, cuando se recuerdan de nosotros, la memoria se nos presenta como un acto lamentable de la especie humana!
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