Se quedó el mundo sin arreglo. Al menos el conocido, porque siempre habrá la posibilidad de que, sin saberlo, se esté ya pisando otro estrato de la evolución humana, novísimo él, expresado en un molesto reacomodo del orden mundial, molestísimo para el hombre de vieja escuela, aclimatado al pasado y al reflujo de sus vencidos genes. Quedando el viejo como siempre ha sido...
El homo sapiens de la era bipolar −llamada Guerra Fría− se quedó con el gustito roto de probar una sociedad idealizada con elevados principios de humanidad y convivencia, con el difuminado de las severas fronteras heredadas de las guerras mundiales y un mayor ejercicio de la solidaridad entre las naciones. El concepto hombre nuevo había empezado a ser pujado en las mentes humanas, horrorizadas de suyo por las cruentas conflagraciones. Se soñaba con el reencuentro, el firme abrazo y el reconocimiento de viejos errores entre los humanos, a efectos de afrontar un "mejor porvenir" (nótese el uso de anacronismos en quien escribe).
La era de "Dale un chance a la paz", toda amanerada ella, abominante de las ideológicas doctrinas, bregó y se hizo protesta a su manera contra la intelectualidad del hombre, pujante en contiendas y exterminio. Pasó a la historia como una breve fase afrodisíaca del mundo, según hoy el entendimiento entre los hombres es un fracaso. El mismo intelectual derramó su tinta para los sueños, unos suavizando la doctrina si se militaba en un ejército, otros conteniendo el belicismo si se obedecían ciertas ideas...
Fíjese que cuando se derrumba uno de los polos ideológicos del poder en el mundo, muchos se entusiasman incluso a despecho de sus míticos ideales… Bueno, como sea, see podía pensar en un chance, en la posibilidad, oportunidad, ocasión, probabilidad, circunstancia, eventualidad... Un fin de una Guerra Fría y la asunción del mando mundial por una de las partes. ¿Qué se le iba a hacer? Era la Historia y fue, de cualquier modo, el inicio de un período de la esperanza humana, experimental como es su naturaleza. Algunos se radicalizaron y corrieron hacia sus antiguos dioses; otros extendieron sus brazos hacia el prójimo, en un abrazo expectante.
Era una oportunidad al fin para el ensayo humano, como sea resultado de una batalla de las ideas donde presuntamente se había impuesto la ideología más apta, darvinianamente hablando. Entonces el mundo se reacomodó, como parece reacomodarse hoy, cuando ya parece recogerse el fruto amargo de una esperanza que apenas empezó, hecha revanchismo. El poder en el mundo se hizo omnímodo, llamado unipolar. Las preeminencias teóricas se esforzaron por sepultar definitivamente los presuntos apéndices ideológicos del pasado, proclamando el "fin de la historia", matriz de opinión que asumió cariz imperial.
Se propuso inclusive el modo único de vida para los humanos, globalizado y globalizante, apoyado todavía por los viejos soñadores del pasado. ¡Quién quita: tal vez el mundo pudiera madurar el fruto de un nuevo entendimiento, donde dejase el hombre de ser lobo para sí mismo! ¡Gran sueño de las doctrinas humanistas! Homo hominis lupus. ¿Qué tal vez bajo un imperio...? ¿Qué tal vez bajo determinado forma de gobierno mundial…? Pase, que la Historia parece tener su ritimo propio.
"El sistema político mundial propuesto por sí mismo quizás para combatir un poco su propia naturaleza bestial, ese sistema de apellido globalizante, suerte de chance y chanza de la historia, ha derivado en un soberano fiasco"
Pero el mundo se quedó sin arreglo, ese mismo que conocemos, con muchos manirrotos andando por allí, rumiando sueños. A la inutilidad humanista de la bipolaridad tenia que contrastársele, necesariamente, la idea unipolar, en su positivo sentido de humana unidad. Era el lógico remedio para distender los pesares. Pero no hay tal. El mundo que conocemos, el de la Guerra Fría y su sucesor de la Guerra Única, es un globo quebrado esparcido por los suelos. Se muere sin la palabra esperanza, así como lo conocemos, sin remedio, con esa palabra que lo acompañó por causa de la ansiedad humana desde sus principios.
Porque, en efecto, el viejo arquetipo de la Guerra Fría se quita la mascarada de las ilusiones y vuelve asomarse a la ventana de la vida, descarnadamente, sin tapujos ni vanas ilusiones. El mundo es una guerra. Se permitió soñar un rato, tener una oportunidad, como se dijo, inclusive a despecho de posiciones ideológicas supuestamente en derrota. Pero el animal humano figura la historia de un guerrero en los tiempos. O viceversa. Considerando las cosas en frío -remedando a César Vallejo en la fraseología- el hombre es una perenne confrontación de intereses generadora de cambios. La paz no es consigo.
Había sido en serio la proclama esa de que se había llegado al fin de la historia, pero no de la historia en general −vaya soberbia−, sino de la historia en particular de cierto enfoque de la vida. Del enfoque contrario; el del enemigo. Ese que había impedido la primacía de ciertos intereses demenciales disfrazado de progreso mundial. Se vendió el modelo único como concepto de unidad.
Hoy el hombre sabe de guerras como siempre ha sabido. No está en su especie desconocer la materia. El sistema político mundial propuesto por sí mismo quizás para combatir un poco su propia naturaleza bestial, ese sistema de apellido globalizante, suerte de chance y chanza de la historia, ha derivado en un soberano fiasco. Mundo dual del discurso donde la unidad o "modelo único" se soporta sobre la posibilidad amenazante de una caótica alternativa si no se acepta.
El acabose de la Guerra Fría (ese temible orden) y la preeminencia −aparentemente triunfal− de la unipolaridad (ese amenazante caos) es una invitación permanente a una circunstancia de anarquía. En eso ha derivado. La Historia única, el modelo eterno, el imperio concreto de las humanas pasiones, juega y puja por la anarquía en el mundo como forma sujetante de gobierno. Es la pesca en río revuelto; ninguna unidad. El caos y menosprecio por la ordenanza internacional para el ataque particular. Ningún sueño, ningún imperio de la ley o de la democracia. Simple imperialismo. De modo que el mundo viejo y frío, junto al mundo actual y revuelto, bipolar u unipolar pero granos del mismo saco, mueren como nacen: rindiéndole culto a la bélica naturaleza humana.
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