Con lo que ocurre hoy en Pakistán, cuando estadounidenses y pakistaníes (aliados, supuestamente) se caen a balazos entre ellos en la frontera con Afganistán, se descubre una vez más el engaño y el peligro que hay implícitos en aceptar las relaciones de "apoyo", "ayuda", "alianza" o "solidaridad" de los EEUU, para no hablar de tutelaje, cosa mucho más grave desde el punto de vista del ejercicio de la soberanía de los países "protegidos", y cosa hacia la que indefectiblemente tienden los EEUU en su ansiedad de andar fundando protectorados por doquier, países satélites o candidatos virtuales a integrarse a su Estado de la Unión (como Puerto Rico y Colombia), custodios estúpidos de una soberanía y zona de influencia propias que no les pertenece a fin de cuentas. Es la fisiología del imperialismo en todo tiempo.
Andaban (y andarían) los muchachos de la mano mientras Parvez Musharraf, el dictador pakistaní, no cayera internamente en desgracia, como en efecto acaba de ocurrir hace ya unos meses. El otrora hombre del poder total ha sido desbancado de sus sitiales de mando, específicamente civiles, y ahora le queda el reducto de su cuartel militar, donde seguramente gozará de alguna influencia, pero nada preocupante para los cambios que se operan, con toda seguridad, porque, cuando se cae en política, se cae por completo, y porque cuando se ven a unos dolientes EEUU actuando ahora como guerrilleros, violando la soberanía del país, dando pataletas como de protesta, es porque hay que suponer que la cosa es seria, el hombre está hundido, duele, pues, sin que haya otras marionetas a la vista para sucederlo.
Y todo de la manera más traumática posible, como seguramente es preciso tratar a los amigos que más se quieren, a los protegidos, antes que decidan lanzarse por el camino de ver el mundo sin auxilios tutoriales, desplazado de las "grandes" amistades. Mucho fue la sangre que corrió en ese país a título de atentados y asesinatos para mantener al pelele en el poder, eliminándosele sus adversos políticos por aquí y por allá, cualquiera sea su denominación, sea funcionario del Estado, político, militar, dirigente religioso, etc. Benazir Bhutto, la dirigente opositora con más opción de desalojar del poder a Musharraf, y asesinada; y el reciente atentado más letal en la historia de Pakistán, donde aparentemente aparecen implicados los servicios de inteligencia de los EEUU, constituyen el legado de la gran amistad con los EEUU.
Estamos, claros, podría decirse que el país pertenece a la élite tecnológica de quienes poseen armamento nuclear, pero sobre eso hay que echar un demoledor cuento. Bástese con señalar que el país es una simple figura de uso de la teoría maquiavélica que se pone azuzar a una de las partes para debilitarla y manejarla en su confrontación con la otra. Léase Pakistán "defendiéndose" de la India, su rival vecino, también con potencial atómico.
Hoy los amigos se caen a tiros en las fronteras con Afganistán (EEUU incursiona desde aquí) sólo porque al país no lo gobierna un homúnculo gorilón como Parvez Musharraf (u otro de la misma ralea o genética). Se perdió poder allí, pues, vale decir, influencia; el fantasma de Bhutto cobra con su cuota de sangre, clamando un poquitín más de dignidad política para la patria. Y ya todos sabemos qué habrá de ocurrir en breve con Pakistán por obra y gracia de los antiguos amigos, ahora sin sosten representativo en el poder político: el país corre el riesgo de ser acusado de terrorismo, o de permeable y maleable a sus actos, si es que la determinación es seguir caminando con el peso de ese gran favor aliado, como es la bomba atómica, y sin la directriz "progresista" de su entrañable amigo.
El más puro y vulgar chantaje, como es sólo susceptible de aplicársele a los mejores amigos, por aquello de que "Tu mejor amigo puede llegar a ser tu peor enemigo" , en virtud del conocimiento que una de las partes logra alcanzar sobre la otra.
Y empezaron. Los EEUU provocan desde Afganistán, a título de perseguir diabólicos terroristas en esas montañas escondidos; invaden el territorio pakistaní con su cuento de perseguir detonadores de Torres Gemelas y hasta balean a sus custodios. Como si el objetivo fuese la provocación, precipitar una actitud, infundir miedo, obligar a la digna defensa de la soberanía para después acusar. Y he allí la amenaza de acusación: ellos persiguen terrorista, adelantan su inventada guerra contra el terrorismo, realizan guerras preventivas, y todo aquel que no esté a favor está en contra. Simple, vulgar y conveniente chantaje. Casi como si pidieran a gritos que se olviden de la democracia, del voto popular, y le retornen a su pelele al poder, bajo cuyo mando ellos, los EEUU, mugían de felicidad al hacer lo que se les pegaba en gana. No vale Pakistán (ni cualquier otro país bajo fraternidad gringa) un esfuerzo de soberanía democrática si los resultados delineadores del poder no son favorables a los buenos y viejos amigos.
Pero ¿por qué este cuento loco traído por los pelos? ¿Pakistán terrorista implicado en la voladura de las Torres Gemelas o algo parecido? ¡Vaya desproporción, ¿no?! Y es cierto, así parece; como también es cierto que lo lógico siempre será lógico con toda la locura que pueda implicarse en sus silogismos. Los antecedentes sobran. Acuérdense que Irak tenía armas de destrucción masiva para justificar una invasión, encontrándose nomás que petróleo y geoestrategia por todas partes; acuérdense de las siembras de marihuana de Manuel Antonio Noriega en el patio de su casa, en Panamá, para justificar la invasión, encontrándose por doquier espacios nomás que para asegurar el Canal de Panamá... Acuérdense de tantas cosas, y no se vayan tan lejos hacia el pasado. Véase nomás el uso que en propio país quieren hacer de unidades especiales del ejército para controlar a la gente enfurecida con la crisis económica, con la falta de empleo y la pérdida de viviendas, a la que ya quieren endilgarles el mote de cortinaje para la posible comisión de ¡actos terroristas durante sus manifestaciones! Los EEUU contra ellos mismos…, sonando hasta lógico, como se entiende.
Pero Pakistán... ¿qué tiene Pakistán, más allá de una bomba atómica que le dio un amigo para que, llegado el caso, se la lance a su vecino hindú, pudiendo así defenderse en caso de guerra, pero también teniendo que pagar eternamente el favor por el dispositivo con la concesión de autonomía soberana nacional? Más allá del innegable valor de una presencia en el Asia a través de emplazamientos militares en la región (Afganistán), lo que tiene Pakistán es un triste parecido con otros formatos de guerras pasados, en especial con Irak, donde se difuminaron las fronteras nacionales en virtud de una guerra civil cuando el gobernante de turno se decidió por ser independiente, autosuficiente, reacio a lineamientos provenientes del extranjero, así sean de amigos. ¿De qué diablos vale negarlo con el argumento de que es diferente la correlación, esto es, que el Saddam Husein pakistaní ya no está en el ejercicio del poder y que la amistad americana proveyó a Pakistán con un dispositivo de guerra invencible?
Vale un ápice. Con la nueva dirigencia, Pakistán se le está poniendo reacia a Washington, con Musharraf o sin él, y pesa un millón desalentador en la balanza de la amistad y de la lógica el hecho que también la India , el virtual enemigo (nuclearizada por la antigua URSS), pueda ser objeto de coqueteos ahora por los EEUU, en detrimento de ellos, los pakistaníes. Haciendo abstracción de que la India fue primero armada, lo importante sobre el tablero es considerar que, tanto la India como Pakistán, así como el espurio gobierno afgano, no son más que tristes peones de ajedrez, de paso apartados a un lado por hecho de estar ya virtualmente "comidos", si se piensa en el hecho de que el área está penetrada mayoritariamente por la influencia del Pentágono y sus viejos aliados ingleses (el emplazamiento de los gringos en Afganistan apunta a ser determinate, más el trabajo arduo que hace para halar bajo su influencia a la India, incluso siendo aliado de Pakistán, confeso enemigo de los indios). Es la pura verdad, sobre el contexto de esa carrera loca imperial de ir haciéndose con zonas de influencias en el mundo, donde los países locales indefectiblemente pierden potestad y soberanía a título de imaginarse que prosperan y se "desarrollan".
Simple neocolonialismo, países que otrora, cuando el descubrimiento de América por aquí, recibían espejitos por su oro, con la diferencia de que ahora -los países por allá, hoy- comprometen su integridad territorial con el cuento de recibir el oro nuclear para defenderse de sus enemigos. La India y Pakistán armados; Afganistán, el otro vecino, sitiado, provisto de un gobierno títere, expoliado a fondo en la captación de sus recursos naturales y geoestratégicos. Y en general, como se ve, la presencia de los EEUU y de algunos otros países aliados europeos, haciendo del hambre en el primero, la tribalidad en el segundo y arrasamiento en el tercero, los rasgos sintomáticos de su influjo. A unos se les azuza para que se defiendan de otros, cuando no para que se ataquen; como se le dice a Pakistán que se ponga "mosca" antes de que la India lo reclame y se lo trague (a la provincia de Cachemira), y como se usa ahora a Afganistán para establecer un tercer elemento en la discordia.
"Los EEUU ya han hecho el trabajo imperial de penetrar para chantajear nuestra cultura e instituciones; revertirlo en nada suena a flor y paz, porque, como en el Medio Oriente y en el Asia de la India y Pakistán, el trabajo se hizo para que no tenga otra salida que el trauma [...] de la guerra"
Ya sabemos: el objetivo es mantener la división encendida, sumidos sus dirigentes en el más nutritivo lodo de la estupidez. Todo el mundo sabe cómo fue impelido Saddam Husein a atacar a sus vecinos, y como fue provisto, por sus mismos acusadores después (antiguos "amigos"), de elementos comprometedores de posesión de armas nucleares. Se trata de un bufo teatro de la manipulación. El Pakistán de hoy, de no someterse a los designios de los EEUU, corre el riesgo de ser acusado de blando ante el terrorismo desde Afganistán o de ser provocado desde la India con apuntalamientos de carácter territorial o sectario religioso. Un tablero de ajedrez donde EEUU pretende hacer de rey y reina a una vez, despachándose y dándose el vuelto, como decimos en coloquio, tal vez intentándose jugar la carta del poder perdido en los recientes hechos del Cáucaso.
Al final de cuento lo que queda al descubierto, como insinuamos al principio, es la mecánica del poder imperial desplegado sobre el mundo. Dada determinada región, en un principio se penetra en ella libremente en virtud de las soberanas determinaciones de los pueblos, bajo conceptos como el comercio, el intercambio, la solidaridad, etc.; avanzado el tiempo, cuando el poder imperial establece una célula en el interior del huésped, se dedica a estudiar las costumbres e idiosincrasia del pueblo, su temores, sus diferencias bélicas con vecinos, sus convicciones religiosas, buscando el modo de apoyar sobre tal conocimiento un ofrecimiento de ayuda “desinteresada” ante supuestas amenazadas, sólo por ellos ideadas (por los "invitados" invasores), sobre la base de la exacerbación y radicalización de posiciones nacionalistas. Para el caso del que hablamos, recibe este punto el nombre de tribalismo, mismo que EEUU, como en el Medio Oriente, explota a placer para ejercer su dominio.
Una vez que el país acepta la "ayuda" del amigo extranjero, todo empieza a andar sobre ruedas para los intereses foráneos. Como si se hicieran las potencias con una tremenda adquisición del globo terráqueo, al dotar a los países de armamento, ponerlos a pelear y mediarlos desde bases militares destacadas sobre sus propias tierras. Como si, yendo más allá, se hiciera una adquisición del alma de los países, comprando su ser, su autonomía, su capacidad de libertad, su soberanía, su historia, para chantajear con ello después, luego que sus antiguos huéspedes se pongan reacios a la obediencia. ¡O lo haces o no lo haces... o te jodemos!
De forma que es ya un lugar común afirmar, bajo el aura de Nicolás Maquiavelo, que EEUU tribaliza, divide, incauta, indicia o compromete a sus amigos (víctimas) para luego poderlos manejar. Es ya clisé universal que no pone objeciones a la hora de saltar de territorio, viniéndonos acá, hacia América Latina y Centroamérica, para seguir con las consideraciones y preguntarnos por la suerte de los países distribuidos en su llamada zona de influencia, aquí tan cerca de ellos, mejor dicho, en su llamado "patio trasero", como les gusta oirlo a ellos allá en Washington. ¿Cuál habrá de ser la suerte, en general, de estos países, hoy montados en una ola reformista y de revoluciones? Sobremanera, vale hacer la pregunta para los países centroamericanos, verdaderos asientos de la planta imperial, agostados por las inveteradas miserias del condicionamiento político a lo largo ya de una centuria. Piénsese en Honduras, por mencionar el país más emblemático como patio trasero, uno de los más pobres de la Tierra, hoy haciendo esfuerzos porque su "gran amigo" comprenda que es necesario dotarse con amistades más provechosas que la suya, porque él también, el país hondureño, es gente y necesita vivir. A su presidente, Manuel Zelaya, hombre de la derecha política sin embargo, le ha tocado este primer paso de la audacia, y ya ha recibido su respectiva amenaza de muerte, en correspondencia con el dictamen maquiavélico de eliminar físicamente al enemigo. Como Bhutto en Pakistán, país de inaceptable desobediencia política, corre peligro mortal de intentar emprender seriamente reformas para su pueblo, donde, a propósito, el 70% vive en pobreza.
Sin duda el destino es la guerra, diciéndolo con historia. No existe otro modo de hacer comprender a quienes por la espada viven y mueren. A las propuestas de muerte, como se le ha ofertado a todos aquellos que intentan deslastrarse de la égida imperial, como Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez; no se le puede responder con flores. Significaría seguir con el juego discursivo de la "paz y la democracia" que tanto han sembrado sobre nuestra huerta mental. Los EEUU ya han hecho el trabajo imperial de penetrar para chantajear nuestra cultura e instituciones; revertirlo en nada suena a flor y paz, porque, como en el Medio Oriente y en el Asia de la India y Pakistán, el trabajo se hizo para que no tenga otra salida que el trauma difuminador de fronteras que acarrea la guerra, momento cumbre del aprovechamiento imperialista. Cual pescador en río revuelto que también hace leña de los árboles caídos, y que no deja otro camino que las revoluciones, sean de paz o de guerra.
Así como la India y el Pakistán fueron dotados con bombas que no pueden ser desmontadas sin ser explotadas, obligando a medio mundo a la sumisión política, chantajeando con la puerta abierta de las tragedias si se insiste en cambios, el sino para los países suramericanos y del Caribe es la sola presencia y adyacencia de los Estados Unidos de América con su sistema de gobierno imperialista, y esta afirmación no puede ser interpretada fuera del contexto de los actos de piratería histórica y burla del derecho internacional que han acometido, cabroneados por la institucionalidad servida de organizaciones internacionales como la ONU y la OEA, última ésta que, restringida a América Latina, afortunadamente vive sus últimos momentos.
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