I. Puta.
La palabra “puta” o “puto”, como el que ejerce esa semántica en vida, es de origen incierto. Es lo primero que aclara el diccionario: “De or. inc.” Pero medio mundo sabe lo que significa, sin complicaciones etimológicas. Cuando abres las páginas del diccionario ─o de la vida─, de inmediato se te clavan proyectiles semánticos: prostituta, que obra con malicia y doblez, despreciable, molesto o difícil, denigratorio. No otra cosa puede proceder de quien ejerce un oficio de “blanco”, de objeto de tiro al blanco.
Puede una puta tener definido su origen, pero su oficio la sustrae de su raíz y la pone a volar por el mundo, con muchos significados y poca definición. “Puta” es aire, azar, incertidumbre, la brizna de paja en el viento. Una nada aunque nutrida de muchas significaciones. La madre o padre de una puta no pasan de ser los padres de una prostituta, probables elegancias que se retrotraen de una vulgaridad. Porque hasta en esto hacen su juego la forma y semántica de las palabras: como que hay más dignidad en ser padres de una prostituta que de una puta, por aquello de que trabajar es algo digno...
Putas y prostitutas históricamente han realizado su rol. En la Roma antigua eran una total institución de aceptación social: su efecto era de drenaje, equilibrante de los humores, de contrapeso moral (si no había putas tampoco existía el contraste y no se podía tasar la condición de una mujer virtuosa). Mal necesario, si moralmente hablamos.
Como no se atina a catalogar con certeza qué fue lo que hizo Eva al engañar a Adán y a dios con la serpiente (forma alusiva, por cierto), se tilda el oficio de puta como el más antiguo de la Tierra, por aquello de los antecedentes. No se dirá que Eva fue una puta exactamente (nadie se atreverá a ello so pena de injuria propia), pero muchos espíritus machistas la acusan de sembrar esa semilla de la libertad fácil de ceder a la tentación de los sentidos. Caso contrario, que algún estudioso establezca que la fundadora de la especie fue de semejante condición, de sobra sabríamos que el género humano es un hijo de puta redomado.
Ser puta es profesión o tara condición que en vida se escoge en la mayoría de los casos, con independencia o no de padres puteriles. Aunque científicos hay que aseveran que los genes son los responsables, así como de la homosexualidad. Se es puta o marica por humor genético en tal caso, y los pobres padres de una puta o una marica no pasarían de ser los inocentes portadores de un código genético. También hay un aluvión de casos de putas obligado por las condiciones económicas y sociales, y en estos casos hablaríamos de injusticias, de lo mal que anda el mundo. Algo así como si pudiéramos afirmar que hay putas que no lo son, que son limpias y santas por dentro.
2. Hijo de puta.
Pero ser “un hijo de puta” es otra cosa, aunque sea harina del mismo costal puteril. Es una vaina que no se escoge en la vida, caramba, recayendo la responsabilidad sobre los vándalos padres o sobre los hijos de putas de genes, que igualmente condenaron a vuestros inocentes padres. El azar de la vida con toda seguridad hará que tú seas un hijo de puta, independientemente de que vuestros padres hayan escogido deliberadamente el oficio. Porque no es justo para tí, amigo lector, ni para nadie en general, que la vida te monte sobre el hombro semejante madero penitenciario procedente de los bosques del semen residual.
Es seguro que dirán ─por más alto que vueles en la vida─ que eres un hijo de nadie, de paternidad desconocida. De forma que lo único que se te podrá creer es que eres hijo de dios y de la vida, como todos. El sentimiento de injusticia (rayante en el sufrimiento) se agrava en la medida en que tu persona sea un dechado de virtudes, en nada sospechoso de tan avergonzante origen. De modo que podemos decir que así es la vida, redondeando con el clisé, cuando se es producto de una configuración genética y no de una voluntad.
Mas hay carajos en el mundo (carajo por lo grande, por gran hijo de puta) que no siendo hijos de ninguna puta conocida escogen serlo, con toda la fuerza de una profesión. El mundo está lleno de ellos, no escapándose Venezuela, por supuesto; y es cosa que no se entiende en el género humano, manipulado desde las honduras por tantas fuerzas telúricas, inconcientes, simbólicas, mágicas, etc.
Para entender lo anterior, primero hay que sentar que existe un molde de hijo de puta y que, sin complicarnos mucho, se debe entender que modela a un ser “mala persona”, como define el diccionario, pero insultantemente mala persona, como define la vida. Si bien el afectado por el remoquete de “hijo de puta” no necesariamente escoge a sus padres para ejercer su condición, como quedó dicho, es claro que sí escoge el molde existente para definirse como tal.
Así podemos entresacar que este mundo está lleno de hijos de puta sin necesariamente tener una madre o padre de tal condición. Y, si consideramos que un hijo de puta no tiene gran culpa por serlo biológicamente, hay que dejar sentado que más hijo de puta y mucho más culpable ─moralmente hablando─ es quien decide serlo sin tener la prelación materna.
Se tiene, pues, que un “hijo de puta” no necesariamente es una persona hija de una puta en concreto, sino un desgraciado envidioso de la condición natural que ostentan otros mortales; que se esfuerza en serlo y, si tiene suficiente cojones para la brutalidad, el cinismo y la maldad, invariablemente lo logra. Se infiere, finalmente, que hay hijos de putas naturales (los de madre puta) e hijos de putas artificiales (los de madre puta ficticia, pero con comportamiento nato de un hijo de puta genuino), con la particularidad de que los segundos son más merecedores de la palma que los primeros, como quedó dicho.
3. Hijo de putismo en Venezuela.
El galimatías anterior, para los que no entendieron un puto ápice, viene al pelo a la discusión que actualmente se desarrolla en Venezuela sobre qué y quién es hijo de puta. Para dar pautas a vuestra imaginación (puesto que no osaré a dar nombres), únicamente transpole los esquemas semánticos puteriles comentados y pregúntese quién desdice de la condición de su madre santa al definirse envidiosamente como un hijo de puta, comportándose como tal.
Si usted quiere vaya más allá y ponga que la madre es el pasado histórico del sujeto (ya que la madre biológica no es puta), de donde viene como persona y al que le falta insultantemente al ejercer su nueva condición humana. Venezuela está llena de ellos: dueños de periódicos, de plantas de TV, periodistas, políticos, etc.
Vaya más allá, si quiere y complicando más el tema con las transpolaciones, y diga que hijo de puta es el hijo de gato pero que no caza ratón, lo que equivale a decir, por ejemplo, que si tu eres hijo de tremendo revolucionario o en el pasado lo fuiste y ahora no eres más que una vergüenza cómodamente sentada a la derecha política venezolana, no eres más que un genuino y redomado hijo de puta de la vida, tracalero truhán de condición, deshonesto por vocación. O si eres hijo de un trabajador comunitario y social, de cuya obra y legado te vales en el presente para desdecir de su originario espíritu, ejerciendo el egoísmo y la traición por aquí y por allá. O si eres dueño de un periódico, cuyo padre intelectual y de ideas socialistas te lo dejó y tú lo manchas con el ejercicio vil de la derecha...
Para ser un hijo de puta no hace falta madre, sino la condición de traicionarse a sí mismo y ejercer la condición.
Usted ponga los nombres, que mucho se ha hablado ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario