Sí, el manual, ya lo sabemos...
Ese que dice cómo tumbar gobiernos, de cierto gurú estadounidense. Sin ejércitos, con sólo civiles que obligan a ejércitos...
Ya hemos visto a Ucrania: cayó con base en el bendito manual. Y ahora vienen por Venezuela, con su misma “brillante” receta. Así dicen.
El manual tumba-tumba ha de ser estándar. Proclama que el género humano es uno sólo y se motiva por iguales razones casi en cualquier punto del planeta. Somos cultura occidental, apenas con la diferencia ambiental, el frío enorme de allá y la calidez bendita de acá, Venezuela.
El manualito también hizo lo suyo en Egipto: tumbó gobierno, y sin ejército alguno de lado de los revoltosos. Bastó nomás un computador para manejar redes sociales y gente en la calle escandalizando.
Y también se disfrazó de colores e hizo su trabajo en los Balcanes. Vieja historia.
En Venezuela los seres humanos no han de ser diferentes. Somos cultura occidental: comemos, rezamos y aspiramos a ese otrora sueño americano por el que se afana el susodicho manual. Ya usted sabe: carro, equipos tecnológicos, mujeres, vinos y, sobremanera, libertad y derechos humanos.
De manera que tendría que calzarle el manual a Venezuela.
Y ya, el manual es lo que vemos: medios de comunicación mintiendo, la ultraderecha intentando derrocar para instaurar su modelo capitalista, trucaje, vandalismo, guerrilla urbana, manifestaciones, difamaciones, vituperaciones, ablandamiento de la moral nacional, insulto a las fuerzas armadas y a funcionarios públicos.
El manual tiene un arma poderosa, su arma de guerra. Los medios de comunicación en prostitución y las redes sociales. Se fundamenta en la mentira y en la tergiversación de la realidad. Y hoy en Venezuela hacen su trabajo. Compra voluntades y plumas periodistas.
Sus acólitos matan y culpan. Generan líos y graban, y acusan, y proyectan en otros crímenes propios. Superponen realidades ficticias sobre moralidades, y ablandan espíritus de tanto insistir con su trabajo desestabilizador.
Llegan a un punto en que, en efecto, hacen ver lo que es blanco como negro. Y entonces, en ese momento, alguna gente se estampa y sale a la calle a pedir renuncias. Aquella cuyos espíritus o mal están comprados o se enlistan en la llamada generación idiota, perdida para la patria. Pajaritos que desconocen la historia del país que habitan, conceptos reales de miseria, represión e incultura. Traidores o tontos analfabetas de la patria.
En fin, el manual es guerra de cuarta generación. Es guerra sin ejércitos, como se dijo, es golpe de Estado y barahúnda.
Pero, véase, el manual tiene su caída. Lo demuestra Venezuela, donde parece se escribió un antimanual con Hugo Chávez. La clave: la educación de la gente y la apertura de sus mentes ante las trampas que usa el poder para someter.
El antimanual venezolano da en el clavo y propone el rescate de las mayorías del abismo para darles ciudadanía, como la justicia manda. Las prepara mentalmente para descubrir engaños y legalmente para accionar en caso de eventual necesidad política, en respuesta al golpismo. Pruebas: la gente que devolvió a Hugo Chávez al poder cuando lectores del manual capitalista dieron el golpe de Estado en 2002.
El antimanual chavista proclama que una democracia real debe contar con un pueblo capaz de sustentarlo en medio de penurias reales o incoadas, como la presente en Venezuela. Y da como el ejemplo histórico la caída de Allende (la primera víctima del manual capitalista), quien contó con el apoyo mayoritario electoral del pueblo (la primera opción comunista en llegar al poder mediante elecciones), pero no con su auxilio de hecho a la hora del derrocamiento.
Chávez inoculó la rebelión y la justicia en la mente de los venezolanos, a tal punto que un mayoritario pueblo soporta a su gobierno y advierte al enemigo, sea militar troglodita interno o puño extranjero, que tendría que vérselas de hecho con un pueblo si es posible armado. No son pamplinas: ¿ha oído usted de la unión cívico-militar?
Y ya usted ve que en la hora presente el manual gringo, más allá de los revoltosos en específicas calles de urbanizaciones venezolanas, no ha contado con ningún brote de apoyo militar, ni con empresarios o comerciantes, como en el pasado, cuando se fueron a la plaza Altamira, los primeros, y escondieron los productos, los segundos.
El manual de aplicación ucraniana es un sueño en Venezuela, como está visto. En pocos días las protestas gestadas en Venezuela serán historia, e historia triste. ¡Ay de los traidores que deja! Suculenta purga moral tendría que hacerse en la patria.
En mi opinión particular, si el gobierno quisiera resolver el problema con las guarimbas, esa expresión de guerra de cuarta generación, lo podría hacer con técnicas de la llamada guerra de tercera generación. Con los cuerpos de seguridad y de inteligencia del Estado, en número abrumador sobre los focos álgidos, en operación relámpago, capturando a los cabecillas y sitiando el perímetro donde operan (asfixia logística o monetaria), se llame Chacao o Táchira. En blitzkrieg, para decirlo con mayor propiedad, sin dar tiempo a organización ni pensamiento en el adversario. Intervendría algunas policías bajo el mando de algunas alcaldías traidoras y, si es posible, podría hacer un toque de queda brevísimo en ciertas áreas delicadas. Con rapidez y resultados.
La pasta “heroica” de tales manifestantes se expuso cuando temblaron el día de la concentración motorizada en Miraflores. Se desaparecieron a su paso, y no se veía guarimba por ningún lado. Lo que significa que el Estado, junto al pueblo, si quisiera, podría barrer con esa sarta de comprados de una sola soplada.
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