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¿Quién está libre de hablar de política? Es la ciudad, o el hombre en la ciudad, en su hábitat sociocultural, de acuerdo con el viejo Aristóteles. Somos animales políticos, sin escapatoria, bichos de ciudad, genes en convivencia o en guerra. Nada político nos es ajeno. Al hablar nos reconocemos, en versión y visión de mundo.
jueves, 19 de mayo de 2016
ESTIMADA AGENTE POLICIAL DUBRASKA ÁLVAREZ, TE PIDO DISCULPAS
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lunes, 16 de mayo de 2016
MR. LUIS ALMAGRO A PUNTO DE GANAR SU BATALLA CONTRA VENEZUELA
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LA VIDA EN UN VOTO (CUENTOS POLÍTICOS)
El gran líder político una vez quiso ir al          mercado          como cualquiera a comprar una tajada de queso.           Añoraba esa libertad perdida, y extrañaba ser ese hombre          libre y anónimo          cuyo cuerpo inadvertido se puede desplazar entre las masas de          siempre.  Pero medio país          lo odiaba y lo reconocería          donde fuese para escupir su rostro y, extremamente como ocurre          en política,          hasta matarlo.  La otra          mitad lo adoraba,          como se susurraba él mismo en sus momentos de vanidad, y eso lo          reconfortaba.
"─Un líder más magno ─se decía a sí mismo frente          al          espejo mientras se pegaba un bigote postizo y oscurecía su cara          con maquillaje,          así como también se calzaba unos lentes oscuros─ debería ser          amado por más y odiado          por menos.  Cincuenta por          ciento y          cincuenta por ciento es una mediocridad."
Preocupado, mientras escondía sus divagaciones          detrás de su excelente disfraz de parroquiano y cruzaba la          calle, después del          terrible trabajo de escabullirse de la seguridad de sus          guardaespaldas, un          elector lo atropelló.  Se          había lanzado a          la calle como se lanza por un pasillo quien es dueño de su casa.          
─Un líder perfecto inspiraría a cien... ─fue lo          que          le dijo a la peatona que lo socorrió mientras intentaba          devolverle el bigote          despegado a su sitio.
lunes, 9 de mayo de 2016
LA SIEMBRA POPULAR COMO ACTO DE REVOLUCIÓN CONTRA EL CAPITALISMO SALVAJE
Sembrar la tierra en Venezuela es un propósito de          vida que, históricamente, ha sido malogrado y puesto a          contracorriente por          lógicos factores del capitalismo salvaje.           A ese 1% que en el experimento capitalista se depura para          someter al          restante 99% no le interesa ni le conviene que tú hagas algo con          autonomía,          soberanía y libertad.  No          sería buen          negocio para las élites económicas dominantes, además de que          estaría fuera del          control de ese orbe total que el capitalismo quiere manejar.
El capitalismo ya sólo, sin la adjetivación, es          salvaje porque prepondera el billete como hecho de producción, y          le importa un          carajo la humanidad.  Con          la adjetivación          se hace impensable, y lo mejor que lo puede ilustrar es una          selva, en efecto,          donde monos y panteras humanos salten sobre el pasto o jungla de          concreto          generando dividendos monetarios con sus movimientos, en medio de          una relación "sagrada"          ecosistémica, intocable, dotada con leyes propias de la          supervivencia          darviniana e innecesitada del todo de cualquier intervención del          Estado          político.  Y entre tal          ecosistema,          siempre, como en un experimento macabro, se prioriza férreamente          la fortaleza          del tal 1% por encima de esos caldos de cultivo y de miseria que          son los          pueblos.
Sembrar es un acto fácil y demasiado poderoso que          te          sustrae del control macabro de las élites, y eso les molesta y          preocupa porque          ya te imaginan como una criatura que respiras sin que le          reportes ganancias por          hacerlo.  En Bolivia han          privatizado el          agua en algunas partes y meten en la cárcel a quien recoja agua          de lluvia; en          Colombia, por obra y gracia del Tratado de Libre Comercio (TLC),          no puedes          guardar semillas de tus siembras para que así te veas obligado a          comprárselas a          los negociantes de almas.  Sin          referir          los esfuerzos que hacen las transnacionales de la semilla para          adulterarla          genéticamente de tal modo que, así siembres, coseches, pero que          la cosecha no          te rinda semillas para que te veas obligado a comprárselas a los          comerciantes          de almas.  El limón          transgénico es un          ejemplo, ese que anda por ahí sin semillas.
Si tu siembras incides en la producción de tu          propio          bocado, y eso le resta ganancia a los tales traficantes de          miserias humanas que          te quieren vender una bolsa de tomate importado, grandotes          ellos, full de          fertilizantes.  Peor y          escandaloso si certificas          que en apenas un metro cuadrado de tu balcón o azotea puedes          producir 20 Kg.          del mencionado rubro sobre una mesa de cultivo; o en tu patio,          donde puedes improvisar          una cama de cultivo.  Rayarías          casi en el          delito para ellos, porque ellos te quieren vender y tu deber, tu          ciudadanía se          explica en que tienes que comprar y abrir perennemente la boca          para recibir la          compra.   Si es por          ellos, no puedes hacer          más por ti.
Así los rurales han sido atacados por décadas en          los          campos, malográndoles las siembras autónomas, obligándolos a          comprar          fertilizantes y generándoles la cultura de que lo normal es          comprar semillas, fertilizantes,          abonos empaquetados, pastillas y otras baratijas.  Pero también en la ciudad.  Cuando Hugo Chávez propuso          la siembra y cría          en las ciudades, en los edificios,           como          hoy lo hace Francia, Singapur y otros países comprobables,          cuando habló de          huertos y conucos y de crías de animales ponedores de huevos y          de engorde, las          élites amenazadas por el conocimiento, soberanía y libertad de          los pueblos          alzaron el grito y utilizaron los medios de comunicación para          satanizar la          iniciativa, burlándose con la frase "gallineros verticales" y          riéndose de la          iniciativa de siembra en los hogares venezolanos.
¡Pues es posible la independencia y soberanía          alimentaria con la iniciativa de siembra en la ciudad, además de          la cría!   Se puede          sembrar en balcones, patios y          azoteas, sin necesidad de tener un campo para ello.  Se puede ser independiente,          no requerir de compras          en el mercado ni necesario es caer en manos de los llamados          "bachaqueros".  Nunca tan          fácil ha sido la libertad.  Nunca          tan fácil ha sido sustraerse del          control de estos hijos de puta que se quieren coger al mundo          entero.  No compres,          produce, siembra, cría, tendría          que ser el eslogan para empezar a ser libres.           Olvidarnos de todo lo sospechosamente aprendido para          vivir y          alimentarnos es un primer paso (pensemos en el cuento ese de que          toda arepa se          hace nada más que con "Harina Pan"); y un segundo sería generar          una nueva          matriz de conocimiento y prácticas con el concurso de los          pueblos organizados.  Aprender          de nuevo a vivir en libertad y con          lo propio.
Sembrar es un acto netamente revolucionario, de          liberación popular y personal.