¿Qué se puede hacer? Occidente da asco y quien escribe, lee y razona es occidental, de manera que enfilarla contra la cultura madre es hacerlo contra la persona misma. Pero, igual, Occidente y sus potencialidades apestan.
Es como cuando se abomina de la conquista de América y de los miserables conquistadores, matadores de aborígenes, siendo el quejumbroso un tipo con fenotipo de ojos azules o verdes, cabellera enrollada y piel color cobre. ¡Qué vaina, ¿no?! Quejarse, en fin, de la horripilante cultura occidental es hacerse juicio a si mismo, denostar del indio, del negro y del bendito español, francés, holandés o inglés que se lleva en la sangre. Pero, así mismo, se puede ser un perfecto excremento en cuerpo y alma, y reconocerlo.
Los franceses, alemanes, ingleses, españoles, holandeses, finlandeses y estadounidenses y otras calañas, nomás cayó Bashar al Assad por presión de las sanciones occidentales y un sostenido trabajo de desmoralización a través de las redes sociales, declararon que estaban dispuestos a levantar las sanciones económicas a Siria. Tales desalmados razonan que lo hacen por la preocupación que tienen en relación con el sufrimiento de la población civil en aspectos relativos a lo energético, eléctrico, transporte y banca.
¿Qué tal esa lindura? Cuando regía Al Assad, al parecer, no había población civil de la cual condolerse. Se puede sentir repugnancia por hechos así, y sentir a la vez la vergüenza de tener, alma adentro, la capacidad y configuración personales para hacer lo mismo. Marranos del mismo charco, si se va al caso.
Ser occidental es una pesadilla de carácter geográfica y cultural. En la primera denominación es estar ubicado en la mitad de la esfera terrestre que se encuentra al oeste del meridiano de Greenwich; en la segunda, es ser un europeo o colonia de marras, creer en Yahveh, razonar cómo el griego Sócrates, invocar a Juan Jacobo Rousseau para asuntos cívicos o, simplemente, haber adoptado los modos de vida de Europa, como Japón (en Oriente), Sudáfrica, Latinoamérica y Rusia. ¡Joder, cuando la herencia te rodea y arrasa con sus crímenes!
La sensación de asco se torna más viscosa y repulsiva cuando estos representantes del "primer mundo" proponen qué hacer con Hayat Tahrir al Sham (HTS), el grupo terrorista y yihadista que encabezó la alianza que desalojó a Al Assad del poder. Considerando que es el Consejo de Seguridad de la ONU el ente que debe decidir si este grupo merece llamarse terrorista de Al Qaeda por haber decapitado, empalado y desollado gente, los repugnantes proponer, también, excluir de la lista de terrorista al mencionado grupo de flamantes angelitos, que antes de Bashar eran unos monstruos. ¡Qué viva Occidente con su invento de la razón socrática, remachado con el arte sofista!
Nicolás Maduro, el presidente constitucional de Venezuela, hasta donde hay registros no ha despellejado a nadie ante las cámaras de una grabadora para luego ufanarse de tal acción como una hazaña; tampoco le ha quitado la vida en masa a los habitantes de un poblado, matando a niños y mujeres; pero por su cabeza los mismos miserables de Occidente ofrecen 25 millones de dólares, quince más que por Abu Mohamed al-Golani, el Jack Destripador de HTS. A su gobierno, en contraste con la recién descrita nueva Siria, se le han atornillado más sanciones con el propósito de que su pueblo, atribulado, lo derroque. Dígase, finalmente, que sobre Venezuela se cierne constantemente la amenaza de una invasión, siendo como es prueba un país de generosidades y glorias patrias, de alto compromiso cívico y de respeto a los derechos humanos.
Occidente es crimen, contrasentido existencial y decadencia. Por ello el hombre nuevo es aquel que somete sus genes (si ello es posible) y pensamiento a juicio.
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