miércoles, 19 de febrero de 2025

EL REGRESO A VENEZUELA: TRUMP, BUKELE, BORIC, LULA, PETRO…

Está ocurriendo. No es un capricho de la pluma que escribe y malgasta la imaginación de todos. Nayib Bukele, el primero, expresó su disposición de pedirle petróleo a Venezuela, no importando que hubiere él criminalizado a Nicolás Maduro con multitud de insultos y desconocimientos; posteriormente saltó Gabriel Boric, el presidente de Chile, otro insultador catalogado como de izquierda "progresista", enviando a su ministro de Justicia y Derechos Humanos a decir que no reconocerá a Edmundo González y que están abiertos a la reconciliación.
Ahora acaba de hablar Brasil. Pide electricidad a Venezuela para su estado fronterizo de Roraima. Desde 2019 se había interrumpido ese flujo en la frontera porque Jair Bolsonaro reconoció a Juan Guaidó, quien lo que hizo fue exportarle oscuridad. Vino luego Inácio Lula da Silva y para 2024 ya había dado la orden del restablecimiento eléctrico, pero habrá que suponer que después de las elecciones en Venezuela no le gustó un Maduro presidente y prosiguió con su oscuridad.
Pero llegó Donald Trump y los estremeció, primero humillando a Gustavo Petro, de Colombia, y al mismo Lula da Silva con el envío de los inmigrantes encadenados; y después con el trato petrolero que estableció con Maduro, por encima de grescas ideológicas, poniendo en primer plano el interés económico de su país y ridiculizando los estúpidos escrúpulos de ese montón de mandatarios que desconoció la democracia en Venezuela sólo por hacerle coro al gringo.
Pues el gringo llegó y negoció, dejando tapujos a un lado. Y, ahora, helos allí, tartamudeando, razonando que no hay petróleo u otro rubro, pero que Venezuela vende y es más económico comprarle. Al demonio se fue el esfuerzo de atacar al país bolivariano para impresionar al flamante presidente de los EE. UU., quien no apreció un carajo la campaña y, peor inclusive, amenazó a todos con la aplicación de aranceles a sus exportaciones y les arrojó inmigrantes desde los cielos.
La historia está llena de esos capítulos. Los poderosos marcan la pauta y esperan que los endebles se les ajusten o aparten, como la maleza al caminar, dando, por otro lado, un trato preferencial al adversario, a quien esperan sumar. Estrategia lógica, por demás: no se gana lo que ya se posee. Y así Donald Trump, en su aparente política loca, lo que ha hecho es aplicar principios de la guerra política: se ha sentado con Maduro, el primero, con Vladimir Putin ahora y en breve lo hará con Kim Jong-un, el líder de Corea del Norte. Revísese cualquier episodio de la Antigua Roma que involucre el trato al adversario; o, si se quiere un ejemplo moderno en materia comercial y tecnológica, que es como hablar de la guerra, evalúe la competencia entre Microsoft y Linux, donde el sistema operativo del primero terminó conciliando con la popularidad del segundo para exorcizar desgastes.
De manera que Bukele, Boric, Lula y Petro son considerados unas especies de patio pisoteado, maleza en el camino, mesnada que corea. De allí la falta de consideración del estadounidense para con sus personas. Es curioso como estos líderes mutan sus dignidades para acoplarse y pedir. Ahora la moda impuesta es ir a charlar con Maduro porque valoran en, primer lugar, el interés de sus respectivos países: petróleo, electricidad, apoyo en la frontera, aceptación del amo norteño.
Son varias las curiosidades. Una de ellas es que tres de esos presidentes que rompieron la mancomunidad latinoamericana de atacar al hermano (Venezuela) para congraciarse con el extranjero (EE. UU.) se autodenominan de izquierda: Boric, Lula y Petro. La curiosidad final es que Lula, como Boric con su ministro, envió a negociar a una tal Ludmila Lima da Silva, perdiendo la oportunidad de expresar personalmente sus rectificaciones y reconocimientos respecto del gobierno de Venezuela.
Con todo el historial consabido, que todos pidan no es algo curioso, sino un acto cínico. Si no, cerrando ya, véase lo de Petro, quien no tuvo aspavientos para pedir ayuda en la frontera a Maduro para ordenar el zaperoco de sus irregulares y paramilitares, sin mencionar a Edmundo González (a quien quiso reconocer), pero sin reconocer abiertamente tampoco a Maduro. Así juegan los inciertos.
 

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