Ya empezaron. Chile también chilló, aparte de El Salvador, quien fue el primero. Su ministro de Justicia y Derechos Humanos, Jaime Gajardo, fue el encomendado por Gabriel Boric para enviarle un guiño a Venezuela, a su aborrecido Nicolás Maduro, declarando que no reconocerán a Edmundo González y que "siempre vamos a estar disponibles para retomar las relaciones diplomáticas [con Venezuela]."
Recuérdese que Nayib Bukele realizó una epopéyica exposición que trascendió a los medios, donde concluyó que El Salvador no tendrá reparos en pedirle petróleo a Venezuela si ya un país tan poderoso como los EE. UU. lo hizo. Ellos, El Salvador, siendo un país tan chiquito, como pareció musitar.
Pero fue Donald Trump el patrón. Él envió a su emisario a conversar con Maduro para estabilizar la producción petrolera con su Chevron, por encima de las diferencias ideológicas, preservando los intereses económicos de los EE. UU. y procurando compensar su balanza comercial con Venezuela respecto de China. Lo demás, en su filosofía pragmática, son pendejadas. No venden petróleo Edmundo González ni María Corina Machado; tampoco manda ya Bashar al-Ássad en Siria, sino un terrorista de Al Qaeda, con quien ya se entiende en nombre de los intereses de marras.
Ante semejante ejemplo, los monos, que son buenos imitando, no se pudieron contener. Es como un impulso reflejo, igual al de un perro cuando mira que el amo lanza un palo. Previamente andaban en la jugada de hacerle el coro al gringo Joe Biden desconociendo a Venezuela, presidente incluido; pero llegó Trump y les cambió la seña, mostrándoles su flamante palo y nueva directriz.
Chile encaja en el grupo de los siete países a quienes Venezuela les expulsó en un sólo día las representaciones diplomáticas debido a sus acciones y declaraciones injerencistas por el tema de las elecciones presidenciales de 2024; Bukele, por su lado, desde su llegada al mando en El Salvador, ha venido sembrando desavenencias con Venezuela, reconociendo a Juan Guaidó, primero, y desconociendo a Maduro, después.
Vendrán más. Argentina espera su turno, como Panamá, República Dominicana, Perú, Costa Rica y Uruguay, todos requeridos de la dote energética de Venezuela y de su semblanza en Latinoamérica, con mayor razón si son unos terruños subordinados a Washington. Si el jefe compra petróleo a Venezuela, ellos mueven la cola.
Habrá de ser cosa curiosa ver a Javier Milei razonar también que el petróleo es importante y que no tiene sentido comprárselo a Arabia Saudita teniéndolo en Venezuela tan próximo; concluyendo que ha de privar el interés económico de Argentina por encima de marañas ideológicas, que fue lo que concluyó Bukele respecto de El Salvador después que Trump sentara lo mismo respecto de se patria. Además, sumido como está Milei en el depresivo hueco de la estafa que le hiciera a sus ciudadanos y del golpe bajo que le diera el mismo Trump al clavarle aranceles a su aluminio y acero, bueno es un cambio de tema para refrescar el dolor. Se verá entonces que manda a decir que lo siente por Edmundo y María Corina, que no bombean nada práctico, como dice el presidente de los EE. UU., y que, por el contrario, lo que hacen es robar la plata de los contribuyentes estadounidenses.
Como dijo Bukele, el panorama del hidrocarburo se tornó difícil al fracasar Trump ante la OPEP, que se negó a subir la producción para bajar los precios. Los insultos y las sacadas de madre entre países no tienen porque enturbiar los negocios, hechos de fría matemática. ¡Que los ratones vayan por su queso y las ratas por petróleo! Al final del día, Maduro estará ahí en el poder hasta el dos mil treinta y tantos, esperándolos sentado.
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