Las naves gringas, sin necesariamente incursionar en el espacio venezolano, están radiografiando a Venezuela con su proximidad en el Caribe. Están midiendo los Estados Unidos una agresión de envergadura, más allá de hundir lanchas o barcos peñeros. Necesitan un espectáculo característico, hollywoodense, que apalanque una matriz de opinión y de pie para proceder. Ese calcular determinan su espera.
Más allá de una provocación, un ataque a su flota en el Caribe por parte de Venezuela sería perfecto. Rápidamente exagerarían los daños y bajas, y con ello como afrenta se decidirían por disparar sus Tomahawks y mover sus F-35 desde Puerto Rico, que esperan impacientes tanto más cuanto el salitre daña su circuitería. Sin entrar en el territorio, se centrarían en destruir la flota marítima venezolana.
Su orgullo imperial dizque herido oprimiría el botón para castigar Miraflores, símbolo destruido que resarciría la afrenta. Luego, en un comunicado que ya tendrían preparado, informarán al mundo de su decisión de retirarse de las aguas habiendo cumplido sus objetivos en una primera fase, remarcando haber enviado un fuerte mensaje al narcoterrorismo de la patria de Simón Bolívar.
Lógicamente, no narrarán que de diez misiles probablemente uno sólo habrá impactado debido a la fuerte defensa antimisilística del país con sus S-300 y los S-125 (Pechora) rusos. Ocultarán también que habrían alejado lo más posible sus embarcaciones debido a que el país caribeño posee armamento chino antibuque.
La modalidad del ataque necesaria y primordialmente será aérea dada la complexión cobarde de los estadounidenses, acostumbrados a construir historias de valentía y vivir a expensas de ellas, como el cuento de que ganaron la Segunda Guerra Mundial cuando todo el mundo sabe que fueron los rusos y que ellos llegaron oportunistamente cuando la ocasión estaba servida en bandeja de plata para exponerse lo menos posible.
O como el cuento en Irán, donde bombardearon con su avión invisible (de lejos por supuesto, no sea que se rasguñen), e inventaron haber destruido la fábrica nuclear de ese país, cuando hasta un tonto sabe que es falso. Puro espectáculo.
O como el mismo cuento en el Caribe donde hundieron una lanchita con un enorme misil, triste historia forjada. Otro espectáculo donde lo que menos brilla es la valentía de sus soldados, patiquines estos de la misma clase que los atrapados por pescadores en las costas venezolanas durante la famosa Operación Gedeón. En ese entonces venían a invadir al país unos "héroes" de guerra en Irak comprados por la oposición ultraderechista, posteriormente identificados como unas criaturas profundamente cobardes que se entregaron a los aldeanos marinos.
La cobardía gringa luce como los odiosos arqueros griegos en la época de los honoríficos combates cuerpo a cuerpo: matar de lejos no tiene honor, como lo hacía el arquero Paris, matador del gran guerrero Aquiles.
El sueño estadounidense es establecer una base militar en la Faja Petrolífera del Orinoco y dividir al país con un plan de restricción de vuelos para robarse el petróleo como se lo roban en la actualidad en Irak, Libia y Sira, países destruidos por sus bombardeos y maquinaciones en cayapa (Francia, Inglaterra, Alemania). Pero es claro que esa posibilidad está descartada dada la enorme cantidad de bajas que tendrían en la confrontación: necesitan primero volar peligrosamente aviones sobre el territorio, luego asaltar con esas tropas aerotransportadas para, finalmente, enfocarse en la construcción de la soñada base, lógicamente bajo el asedio de los terrestres bolivarianos.
La narrativa gringa no da para eso. Empiezan a llorar antes de tiempo. Cuando invadieron Panamá, cuyas fuerzas armadas tenían 15 mil tropas, ellos, los gringos, necesitaron 20 mil. Y hasta un bebé sabe que Venezuela no es Panamá, que tiene más de 100 mil efectivos y millones de milicianos, y que en su seno nació El Libertador. Lo peor para ellos es la poderosa autoestima de un país con historial heroico y redentor como Venezuela, gestor de naciones y libertades. La gloria de un soldado venezolano jamás pintaría como el espectáculo fiestero de un gringo encuadrado en el lente de una cámara, con sus juguetitos de guerra. Sépase que tales juguetitos de nada sirvieron antes los vietnamitas, quienes los derrotaron a punta de terror, mostrándole ratas y cucarachas a esos niños uniformados; ni siquiera las trampas químicas experimentales, que cobardemente utilizaron, sirvieron para nada: fueron barridos como se barre una excreta.
Igual pasaría en el Delta del Orinoco. Allí hay defensa aérea, terrestre, fluvial y marina, tanto más cuanto se siente ese territorio como una joya estratégica apetecida por holandeses e ingleses desde la época fundacional de Venezuela. Además, es un punto sensible del país bolivariano por la proximidad guyanesa, en nada descuidado.
Ir por el Amazonas equivale a involucrar a un hostil Brasil, con el riesgo de juntar a dos países en una defensa común.
De manera que su opción es por Colombia, donde tienen el apoyo de siete bases militares que espían constantemente el territorio, montan noticias falsas y fomentan el narcotráfico. Tomar un espacio en La Guajira, donde el agua está revuelta por la confluencia binacional de tropas, narcotráfico y guerrilla, podría ser su opción desde donde, por los menos, podrían oler de lejos el oro negro del Zulia; pero, incluso allí, donde inciden factores divisionistas diversos (el Maquiavelo que tanto les encanta para vencer), tendrían bastante problemas dado que Venezuela hizo un despliegue de 20 mil tropas recientemente.
Les queda, pues, atacar desde lejos, como es el perfil de los cobardes, con sus aviones invisibles como en Irán o con sus misiles desde las embarcaciones.
La reflexión final invita a la dirigencia política a armar al país por su soberanía, sin temores a escrúpulos marxistoides pacifistas. Todo el mundo sabe, históricamente, que la paz se logra con la guerra. Confiar la defensa de las ingentes riquezas de Venezuela al derecho internacional es una estupidez, como si a alguien se le ocurriera soltar a una virgen en medio de un montón de criminales encarcelados. ¿Puede alguien concebir a un país tan rico como Venezuela tongonearse ilesamente ante las fauces de bestias como los EE. UU., Inglaterra, Francia y Alemania, creyendo que la ONU bastará para su defensa? Por favor, se requiere mirar la historia, el aleccionador pasado de la humanidad. No se vaya muy lejos, estimado lector: allí mismo está el caso reciente de Irán, bombardeado mientras se conversaba en mesas de paz, pisoteando flagrante e impunemente el derecho internacional. Ese mismo derecho internacional no sirve para contener a Israel en sus asesinatos. ¿Entonces?
Alemania ya bloqueó a Venezuela a principios del siglo XX; Inglaterra ya le robó mil millones de dólares en oro; los gringos ya estuvieron involucrados en el despojo del Esequibo y desde entonces no duermen por los oros de colores y el agua dulce de la pequeña Venecia. ¿Qué más se necesita para precipitar la luz del entendimiento? ¿La irreparable invasión?
Lo primero es reformar la Constitución y abrir la posibilidad de acoger tropas extranjeras de países aliados en el país: ello sería síntoma de adecuación y comprensión de la actualidad mundial, globalizada y heraclitiana. Nadie subsiste a solas en medio de la jauría también globalizada. Se requiere fuerza e interrelación. La defensa de patria con esos recursos no desdiría el planteamiento de Hugo Chávez de perfilara a Venezuela como una zona de paz, desnuclearizada y libre. Para cumplir con eso primero hay que tener patria y es obvio que, siendo un país idealista e invadido por un imperio, eso no se logra. Más claramente: se requieren asociaciones estratégicas y alianzas militares disuasivas, no palabrerías de países amigos que no pueden aterrizar una tropa sobre el suelo venezolano.
El tema nuclear es otro punto. La nación no se puede cerrar a esa oferta del conocimiento científico, legítimo para cualquier inteligencia. Ello, un eventual desarrollo militar con esa tecnología desafiaría al monstruo, pero al mismo tiempo lo disuadiría. Hay que superar un probable error de cálculo humanista del Cmdt. Chávez, quien es el responsable intelectual de semejante empeño, desplazado en los actuales momentos, tiempos que piden aterrizar la supervivencia.
Es verdad, el nacimiento del mundo tripolar derrota a los Estados Unidos, acostumbrado al mando con su unipolaridad. Rusia los avasalla con sus armamentos (en la actualidad el gringo no ha podido desarrollar la tecnología hipersónica); China los arrincona con su toma económica del planeta; los BRICS, una naciente forma de organización político-económica, les quita espacios mundiales organización estratégica.
Pero no es menos verdad que esta fiera herida y en decadencia que se llama los Estados Unidos de América no ha encontrado más alternativa que jorungar lo que ellos llaman su "patio trasero" para compensar sus carencias, repelidos vergonzosamente por sus rivales globales. Por esta razón, en virtud de ese su espíritu cobardón, escogen la opción de atacar a las naciones pacifistas de Suramérica para intentar salvar "algo" ante el arrase geopolítico tanto de sus adversarios como de la historia misma.
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